Voltron: Legendary Defender y todos sus personajes, pertenecen enteramente a sus respectivos autores y son usados aquí con meros fines de entretenimiento.

No sé exactamente quién creó el UA de detectives, pero quería probarlo desde hace rato, aunque adaptándolo a mis necesidades y gustos. Advertencia de Shiro/Keith


Después de todo, Pidge sí logró hacer que Keith hablara y dejara de decir aquellas tonterías sobre que el diablo había visitado su oficina. Más bien, ahora sabía que el dichoso diablo tenía nombre: Lotor.

—Está del lado de los Galra, estoy seguro —comentó Keith mientras bebía la quinta taza de café del día: en esa ocasión su nerviosismo era latente y lo necesitaba con urgencia, aunque Pidge no entendía de qué forma el café podía tranquilizarlo, si más bien tenía el efecto contrario en las personas —. No encuentro otra razón, ¿por qué, si no, accedió a hablar sobre Allura? Aquí hay gato encerrado.

—¿Te estás refiriendo a ti? —preguntó ella, desentendida. El gruñido del mayor provocó que ahogase una risita.

—Hablo en serio. Él volverá, y cuando lo haga tenemos que estar listos.

—Keith, no me has contado todo lo que sucedió. ¿Qué me ocultas? No llevo mucho conociéndote, pero sé que si actúas así, es porque algo pasó.

Keith se mordió la parte interna de la mejilla: había olvidado lo suspicaz que era esa jovencita. No tenía mucho caso estarle ocultando la propuesta de Lotor, pero algo le decía que acabaría riéndose de su incomodidad o alguna cosa así. Pero era mejor soltarlo de una vez a que ella sospechase algo peor.

—Me invitó a cenar.

Pidge detuvo el tecleo bruscamente, volteando a ver al mayor.

—¿Cómo has dicho?

Keith gruñó de forma audible, ¿es que quería torturarlo?

—Me invitó a cenar, ¿estás sorda? —contestó de mala gana. Pidge se giró completamente hacia él (porque sí, continuaba ocupando su silla giratoria como si fuese la dueña y señora de todo el lugar).

—¿Y qué hiciste tú? ¿Aceptaste?

Volteó a verla casi escandalizado.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! —respondió. ¿Cómo era posible que lo creyese capaz de aceptar la invitación de un perfecto desconocido? Sin embargo, la mueca de decepción que apareció en el rostro de Pidge le indicó que ella esperaba justo lo contrario.

—Debiste aceptar —dijo, y un tic apareció en el párpado de Keith —. Piénsalo con cuidado: ese tipo es lo más cerca que estamos de Allura y Coran, el único que está dispuesto a hablar. Y, por lo que me cuentas, parece que sabe bastante del asunto.

—No sabemos si nos está mintiendo —se defendió Keith, pero la chica negó con la cabeza de forma apresurada.

—Tanto tú como yo sabemos que eso es poco probable: vino hasta nosotros y está dándonos todo en bandeja de plata… sí, es sospechoso y sí, planea algo. Pero no creo que sea ponerle veneno a la langosta o algo así.

Keith ahogó la maldición que quiso salir de su boca. Pidge, en cambio, continuó pensativa antes de romper el silencio:

—¿Te dejó algún número, alguna dirección? ¿Algo donde lo podamos contactar?

—Nada —respondió él bruscamente. Ella volvió a quedarse en silencio, pensando en qué hacer: no iba a permitir que Keith arruinara las cosas, y si tenía que venderlo al dichoso diablo con tal de conseguir información, lo haría. Pero, de momento, no se lo diría.

—Entonces será cuestión de esperar —dijo después de un rato —. Algo me hace pensar que volverá. Y si lo hace, creo que sería un buen detalle que ahora lo invitaras tú.

El tic en el parpado de Keith volvió, pero hizo el esfuerzo de controlarlo.

