CAPITULO 10
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Conduje nervioso todo el camino, con ella siguiéndome, no podía evitar mirarla por el espejo retrovisor todo el rato. La manera en la que su bonito ceño se fruncía, como si aún no estuviera convencida de continuar, pero con un brillo en la mirada que claramente reflejaba la curiosidad y la… ¿necesidad?... aunque también podría ser mi imaginación divirtiéndose a mis expensas.
Al llegar me estacione deprisa en la cuneta. La alarma de mi celular sonó indicándome que mi condena debía ser ingerida en ese instante. Tome una botella de agua del asiento del copiloto junto con las pastillas de la guantera, las ingerí y baje deprisa con la botella en la mano. Camine en su dirección, ella se estaba estacionando y cuando llegue a lado de su auto, ella salió del mismo. Casi perdí el aliento, el aire salado ondeo su cabello y despejo su rostro.
—Es un día perfecto. —Verla a ella en ese momento convertía en perfección todo lo que nos rodeaba. A pesar de lo bello del lugar en sí. Mire el agua rompiendo contra las rocas desde nuestra posición. —¿Quieres confirmarlo?
—Claro. —Su tono bajo y tierno llego hasta mis oídos. Su mirada se mostraba libre de nubes. Al menos en este momento supe que estaba feliz de estar aquí. Conmigo.
Con esa idea en mente empecé a caminar a lado de ella entre la hierba hasta llegar a la gruesa cuerda en la orilla del acantilado, para que pudiera ver el rompiente de las olas contra las rocas.
Ella miró a detalle la superficie cristalina que surgía alrededor de las enormes rocas que se elevaban por encima del agua y que se arremolinaban en pequeños grupos cerca de la orilla. Algunas estaban colmadas de pelicanos. Uno en particular volaba y aterrizaba intermitentemente, mientras las olas despegaban una tras otra.
Mire su perfil. Limpio, sus ojos brillantes. El viento no dejaba de mover de a poco su cabello. Era un paisaje digno de verse, tanto que no podía dejar de hacerlo.
El misterio que la rodeaba comenzó a envolverme a mí también, estaba imposiblemente emocionado, no podía evitar preguntarme la razón de su regreso. ¿Quería verme? Eso obvio me emocionaba pero… Mis dedos empezaron a tamborilear en el poste del que se encontraba sujeta la cuerda. El nerviosismo, las dudas y la expectativa de lo que podía pasar durante el día empezó a recorrerme.
—Entonces ¿te puedo hacer una pregunta? —Hable.
Vi como pasaba saliva con dificultad, su rostro se puso tenso y aclaró su garganta con nerviosismo. —Está bien. —Respondió lentamente, como si en realidad no quisiera que preguntara nada.
Tome un sorbo de agua de la botella que aún estaba en mi mano y mire a la distancia considerando si de verdad quería preguntar la razón de su regreso, o porque se ponía tan nerviosa, que le había pasado para comportarse tan raro en la cafetería de Gaara o porque sus ojos se convertían en un amasijo de tristeza y desesperación continuamente.
—No te gustan mucho las preguntas, ¿verdad? —Regrese a mirarla. Su semblante se volvió —si es posible— más intranquilo, incluso empezó a jugar con sus dedos y bajó la mirada con tanta congoja que desee abrazarla y jurarle que todo iba a estar bien. Su pesadumbre y su aspecto angelical me llenaron de ternura.
—No, no tengo ningún problema con las preguntas. ¿Qué clase de pregunta es esa? —Tartamudeo su respuesta. Noté su esfuerzo por responder tranquila, pero fracasó estrepitosamente. El nerviosismo la dominaba por completo.
—No te preocupes, no importa. —Intente calmarla con una sonrisa. De cualquier modo, no le iba a preguntar ninguna de mis interrogantes en realidad. —No es para tanto, solo es un día. Así que ¿qué tal si nos relajamos y lo disfrutamos? ¿Qué tal si pasamos un día realmente bueno?
Lo pensó un poco y su apariencia se relajó considerablemente. —Está bien, un buen día, en verdad.
—Bueno, me da gusto que hayamos llegado a este acuerdo. —Le sonreí con fuerza y caminé con convicción de regreso a la combi, empecé a desatar el kayak de mi papá precargado en la parte de arriba. Lo bajé y deslice la puerta de la combi para sacar los remos, colocándolos dentro del kayak. —¿Alguna vez te has subido a un Kayak? —Le grite.
Ella caminó hacia a mí, escuché sus pasos apresurados y cuando la tuve a lado la mire sonriente una vez más.
—¿Si lo has hecho? —Escarbe en el interior de la combi una vez más y obtuve un chaleco salvavidas, se lo ofrecí y ella empezó a negar suavemente con la cabeza primero.
