CAPITULO 31

.

.

.

El aullido distante de una ambulancia empezó a hacer eco cada vez con mayor intensidad en mi cabeza, de repente el ruido se detuvo, pero las luces rojas y azules alternadas me provocaron un malestar mayor.

Una confusión de sonidos similares a radios en el fondo y voces entrecortadas acompañaron a un grupo de manos que me rodearon y elevaron.

—¡Llévenselo! ¡Vamos, Vamos! —Dijo una voz grave y agitada, seguido de eso un portazo y después… nada.

.

.

Cuando desperté no necesité muchas pistas para saber en donde me encontraba. Pitidos de monitores, olor a antiséptico…

Si hubiera tenido la fuerza necesaria habría suspirado con pesar, ni siquiera pude echar un vistaso a mi alrededor, en realidad tampoco tenía muchas ganas de hacerlo.

Escuché la puerta de la habitación abrirse, pero me resistí a abrir los ojos, más aún cuando escuché la voz dura de la doctora Senju, —Esta estable pero no fuera de peligro.

El agradecimiento de Karin más similar a un sollozo me calo hasta el alma.

La doctora Tsunade, debió haberse conmovido también, pues después de una pausa, dijo en un tono más suave; —Tiene que estar bajo fuertes dosis de medicamentos contra el rechazo y… también estará internado hasta que sus biopsias salgan limpias, pero puedes estar tranquila Karin.

Mi cuerpo se redujo en su tamaño, o al menos eso me hubiera gustado hacer. Volverme tan pequeño que no fuera visible en la cama. Tantas advertencias ¿para qué? Después de acusar de paranoica a mi hermana resulto que, por mi irresponsabilidad, entre en rechazo agudo después de todo.

La culpa entró por el aire en mi siguiente inhalación. Mi corazón y mis pulmones la llevaron a cada parte de mi cuerpo inerte. No me atreví a abrir los ojos, sabiendo que mi hermana continuaba ahí, no podía mirarla después de saber que había tirado todo su esfuerzo por la borda.

Quise pasar el resto del día alejando del mundo, estaba tan cansado y me sentía, para ser sincero; pésimo, por lo que no me costo mucho trabajo perderme en la inconciencia del sueño un largo rato, cosa que conseguí a medias, gracias a la presencia de unos ojitos perla empañados en lágrimas acusantes que me asecharon todo ese rato.

Cuando desperté, seguía molido. Al abrir los ojos, una cara sonriente me recibió, parecía que dosificaba mis medicamentos en el suero cuando mi mirada se encontró con la azul de ella.

—¡Oh! Naruto, por fin despertaste. —Ino, una de las tantas enfermeras que me conocían gracias a mi estado. Se acerco a mi sonriendo aun y con un guiño, volvió a hablar; —Karin va a estar muy contenta cuando te vea, preocupaste mucho a la pobre. —Me reprocho.

Quise sonreírle de vuelta, pero no tenia ni las fuerzas ni la disposición para hacerlo, a pesar de que apreciaba a Ino, pues siempre se había portado muy bien conmigo.

Sonrió una vez más, esta vez comprensiva, Se acerco a una mesa y sirvió un poco de agua para mí, de la cual tome un pequeño sorbo agradecido con su ayuda.

—Bueno, será mejor que avise que estás despierto. —Dijo, mientras se alejaba en dirección a la puerta.

Hice esfuerzo para sentarme y claro está, también para armarme de valor, aunque no me dio tiempo de hacerlo. Más pronto que tarde Karin entro corriendo por la puerta y me rodeo con sus brazos.

—¡Pequeño subnormal! —dijo entre sollozos.

Le regresé el abrazo lo mejor que pude. —Yo… lo siento. —Susurre.

—Eso no importa —dijo, separándome un poco de ella para mirarme. Por sus mejillas corrían lagrimas de alivio. —Ya no importa ¿okey? ¡Vas a estar bien!... Todo, va a estar bien.