—No me estás pagando lo suficiente como para hacer esto —casi escupió, y ella rodó los ojos. Volvió a quedarse en silencio: la búsqueda de Lotor en Internet había resultado infructuosa, del mismo modo en que había acabado la de Coran. De pronto, abrió los párpados desmesuradamente y volteó a ver a Keith:

—¡La policía! —exclamó, y al oírla él se apresuró a cerrar las cortinas antes de dirigirse hacia la puerta, pensando en que el casero había decidido demandarlo por los meses atrasados de renta —¡No, no! Digo que la policía podría ayudarnos.

Él volteó a verla, incapaz de creer lo que decía. ¿No se suponía que si había acudido a él era porque la policía no la ayudó para nada? Al notar ese gesto, Pidge continuó hablando:

—Tú fuiste policía, ¿no es verdad? Incluso tus amigos te recuerdan —dijo, sobre aquel par de oficiales que habían llegado a la joyería. Keith negó con la cabeza.

—Yo no hice amigos en la Academia —aclaró, y apenas iba a decir algo más cuando ella siguió hablando:

—No importa, lo que nos interesa es que puedas acceder todavía a las instalaciones.

Keith volvió a negar. Hora de hablar sobre un tema del que no le gustaba tratar para nada, además del de Shiro.

—Fui expulsado, ¿bien? Estoy vetado y no puedo entrar ahí —explicó. No iba a decirle la razón del por qué había acabado así, pero de todos modos ella no parecía interesada en escuchar la historia de su vida. Volvió a la computadora, tecleando.

—No sé por qué no me extraña —se limitó a comentar antes de cerrar la laptop y volver a mirarlo —. Entonces tenemos que encontrar la manera de que yo entre.

Keith la contempló fijamente: era verdad, esa jovencita tenía las ideas más descabelladas y peligrosas del mundo. Y por un momento pensó que a quien debería tenerle realmente miedo, era a ella y no a Lotor.

oOo

—Pero… ¿tú qué haces aquí? —preguntó un molesto agente McClain al ver a Keith en la estación. Genial, se veían de nuevo las caras… ¿es que era verdad y no había los elementos suficientes como para no tener que toparse con ése?

—No vengo a verte, si es lo que insinúas —respondió. Aquello hizo al moreno gruñir de rabia, apenas iba a responderle cuando Hunk apareció y, al ver a Keith, sonrió.

—Oh, hola, viejo. Es bueno verte de nuevo —saludó, y Keith correspondió a su gesto tanto por educación como para hacer rabiar a McClain quien, al ver eso, le dio una leve palmada a su amigo.

—Nada de saludos, ¿qué se supone que haces aquí? ¿Vienes a pedirle perdón a Iverson por lo de su ojo? Vaya que te tardaste —comentó, sarcástico. Keith resopló, procurando controlar las ganas de salir cuanto antes del lugar: si estaba ahí era por Pidge, no por algo más. Quien, convenientemente, apareció detrás suyo mirando a ambos oficiales con falsa desconfianza.

—Eh, pero si es el niño de ayer —dijo Lance, y Hunk alzó una ceja —¿Qué sucede? ¿Necesitas ayuda? Te doy un consejo: juntarte con alguien como Kogane no te dejará nada bueno —agregó. Keith rodó los ojos antes de hacerle un gesto discreto a Pidge para que se acercase a los otros dos.

—La verdad es que me encantaría ser policía —empezó a decir ella, usando un tonito suave del que Keith no la creyó capaz —¿Sería mucha molestia si me permiten ver las instalaciones? ¡Es tan genial cuando atrapan a los malos! —su entusiasmo sonaba genuino, tanto que Keith se preguntó si de verdad ser policía era alguna clase de fantasía profundamente escondida —Tienes derecho a guardar silencio. Seguro esa frase le queda mejor a usted, oficial McClain.

Lance sonrió al oírse halagado y más aún por un pequeño desconocido, por lo que se llevó la mano a los cortos y castaños cabellos antes de asentir.

—Sí, la verdad es de las que mejor me salen —respondió, y Keith prefirió mirar a otro lado antes de terminar asqueado por la escena. Pidge, por su parte, sonrió.

