CAPITULO 24
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No fuimos a spas, no fuimos a ningún lado en un buen rato después de eso. Tampoco hablamos. Solo estuvimos juntos arriba de la combi, envueltos en un abrazo necesario, compartiendo el peso de quienes ya no estaban en el mundo, y nos habían dejado su corazón.
Ella no dijo nada más de él. Aunque yo tampoco estaba seguro de querer saber algo más. Pero de lo que si estaba seguro era que… debió haber sido un buen tipo, porque Hinata aun albergaba sentimientos por él.
Con esas conjeturas en mente, tuve suficiente. No necesitaba nada más.
Conocer el dolor que había padecido, tener conciencia de que mis sospechas eran certeras, me llenaba de una solución absoluta. No podía decirle lo que sucedía conmigo. Lo que sucedió. Necesitaba que se sintiera segura a mi lado. Yo podía cuidarla. Yo iba a estar aquí. No iba a ir a ningún lado.
La recompensa de la noche había sido el conocimiento de sus sentimientos por mí. Y yo no podía sentirme más afortunado.
Ella quería estar conmigo. Pero la entendí, entendí su sentir. Por un lado estar conmigo la hacía feliz, pero al mismo tiempo sentía que estaba defraudando a ese muchacho. No tenía como remediar esa situación. De hecho no quería. Porque Hinata me había demostrado su nobleza de carácter, su buen corazón, su pureza de alma. Todo lo que me había enseñado de sí misma, todo lo que me proyectaban sus ojos o salía por sus labios, me encantaba. No podía, ni quería que cambiara absolutamente nada de ella.
Llegamos a casa y nos despedimos en silencio. Ella sonrió tímidamente antes de subir a su auto, y como era costumbre, contemple su trayecto en la carretera hasta que la perdí de vista.
Cuando toque mi cama quise caer rendido, sin embargo el sueño no llego. Pase gran parte de la noche mirando el techo. Pensando… hablando solo. Pidiendo a ese desconocido que… Prometiéndole que yo la iba a cuidar.
Un sentimiento agridulce invadió mi habitación. Hice un recuento desde el día uno. Cuando la vi corriendo en dirección a su auto, la mirada dudosa y luminosa con la que me recibió en su casa, sus rostro carmesí cuando vino con un plato lleno de brawnies. La manera tan bonita en la que sonrió por primera vez en mi dirección, sus ideas y su fuerza para lograr montar una ola. Casi parecía que bailaba arriba de la tabla. Su mirada expectante, su pequeña nariz, sus labios…
Sus labios…
No supe en que momento quede dormido, aun con la sensación mágica del movimiento de su boca. La dulzura y ternura de su mirada.
Cuando desperté, la dicha y la frustración aun peleaban por gobernar mi pecho. Un suspiro se me escapo. Solo tenía intentar no retroceder. Entenderla. Dejarle claro que yo esperaría lo que fuera necesario.
Estaba aquí, para estar con ella, para ella.
Me di una ducha rápida y me vestí para continuar con mis movimientos habituales.
Llegue a la playa y fui incapaz de hacer surf. Me perdí un buen rato contemplando el amanecer a la distancia. Preguntándome como estaba ella. Si ya habría despertado, si tal vez se encontraba corriendo por las colinas, cerca de su casa. Ideando un plan para conseguir estar a su lado ese día.
Regrese a la tienda, me cambie y me perdí contemplando la entrada. Imaginando que Hinata llegaba, por su propio pie a verme.
Tome mi celular, decidido a marcarle, pero me detuve. Aún era muy temprano. Debía darle espacio, me repetí, que no la iba a presionar, iría a su paso. La esperaría el tiempo que fuera necesario.
Los clientes empezaron a llegar. De pronto la mañana se volvió caótica. No solo llegaron personas a rentar equipo de kayak, querían también bucear y otros cuantos pidieron la sesión de guía.
En ningún momento olvide verificar mi celular para comprobar todas las llamadas perdidas que no había.
Cuando Karin llego las cosas estaban más tranquilas. Organizo unas cuantas cosas y permanecimos en nuestros mundos un buen rato.
Para cuando supe, que no podía resistir más sin escuchar su voz, camine de regreso a la pequeña oficina, para tomar mi celular y aprovechar que Karin había llegado algo temprano para irme antes. Sin embargo nada resulto como debía de ser.
…
