CAPITULO 5

.

.

Al llegar al hospital, la ayudo a descender del automóvil, caminamos en dirección a urgencias y cuando cruzamos el umbral, es como si todo regresara a mí.

En realidad no he dejado los hospitales, tengo que recurrir a chequeos y citas habituales, sin contar con las biopsias y... ni si quiera quiero pensar en ello. El hecho de tener esta rutina, no lo convierte en algo gratificante o fácil. No es algo a lo que me vaya a acostumbrar, ni ahora ni nunca. Miro a Hinata, y ella parece tensa también. Nos acercamos al mostrador de la recepción en donde puedo ver con claridad a Chiyo, absorta en, lo que sea que está haciendo en su computadora. Ninguno de los dos dice nada y pasan unos minutos antes de que ella levante el rostro y mire a Hinata con una expresión completamente desinteresada, aunque ve con un poco de atención las servilletas con los rastros del flujo continuo de sangre en su labio. Toma un portapapeles y lo desliza hacia Hinata, sin mirarme, lo que es bueno, no quiero preguntas por parte de esta chica, no quiero que me mire como todos aquí, no quiero que me trate con temor a que me pueda romper en cualquier instante.

—Toma asiento y llena esto… —dice Chiyo. —Te atenderemos en cuento sea posible.

—Gracias. —Dice Hinata, atrayendo la atención de Chiyo una vez más, que dirige su mirada a nosotros de nuevo, en esta ocasión parece percatarse de mi presencia.

—¡Naruto, cariño! Lo siento, ¡no te vi! —se levanta apresurada y sale detrás del mostrador, hasta colocarse a lado de mí, —¿Todo está bien? ¿Quieres que llame a la doctora Senju?

—No, no, estoy bien —le respondo, un poco descolocado y hasta cierto punto nervioso. —En realidad me siento estupendamente. Es mi amiga quien necesita atención. Tiene un buen corte en el labio. Creo que necesita unas cuantas puntadas.

Chiyo se lleva una mano al pecho, en verdad aliviada, y aunque es muy incómodo para mí, no puedo sentirme más que agradecido. —Qué bueno. —Se interrumpe y dirige su mirada ahora a Hinata —. Lo siento. No quiero decir que sea bueno que tú estés herida, solo que Naruto…

—Solía venir con frecuencia. —La interrumpo, antes de que diga cosas, que no estoy interesado a enfrentar con Hinata aquí. —Lo siento; fue una grosería no hacer presentaciones. —Le sonrió a Hinata. —Hinata, te presento a Chiyo. Chiyo, mi amiga Hinata.

Chiyo me mira y tengo una ligera idea de lo que está pensando, me sonríe a penas y vuelve a mirar a Hinata. —Bueno, Hinata, es un placer conocer a cualquier amiga de Naruto. —En seguida le extiende su mano y Hinata no duda de tomarla.

—Gusto en conocerla, también.

—¿Tienen mucho de conocerse? —Pregunta Chiyo, sin soltar la mano de la pelinegra herida. Ella me mira, pidiéndome que responda.

—Nos acabamos de conocer —digo con una sonrisa rápida. Hinata asiente con la cabeza, pero Chiyo, no parece convencida con lo que he dicho, parece que necesita más información… la historia de mi vida. No tengo más explicaciones, entonces salgo por la tangente. Me aclaro la garganta y señalo el portapapeles que Chiyo extendió a Hinata un momento atrás. —¿Por qué no nos sentamos para que puedas llenarlo?

—Sí, sí —dice Chiyo, soltando al fin la manita de Hinata y sonriéndole afable. —Ustedes dos vayan a sentarse y en cuanto hayas terminado te llevaremos a una sala, —le dice a la pelinegra.

—Gracias —Hinata gira para buscar un asiento y cuando estoy a punto de seguirla Chiyo me llama otra vez.

—Naruto, cariño —sus ojos están a punto de soltar lágrimas que lamentablemente no intenta contener. —Te ves muy bien, de veras. No puedo creer que ya haya pasado un año. Es muy agradable verte tan… —Se acerca con una rapidez asombrosa y antes de que pueda reaccionar, me abraza con fuerza, paso saliva y la envuelvo en un abrazo sincero y agradecido también.

—Me da gusto verte a mí también —le digo, porque es verdad.