—No. Yo no… En realidad nunca me subido a kayak en ningún lugar, así que no creo… Este no me parece un buen lugar para empezar. Ya sabes, para una principiante. Todas esas rocas…
—En realidad es un lugar estupendo. Muy protegido. Hacemos muchos recorridos aquí. —Con claridad pude ver el pánico en su mirada y supe lo que sin duda estaría pasando por su mente: "bordes filosos y olas gigantes quebrándose contra las rocas". —Es donde aprendí. —Agregue, intentando que le diera una oportunidad.
—¿De verdad? —Respondió con voz escéptica.
—Claro. Cuando tenía seis años, mi mamá por fin dejo que mi papa me trajera aquí con él. —Me reí recordando ese día maravilloso, la manera en la que mi papá me metió en este mundo. Ese día me enamore de la enormidad del mar. De su sabor salado, su color azul y la tibieza con la que el agua podía envolverme.
»Desde hacía mucho tiempo le había rogado a mi mamá que me dejará venir. Y entonces, cuando dijo que si, llegamos aquí, miramos el acantilado y me encontré con el mismo panorama que tú viste hace un segundo. —Aún recuerdo el nudo que se me formo en el estómago al ver el rompiente. —Utilice todas las excusas que se me ocurrieron, pero mi papá solo me puso un chaleco salvavidas, me dio unos remos y cargó el kayak por las escaleras sin decir palabra. Cuando llegamos abajo, me puso en el asiento; luego se hinco enfrente de mí y dijo: «Solo confía en tu viejo, ¿está bien?». Yo estaba tan asustado que solo asentí. A continuación me aconsejó: «Bien. Haz lo que te diga cuando te lo diga; lo peor que puede pasar es que te enamores».
Su risa nerviosa se dejó escuchar, empezó a ver a todas direcciones y cuando regreso su mirada a mí, no pude esconde mi sonrisa. —Del océano, —voltee a ver en dirección de esa hermosa masa azul, —es a lo que se refería. Que lo siguiera y quisiera estar en él todo el tiempo, de una manera u otra. —La mire de nuevo. —Tenía razón. Después de ese día ya no me podían apartar de la orilla. —Casi por un segundo pensé en todo el tiempo que me perdí de estar en él. De como por muchos años mi vida marina desapareció para convertirme en un fantasma que recorría salas de emergencia y quirófanos.
—En realidad no tengo recuerdos así. —Aparté la idea cuando escuche su voz. Ahora estoy aquí. Respiré profundamente esa salinidad. Estoy aquí. Aquí con Hinata. —Mi hermana y yo solíamos correr juntas, pero se fue a la universidad, así que ya no corro sin ella.
—Eso está muy mal. —Me plantee preguntarle que le había sucedido para que se apartara de lo que le gustaba, pero lo pensé mejor. Yo no he sido el ejemplo del libro abierto. —Hace mucho tiempo que no venía aquí, pero es un estupendo lugar que mi padre me enseñó y que tengo muchas ganas de ver de nuevo. Tiene sus trucos, pero vale la pena. ¿Quieres intentarlo?
Ella apartó su mirada de mí, dirigiéndola titubeante hasta el agua. —Está bien. Hagamos la prueba. —Estaba lejísimos de parecer convencida al respecto, lo que, repito, me parecía excesivamente tierno de su persona. Me esforcé por mantenerme serio ante su duda, pero su gesto me sobrepaso y se me escapo una sonrisa.
—¿Estas segura?
Afirmó con la cabeza. Parecía que se quería convencer de que lo estaba.
—Pareces asustada. No tengas miedo. Solo has lo que te diga, cuando te lo diga y estarás bien. —Me calle las últimas palabras de mi papá, pero tenía la seguridad de que ella las tenía en mente y eso hizo que una sonrisa se plantara en mi rostro con demasiada facilidad. No necesite nada más, me sentí satisfecho.
Terminé de sacar todo lo que necesitamos de la combi, mientras Hinata desaparecía para regresar portando su taje de baño y el chaleco salvavidas encima del mismo. Evite mirar sus blancas y bonitas piernas y levante el kayak para bajarlo por las escaleras.
Ella me ayudo instintivamente, descendimos las escaleras y cuando llegamos al agua, lo deslice por la misma empujándolo, la invite para que se sentara en la parte delantera. Cuando lo hizo, le entregue un remo. —¿Lista? —Nuestras respiraciones comenzaban a normalizarse.
—¿Ahora mismo? ¿No necesito primero una lección o algo así? —Su inquietud y reticencia me parecieron muy dulces. Nunca había conocido a alguien tan transparente y misteriosa a la vez.
Le sonreí. —Esta es la lección. Es más fácil enseñarte en el agua. Es muy poco lo que debes aprender, así que solo súbete y yo remare para alejarnos de aquí. Luego te mostrare. ¿Suena bien?
