NO SOY DUEÑO DE INUYASHA.

VOY DESPACIO PERO VOY…

FUERA DE CONTROL…COMO LA BESTIA Y LA MALDAD…

CAPITULO 25

Amanecer

Sesshomaru estaba sentado en la cama mirando a Kagome dormir. Su corazón se calentaba a medida que los recuerdos de los últimos acontecimientos venían a su mente. Claro estaba que no había sido algo planeado de ninguna manera y a partir de ahora deberían cambiar la táctica de enfrentamiento al concejo y realmente no le importaba. No quería pensar más en nada. Su mente estaba demasiado atribulada por la unión con el alma y la mente de Kagome sino por la avalancha de sentimientos y sensaciones, recuerdos y de imágenes que inundaban su mente desde que la joven lo marcó como suyo. Lo que peor lo tenía era el recuerdo de la casi marca de Inuyasha, si bien no comprendía cómo funcionaba la unión de apareamiento con una Miko y un Daiyoukai, esto que le sucedía lo enloquecía haciéndolo sudar y quitándole la calma. Se veía a sí mismo sobre sus manos y sus rodillas, en posición de apareamiento Inu, dentro del cuerpo de Kagome sintiendo las manos de su asqueroso medio hermano recorrerle el cuerpo, compartiendo los pensamientos y sensaciones de la joven en ese momento y casi rechinando los dientes de ira en su mente retumbaba "Te amo tanto Kikyo"

Mataría al mestizo cuando regresara, estaba seguro de ello. No creía que ni siquiera Kagome podría detenerlo. Su sangre hervía, ojalá tuviese a Náraku frente a él en este momento…

Levantándose se dirigió a la ducha, una vez bajo el agua apoyó las manos en la pared agachando la cabeza resoplaba mientras el agua fría caía por su cuerpo intentando apagar el fuego del odio que lo consumía.

Era Sesshomaru Taisho, eso no había cambiado en absoluto. Podría estar enamorado, pero siempre sería el mismo Señor del Oeste y eso no cambiaría por nada ni por nadie…

Kagome intentaba despertarse pero su cuerpo le pasaba factura de las actividades nocturnas.

Estirándose como un gato perezoso, buscaba a Sesshomaru con su mano pero el frío de la sábana de seda la recibió despertándola. Se sentó en la cama para encontrar el lugar vacío.

-"Sesshomaru?"

El silencio la saludó. Haciendo esfuerzo, se levantó y fue a tomar una ducha. Encontró algo de vapor en el baño, supuso que Sesshomaru se había duchado antes, pero todo estaba fresco… No hacía calor en el lugar ¿Agua fría? Luego de vestirse bajó a la cocina, desayunó algunas frutas y un té, sentía molestia en su marca, pero no comprendía por qué. El fuego parecía quemarle la piel del cuello. Algo extraño sucedía. Salió de la cabaña caminó hacia la playa. Pero la energía de su esposo no se sentía cercana, se sentía sola, vacía.

-"Sesshomaru?"

Solo el sonido del mar y alguna gaviota. Malo esto era malo. Sin saber qué la impulsaba, Kagome caminaba hacia la cabaña una vez más. Rodeó la esquina de la vivienda y se encontró con el dojo cerrado. Al tocar la puerta para abrirla, la energía poderosa la rechazó haciéndola caer hacia atrás sobre su trasero en la arena. Ofuscada se levantó.

-"¿Pero qué demonios?"

Elevando su reiki tomó la puerta shogi una vez más y la deslizó, el noble material parecía encandecer, pero ella estaba decidida a entrar. Kami sabrá por qué, pero ella deseaba ingresar allí. Una vez adentro se encontró con el Señor del Oeste entrenando con toda su furia, youki destilando por doquier, movimientos veloces y el silbido de sus katanas, la ira descontrolada, los ojos muy rojos. La habitación enorme estaba reforzada contra sus arranques de poder, pero estaba casi rayando los límites del encantamiento. Su látigo venenoso agitando en el aire decapitando las bellísimas estatuas de roca que adornaban el lugar. El olor a azufre de su veneno y las gotas salpicadas quemando el mobiliario escaso pero valioso. El olor de la tela y la piel quemada escapaban a sus sentidos, más el dolor no escapaba a los sentidos de Kagome. El veneno la salpicó, pero el asombro ante la situación, pudo más en el momento. Los rugidos desesperados y el rechinar de los dientes…

-"Sesshomaru?"