—Me imagino que lo es. Pero bueno… —dijo, en un tono de tristeza que incluso para Keith resultó bastante convincente —. No creo poder entrar a dar una vuelta, así que será mejor que me vaya. Es tan triste, me habría encantado verlo todo y escuchar las geniales historias del oficial McClain —agregó, y apenas iba a regresar con Keith cuando Lance lo tomó del hombro.

—Espera, no tan rápido. Normalmente no hacemos esto, pero… si me prometes que no se lo dirás a nadie, puedo darte un tour rápido —aseguró el moreno. Ante eso, Hunk lo miró asombrado, pero le hizo la seña de que se quedara callado —. Vamos ya, ¿de acuerdo? Necesitas un buen ejemplo con urgencia —agregó, mirando de reojo a Keith quien se limitó a encogerse de hombros. Pidge asintió con la cabeza de forma entusiasmada y fue detrás del mayor, sin voltear, aunque Keith estaba seguro de que una vez estuvieran a solas en su oficina, presumiría su logro. Sin embargo, la presencia de Hunk lo sacó de sus pensamientos: creyó que había ido con los otros dos pero no, estaba parado a su lado, observándolo fijo y, para su gusto, con cierta desconfianza.

—Esa… persona, ¿es familiar tuyo? —preguntó. Keith, de momento, no supo qué responder: sabía bien que no le convenía decir que era su actual contratista. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

—No, nada. Sólo un gatito perdido que no ha dejado de seguirme desde que lo encontré —respondió.

—No deberías decir algo así, se nota que te estima —dijo Hunk, y ante eso Keith alzó una ceja: no creía que Pidge sintiera ni la más mínima estima por él: solamente era su empleado, el hombre que la ayudaría a encontrar a su desaparecida familia. Además, no habían pasado tantos días juntos como para creer en algo como eso —. Bueno, eso pienso. Si no, no te estaría siguiendo, ¿qué se yo? —agregó, tampoco quería que Keith se molestase con él por algo así. Él optó por ignorarlo, dedicándose a ver el entorno de aquella central: era un milagro que pudiesen estar hablando con relativa calma, si era muy obvio todo el trabajo que tenían pendiente, empezando por la gente que entraba y salía de forma apresurada, tanto policías como civiles. Pensar que estuvo soportando ese ambiente durante tanto tiempo… pero no había podido evitarlo: él, al contrario de Pidge, sí había tenido el sueño de ser policía. Se lo había dicho a su padre desde que era niño y este, si bien lo animó como todo padre haría, no estaba muy seguro de su decisión. Pese a eso se mantuvo callado, y para su suerte murió mucho antes de ver a Keith entregando la placa.

—¿Extrañas esto? —preguntó Hunk de pronto. Quizá no era una pregunta adecuada, pero le daba curiosidad y conociendo a Keith, no le respondería de forma grosera, cosa que sí haría con Lance o alguna otra persona. Él, por su parte, se quedó pensativo antes de responder:

—No lo sé —dijo, y Hunk no pareció decepcionado por una frase tan trillada y se limitó a asentir con la cabeza y no insistir con el asunto. Internamente, Keith le dio las gracias.

—¿Y cómo va tu agencia de detectives privados? Me imagino lo bien que te la pasas, aunque creo que te falta mucho estilo… ¡Viejo, por favor dime que tienes una pipa! —exclamó, entusiasmado. Keith sonrió un poco.

—Creo que has visto demasiadas películas —explicó, pero Hunk no se dejó amedrentar y continuó hablando sobre que era a él quien le hacía falta ver más películas y series, para así poder emular el estilo de los grandes investigadores como Sherlock Holmes o Hercule Poirot, tanto el estilo elegante de vestir como la suspicacia y la facilidad que tenían para descubrir a los culpables en menos de cincuenta minutos o lo que durase el capítulo en cuestión. De igual modo y a lo largo de un tiempo que, increíblemente, no se le hizo pesado, preguntó si tenía un laboratorio secreto para analizar pistas o si cargaba con una lupa a todos lados, y Keith apenas iba a revelarle (algo que no había hecho con nadie más) que los casos para los que más lo buscaban era para averiguar infidelidades, y que esa "agencia" constaba únicamente de un elemento, cuando Lance y Pidge aparecieron por la puerta y caminaron hasta ellos.

