CAPITULO 20

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Mire a todos lados al salir de mi habitación. No había rastros de Karin por ningún lado, y eso en mi experiencia, nunca auguraba nada bueno.

Subí en silencio a la combi y cuando casi la prendía…

Mi corazón casi se salió de mi pecho. Karin, mi hermana estaba ahí, en el asiento del copiloto mirándome con astucia. —¿Qué demonios crees que haces? ¿No ves que me pudiste matar de un susto? —Solté.

Ella hizo una mueca similar a una sonrisa y se encogió de hombros. —Te vas antes de que despierte, en el local, apenas pongo un pide dentro y tú ya estas afuera, regresas demasiado tarde. Solo me quedaba meterme aquí a hurtadillas y esperar a que intentes escapar.

—No estoy escapando. —Le espete.

—¿Seguro? —Me miro por arriba de sus gafas, retándome a contradecirla de nuevo. No pude pensar en algo para decirle cuando ya me había atrapado de nuevo en sus palabras. —Da igual, —dijo con calma. —De cualquier modo, lamento recordarte que hoy no puedes salir.

—¿Disculpa? Es este otro de tus ataques de pánico porque Hinata pueda resultar perjudicial para mi salud? —Explote. —¿Por qué rayos no me dejas vivir mi vida?

Me percate de mi error, apenas termine de hablar. Exhale con fuerza, intentando parafrasear las palabras que fácilmente podían volverse contra mí.

Ella suspiro apretando los labios. Limitándose. Evitando decir algo más. —En esta ocasión no son paranoias. Revisa tu calendario, tienes asuntos pendientes hoy. —Y terminando de hablar, me dejo solo en el asiento del piloto.

Baje abatido de la camioneta y camine con demasiada calma hasta mi habitación. Ubique el pequeño calendario junto a mi mesa de noche y lo que vi me lleno de apatía.

Jamás quise ser parte de ese grupo destinado a «ayudar a los implantados a seguir con su vida».

Escuché a Karin haciendo ruido en la cocina, y evalué todas las posibilidades que tenía de escapar y salir bien librado… «Escapar», esa palabra rebotó y regresa golpeándome con fuerza.

No estaba escapando… no lo hacía. ¡Claro que no! Y se lo demostraría a esa pequeña bestia pelirroja.

Me senté en el comedor, intentando parecer sereno.

—¡Anímate! —Soltó de pronto Karin, con una actitud completamente diferente a la que tenía cuando me asalto en la combi. —Mañana es el aniversario de la Segunda Guerra Mundial Shinobi, y estarás aquí para ver el espectáculo.

Conecte mi mirada con la de ella. ¡Era cierto! Y ese podía sin duda, ser el gran plan que podría llevar a cabo con Hinata.

Empecé a comer con demasiado entusiasmo, sin embargo Karin, se sintió feliz, de haber conseguido cambiar mi semblante. Mi hermana. Era imposible permanecer molesto con ella.

Cuando terminamos de desayunar, tuve —con el mismo ánimo—, que arreglarme para ir al Programa de Servicios para las Familias de los Donadores del Fuego. Pero antes de salir, y mientras Karin aporreaba el claxon de su auto, tome la decisión, de que si no podría ver hoy a Hinata, al menos podía escuchar su voz un momento.

Marque su número con aparente calma, pero con el corazón tan acelerado, como si hubiera corrido un maratón. Sin embargo, ella no respondió y termine siendo relegado al buzón de voz.

Antes de que Karin subiera por mí y me llevara de las orejas, acepte que debía conformarme con dejarle un mensaje. Esperando que ella, tal vez, pudiera responderme después.

—Hey, buenos días. Probablemente ya estás levantada y corriendo por las colinas con tu hermana. Sé que tal vez íbamos a manejar por la costa pero yo…, hum, olvide que tengo que ir al note todo el día. —Mentí. —Es por algo de la tienda. —volví a mentir. —Así que lo reservaremos para otra ocasión. La buena noticia es que regreso mañana por la noche, y definitivamente debes venir para ver los fuegos artificiales, si puedes…, si quieres. —Hice una pausa para inhalar hondo. — Yo quiero que vengas. —Me pause de nuevo y me reí de mí y mi atolondrada mente que no podía formular ideas generales buenas para mantener su atención en mí y lograr que quisiera venir a verme por la noche. —De todas formas, llámame cuando puedas, y que tengas un buen día, ¿de acuerdo? Espero verte mañana por la noche.