—Claro. —Dijo, y aunque la angustia en sus ojos, seguía siendo evidente, me emociono notar de igual manera que confiaba en lo que le decía.
—¡Aquí vamos! —Empujé el kayak hacia enfrente y salté dentro del él, lo que ocasiono que se bamboleara fuerte, pero cuando me senté, el movimiento extravagante ceso sin ninguna otra dificultad. Comencé a remar, un lado y luego el otro, empezamos a movernos, una ola se acercó a nosotros y miré a Hinata siendo recorrida por la tensión, remé con más fuerza y pasamos sobre ella con facilidad: el kayak se elevó al frente de la ola y se deslizó hacia abajo en la parte de atrás. Volví a hundir uno a uno los remos y continuamos moviéndonos suavemente sobre la superficie del agua.
Observé con atención como la tensión desaparecía de sus hombros, casi como si hubiera vuelto a respirar de pronto.
—Eso no fue tan aterrador como pensabas, ¿o sí? —Le dije.
Giró un poco su rostro en mi dirección, lo más que le permitía el grueso chaleco. —En absoluto. —Me gritó sonriendo orgullosa.
—Pequeñas victorias. —Me recargue en el asiento y respiré hondo, mientras ella me miraba con curiosidad desde su asiento, como si mis palabras tuvieran un significado especial para ella. Como si el hecho de haber vuelto fuera una victoria en sí misma. Tal vez lo es. —Adoro eso. Pequeñas victorias. Son las que cuentan. —Agregué. —Como estar aquí hoy, justo ahora. —Al menos para mí, el significado mis palabras regía mi vida. Y con el paisaje que me rodeaba, con ese cielo carente de nubes, el agua cristalina por la que nos desplazábamos, las rocas que de a poco nos rodeaban y para terminar, los bonitos ojos de ella… Nunca me sentí más pleno.
—Estamos a la deriva. —Le dije después de un rato. Le sonreí y levanté el remo para colocarlo en mis piernas. —Hora de aprender. ¿Estas lista?
Asintió con la cabeza.
—Muy bien. Vas a sostener el remo aquí y aquí, donde se encuentran estas agarraderas —tome mi remo mostrándole la manera en que lo debía hacer.
—Está bien, —me respondió, mientras giraba su rostro, para darme la espalda y tomar los remos. —¿Así?
Reí. —Perfecto. Ahora date la vuelta para que pueda mostrarte cómo hacerlo.
Cuando lo hizo, introduje el remo en el agua a un lado, con un golpe fuerte y firme que nos hizo movernos suavemente. Repetí el movimiento con el remo contrario y nos volvimos a deslizar.
—Es como si estuvieras trazando círculos con las manos, igual que haces con tus pies cuando pedaleas una bicicleta. Inténtalo.
Volví a colocar el remo sobre mis piernas mirando como ella afirmaba con la cabeza y daba la vuelta para hacerlo.
En su primer intento, hundió su remo, pero no lo suficiente, y a penas y tocó el agua. No nos movimos en absoluto.
Desde su espalda vi cómo, la vergüenza la permeo, incluso sus orejas se volvieron rojas. —Prueba de nuevo. Húndelo más.
Empujó el remo contrarío más a fondo y logró que nos deslizáramos por la superficie del agua. —Aquí vas. —La animé.
Lo volvió a hacer una y otra vez. Pronto tomó su propio ritmo y la velocidad que conseguimos fue bastante buena. Escuche su risa satisfecha y orgullosa por ser capaz de mover sola esta pequeña embarcación.
—Lo estás haciendo bien. —Volví a decirle. Hundí el remo izquierdo a la par de ella y nos movimos con mayor intensidad. Ella giró a verme, un poco desconcertada. —Solo rema. Yo me sincronizaré contigo.
Asintió dándose vuelta y hundió su remo una y otra vez hasta, hasta que marcó su propio ritmo firme. Al principio tuve que esforzarme por hacer coincidir mis golpes, pero rápidamente entramos a un ritmo sincronizado ambos.
Un poco más adelante, la aleta de un delfín rompió la superficie mientras pasamos remando por un grupo de algas, a la deriva bajo el sol. El único sonido que podía escucharse era el ritmo de nuestros remos.
Respiré y expiré con cada golpe de remo. Sintiendo que podía hacer eso para siempre; remar hasta el horizonte y más allá, y por cómo se veía Hinata presentí que algo similar pasaba por su cabeza. No lucía cansada y aunque su cuerpo era pequeño, la fuerza y precisión de sus movimientos, cada minuto que pasaba lucían más gráciles y naturales.
—Estoy impresionado —le grite. —Eres más fuerte de lo que parece.
