CAPITULO 15
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«Enamorado ya estaba…»
La conciencia de ese pensamiento, que resonaba a tope en mi cabeza y acallaba a todas las demás voces que luchaban por aconsejarme, cuidarme o alentarme me acelero el corazón un poco más de lo que ya lo tenía.
Era extraño, como de repente, parecía que ese pequeño órgano luchaba con todas su fuerzas por hacerse presente, por hacer que no lo pasara por alto. Pero la manifestación de su existencia en mi pecho ya no me parecía agónica ni amarga, era más bien pletórica. Una sensación tal, como que este corazón estaba destino a llegar a mi pecho, de la misma manera en la que Hinata estaba destinada a cruzarse en mi vida.
Antes de que darme cuenta, había dado un salto del mostrador y buscaba entre mis cosas, mi celular. Un aparatito que a últimas odiaba, porque sus alarmas me recordaban cada dos por tres mi condena, pero ahora eran el canal, que podía ayudarme con ese vínculo que sentía demasiado mío, y al mismo tiempo, muy lejano.
«Estaba pensando. Ayer fue un día estupendo, pero te apuesto que hoy podría ser mejor. ¿Qué te parece?»
Releí el mensaje que había escrito una diez veces, esperando que fuera lo suficientemente entendible y… romántico claro. Lograr un equilibrio así, es difícil, por decirlo de algún modo. Finalmente mi índice se deslizo hasta tocar la teclita verde que marca "enviar". El mensaje salió y me quede contemplando la pantalla, como si pudiera ver las ondas que llevaban mi recado hasta ella.
Antes de pensármelo de nuevo, e incluso antes de que pasara un minuto si quiera del primer mensaje, escribí otro.
«Voy a trabajar en la tienda por la mañana, pero tal vez podríamos vernos más tarde».
Algo más directo, pensé. De nueva cuenta contemple el aparato largo rato, aunque en esta ocasión, esperando una respuesta. La cual, no llego…
Pase el resto de la mañana malhumorado, y con los clientes encima como si tuviera tiempo para rentarles equipo para andar en kayak… ¿Qué? ¿Qué ese era mi trabajo?
Cierto, y en realidad era algo que me gustaba demasiado, pero la incertidumbre de no tener noticias de ella, no ayudaba en lo más mínimo a que me sintiera con ánimos para recordarlo.
Lo único que rondaba mi cabeza era que según yo, nos habíamos divertido juntos, que le había gustado estar aquí… o al menos eso parecía… Yo… hice lo posible por animarla… ¿Qué cosa le había lastimado tanto para reflejarme su corazón roto en la mirada a cada instante?
Las dudas, el miedo, la desazón, la ansiedad… Definitivamente no eran los mejores sentimientos del mundo.
Era medio día cuando escuche un auto estacionarse cerca del local. Salí impaciente y anhelante de que fuera ella…
La maraña roja de Karin salió de su auto y me miro inquisitiva. Supongo que después de nuestra discusión no se esperaba que saliera con una sonrisa radiante a recibirla.
Hizo un gesto con los ojos y entró al local. No la seguí adentro. No me sentía con ganas de conversar con ella, y menos de ir por temas sinuosos si es que ella lo intentaba. Que claro, intentaría.
Mire de reojo como Temari aun esclavizaba a mis amigos en la cafetería. Quise alejarme caminando hacia el mar, sentir la arena. Pero algo me impedía alejarme de ese sitio. Si ella llegaba seguro me buscaría aquí… Camine de un lado a otro más impaciente que antes hasta que la voz estridente de mi hermana me detuvo.
—¡Eh! Ayúdame a acomodar esto…
Hasta ese momento, la desilusión me permitió ver que Karin iba con muchas cosas encima y que apenas podía ella sola. Levante varios objetos de los que se le cayeron, los acomode en mis brazos y empecé el recorrido por el local para acomodarlos.
Regresaba por otra pila y la acomodaba y reacomodaba mirando continuamente hacia afuera deseando mirar su rostro. Cuando un destello azulado me llamo desde el exterior. Todo mi cuerpo giro, y mi pulso se perdió por unos instantes, para retomar los latidos no dados con creces.
Ahí estaba ella.
Había venido.