—¡Este lugar es increíble! —dijo ella de forma animada, y Keith no supo si era también actuación o de verdad estaba feliz de haber visto la estación por dentro.

—Claro que lo es, además, tuviste al mejor guía de todos —agregó Lance, sonriente. Sin embargo, volteó a ver a Keith —. Tu primo es un buen chico, espero que no se convierta en alguien parecido a ti cuando tenga tu edad —agregó, y Hunk volteó a ver a ambos de forma confundida.

—¿Tu primo…? —preguntó. Keith pensó en que de verdad no le hubiese gustado mentirle, pero no tenía otra opción.

—Sí, ¿no te lo dije? Mi primo, Pidge, vino de visita y todo eso —dijo, haciéndole una seña a la castaña para que pudieran salir de ahí cuanto antes —. En fin, nos vemos. Gracias por lo que sea que hayas hecho —comentó a McClain antes de voltear a ver a Hunk —. Nos vemos, Hunk. Siento haberte decepcionado con lo de las pipas —agregó, aunque con lo de decepción no se refería del todo a ese asunto. Salieron de la estación, observados por los oficiales hasta que Lance se estiró perezosamente para enseguida voltear a ver a su compañero.

—De verdad, espero que no se convierta en alguien como Keith. Con uno es suficiente —dijo. Hunk se mantuvo un momento en silencio, aun mirando la puerta por donde Keith y su "primo" salieron, pero asintió con la cabeza.

—Yo también.

oOo

—El sistema de seguridad de la estación deja tanto que desear… no es ni siquiera un desafío —decía Pidge para sí misma mientras tecleaba sabrá Dios qué cosas, observada por Keith que estaba sentado en la colchoneta porque su asiento seguía acaparado por la jovencita.

—Así que hacker, ¿eh? Resultaste toda una joya —comentó él, en un tono bromista pese a que hablaba en serio —¿Hoy en día les enseñan eso en la escuela?

Pidge frunció el ceño, estirándose para mirarlo por encima de la pantalla de la laptop, aunque no detuvo para nada el movimiento de sus dedos en el teclado. Keith pensó que ya estaba acostumbrándose a ese, al inicio, molesto sonido.

—Es algo que aprendimos juntos Matt y yo —explicó ella, aunque quizá era innecesario —. Convivimos con ordenadores desde que éramos muy pequeños, y mi padre solía llevarnos a recorrer la Universidad cuando daba sus clases. A veces nos dejaba en los laboratorios de cómputo para que nos entretuviéramos, aunque a Matt le llamaba más la atención el área química —agregó. Se hundió en el asiento ante ese recuerdo cada vez más lejano, una época preciosa que le encantaría volver a disfrutar.

—Y el apodo… ¿te lo puso él? —preguntó Keith, refiriéndose al hermano de la menor. Ella asintió, sin detener lo que estaba haciendo.

—Sí, aunque al inicio no me gustaba: creí que sólo me decía así para molestarme, ya sabes, como todos los hermanos mayores —contestó. Se quedó en silencio y detuvo los dedos sobre el teclado de la laptop, percatándose de que Keith conocía buena parte de su vida (lo cual era un poco lógico tomando en cuenta que necesitaba saberlo al ser su contratista) pero ella no sabía prácticamente nada de él. Tan solo que lo habían expulsado de la Academia de policía y que tuvo hacía muchos años una relación con Takashi Shirogane, el hombre que trabajaba con su padre en los laboratorios universitarios. ¿Sería prudente preguntarle algo, cualquier cosa, sobre su vida? No es como si le interesara particularmente, y tampoco quería que la considerase una entrometida, pero si iban a convivir durante quién sabe cuánto tiempo, bien podría hacerle algunas cuestiones sin importancia.

