CAPITULO 7
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Madrugar ha sido lo mío desde que…
Me gusta disfrutar los días enteros. Ver el amanecer, el atardecer, llenarme con el sol y con el aire espeso que me rodea, jugar en el agua, simplemente vivir, sentir… sin necesidad de soñar, sin desear nada más que esto que tengo ahora.
Mucho antes de las 5 yo ya estaba de pie. Listo, con la combi llena, la carta en el bolsillo y completamente dispuesto para partir. La sesión con Gaara había sido planeada para las 5:30, por lo que aun contaba con tiempo suficiente.
Cuando me estacione, él ya se encontraba ahí, tendido sobre el capote de su auto, mirando el firmamento, Kankuro lo acompañaba. Es extraño, desde que los conozco siempre los vi haciendo eso: nada y demasiado a la vez. Siempre me gusto su simpleza, la naturalidad de su comportamiento y como todas sus actividades las realizaban con calma y satisfacción.
—Hey Naruto… —Me saludo el hermano mayor. —¿Listo? Gaara me hablo de la catedra de prioridades que le diste ayer. Yo se lo digo todo el tiempo. —Me dedico un pulgar arriba.
El pelirrojo se limito a escuchar con una sonrisa en los labios. Me apresure y aliste para meterme al agua cuanto antes. En cuanto lo conseguí, ellos ya estaban de pie, sacando sus tablas de sus fundas.
Corrí feliz a lado de ellos y cuando sentí el agua un poco fría en mis pies… aspire y solté el aire con intensidad. Mi elemento.
Entre gritos y risas uno a uno nos turnamos para abordar las olas. A Kankuro le tocaron las más grandes. No fue algo planeado, pero así resulto.
En algún momento poco a poco el oleaje me fue acercando a Gaara. —Extraña la chica de ayer ¿no? —Soltó de pronto.
Mentiría si dijera, que hasta ese momento me paso Hinata por la cabeza. No la había dejado de pensar ni un solo instante, pero que Gaara la mencionada en ese momento fue liberador. Era como si me hubieran cumplido un sueño. Necesitaba hablar de ella, mencionarla en voz alta y mi amigo me ofrecía en charola de plata la oportunidad de hacerlo.
Pensé en algo para responder. ¿Extraña? No me paso por la mente esa palabra en ningún instante de los muchos que he pasado rememorándola. Yo diría más bien que la consideraba misteriosa, singular, sorprendente… Al final solo me encogí de hombros. No sabía que responder a la pregunta de mi amigo… tal vez si fue… extraña.
—Bonita también. —Agrego el pelirrojo un poco después.
—Muy bonita. —Complete involuntariamente.
Gaara y Kankuro que ya se había acercado sin que yo lo notara. Sonrieron entre ellos. —¿Volverás a verla? —Me pregunto él último.
—No lo sé. —La tristeza fue visible, en mi voz y mi semblante. Decir eso era difícil, pero era verdad. Ella no había mostrado tener disposición para estar conmigo. Se veía muy renuente a decir verdad. ¿Quién era yo para presionarla?
—La vida es hoy Naruto. —Canto Gaara. Las palabras con las que más de una vez le había sonsacado sesiones de surf.
Kankuro me arrojo agua al rostro y salí de la ensoñación de esos ojitos perlas que no podrían abandonar mi cabeza en mucho tiempo.
—La vida es hoy. —Le respondí asintiendo.
Al regresar a la orilla y sin pensármelo más, me aliste para emprender el viaje en busca de esa pelinegra. Sabía que no estaba realmente cerca, pero tampoco era suficientemente lejos. Tome las habituales pastillas, y me despedí de mis amigos que empezaban a entrar en su local.
Maneje poco más de 3 horas para llegar al País del Fuego. Cuando me fui acercando a la dirección que marcaba el papel que me dio Chiyo, un sitio llamado Konoha, el nuevo inquilino perteneciente a mi sistema circulatorio comenzó a bombear tanta sangre como si estuviera dentro de la ola más gigantesca, la emoción que me invadió era inmensa, incluso mayor que la primera vez que me subí a un kayak. Respire tan profundamente como pude. Tenía que calmarme… Pero es que ahora que ya me encontraba aquí, me parecía todo demasiado descabellado.
Seguro iba a pensar que era un loco y… mis ojos repararon en el jardín de una casa. Estaba lleno de girasoles.
Por impulso detuve el vehículo en seco y me acerque hasta ahí. Podría llevarle uno. ¡Sí! sería un detalle lindo, seguro le gustaría. Cuando la cerca de madera blanca era lo único que se interponía entre los girasoles y yo, una mujer castaña apareció entre ellos. Me miro con extrañeza, era evidente que se preguntaba que hacía yo ahí tan próximo a su jardín.
