CAPITULO 2
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Cuando empujo la puerta de la cafetería el olor a café me envuelve junto con las notas melosas que vienen de una pequeña bocina en la esquina del local.
Solo hay un cliente en el rincón, esta un poco encorvado y si no fuera porque no lo conozco seguro iría a animarlo un poco. No me gusta que la gente desaproveche su vida o se desanime por cosas que se pueden solucionar con facilidad. Cuando tu vida esta en la cuerda floja, aprendes a ver lo importante.
Sin pensar demasiado en el cliente apático, camino directo al mostrador, ni Gaara, ni Kankuro o Temari se ven por ningún lado. Toco el timbre cinco veces, no es que lleve prisa, solo quiero molestar un poco y si no hay nadie aquí, más me vale ir a trabajar de una vez.
—¡Hey! ¿Hay alguien trabajando aquí hoy o todos están afuera en el agua?
De pronto aparece Gaara, sale de la cocina y me sonríe con familiaridad. —Bueno, miren quien decidió regalarnos su presencia esta mañana. —Me saluda chocando las manos y se inclina sobre el mostrador para darme un abrazo de palmadas, hago lo mismo que él —. Me da gusto verte. ¿Ya surfeaste?
—Vi el amanecer en el agua —le respondo contento. —Acabo de llegar. Estuvo bueno. ¿Por qué no viniste? —Localizo la cafetera cerca del mí y me sirvo, tomando una de las tazas del mostrador.
—Alguien tiene que encargarse del negocio —me responde, tomando un sorbo de café que se sirvió el mismo antes.
—Alguien tiene equivocadas sus prioridades —le debato con mucha seriedad. Porque así lo pienso realmente.
El pelirrojo suspira. —Así son las cosas. —Me dice con simpleza.
—Lo sé. —Le contesto, aun serio. —Así son cuando no te esfuerzas. —Soplo un poco el café, que aún está caliente. —Por eso estas aquí ahora, para que no te pierdas de esas cosas.
—Eso es profundo, amigo. —Me responde con una sonrisa. —¿Tienes más palabras sabias que quieras soltarme esta mañana?
Le sonrío. —No. Pero se supone que este oleaje seguirá. ¿Sesión al amanecer mañana?
Gaara inclina su cabeza, y lo medita, como si estuviera ordenando sus prioridades.
—¡Vamos! —insisto y él sonríe. —La vida es demasiado corta. ¿Por qué no?
—Muy bien —me responde. Genial, lo he convencido. —Tienes razón. A las cinco y media. —Sonrió triunfal. —¿Quieres algo de comer?
—No, tengo que abril el local. Una familia de ocho viene a rentar kayaks en un momento, y le prometí a mi hermana que estaría ahí para atenderlos. —Le respondo casual.
Ni bien termino de hablar de mis planes para el siguiente par de horas, cuando un ruido nos hace dirigir la mirada a ambos. Se trata del único cliente que estaba cuando entre a la cafetería. Una chica. Parece que se hubiera atragantado con algo, tose de manera ansiosa y estira su mano para tomar un vaso con agua de la mesa, sin embargo, golpea el tarro de lo que parece, era café y lo derrama en todas las direcciones posibles. Sin pensarlo doy un paso hasta ella, con la intención de ayudarla, la chica parece asustada, supongo, por lo que acaba de suceder, y se aleja de su asiento y... de mi.
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