La dulce voz atribulada lo llamaba, pero él estaba demasiado hundido en su rencor como para escucharla

-"Sesshomaru!"

La voz más potente, pero aún nada

-"SESSHOMARU SAMA!"

El grito desgarrador y el aroma del miedo flotando en el ambiente…La bestia y su amo giraron la cabeza para encontrarse con la cara del terror. Esa cara que habían visto innumerables veces en Edo antiguo…Terror. Kagome sentía su corazón salirse de su pecho. Este era sin dudas el verdadero Señor del Oeste, y ella se había emparejado con él.

-"Oh Kami…"

El sonido de su susurro sonó fuertemente en los oídos del Inu y el olor al miedo lo golpeó sin piedad. Allí estaba, Kagome, la sacerdotisa de Shikkon, y su esposa, temblando de miedo frente a él, a causa de él y ya no podía hacer nada.

-¿Qué…Sucede?"

Apenas un susurro, una nada, pero justamente nada escapaba a sus oídos…

El gruñido vibrando ensordecedoramente contra las paredes del dojo, y la carne del cuerpo de Kagome. Las vibraciones exaltadas del odio acumulado. No podía calmarse, no podía borrar los sentimientos, la humillación, la rabia…

-"Vete"

La bestia a pleno en los ojos, los músculos sudados y muy hinchados, no podría controlarse por mucho más y en el fondo de sus sentidos, no quería lastimarla.

-"No, sin que me expliques qué demonios te sucede"

-"Cuida tu boca sacerdotisa"

-"Mi boca? Qué hay de tus modales. Acaso no eres mi pareja y me protegerás siempre? Acaso eso es una mentira?"

-"Inu no miente"

-"Si me lastimas, mentirías y eso sería deshonroso"

Sesshomaru la tomó de los cabellos por la nuca. Elevándola del suelo la miró fijamente a los ojos. No le causaba demasiado dolor, pero era molesto.

Ella intentaba calmarse y pensar en el Sesshomaru con el que se unió, pero sentía el aura del mismo Sesshomaru que intentaba asesinarla en el pasado…No podía ser…El miedo poco a poco se fue adueñando de su corazón. El olor pestilente del pánico inundó las fosas nasales de la bestia y de su amo.

Aquello fue como una bofetada en plena cara. La poderosa Shikkon Miko temblaba en sus manos y él era el culpable. Sintió la necesidad de explicarse, no sabía por qué, pero no se sentía a gusto con el resultado de los acontecimientos tempranos. Estaba poco a poco arruinando todo lo logrado en esos días. Su emparejamiento lo había hecho tan feliz y ahora todo estaba cayéndose a pedazos, junto con la confianza de su esposa.

-"Tus recuerdos…"

-"Mis?...Esa fue mi vida…Sí"

-"Mataré al mestizo hijo de mil putas!"

Sesshomaru rechinaba los dientes y apretaba el agarre sobre los cabellos de Kagome.

Al sentir su dolor a través del vínculo, logró recuperar un poco la cordura y la depositó en el piso suavemente. Ella cubrió su rostro con las manos y lloró. Ella no tenía la culpa, pero él no podía controlarse. El Lord Inu sentía que odiaba a todo el mundo, Dónde estaban sus amigos cuando Inuyasha la humillaba? Y la anciana? Y Shippo? Dónde estaba Noriko? Acaso la dejaron sola todos ellos. Para qué demonios los necesitaba cerca si no respondieron en su ayuda?

-"Para qué tus amigos? Todo lo atravesaste sola. Debería asesinarlos a todos"

-"Yo también he visto tu vida, y sin embargo no te he asesinado, ni reprochado nada"

Entre sollozos ella intentaba hacer su punto.