La Doctora Senju, permitió que mi hermana me abrazara a su antojo antes de participar con preguntas de rutina, me reviso los ojos e hizo chequeos de mi audición. Su mirada escrutadora me mantuvo serio. Creo que lo mejor que se podría decir de todo esto era que me encontraba en verdad apenado con la situación. Había defraudado a todo el mundo y el sonido constante de los monitores me lo recriminaban sin miramientos.

Cuando nos quedamos solos, Karin empezó a llorar de nuevo, aunque intentaba no hacerlo, no podía, las lágrimas corrían por sus mejillas antes de que ella pudiera ocultarlas, e inmediatamente sonreía y negaba con la cabeza, restándoles importancia.

Los ojos me pesaban, pero no quería dejarla sola, y dormir, pues, aunque su mirada lucia aliviada, su postura general me proyectaba tanto miedo e inseguridad que tenia que esforzarme en serio para no soltarme a llorar con ella.

Karin se retiro gracias a la insistencia de la doctora Shizune, para ir a comer. Por lo que, en medio de la soledad, un pequeño dolor en el pecho me hizo traer al presente algo que había intento con todas mis fuerzas mantener lejos de mi conciencia.

Hinata.

¿Sabría ella que me encontraba en el hospital?

¿Existía alguna posibilidad de que Karin la hubiera llamado?

Negue para mí mismo. Después de lo que le había dicho, después de cómo me había portado con ella, era prácticamente un hecho que no se volvería a acercar a mí.

Cerré los ojos cuando sentí esa salinidad que no tenia nada que ver con la que adoraba proveniente del mar. El nudo en la garganta, no me permitió decirlo en voz alta, pero lo sabía; lo había arruinado…

Sin darme cuenta me quede dormido una vez más. En esta ocasión en mis sueños apareció una Hinata muy hermosa, que corría y sonreía con amor a un sujeto. No podía ver el rostro de él, pero sabía que su corazón latía con intensidad por esa niña pelinegra, casi literalmente lo sentía.

Cuando desperté, mis ojos seguían húmedos. Sabía quién era ese chico de la misma manera en la que sabía por qué conocía la intensidad de su amor hacia Hinata, yo tenia su corazón. Y en mi pecho latía con tanta intensidad por ella como estaba seguro, lo hacia antes.

—¡Hey! —Llamo mi hermana en un pequeño susurro, había regresado de comer y ni siquiera la había escuchado entrar.

No podía postergarlo más tiempo, le pregunte por ella. Por mi Hinata.

Karin, simplemente no me respondió, sin embargo, vi el enojo correr por su rostro con rapidez y después de eso ocultar su rencor con voz dulce diciendo: —creo que deberías descansar un rato más ¿sí?

Ya en la noche, la convencí de ir a descansar a la casa, a pesar de que sabía que no lo haría en lo más mínimo, pero podría bañarse y estar lejos de este lugar al menos.

Los pasillos del hospital aun permanecían iluminados, por lo que mi habitación no estaba por completo a oscuras sin embargo ese no era el motivo por el que no podía dormir.

Estaba muy cansado, y en serio tenia sueño, pero a diferencia de ese día por la mañana, que la inconciencia me había ayudado a perderme durante varias horas. La conciencia de todo lo que había sucedido en las ultimas 36 horas me comenzó a cobrar factura cada que mis parpados se cerraban tan solo un poco.

No importaba si mi hermana decía que todo estaba bien, porque yo sabia que no era así. Lo había arruinado todo. Había sido un idiota, un imbécil con honores.

Con mi hermana, con Hinata, con todas las personas que incondicionalmente se preocupaban por mí y definitivamente había sido muy injusto con ese muchacho.

Mi furia, su dolor, mi culpa… mi vergüenza.

Las palabras: regresa, perdóname, empezaron a invadir mi mente alternándose a la visión de unos ojos perla cristalinos y rotos.

Regresa…

Sabía que eso no iba a pasar. ¿Por qué lo haría?

.

.

.