CAPITULO 9
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Desperté de madrugada, sin necesidad si quiera de poner la alarma del reloj. Es algo a lo que ya estoy acostumbrado. No quiero desperdiciar ni un solo minuto.
Algo en el ambiente me decía que hoy sería un día genial. Estaba ansioso por salir a enfrentarlo. Me levante de un brinco, aliste la combi después de vestirme y salí antes de que Karin se apareciera. No tenía ganas de un nuevo enfrentamiento con mi hermana. Le escribí una nota y partí esperando que para medio día las aguas estuvieran menos turbulentas a su alrededor.
Al llegar la noche anterior quise reescribir por enésima vez una respuesta para esa chica, motivado por los sentimientos que producía la imagen de Hinata en mí. Otra vez mi desenvolvimiento fue mediocre…
Repetí mi rutina, vi el amanecer y monte unas cuantas olas. Aspire con fuerza ese aire salado y me mantuve a flote tanto tiempo como pude, aunque sabía que no podía prolongarlo más. Esas pastillas no se tomarían solas.
Nade hasta la orilla y camine tranquilo hasta la tienda de kayaks, estaba cerrada, por lo que seguro Karin no estaba ahí, eso hizo crecer mi ánimo.
Empecé a considerar el escabullirme una vez más cuando un auto estacionado muy cerca de mi combi llamo mi atención, camine en su dirección sin titubear, cuando estuve a unos metros, mi corazón no paro de dar tumbos, estaba emocionadísimo, igual que yo. Decir que me encontraba feliz era poco.
Ella había vuelto.
Ni si quiera me detuve a mirar mi aspecto. Recién había salido del agua y mi cabello y traje de neopreno estaban completamente empapados. Mi fiel amiga estaba colocada concienzudamente bajo mi brazo y apretándola fuerte a mi costado idee la frase con la que podía iniciar una conversación.
Más pronto de lo que note estaba justo a su lado, pero aun ella no era advertida con mi presencia. —La palanca de velocidades está en neutro, ¿verdad? ¿El coche está apagado y todo? —Acepto que, dos segundos después reconocí que no había sido el mejor comentario. Sin embargo, su expresión nerviosa y sorprendida me atrapo y evito que siguiera pensando en lo poco correcto que fue mi dialogo de apertura. —Regresaste. —Volví a hablar, ella aún no salía de su estupefacción. La había sorprendido. La sonrisa que se adueñó de mi rostro fue involuntaria y enorme.
—Yo…, sí. —Contestó mientras un rubor empezaba a extenderse sobre sus mejillas.
En ese momento estiró su mano derecha y cogió un plato que apenas note, estaba sobre el asiento del copiloto. Lo sacó por la ventanilla y me lo ofreció.
—Te traje esto como agradecimiento. O disculpa. Yo… —En todo su dialogo no me dirigió la mirada, en cambio observó lo que me pareció ser la abolladura de la VW y el rubor en su rostro se hizo más intenso. —Fuiste muy amable al llevarme al hospital después de que golpee tu combi, me siento mal de que no me dejes pagarte y sé que me actué de forma rara ayer. —Continuo rápida y atropelladamente su explicación. —Bueno, también me porte así el primer día que nos conocimos y… lo siento. —¿Cuánto más podía subir la tonalidad roja de su rostro?
Acercó el plato todavía más a mí y yo solo pude sonreir aún más. Se veía tan avergonzada y la ternura que me provocó verla así era aplastante.
Estiré mi mano libre para tomar el plato, y en ese momento me di cuenta de que me había traído brownies. —No te sientas mal. Y menos por traerme esto. Los browinies son mis favoritos. Gracias. —Le dije con sinceridad. Recargue mi tabla de surf contra su auto y tomé el plato de sus manos. —¿Tú los hiciste? —Quité la emboltura de plástico antes de que respondiera y tome uno. Lo mordí y empiece a comprobar el sabor lentamente. ¡Delicioso! Evité gemir de lo bueno que estaba.