—Eh… hola… hola… —Le sonreí amablemente. —Tiene unos lindos girasoles aquí. —Su mirada cambio, aunque no supe identificar aquello como un indicio bueno o malo. Solo me miro diferente y me asintió con una pequeña sonrisa.
—¿Quieres tomar uno? —Pregunto con suspicacia, casi podía notar una sonrisa burlona. Sabía que había dado en el blanco, por poco entrecerraba los ojos en mi dirección como si quisiera ver más allá de mí.
Reí nervioso. —Yo solo…
—Tómalo. —Me interrumpió, ahora con una verdadera sonrisa, aunque su mirada seguía pareciéndome muy peculiar. Ella me leía tan fácilmente. Era raro. Incluso yo sentía que la entendía muy fácil. Cuando noto que no me movía, ella se acercó y corto una perfecta y gran flor, me la extendió guiñándome un ojo. —Suerte.
—Gracias. —Le sonreí de vuela. Una tranquilidad inusual me invadió en ese instante. Me sentía parte de ahí. Gire en varias direcciones, la zona era muy agradable, casas grandes y jardines llenos de diferentes tonalidades de verde. Me despedí de la señora con un gesto y me dirigí de nueva cuenta a mi combi.
A pocos metros se encontraba mi destino. Observe la casa con detenimiento, tratando de memorizarla y combatiendo esa sensación de haber estado ahí antes. Era ahora o nunca, observe el mismo automóvil de ayer estacionado afuera de la cochera, eso significaba que ella estaba ahí ¿verdad?
Saque mi móvil y el bendito papel en el que estaba escrito su número, justo debajo de su nombre. No lo había querido ingresar a la base de contactos del aparato porque… Quería estar seguro de que podía hacerlo y por otro lado, ver su bonita y pequeña letra en este trozo de papel me hacía pensar que era nuestro inicio. Supe desde que Karin me lo dio, que lo guardaría para siempre, incluso la abolladura del VW es algo que veo con verdadera simpatía y… gusto.
Marque su número rápido, antes de arrepentirme. Escuche el tono de llamada una vez, ella no respondió, dos veces, siguió sin responder… empezaba a pensar que no respondería. Quiero decir yo jamás respondo a números desconocidos, justo cuando pensaba cortar la llamada su suave voz me detuvo.
—¿Bueno?
En ese momento mi estómago dio un vuelco secundando al corazón tan acelerado que parecía no se daba abasto con tantos «boom, boom». Controle la sonrisa enorme que se formó en mis labios e intente que mi voz sonara formal y seria. —Hola, ¿podría hablar con Hinata Hyuuga, por favor?
—Ella habla. —Respondió. —Yo soy Hinata. —La desconfianza en su voz era evidente.
—¡Oh! —Fingí sorpresa y aclare mi garganta, evaluando lo que podría decir, empezar con lo del golpe, me pareció lo más adecuado —. Hola. Usted, hum…, creo que golpeó mi combi ayer y me dejó una nota con este número.
—Si. Lo siento. Sé que debí quedarme y esperar a que regresara, pero me corte un labio y fue necesario que me cosieran, y —no supe en que momento mis pies se empezaron a mover de nuevo en dirección a la entrada de su casa. Toque el timbre casi por instinto, no podía controlar las ganas de verla de nuevo. Escucharla y saberla a tan pocos metros estaba por volverme loco —. Lo siento; hay alguien en la puerta. ¿Puedo devolverle la llamada luego?
—Por supuesto… —Respondí impaciente, ella no dijo más y me colgó.
Tardó unos minutos en abrir, lo que me dio tiempo suficiente para tranquilizarme o al menos intentarlo. Cuando escuche el ruido que indicaba que ella ya estaba en la puerta, el girasol, casi por voluntad propia se colocó centras de mi espalda.
Deje de respirar cuando apareció bajo el umbral delante de mí. Y ella… decir que su aspecto se volvió lívido al verme es poco, casi pude ver como centímetro a centímetro el color abandonaba su cuerpo. El nerviosismo me cayó de golpe una vez más. Empecé a mover insistentemente mis pies y mi cuerpo comenzó a balancearse de atrás a adelante, sin embargo, ya estaba ahí, debía seguir con el plan. —Hola —la salude de nuevo, y le sonreí sin saber realmente si era una buena idea. —Así queee, como te estaba diciendo, me dejaste una nota, tu número y…
El pánico en su mirada, era algo que me incomodaba, pero lo entendía. ¿Cómo no lo iba a hacer? Desvió su mirada de mi hacía algo que se encontraba en mi espalda, mire en esa dirección y era mi combi.