Chiyo aún emocionada me aleja suavemente de su abrazo, miro a mi alrededor y localizo a Hinata que se ha sentado ya en sala de espera, parece que no noto la efusividad de Chiyo, o ruego porque así sea. —Hey, lo lamento. —Exhalo y me siento a su lado. Eso fue más intenso de lo que pensé.

—Está bien; fue muy amable… —hace una pausa y continua, —cuando te vio.

Ese comentario hace mella en mí, intento sonreírle, pero estoy seguro de que solo conseguí una mueca nerviosa.

—De todos modos —agrega, en algo que siento como un intento de aligerar la situación —, parece que en este lugar es conveniente conocerte.

¿Qué se supone que podía responder a algo como eso? Le sonrió un poco, porque de verdad, no sé qué decir, Chiyo y este hospital… me cruzo de brazos y me recuesto un poco en el respaldo de la silla, mis pies y mis manos empiezan a moverse de un lado a otro, la ansiedad que me produce este lugar es demasiada, el desazón, la tristeza, el coraje… la cobardía…

—No es necesario que te quedes conmigo —su vocecita me saca del lugar oscuro al que poco a poco comenzaba a entrar —; si te quieres ir no hay problema. Ya has hecho suficiente por mí.

—¿Qué? No. ¿Por qué iría a otro lado? —Me acomodo en mi silla y la miro, ¿Cómo puede pensar que la dejaría? O… ¿Por qué no me puedo imaginar dejándola? —Lo siento. En realidad, no me gustan los hospitales, es todo. Ya pasé demasiado tiempo en ellos. —Suelto media verdad pero me arrepiento de inmediato de soltar a aquello, ¿no se supone que era una nueva oportunidad? Una nueva oportunidad no funciona con ella sabiendo que soy un chico "afortunado" que vive gracias a que otro ya no. Cruzo los dedos mentalmente deseando en verdad que no pregunte el motivo de mis visitas. —Soy propenso a los accidentes. Como tú. —Le digo con una sonrisa, a modo de explicación, aun a la espera de que esa resolución, no la invite a preguntarme nada.

Ella sonríe un poco, pensativa. —Me porte ridícula allá, ¿verdad?

—No. —Le digo en un intento de voz seria y niego con la cabeza —. En absoluto. —Me encojo un poco de hombros y sonrió —. No fue nada. Nadie lo vio.

—Tú lo viste. Y fue una tontería total. —Me contesta, siento su voz un tanto divertida por lo que me permito reír.

—No, solo parecías…

—Loca. —Me interrumpe. —Parecía totalmente loca. Lo siento. Todo esto me parece muy embarazoso. —Su voz divertida, muta rápidamente a acongojada.

—No loca —le contesto—. Un poco peligrosa, tal vez. —Le sonrió una vez más. —Pero está bien. He hecho cosas peores en público. —En verdad peores, y solo de recordarlas… miro mis pies mientras me plateo contarle una, solo para que no se sienta sola en este momento de vergüenza. —Una vez me desmaye frete a toda una clase, en sexto de primaria. Traumé a todos porque me golpeé con el escritorio mientras caía y terminé con doce puntadas en la cabeza. Tuve que andar por allí con el aspecto de un Frankenstein calvo por un tiempo después de eso. —Me rio de mi historia, aunque no me parece nada graciosa en realidad, ese evento marco el antes y después de mi vida.

No me responde nada y yo no tengo mucho que agregar al respecto. —De todos modos —digo, hablando una vez más. —Lo que hiciste fue mucho más impresionante.

—Es una manera de decirlo. —Dice desdeñosa y regresando al formulario que ya casi termina, segundos después vuelve a mirarme. —Gracias por traerme. Estoy segura de que la mayoría se habría espantado.

—Yo no soy como la mayoría —le digo encogiéndome de hombros, perdiéndome en la profundidad de esas perlas brillantes. —Y como dije, estaba impresionado. —Cuando siento que me perderé otra vez en la luz de su mirada, me aclaro la garganta y miro a Chiyo en el mostrador. —Así que vamos, dale esos papeles a Chiyo. No voy a ir a ninguna parte.

La observo levantarse y alejarse en dirección al mostrador, entregar los papeles a la mujer mayor que me abrazo con mucho sentimiento hace un momento.

Shizune, hace su aparición en escena en ese instante para escoltar a Hinata a otra sala.