—¡Vaya! Este es, con toda seguridad, el mejor brawnie que he comido en toda mi vida, en toda. —Enfatice. Su mejillas se encendieron una vez más. —En serio, —repetí circunspecto. —Y he comido una buena cantidad de brawnies. —Lo que es completamente verdad. Si alguien está calificado para evaluar esos sabrosos postres, ese sin lugar a dudas soy yo.
Ella rió de una manera tan melodiosa que me hizo desear escucharla feliz todo el tiempo. —Gracias. Yo… Qué bueno que te gustaron.
—Qué bueno que regresaste. —Le conteste. Porque entre que ella este aquí y… El hecho de que ella había regresado era lo mejor por encima de todo.
Me sonrió en respuesta.
—Y decir que me gustaron es poco. —Termine el restante del panecillo en mi mano. —¿Qué otros talentos tienes y que vas a hacer hoy, además de entregar la mejor disculpa del mundo?
Se rió de nuevo y miró sus piernas, nerviosa. —No sé. Estaba pensando ir a la playa porque el otro día no pude llegar. —Respondió aun sin mirarme.
—Estará llena de gente. —Le conteste, mirando en dirección a la tienda familiar, aun no había moros en la costa. —Podría mostrarte una playita estupenda, un poco alejada de los sitios trillados. Un lugar para los que vivimos aquí. —Levantó la mirada de nuevo, aun nerviosa.
—Hum —Carraspeó un poco antes de seguir, como considerándolo. —No, está bien. No quiero quitarte más tiempo. Estoy segura de que tienes que… —Se interrumpió y miró detrás de mí. ¿Trabajar? Tal vez sea la palabra con la que iba a terminar su dialogo. —Solo quería darte las gracias. Lo siento de nuevo por tu combi.
—No es la gran cosa. —Sus ojitos opalinos brillaban y se opacaban como si tuvieran un dilema entre ceja y ceja que obviamente yo no podía entender, como había constatado desde que la conocí. —No tengo más planes. —Le aclare, en caso de que esa fuera su duda. —Solo deja que me cambie y podemos…
—No puedo. —Dijo extinguiendo casi por completo la chispa que había encendido en mí. —Tengo que llegar a casa a cierta hora, y no quiero terminar en un lugar alejado, sin mi coche, y que me tengas que traer de regreso, o algo parecido. —Se encogió de hombros y ese gesto solo me cautivo más.
Por lo que una vez más intente que cambiara de opinión. —Solo tienes que seguirme, ¿sabes? Pero no demasiado cerca porque tiendes a meter fuerte el acelerador. —Bromee otra vez. —Así llevaras tu auto y te puedes ir a la hora que quieras. —Le dije como si fuera cualquier cosa, pero no lo era, y yo estaba ansioso por que respondiera que sí. —Solo es un día. Y necesito alguien con quien compartir estos brawnies, o me los comeré todos de una sentada. Así que en realidad me estás haciendo un favor. —La mire esperando impaciente su respuesta pero disimulándolo como el mejor actor del mundo.
Ella me observo y claramente fui consiente, de la manera en la que se iluminan sus ojos antes de responder: —Está bien. Solo un día. —Me contuve todo lo que pude para no saltar y gritar de júbilo.
—Bueno. Perfecto. —Le sonreí mientras tomaba mi tabla. —Voy a cambiarme, entonces. Vuelvo enseguida. —Le regrese el plato que había traído con ella. —¿Puedes cuidármelos?
En cuanto los tomó, di media vuelta y trote ante sus ojos tranquilo hasta la tienda de kayaks. Antes de entrar me detuve y mire en su dirección de nuevo. —No te vayas. —le grite.
Solo vi su sonrisa titubeante antes de perderla de vista ya estando dentro.
Me apresure a cambiarme, remplazando mi traje por uno seco con unos bermudas azul opaco.
Tome mis fármacos con algo de monotonía e intente pasar el sabor amargo de los recuerdos junto con ese sorbo de agua que ingerí para poder tragar las pastillas.
Respire profundamente y cuando salí de nueva cuenta ahí estaba ella. Esperándome.
Lo sabía, mi instinto no me había fallado. Ese sería un día para recordar.
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