—No te preocupes por eso. —La mire de nuevo. —Y por favor, no te asustes. Yo solo… —Me interrumpí, parecía un acosador, me presentaba en su casa, sin avisarle y todavía me atrevía a pedirle que no temiera. Mire mis pies en busca de las palabras precisas y cuando la mire de nuevo, no puede enfocar otra cosa que no fuera su boca, esa hermosa boca en forma de corazón que ahora contaba con un par de puntadas, y que lejos de afearla hacía que sus labios parecieran más carnosos, más rojos… —Solo quería… asegurarme de que estás bien. Y decirte que no te preocupes por la combi. Me diste una excusa para arreglarla. —Intente decir cosas que la tranquilizaran y pasar por alto el anhelo que me provocaban sus labios.
—¿Por qué no me dijiste que era tu coche? —Su voz salió más aguda de lo que le había escuchado, casi sentía que ella estaba en shock y que yo no era nada bien recibido, ser consciente de ello era terriblemente doloroso.
—Estabas muy alterada, no quería que te sintieras peor y…, —los pinchazos que se incrustaban en mi pecho uno a uno provenientes de su mirada atormentada me desconcertaban a niveles inimaginables. Quiero decir, era como no entender aquello, como si algo dentro de mí me gritara que ahí era mi lugar, pero ella me gritaba con esas perlitas cristalinas que no era así. ¡Que me fuera! —Lo siento. Debí decir algo.
—¿Pero cómo supiste donde…? —No termino la pregunta, y no necesite que lo hiciera. Ups. No esperaba que preguntara eso, aunque era algo lógico y me ponía varios peldaños más arriba del nivel de acosador con el que empecé.
Boquee un poco, sabía que debía responder, pero no podía dejar en evidencia a Chiyo. —Conozco a algunas personas.
—¿En el hospital? ¿Esa enfermera? ¿Ella te dijo donde vivo? Yo…, tú… —Desvió su mirada de mí. La contrariedad hizo acto de presencia en ese instante.
Era imposible para mi, no notar lo difícil que le resultaba seguir con la conversación. pero lo que me confundía todavía más era... su rostro ruborizado, el brillo de sus ojos y la manera en la que casi parecía que podría caer en cualquier momento. Sus actitudes me decían claramente que lograba afectarla. Y sé que dirán, «¡claro! te teme», pero no, no era eso. Lo sabía. El magnetismo era mutuo.
Se sentía tan atraída a mi como yo. Solo... me resultaba imposible explicarme su renuencia.
Me acerque e incline para atrapar sus ojos una vez más. Era la única manera con la que podía saber o al menos interpretar un poco lo que pasaba por su mente.
Vi el tormento otra vez. El dolor. Demasiado dolor y miedo. Con eso tuve para descartar la imaginaria atracción que pensé un segundo al menos, podía sentir hacía mí.
—Lo siento. En realidad lamento haberme presentado así. No es…, no es algo que suelo hacer. —Los sentimientos que llegaron a mi ayer al verla, permanecían rebosantes en la superficie, y quise poder explicárselos. Decirle o al menos entenderlos yo. —Ayer fue…, tú estabas… —Pero no era capaz de hacerlo.
Mire en todas las direcciones posibles, el piso, su casa, el cielo y de nueva cuenta a su hermoso rostro confundido. —Lo siento. —Solté después de aclararme la garganta. —No sé qué estoy tratando de decir. Solo es que… —Solo me quedó ser sincero. Respiré hondo llenándome de valor y soltando el aire despacio. Espere a que la valentía me llegará. —Solo quería verte de nuevo. —Antes de que me respondiera nada, saque el girasol que aun permanecía detrás de mí y se lo extiendí.
Su reacción no fue nada de lo que pude haber imaginado cuando pensé en cortarlo para ella. Sus ojos se colmarón de lágrimas pero ninguna se derramo.
La tristeza que me reflejo esa acción fue tan… tortuosa que apenas pude sostenerle la mirada. ¿Qué hice mal?
Miré el girasol y a ella de ida y vuelta en varias repeticiones. —Hum…
Comenzó a mover su cabeza una y otra vez como si con eso consiguiera alejarme o hacerme desaparecer. —Yo…, no. No puedo. Lo siento. —Se alejo un paso y la puerta empezó a cerrarse en mi cara.
