CAPITULO 23

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Los labios de Hinata se sintieron suaves sobre los míos, fríos y con un ligero sabor a sal que no opacaba ni en lo más mínimo la dulzura que emanaban. Nos besamos tan intensamente que ni siquiera me percate, en que momento terminaron los fuegos artificiales que explotaban sobre nosotros.

Cuando nos separamos, no pude evitar mirarla más bella y sentirme por mi parte más radiante, feliz, y completo. Había sucedido. Nos habíamos besado de verdad.

De regreso, en la oscuridad, mi cuerpo no tocaba la superficie del kayak, sentía que flotaba y que podía estar en ese estado de éxtasis eternamente. A mitad del camino, me di cuenta de que las palabras escaseaban, y una pequeña inquietud se empezó a albergar en mi pecho. Hinata no me miraba, ni me decía nada. Cuando llegamos a la orilla, esa intranquilidad me fue confirmada. Mire su silueta tensa, nerviosa… Con miedo otra vez. Le intente sonreír, cuando me miro de soslayo. Hice un recuento mental de todo lo que hice, de las razones por las que pude haberla incomodado. ¿Qué sucedía?

Sabía que la había besado con pasión desmedida y tal vez con mucha fuerza, pero había sido cuidadoso, suave, esperando que ella respondiera antes de avanzar más.

Me ayudo a cargar el kayak y a subirlo a la combi. Tome mi mochila y le entregue una toalla seca. —Aquí tienes. Yo voy a…, dejaré que te cambies.

—Gracias. —Respondió, mientras yo me dirigía al otro lado de la combi, para darle espacio y para cambiarme también.

Me quite la playera de neopreno y busque dentro en mi asiento una nueva camisa, de igual manera hice con el pantalón corto. Subí a la combi y espere paciente a que ella hiciera lo mismo. No pude evitar notar que tardaba más de lo usual. Por el espejo lateral pude ver como ya estaba vestida y envolvía una y otra vez su traje de baño dentro de la toalla.

Cuando subió, mire su semblante sonrojado por el frio de la noche. Inmediatamente encendí la calefacción.

—Lo siento…, debí poner la calefacción antes. Se ve que tienes frio.

Ella asintió con la cabeza sin mirarme, uniendo sus manos y llevándolas a su boca para exhalar en ellas su aliento cálido. Aliento, que hace tan solo unos minutos había sentido acariciar mi piel antes de tocar sus labios.

Cuando cerró la puerta escuche como el "tic tac" del reloj empezó a correr. Tenía que hacer algo, debía decir algo…

—¿Quieres ir a visitar spas?

—Naruto, hay algo…

Hablamos al mismo tiempo, nuestras palabras se superpusieron interceptándose entre sí. Eso me hizo reír, tal vez ella quería hacer algo al respecto también, tal vez no quería escapar de esto, tal vez yo lo estaba exagerando todo.

—Lo siento, tú primero. —Dije.

—Yo… —Se interrumpió y me miro nerviosa. Sonreí para darle confianza. —¿Ir a dónde?

—A conocer spas. El Daimyō Inn tiene uno bueno en el techo, y conozco el código. Podríamos entrar por un rato y calentarnos. —Dije esperanzado, saturando mi cabeza de todos esos «tal vez» de nuevo.

—No puedo. —Respondió demasiado rápido. Tal vez todo era cosa de mi imaginación otra vez… —Yo… tengo que ir a casa.

Tomo el cinturón de seguridad y lo abrocho como si con eso pudiera dar por terminado el tema. Como una decisión final.

—Entiendo. —Respondí serio. Mirándola confundido, buscando una explicación del como habíamos estado tan cerca y ahora elle estaba tan lejos. Hinata evito mi mirada y no agrego nada más.

La alarma de mi celular sonó, recordándome inoportunamente que debía tomar mis malditos inmunodepresores. La apague con irritación, en ese momento no había espacio en mi cabeza para otra cosa que no fuera lo que sucedía con Hinata. En serio, me volvía loco. Me confundía. En segundos estaba ahí, besándome y riendo, para segundos después, ser ajena a todo. Ajena a mí.

Me aclare la garganta, intentando serenarme. Me enderece en el asiento. —Allá atrás en el agua, eso fue…

Empecé a hablar, y note como su mirada aperlada regresaba a mi curiosa. No quise mirar ese brillo que solo lograba confundirme más. Mire hacia abajo y tamborilee con mis dedos en el volante. Me perdí en esa acción un buen rato. No podía… no tenía palabras para explicar mi frustración.

—Lo siento. Pensé que tú sentías… —Negué con mi cabeza. ¿Qué caso tenía decir nada más? —No importa. —Moví la palanca de velocidades para echar a andar la combi. —Te regresare a tu coche.

Di vuelta al volante y avanzamos lentamente por el camino, para llegar a mi casa y así ella pudiera subir a su automóvil para regresar a la suya.

—Detente —soltó bajito.

Presione el freno y gire en su dirección, intentando ocultar los atisbos de esperanza que surgían una vez más, sabiendo que no lo conseguiría y regañándome mentalmente por no rendirme con ella. Entre nosotros había algo, era evidente.

Mi corazón se aceleró una vez más, contuve la respiración. —Yo sí me sentí así. —Solté todo el aire de golpe al escucharla, todo el peso de mi cuerpo se fue. Consiguiendo solo con sus cinco palabras un alivio absoluto.

—Allá en el agua fue… —hizo una pausa. —Fue la primera vez que me he sentido así desde hace mucho tiempo. Desde… Desde que perdí a alguien que era muy cercano a mí. Alguien a quien amé.

—Lo sé. —Dije, sintiendo un apretón en el corazón. Lo intuía. Y en ese momento no estaba seguro de querer escucharlo.

—¿Lo sabes? —Pregunto confusa y sorprendida.

Sonreí en respuesta y la mire. Hinata Hyuga era una chica sumamente hermosa. Físicamente y como persona. Todo tenía demasiado sentido ahora. No podía soltarse conmigo porque él aún estaba dentro de su corazón. —Lo creía. Te contienes de la manera en que a veces lo hace la gente que ha perdido a alguien. O cuando piensa que lo va a perder. Tuve una novia hace un par de años que se portó así cuando las cosas… —Me interrumpí con un carraspeo, antes de decir; cuando las cosas se complicaron con mi salud y recibí mi sentencia de muerte. —Se contenía así conmigo. De la manera en que tú lo haces.

—Lo siento. Debí decírtelo antes, pero he estado… —Su voz se quebró un poco, y las lágrimas empezaron a acumularse en sus pequeñas lunitas, empujando por salir.

—No lo sientas. —Dije, cuando me fue imposible resistir el dolor de sus ojos. Me acerque a ella y bese su frente, deseando poder quitar el sufrimiento de su vida, poder saldar el daño que habitaba en su corazón.

Cerró los ojos al sentir mi contacto. Mis labios besaron de nuevo su frente, sus sienes, e hicieron un camino hacia su mejilla, para terminar ahí, a un suspiro de sus labios otra vez. —Tú me dijiste, que no lo sintiera por algo que no puedo controlar. —Susurre provocando que nuestros labios se rozaran.

Sin aviso, sus labios se hundieron en los míos con mucha fuerza. Cómo si mis palabras hubieran abierto la cerradura que impedía que se dejara ir. Hice un esfuerzo y me separe, solo un poco, lo suficiente para mirarla a los ojos. Sus perlitas brillantes me decían todo lo que ella no hacía. —Por favor —susurre de nuevo. —No lo sientas por nada. Especialmente por esto. —Dije, para volverla a besar.