Baje al encuentro de Karin, y la encontré con una mano en el pomo de la puerta. Demasiado cerca, pensé.

Karin siempre tuvo un gusto esquicito par la música y las bandas de rock que podían animar a cualquier enclenque en el hospital —yo—, pero en esta ocasión su música no me ayudó mucho que digamos.

Sabía a lo que me enfrentaría, apenas pusiera un pie dentro de ese Centro, sabía que no había avanzado en nada, que no podía superar el miedo que me daba responder a esa carta y que el peso de la muerte de un chico y el dolor de su familia aún estaba sobre mis hombros.

Sin embargo resistí, y escuche a todos los presentes, sin evitar preguntarme si dentro de alguna de esas personas vivía una parte de ese chico del que tenía su corazón.

Un señor hablaba del cómo había perdido dos meses en el hospital por un trasplante de riñón, del cómo se había perdido de cosas que le gustaban. Espere con calma a que dijera "Valió la pena", pero no lo dijo. Al final la gente se reía, porque creo yo, el señor decía esas cosas jugando. Quien sabe, la verdad es que yo no le entendí.

Solo paso por mi mente el hecho de que había sido un regalo de vida, que el señor que estaba ahí en frente se mostraba feliz y visiblemente mejor. "¡tú también lo estas!" me dije.

Tú también lo estas…

El atardecer coloreo el territorio que me rodeaba, desprovisto de mar, pero lleno de árboles. No sabía dónde estaba Karin, y en parte lo agradecía porque no tenía mucha cabeza para responderle a su pregunta habitual "¿Cómo te fue?"

Hinata, se había ido triste y llorosa la noche anterior, y hoy no me había regresado la llamada. No tenía ni siquiera un mensaje que en el que me dijera un "ok", y por más que yo quería estar tranquilo, la verdad es que me llenaba de miedo.

Su actitud, era algo que ya conocía, y de no haber sabido que ella no conocía mi situación de salud, le habría atribuido sus acciones a eso. Pues en una ocasión ya habia sucedió.

Sin embargo, esa vez, no me había parecido tan terrible. Claro que dolió, pero también era algo que entendía, que de cierta manera, justificaba…

Mi estómago se apretó, cuando el celular sonó desde la mesita de noche.

No era un tono de alarma para recordar medicamentos, no era un tono de mensaje, y estaba seguro de que no era Karin.

Corrí para responder.

—Hola. —Salude alegre, sin disimular en lo más mínimo el gusto del que estaba siendo invadido por escuchar su voz.

—Hola, —dijo, con voz suave, y repentinamente fui consciente de que ella también sonreía. —Escuche tu mensaje un poco tarde. Salí un rato con mi papá.

—Eso está muy bien, ¿hoy no corriste?

—Sí, esa era la intención, pero Hanabi, está un poco atareada, porque necesita un portafolio para aplicar en una escuela de arte y… —Se interrumpió con una risita. —El asunto es que solo salí con mi papá. ¿Tu como estas? No quería molestarte, pero en tu mensaje decías que…

—Que me llamaras, sí. —Complete. —No, no estoy ocupado. De hecho ya termine todo lo que debía hacer, pero aun no vuelvo a casa.

—Entonces… —Volvió a decir ella. —Con lo de mañana…

—¿Si?

—A… ¿a qué hora de… debería llegar?

Sonreí y golpee con un puño al aire. —Eh, yo… —Me aclare la garganta, mi sonrisa era tan grande que no me permitía hablar. —A las 8 30 ¿podría ser? Yo llegare un poco antes a mi casa, ¿podría ser que llegues a mi casa? —Esperaba que dijera que sí, ya que yo solo tenía esa alternativa para poder alistar todo y que no se nos hiciera tarde para llegar al mar.

—Hum ¿tu casa?... —Se escuchó como si se lo preguntara a sí misma, por eso no respondí. —Va… vale. —Tartamudeo su respuesta. —Por mi está bien.

—Genial, te pasaré la dirección, ¿tienes donde anotar?

Espere a que consiguiera papel y le recite mi dirección y un par de indicaciones más.

Fue la llamada más corta de toda mi vida. Incluso con Karin subió para preguntarme si quería ir a cenar, No podía creer que hubieran pasado dos horas. Sentía que apenas había respondido el teléfono.