—Espera —la detuve. ¿Cómo podía ser tan confuso? —Lo siento. —Ya ni si quiera sé porque lo hago. Pero al menos algo ha quedado claro de todo esto. Venir aquí, fue un error. Aunque tarde mucho en aceptarlo. —Esto fue…, en realidad no lo pensé bien. Apenas…, en realidad me gusto conocerte ayer, y pensé que tal vez… —Me reconocí vencido y me encogí de hombros.
—¿Qué? —Preguntó en un susurro y abrió un poco la puerta de nuevo. —¿Qué pensaste?
No sé qué demonios pensé. —No sé lo que pensé. —Dije sincero. —Solo quería conocerte mejor, eso es todo. —La lucha se hizo y no salí victorioso, la mano que sostenía el girasol descendió, dejando claro que emprendería la retirada. Me incline y coloque la flor en el escalón. Justo a sus pies. —Fue un placer conocerte, Hinata. Me da gusto que estés bien.
Ilusamente aun espere que respondiera algo. No lo hizo. Asentí para mí mismo, comprendiendo que era sería la última vez que mis ojos podrían admirar su belleza de tan cerca. Di la vuelta y baje de la superficie de su pórtico, cruce el camino de su jardín directo a mi combi, combatiendo las ganas de voltear a verla una vez más.
Sentí, como los latidos de mi corazón fueron disminuyendo cada paso que me alejaba, como si la estocada de su rechazo hubiera sido directa a él.
Pero cuando estaba por tocar la puerta de la combi una voz me alcanzo. —¡Espera! —¡Su voz! Mi cuerpo casi pegó un brinco de la sorpresa, me congele en mi lugar prácticamente un segundo y gire a verla más ilusionado de lo humanamente posible. —Espera —dijo una vez más, unos decibeles más bajo que la primera vez, su voz suave me aceleró el pulso de nuevo.
Volví rápidamente, pero con cautela, calculando cada uno de mis movimientos, y cruzando los dedos por estar frente a ella antes de que ese lado que no lograba entender de su persona regresará y tomará posesión de su proceder.
No quería asustarla más.
Cuando estuve de vuelta en el pórtico, me detuve un escalón más abajo. Quedamos a la misma altura. Sus ojos en línea recta a los míos.
Esperé a que hablara de nuevo. Tardó un poco en hilar una oración y sus perlitas comenzaron a empañarse de tormenta de nuevo. —¿Qué vamos…? ¿Qué vamos a hacer con tu combi? —Tartamudeo de una manera que me provoco ganas de suspirar... era lindísima. —¿Cómo… puedo ocuparme de ella, o pagarte o… algo?
Negué con la cabeza y sonreí —No. No es nada.
—No es nada, es… —se quedo sin palabras a mitad del camino. —Tengo que hacer algo por ti de alguna manera… por tu combi. —Rectificó al final.
La mire lentamente y con paciencia. El temor no abandona su mirada, pero su belleza era aplastante, e incluso así con nubes de tormenta, su presencia a mi lado, funcionaba como calma y me hacía querer estar a su lado una vida entera. —No necesitas hacer nada por mí. No vine por eso. —Sin embargo su rechazo, su reticencia me lastimaba. Intente sonreírle una vez más. —Me gusta estar contigo. —Me encogí de hombros y me grité mentalmente que esta era la última oportunidad. La última carta del juego, después de esto no podía insistir más. —Así que, si no hay nada más, tal vez basta con que pases a saludar la próxima vez que regreses al País del Remolino. ¿Qué te parece? ¿Lo harás en algún momento? —La decisión final era de ella, siempre fue así y si no volvía, al menos no podía recriminarme el no haberlo intentado.
—Está bien. —Aceptó, pero no me ofreció certeza en su mirada, aunque, tan contradictoria como desde que la vi en la cafetería de los hermanos Sabaku no, sus ojos también me dierón esperanza. —Lo haré… en algún momento.
Sentí como mi rostro se trasformó en luz, en una sonrisa, reflejo de ella, de su imagen. —En algún momento, entonces. Sabes dónde encontrarme, ¿verdad?
Asintió de manera tenue mirándome.
Yo no podía quitar mis ojos de ella. El sol iluminaba su figura de manera asombrosa, su cabello oscuro se llenó de matices azules y su piel blanquecina brilló resaltando su piel de porcelana.
Con su estampa grabada en mi mente, di vuelta y me aleje. Llegue hasta mi combi sin que ella me detuviera de nuevo. Subí y encendí el vehículo y mientras retrocedía en el camino de entrada. Me despedí de ella con mi mano.
A pesar de sabía que no contaba con ninguna seguridad de que ella volvería al Remolino, maneje tranquilo porque la posibilidad de verla otra vez si existía y eso, aunque parecía poco me sabía a triunfo.
...