-"Mi vida? Y qué mierda tiene que ver mi vida! Yo soy un macho de honor! No me compares con los patéticos humanos y la lacra de mi medio- hermano. Yo soy otra cosa"

Caminaba hasta un rincón. Soltando la katana y dejándose caer en el piso del dojo. El color de los ojos retrocedía al centro.

Kagome comprendió que si bien ella había experimentado los recuerdos de Sesshomaru, había logrado sobrellevarlo bastante mejor que él. La vida de la joven había sido tan dura, con tantas penas, tanta fe puesta en Inuyasha, Y una traición seguía de otra, así durante años…Ella era fuerte, muy fuerte, Sesshomaru ahora podía ver eso. La templanza del alma de su hermosa mujer la hacía tan especial. Pero él no podía soportar el engaño, la traición, la soledad y la tristeza, se sentía morir. Había visto la vida de su esposa y tanto la amaba que su sufrimiento lo había llevado hasta la cuasi locura. La impotencia de no poder ayudarla…

-"Me iré ahora, Sesshomaru. Pero si tanto te hieren las acciones de Inuyasha y de mis amigos…Busca mis recuerdos de ti, escucha tus palabras, mira tus acciones y recuerda tus sentimientos hacia mí en esa época… Dime si Inuyasha y los demás fueron tan malos o simplemente eran un poco más de los mismo"

Sin decir mucho más, Kagome salió del dojo. El olor de sus lágrimas inundaba el lugar.

Sesshomaru se maldecía porque había jurado que nunca más la haría llorar, que ella volvería a ser aquella poderosa y temperamental mujer a la que todos admiraban. Pero vilmente había fracasado y para peor, las cosas se habían comenzado a desmoronar. Hundiendo su cabeza en sus manos agarrando sus cabellos plateados cerraba los ojos para calmarse. Los golpes de imágenes del pasado lo hundieron en una película de terror, se veía a sí mismo a través de los ojos de Kagome

-"No, no, no quiero ver esto…"

Su respiración atorada en la garganta, los recuerdos propios y ajenos taladrándole el alma…

Los insultos, las palabras y los desprecios. Golpeaban a la Miko en su corazón. Ella lo admiraba, era el hermano poderoso de Inuyasha, Ojalá se aliara con ellos, serían una fuerza tan poderosa, Náraku moriría mucho más rápido si se unieran. Él se veía a través de los ojos de la mujer, ella jamás lo odió, simplemente le temía, lo respetaba pero tenía que defenderse y defender a los suyos, su manada, ella era su hembra alfa después de todo. Los dolores, la incomodidad, el frío, los pies cansados, la inquebrantable voluntad, la fidelidad a su causa, los saltos al futuro, su vida, su casa, la escuela, sus regresos al pasado, las demostraciones de Hojo, los avances de Kouga, su anhelo por Inuyasha, la pena, la desilusión, la vergüenza, el exilio, la soledad…Todo se revelaba ante él como una vorágine de sensaciones. Apretaba sus cabellos aún más. Apenas inaudibles sus lamentos…

-"Soy un imbécil…Patético y un miserable que no te merece…Kagome…"

Por supuesto ella no lo escuchaba, estaba lejos ya. Sin poder quitar de su mente su imagen estoica en la cima de una montaña y la sensación de respeto que ella había sentido ese día que fue el último que lo vio en Edo antes de saltar al pozo. Se fue poniendo de pie y caminó lentamente hacia la leve fluctuación de energía en la cabaña. Era hora de hablar seriamente. Si es que quedaba algo que salvar entre ellos, valía la pena hacerlo. Daría su vida por hacerlo. Aunque viviera el resto de sus días pidiendo y buscando su perdón. Ella era más fuerte que él, eso ahora lo sabía. Lejos de humillarlo, lo llenaba de orgullo, estaba seguro de que esa mujer era la única para él. La locura de un segundo había arrasado al caos todo su mundo y su pareja había sufrido en el transcurso de la acción. Agradecía que sólo había tomado sus cabellos, o más bien esperaba sólo haber tomado sus cabellos, no la había lastimado o sí? Necesitaba solucionar esto y rápido, solo rogaba a Kami, que no fuera demasiado tarde…