CAPITULO 18
.
.
«Actualmente, el 90% de los trasplantes de corazón son aceptados por el paciente. Se puede realizar una vida normal simplemente siguiendo hábitos de vida saludables y controlando muy bien sus factores de riesgo. Desde la Federación del País del Fuego del Corazón recuerdan a las personas trasplantadas que "una actitud cardiosaludable les permitirá llevar una vida normal; por ello, deben seguir una dieta sana, realizar actividad física regular, seguir estrictamente los horarios en la toma de su medicación, evitar hábitos tóxicos como el tabaquismo y protegerse de la exposición directa al sol".»
.
Así versaba uno de los muchos folletos que Karin, —sin importan cuantas veces nos encontráramos en esa misma sala de espera— leía una y otra vez, como si en esta ocasión pudiera atrapar algo más que fuera de ayuda.
Intente apartar mi vista de los folletos, no entendía porque aún mi vista se perdía entre las muchas palabras que en todas las ocasiones, me parecieron vacías.
Quería iniciar de nuevo, sin embargo, en el hospital más que en cualquier otro lado, era extremadamente consiente de que esto, no pararía jamás…
A penas deje a Hinata en su automóvil y ya tenía a Karin encima mío, fulminándome con la mirada. Llegaba tarde y eso fuera de tenerla molesta, la tenía inquieta… casi neurótica.
Hinata se fue tan pronto como la vio llamándome. Casi era como si me hubiera leído la mete. "Corre" pensé, y ni siquiera nos despedimos de manera apropiada.
Cuando baje de la combi y subí al auto de Karin, ella pareció satisfecha al menos con el hecho de que venía seco. No podía disimular su consuelo de que al menos, parecía que no había podido usar el kayak de papá. No dije nada, la conocía, era mejor dejar que la calma se propagara.
Al cruzar el umbral del hospital, se me encogió el corazón, ni para él ni para mí era el lugar más grato del mundo, supongo.
Karin hizo chocar su hombro suavemente contra el mío y me sonrió jugando. Le sonreí sin ganas, y ella volvió al ataque con otro choque. Iba a respirar profundamente, para absorber los ánimos que mi hermana me brinda, cuando me acordé que estaba ya dentro del hospital y que respirar con profundidad ahí, no era buena idea.
Nos sentamos en las sillas frías esperando que mi llamado llegara, con ella releyendo esos folletos, y… ¿para que ocultarlo?, yo también lo hacía.
—El rechazo del órgano trasplantado es difícil de diagnosticar al no presentar síntomas. —Dijo Karin, de pronto, como si yo no estuviera ahí escuchándola o tal vez, como si con ese comentario pudiera despertarme.
—Lo sé. —Respondí a secas.
No sabía si su intención era lograr que aceptara aquello, o si había sido un desliz con el que entre líneas me decía "¿ves, como tengo razón?". Finalmente no era algo que importara mucho.
En mi cabeza solo rodaba una y otra vez la palabra «interminable».
Al principio no lo pensé, pero lo entendí con el tiempo, y entre muchas platicas que recibí al ser un "trasplantado de corazón". Los primeros meses tras la intervención fueron duros ya que tuve que recuperarme mientras me sometía a biopsias muy frecuentes y pruebas constantes, afrontando además los largos desplazamientos desde mi casa. O al menos eso me parecían a mí.
Poco a poco fui recuperándome y volví a hacer las cosas que amo y que me vetaron durante mucho tiempo. Sin embargo, mi principal error, fue creer —ilusamente—, que pararía… que todo terminaría con el trasplante.
Las visitas en la sala de urgencia si pararon, sin embargo ahora tenían un calendario repleto de fechas y lugares, y mi reloj saturado de horas marcadas y medicamentos… aunado al hecho de que para la gente del rededor, mi familia, mis amigos, mis vecinos, los doctores, las enfermeras… yo era de cristal. De milagro no estaba encerrado en una burbuja como un hámster.
Las visitas de seguimiento, fueron bajando de frecuencia, pero no en porción. Mi menú seguía incluyendo pinchazos para las diversas pruebas de sangre, radiografías de tórax y biopsias endomiocárdicas…
—Naruto Uzaumaki… —Escuche la voz de un joven médico.
Me puse de pie y Karin lo hizo conmigo apretando mi mano mientras me acompañaba.
—Hola Naruto, mi nombre es Kabuto Yakushi…
—¿No se encuentra la Doctora Senju? —Interrumpí, sintiéndome más agresivo de lo normal, y sintiéndome culpable inmediatamente cuando mitre de soslayo como mi hermana se pasaba las manos por el cabello una y otra vez. Al menos alguien ganaba con todas estas visitas.
—Claro que sí, yo solo los acompañare hasta llegar con ella.
Karin un poco sonrojada, se escondió detrás de mí. Fue un momento grato antes de llegar a mi suplicio… ok… demasiado. Retiro "suplicio" y lo cambio por…
—Por aquí por favor, jóvenes Uzumaki. —No paso desapercibido el guiño que le dio a mi hermana, y si no hubiera sido presa del rechazo de estar próximo a una sala llena de agujas y demás equipo de tortura, seguro habría reído de su silueta roja, en la que no se podía distinguir, su cabello de su piel.
…