—Gracias. —Gritó de vuelta sonriéndome sobre su hombro. Lucía tan feliz, me hizo desear, no dejar de verla nunca.
—¿Así que quieres ir remando hasta la Ciudad de las Olas , o quieres ver la cueva? —Dejé de remar e instantáneamente ella lo hizo también.
—¿Qué cueva?
—La cueva que vinimos a ver. —Ella giró en todas las direcciones, buscándola. —En la base de esa roca. La grande. —Le aclaré.
—Oh, —miró curiosa en la dirección a la que le apuntaba. —No la vi cuando pasamos.
—Es porque está un poco oculta.
—¿Cómo una cueva secreta? —Bromeó.
Sonreí divertido de su afirmación. —Algo así. De todos modos, no es parte del recorrido habitual. Demasiada responsabilidad. Vamos, te la mostraré. —Hundí el remo a un lado y el kayak empezó a dar vuelta. —¿Me ayudas? Yo no puedo manejar esta cosa solo.
Me miró con escepticismo, pero hundió su remo también, contenta de poder ayudar.
—Todas esas rocas solían ser parte de la línea costera. —Le dije, era un poco complicado para mí no entrar en mi modo "guía" explicando todo el tiempo lo que nos rodeaba.
—¿Qué sucedió? —Preguntó con genuina curiosidad.
—Erosión. —Le dije, sentí como mi "yo guía" salía a la superficie una vez más con el impulso de explicárselo. —Me lo puedo imaginar como una de esas secuencias que abarcan mucho tiempo, con olas quebrándose contra los acantilados y tormentas cayendo sobre ellas, y el agua y el aire llenando las hendiduras y ampliándolas para formar túneles y cuevas, hasta que las partes débiles se desmoronan y todo lo que queda son estas pequeñas islas de roca.
»Como sea, la que tiene la cueva es esa, justo enfrente de nosotros.
La roca estaba a unos treinta metros de nosotros, era la más grande del grupo. Muy plana en la parte de arriba y casi en su totalidad cubierta de flores silvestres amarillas, que se mecían suavemente bajo la luz del sol y la brisa del océano.
Mire la hendidura que empezaba angosta cerca de la cima y bajaba hasta la mitad de la roca, donde se ensanchaba hasta la apertura en la base. El agua salía y entraba de ella cada pocos segundos, con el ritmo continuo de las olas.
—El día está muy tranquilo; podemos entrar. —Le dije, ella guardó silencio. —Si es como lo recuerdo, se trata de una de las cosas más asombrosas que he visto. Hay una cámara principal que está abierta en la parte de arriba, de modo que el sol brilla sobre el agua, y hay otras dos pequeñas cámaras que están conectadas y la marea bombea el agua para que entre y salga de ellas como…
—Como un corazón. —Sus palabras fueron tan certeras como… inesperadas, «como un corazón»
—Así es —Respondí simplemente. Hacía tan solo un momento estaba ahí, sin pensar en nada que no fuera su cabello cayendo por su espalda rodeados del mar y… tres simples palabras rompieron la burbuja. —Supongo que es como un corazón…
Hablando de corazones… el mío se encontraba dando tumbos acelerados. Un sentimiento incomodo empezó a entrar en mi mente… pero, no… Ella no podía saber nada eso. Me dije, su comentario fue totalmente inocente. Hinata, no tenía como saber «nada».
Le sonreí a medias… no, ella no lo sabe. Me asegure.
—¿Qué te parece? ¿Quieres entrar? Es seguro. Lo prometo. —Adiós, adiós, adiós ideas oscuras. Le sonreí y espere que su respuesta fuera un «si quiero entrar», porque deseaba infinitamente compartir eso con ella.
Respiró a fondo y dejó salir lentamente el aire, me miro, sopesando todo. Sus ojos brillaron entusiasmados. Con eso, son el simple brillo de sus ojos, me sentí satisfecho, pero cuando soltó: —sí quiero —casi grite de alegría.
Sostuve su mirada un momento, llenándome de esa esperanza clara e inocente que me inyectaba.
—Bien. Porque esta es la parte en la que te enamoras.
…
Nota de Janis:
¡Ay! Qué bonito, ya quiero que llegue el siguiente capi jeje .
Hola, una disculpa primero por la demora a las lindas personitas que siguen esta historia, prometo ponerme más al corriente.
Saluditos y muchas gracias por pasar por aquí.
PD. Medio corregí los capítulos anteriores, nada de cambios drásticos, solo que, por si no lo habían notado se los cuento (aunque seguro si lo notaron) De repente mezcló "tiempo pasado"y "tiempo presente" en la narración :S, he querido dejarlo en tiempo pasado, pero luego se me va... mil perdones por eso también. Saluditos y de nuevo gracias.
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