—Y tú… no tienes hermanos, supongo —comentó después de un rato, volviendo a su trabajo para disimular un poco su curiosidad. Keith negó con la cabeza, claro que ella no podía verlo así que empezó a hablar:

—Fui hijo único —respondió, y por su tono calmado e incluso indiferente, supo que no había tocado ninguna fibra sensible o algo así —. Viví con mi padre hasta que él murió. No se llevaba bien con mi madre así que ella se fue poco después de que yo naciera.

Pidge parpadeó, sorprendida no tanto por esa historia como porque Keith le estaba revelando algo, quizá, demasiado íntimo.

—¿Ella te abandonó? —preguntó, dudosa, pero Keith no parecía estar triste por ese recuerdo porque respondió casi enseguida:

—Ya te dije que sí. Ni siquiera sé su nombre, mi padre nunca me lo dijo —contestó. Pese a todo, no le dijo a Pidge que conservaba un recuerdo de esa mujer, algo que encontró entre las cosas de su padre una vez éste murió: una navaja aparentemente común pero labrada de una forma bastante bonita, que incluso lucía más decorativa que funcional pero al colocar el índice contra la punta comprobó dolorosamente que no había perdido filo a pesar de estar guardada durante muchos años. Y, al lado, una placa de policía con el nombre de su madre. Así comprendió el por qué su padre no los toleraba del todo y por qué nunca estuvo de acuerdo en el camino que escogió.

—Siento haber preguntado —la voz de Pidge lo sacó de sus pensamientos. Él se encogió de hombros.

—Da igual, no importa —respondió él, y Pidge sintió algo de preocupación de que de verdad no le importase un tema tan grave como ese: se había criado en una familia común y corriente, con un padre, una madre, un hermano mayor y un perro, y desde pequeña recibió mucho amor de parte de todos, así que no imaginaba cómo era vivir sin una madre o saber que un mal día se había marchado. A su mente llegó el pensamiento de lo afectado que lució Keith cuando ella nombró a Takashi Shirogane, ¿él también lo había abandonado? Eso explicaba mucho de su carácter, esa mirada de pocos amigos y el hecho de que no hablase mucho con nadie. Pero prefirió ya no pensar en eso, además de que no sabía gran cosa de psicología (después de todo, prefería mil veces lo tecnológico).

—Vale —respondió ella —. Cambiando de tema, te tengo una noticia excelente. Creo que querrás verla con tus propios ojos —agregó, alzándose un poco para mostrarle una maliciosa sonrisa. Él parpadeó antes de incorporarse y acercarse, colocándose a su lado. Pidge apretó una tecla y en cuestión de segundos aparecieron las fotografías de Allura y Coran en la pantalla.

—No estaban en los primeros archivos que busqué, sino muy al fondo, escondidos y cifrados para que nadie los encuentre a menos de que tenga la contraseña. Al parecer incluso la policía les teme —explicó. Ahí, junto a las fotografías de cada uno (la de Coran era la más difusa, al parecer la habían tomado desde lejos) estaba un pequeño cuadro con algunos datos: nombre, afiliación y lugar de residencia (que resultaba un tanto extraño tomando en cuenta que esa clase de personas cambiaban de domicilio con regularidad), junto con otros detalles que Keith ignoró porque no los consideró relevantes.

—Así que también los tienen fichados… era de esperarse —comentó: a pesar de que en esos momentos la policía no movería un dedo para atraparlos, en caso de cualquier eventualidad o que llegase alguien mucho más importante a pedir sus cabezas, debían mantener esa información. Pidge asintió antes de volver a sonreír.

—Pero no sólo a ellos… —dijo, y sin más apretó otro par más de teclas para que esos dos desaparecieran y fueron reemplazados por el atractivo rostro de Lotor. Keith hizo una mueca, porque incluso en una fotografía, el tipo sonreía y sus azules ojos parecían atravesarlo del mismo modo en que lo hicieron cuando lo tuvo ahí, en la oficina —. Él también está entre sus archivos, y debo decirte que no está nada mal… —agregó ella, solamente para molestarlo —¿Quieres que averigüe su fecha de cumpleaños para que le lleves un obsequio?

