CAPITULO 30
.
.
El golpe duro y seco con el que se cerró la puerta de la combi me hizo darme cuenta de que me encontraba a bordo, justo frente al volante. Mi mano temblorosa, padeció varios minutos hasta que por fin logre poner la llave en el contacto encendiendo el motor.
Maneje de regreso a casa con el corazón acelerado; las luces, los árboles, postes, calles, casas… todo paso desapercibido para mí. El paisaje se llenó de personas sin rostro, mientras en mi cabeza no paraba de rebobinar una y otra vez la cinta de los últimos acontecimientos.
Esto no puede estar sucediendo. Me repetía una y otra vez, convenciéndome de que en cualquier momento podría despertar.
Gire como autómata e ingrese con la combi al garaje de la casa. Era un hecho que Karin estaba ahí y no tenía espacio en mi cabeza para hablar con ella, o para siquiera mirarla. Lo último que necesitaba era aguantar un sermón más de ella. Por lo que respire una y otras… diez veces más con profundidad para serenarme. No lo conseguí.
Finalmente logré caminar hasta mi habitación, entre y cerré la puerta con cuidado. Cuando encendí la luz, una cantidad casi innumerable de botellas con barcos me dieron la bienvenida. Tome la botella más cercana a la puerta, la misma que Hinata había sostenido entre sus manos, el día de la conmemoración de la Guerra Shinobi. El día que nos besamos por primera vez. El día que me sentí pletórico de alegría y confundidos minutos después por sus actitudes.
Actitudes que ahora entendía a la perfección. ¡Me había mentido! ¡Me había utilizado!
¡Yo no era nada para ella, más que el contenedor del corazón de su novio! Sin notarlo mis manos se cerraron con fuerza alrededor del cuello la botella.
Esto no puede estar pasando. Esto no puede estar pasando. Esto no puede estar…
El impacto de cristales resonó en la pared frontal y yo me salí de mi cuerpo, o al menos así lo sentí; vi todo en tercera persona. Yo, había aventado la botella, y nada más arrojar la primera, el resto la acompañaron.
No preste atención a la voz lejana de mí hermana. —¿Naruto? ¿Eres tú?
Tampoco me alteró el que Karin entrara corriendo, gritándome que parara. El chico que aniquilaba sin piedad cada uno de esos barcos que hasta ahora no habían corrido ningún peligro, era yo, pero no sentía que así fuera. Mirar todo desde el exterior me puso en un estado Imperturbable, no liberador. Sin embargo, ver a ese pobre diablo lleno de cólera y tristeza, me hacia desear mantenerme fuera por mucho más tiempo.
Cuando la última botella se estrelló contra el piso, los gritos lejanos de Karin se fueron convirtiendo en susurros cercanos… preocupados… asustados… —¿Qué… tienes?
—¿Naruto?
—Por favor, Naruto, tranquilízate esto es malo para…
—Quiero estar solo —me escuche decir, con una voz ronca y apretada.
Mi hermana me miro, con una serie de emociones tan agudas reflejadas en esos ojos tan parecidos a los de mi madre, que agradecí el hecho de que saliera de la habitación sin decir nada más. Supongo que suficientemente asustada y preocupada como para no alterarme más.
«Olvida que me conociste.»
Tarde me di cuenta de que estaba en mi cuerpo una vez más. El corazón del… novio de Hinata no había dejado su estado frenético y mis pulmones parecían tan pequeños que no podían contener el aire, mismo, que yo intentaba con todas mis fuerzas mantener.
Estuve en el mismo sitio mirando todo ese desastre. El sonido de cristales arrastrándose me dio a entender que Karin estaba de vuelta en mi espacio y que con una escoba intentaba despejar un poco el desorden.
Mis sentidos se intensificaron, cada cristal, cada pedazo de material de todos mis compañeros de penas vagando en el piso se empezaron a incrustar lenta y dolorosamente dentro de mí, uniéndose a las partes destrozadas de mi interior que seguían rebobinando una y otra vez la escena con Hinata en el hospital.
Las manecillas del reloj se convirtieron en una alarma intermitente que marcaba las horas como si fueran los latidos de mi propio corazón. Poco a poco pausados, lentos, dolorosos…
Cuando fui consciente de nuevo, la cara de Karin estaba completamente roja de ira y sus puños apretados alrededor de una escoba. Comprendí que debí haberle contado todo lo que sucedió mientras me concentraba en el sonido del reloj.
—Esa muchacha… —susurro con rencor, mientras miraba el piso, ahora con menos pruebas de mi desmesurado comportamiento anterior.
Sus ojos buscaron los míos. La furia brillaba en ellos, pero había algo más… algo tal vez, similar a la lastima.
Negue con la cabeza y aparte mi mirada de la suya, no tenia nada más para agregar. Aspire con fuerza, pero el oxígeno no llego a mis pulmones. Quise hablar, pero no pude tampoco.
La mueca de Karin se transformó en horror, —¿Naruto? — y su voz se tornó distante, como si estuviera a kilómetros de distancia y no a centímetros de mí. —¡Naruto!
.
.
.
