CAPITULO 26
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Antes de poder asimilarlo, me encontré corriendo en su dirección.
—¿Hinata? —Dije al mismo tiempo que mi mano caía sobre su hombro. Deteniéndola. —¿Qué estás…? —haciendo aquí.
Me corte antes de terminar de formular esa pregunta. No la quería ahí. No ahora. Pero ahí estaba ya. Aunque dándome la espalda. —Hola. —Hable otra vez. Intentando que girara su rostro, y así poder mirar sus ojos. Saber que pasaría…
Giró poco a poco hasta quedar frente a mí. Nos miramos a los ojos directamente una eternidad. Buscando en las profundidades las palabras correctas, tal vez. Algo, que detuviera la tormenta que se estaba gestando alrededor nuestro. Buscando una escapatoria.
Ella desvió la mirada un instante para dirigirla a la puerta por la que yo acababa de salir, seguramente buscando a Karin. Fue evidente que la conversación había sido escuchada por ella.
—Lo siento. Debí llamar primero. Yo…
Su vocecita temblorosa salió justo cuando mi hermana cruzaba el umbral. Todo lo hablado aun giraba en mi cabeza en ese momento. Y aunque Karin no era precisamente la responsable o culpable de todo lo que sentía. Si era la mensajera, y tenerla ahí alado de Hinata… —No, me da gusto que hayas venido. Es solo…
Puse ambos brazos arriba de cada uno de sus hombros. Concentrándome solo y únicamente en ella. Y la magia llego, otra vez.
Ese sentimiento cálido y en paz. La fuerza de su compañía… —Espera. Ven conmigo. —Dije en una especie de susurro ronco, con el que intentaba disimular, lo mucho que necesitaba escapar de ahí. Lo mucho que necesitaba estar con ella, y dejar todo lo que me carcomía atrás.
Con Hinata, todo era nuevo. Limpio. Único. Un inicio mejor. Con ella podía ser yo y no solo el chico enfermo.
Con ella no tenía que pensar en el corazón roto de una chica que perdió a quien amaba. Ni en los padres o hermanos… Solo éramos ella y yo y… Yo no necesitaba más…
—¿Adónde? —Pregunto con voz baja. Mirándome de soslayo. Regalándome unos cuantos brillos de sus hermosas perlitas.
—A cualquier lugar. No importa. Por favor, solo… ven conmigo.
No contesto inmediatamente, sin embargo me miro con tanta profundidad, como nunca lo había hecho. Llegando tan dentro de mí, que podía jurar. Veía con calidad, cuando la necesitaba. Sin decir nada, afirmó con la cabeza.
No necesite más. La tome de la mano y la jale.
¿Adónde? A cualquier lugar. A donde fuera. Lejos de ahí.
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