CAPITULO 6
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Cuando por fin pude despegar mis pies de la carretera y dejar de ver ese punto fijo, por el que era evidente que no volvería, camine desanimado hasta la tienda de kayaks para encontrar a Karin, aun trabajando y algo nerviosa. Esa ha sido la realidad de mi hermana, desde hace mucho, angustia en su semblante, nerviosismo en su hablar y ansiedad en todos sus actos.
—Naruto. —El alivio no alcanza del todo su voz. —Ya regresaste. ¿Tomaste tus medicamentos? ¿Qué paso con la combi? ¿Estás bien? ¿Fue a ti a quien chocaron?
No la puedo culpar, de no ser por ella, tal vez yo no estaría vivo ahora. —Calma. No ocurrió nada grave, solo una pequeña abolladura y yo no estaba arriba del auto. —Le aclaro, y le cuento a groso modo, lo que sucedió con la chica en cuestión.
Del mostrador toma un papel y me lo enseña. —Hinata Hyuuga…
Oh, el papel, con su número. Lo había olvidado. Me acerco para tomarlo, y veo la desconfianza en el rostro de mi pequeña, gran hermana pelirroja. —Sí, ella dijo que arreglaría la abolladura. —Explico, conteniendo ese impulso de arrojarme sobre el papel y atesorarlo. Como siempre Karin no parece convencida, pero se rinde, me sonríe y… parece deseosa de decir algo pero no dice nada más, mientras me entrega el papel.
Camino a casa, Karin y yo no platicamos mucho, solo sus comunes llamados de atención con respecto a mis medicamentos de rutina y las horas especificas en las que deben ser tomados, afortunadamente cambia el tema rápido para comentarme, la fecha tentativa en que mis padres volverán de su viaje.
Más tarde después de cenar en calma, me despido de ella. Al entrar a mi habitación miro a detalle uno a uno los barcos encerrados en botellas que abarrotan el lugar. Un recuerdo grato e ingrato a partes iguales. Son mis viejos amigos y compañía segura durante días y días de… espera.
Me dejo caer en la cama y sin querer evitarlo, al contrarío deseándolo y añorándolo demasiado, rememoro lo sucedido el día de hoy.
Hinata Hyuuga… Aunque quisiera no podría sacarme de la mente su cara. No se trata simplemente de que su belleza me dejara embrutecido, aunque sí, de eso hay mucho. Pero también es como si tuviera necesidad de ella, de su contacto, de consolarla. Es como si la hubiera extrañado horrores sin saberlo y de pronto al verla, fuera como despertar, como saber que era ella… que es ella.
Meto mi mano al bolsillo de mi pantalón corto y encuentro la carta… la meto de nuevo y encuentro en el del otro lado, el papel con su dirección y el otro con su número telefónico… En mi rostro se forma una sonrisa. Hinata…
Tengo que verla una vez más.
Miro mis barquitos encerrados de nuevo y esa frase en la cabecera de mi cama:
"Los barcos están seguros en un puerto.
Pero los barcos no se construyeron para eso."
...