Chiyo me mira desde la distancia y me sonríe con cariño, le regreso la sonrisa y se me ocurre algo… camino a ella a paso rápido, no me quiero aprovechar de la situación, pero, tengo que saber de donde es esta chica.

—Hola… —Chiyo, no me ha dejado de mirar, desde que me pare del asiento.

—¿Si, cariño?

—Emm Chiyo, yo me preguntaba… ¿puedo…? Me podrías decir, de donde viene Hinata.

Me observa con extrañeza, —o sea que si es muy reciente su amistad. —Medita en voz alta.

Justo estoy por darle una explicación al respecto, cuando sin decir nada más aparta su vista de mí y mira el formulario que la pelinegra llenó hace un momento. Escribe en un papel algunas cosas y me lo extiende.

¡Su dirección!

La miro con sorpresa y me giña un ojo, le sonrió en agradecimiento y guardo el papel en el bolsillo de mis pantalones cortos.

Al adentrar el papel, siento el contacto de uno más grande… no pienso mucho al respecto y lo guardo en el bolsillo contrario. —Gracias. —Me escucho decir en voz alta. Chiyo me sonríe y sigue con su trabajo. Yo regreso a mi lugar.

Una hora después Hinata aparece caminando de nuevo en la sala de espera, no puedo controlar la sonrisa que aparece en mi rostro, verla es gratificante y me llena de una esperanza hasta ahora desconocida. Camino hasta ella sin perder el tiempo y me detengo en sus labios que ansiaba poder ver, las puntadas son pequeñas y abultan un tanto su labio superior, pero eso no ensombrece su belleza, sus rasgos elegantes y exquisitos, sus ojos brillantes y tiernos. Levanto mi mano y hago amago de querer recorrer con mis dedos sus facciones, en específico esos puntos que, espero no le duelan demasiado. Ella se retrae y se aleja unos cuantos pasos, no me mira y se nota incomoda. Me regaño mentalmente, pues, varias veces en el día he intentado invadir su espacio personal. Es un impulso que no puedo controlar, es como si mi interior me lo exigiera y acaparara mis capacidades motrices.

Camino a la salida, ella ofrece llevarme de vuelta a la playa. Cuando llegamos, solo se detiene, ni siquiera puedo decir que se estaciona, el automóvil sigue encendido y ella continua en silencio.

—Así que volvemos a estar donde empezamos —le digo, rogando porque me diga algo más. Lo que sea.

—Siento que hayas dedicado todo el día a esto —. Dice, sin mirarme todavía. —Gracias por todo. —Su voz es rígida, fría… me descoloca que me hable así. Intento hacer que me mire, pero no lo consigo. —Me tengo que ir. He estado fuera demasiado tiempo y mis padres se van a preocupar, y en realidad…

—¿Quieres comer algo antes de irte? —«mírame, mírame, mírame» Me mira… sonrió otra vez lleno de esperanza, deseoso de que acepte y de conocerla un poco más.

—Yo… No. Gracias, pero tengo que irme.

—Oh… Está bien.

—Está bien. —repite ella.

Después de un momento, todavía me rehúso a moverme, o mejor dicho, mi cuerpo se rehúsa a reaccionar. Ella ya no dice nada y yo intento usar una carta más en este pequeño juego. —¿Tal vez en otra ocasión?

—Fue un placer conocerte. —Dice ella, al tiempo en que formulo mi pregunta.

Ok, vencido. —Lo tomare como un no. —Me hecho hacia atrás de mi asiento, listo para salir.

—Sí. Quiero decir, no. No puedo…, no debo. —Parece querer explicarse, pero no termina sus ideas. No me lo explico, pero se siente horrible su negativa. Es como si el impacto de su rechazo hubiera sido directo a mi corazón. Por primera vez en más de un año, siento este corazón es mío. Me duele que diga que no, pero de alguna manera, es como, si no lo pudiera creer, como si hubiera tenido la certeza… de nueva cuenta en… mi corazón, de que ella diría que sí. Y supongo que mi mirada lo transmite, pues veo un poco de culpa en la suya.

Bajo del automóvil, me inclino una vez más en la ventanilla para verla de nuevo, intentando memorizarla y de paso despedirme una vez más. Ella arranca y finalmente se aleja de ahí.

Me quedo de pie mirando en su dirección hasta que desaparece por la carretera, con mi mano levantada en el aire, moviéndose torpe y lentamente en una despedida que por nada del mundo quería.

...