Keith gruñó.

—Deja de bromear. ¿Qué hay con él?

—Oh, no mucho. Sólo que, actualmente, el imperio Galra está bajo su jurisdicción.

Keith se quedó con los párpados muy abiertos, procesando la información que la chica le había dado: ¿Lotor, el jefe de los Galra? Imagino que tenía un cargo alto en esa organización, pero no esperó que ese grado. ¿De verdad el líder de toda una mafia había estado en su oficina y peor aún, lo había invitado a salir? Sin contar que lo llamó "atractivo" …de haberlo sabido, lo hubiese arrestado, o disparado, o… algo.

—¿Sabes quiénes son ellas? —preguntó Pidge, mostrándole ahora las fotografías de cuatro mujeres. Reconoció inmediatamente a Acxa, pero no tenía idea de quienes eran las otras tres —Se supone que son sus "generales", algo así como sus empleadas de confianza y quienes se encargan de mantener todo en orden. Por lo que estuve leyendo, los Galra han tenido luchas internas desde que Zarkon, el antiguo jefe, abandonó sus funciones. No se aclara aquí si murió, pero su paradero es desconocido y muchos creen que fue asesinado por Lotor, su único hijo.

Keith frunció el ceño, aunque de cierto modo era reconfortante saber que existían familias más disfuncionales que la suya. Sin embargo, no le extrañaría que Lotor hubiese sido capaz de hacerle eso a su propio padre, tenía la apariencia de alguien que haría lo que fuera por poder y mantener sus privilegios. Malditos ricos.

—La cosa no termina aquí. ¿Quieres saber a qué se dedicaba Zarkon antes de fundar una de las mafias más sanguinarias de todo el país? Era la mano derecha de Alfor, el líder de Altea. ¡Él lo traicionó y mando a que lo mataran junto con su esposa! —agregó Pidge. Ahora sí estaba escandalizada y, por lo que veía Keith, asustada: no imaginaba que la investigación tomaría un rumbo tan oscuro. Pero, de cierto modo, era de esperarse en cuanto supieron que la líder de Altea estaba involucrada.

—Y no pudieron hacerle lo mismo a Allura, ¿eh? —preguntó Keith.

—Exacto: Coran era el empleado de confianza de Alfor en ese entonces, y la salvó cuando era apenas una niña. Él mismo se encargó de reorganizar Altea y preparar a Allura para convertirse en la futura sucesora, cosa que ya pasó desde hace algunos años. Y ahora, con Zarkon fuera de la jugada y Lotor a punto de apropiarse de todo el Imperio apoyado por sus generales… ¿qué crees que va a suceder? —preguntó Pidge, volteando ahora sí hacia él. Keith seguía con la mirada fija en el ordenador, intentando grabarse mentalmente los rostros de Acxa y sus compañeras, para después pasar al de Lotor que ahora más que nunca, le causaba repugnancia. Apretó los puños, recordando todo el miedo que sentía de niño al estar escondido detrás de las cortinas mirando pasar los automóviles a toda velocidad o en las noches, escuchando los sonidos de disparos mientras intentaba dormir. Miró a Pidge, entreabriendo los labios para responderle:

—Va a empezar una guerra.


Capítulo nuevo de esta, eh, cosa (?) tenía que subirlo desde el mes pasado pero no lo hice porque estuve en finales y todo eso, a pesar de que ya estaba escrito orz además, luego del final de Voltron, creo que debo seguir escribiendo contenido de la serie con tal de calmarme por ese desenlace tan horrible. Ok, hubo cosas geniales que me gustaron mucho pero otras que, siento yo, fueron innecesarias (cofcoflodeAllurayShirocofcof) y que siguen causándome ruido y mucho. Así que espero superarlo, no creo que pronto pero a ver qué pasa. Sin más que añadir, ¡gracias por leer!