CAPITULO 33

.

.

.

Cuando Karin se fue, lo hizo tranquila. Le pedí traer una pequeña bolsa que estaba oculta en mi habitación. No me pregunto que era, pero sabia que era importante para mí, por lo que prometió traerla por la mañana.

La noche me sirvió para pensar, en todo el tiempo que tuve para arreglar todo lo que se había derivado por mis decisiones, en todas las cosas de las que me arrepiento, todas las cosas que no hice o no dije, todas las cosas que me hubiera gustado cambiar…

Ser una parte primordial en el dolor de Hinata, era para mí… la peor de… todas. Porque no solo era una chica, con el corazón roto, era una chica maravillosa que perdió al joven del que estaba enamorada. Y se había convertido en la chica de la que yo me enamore, la chica a la que sigue amando este corazón.

Me encontré hipnotizado por un monitor parecido a una televisión, en la que la protagonista era una línea constante que recorría la pantalla, saltando con cada latido… Una prueba visual de que su… mi corazón todavía funcionaba.

Los pitidos constantes me adormecieron, hasta que un sonido diferente llamó mi atención despertándome.

Supuse que era Karin, por lo que entreabrí los ojos para saludarla y volverlos a cerrar de inmediato —los medicamentos me mantenían en un estado de letargo constante—.

Sin embargo, cuando note que no era Karin quien se había sentado a mi lado, mis ojos se abrieron de golpe.

—Estás qui. —Dije, solo para constatar que no era un sueño. Mi voz a penas se escuchó; ronca y débil.

—Hola. —Susurró con miedo.

Me aclare la garganta y me impulse para levantarme. Hice una mueca al percatarme de que mi cuerpo no me ayudaría mucho a pasar este momento. Estire mi mamo hacia a ella, pues mi necesidad de saberla real era intensa y abrumadora. Hinata la tomo en un segundo e inmediatamente empezó a hablar atropelladamente.

—Lo siento mucho, por todo esto, por todo, solo quería saber quién eras. Ni si quiera iba a hablar contigo, pero entonces entraste y todo cambio. Y cuando apareciste en mi puerta con esa flor, y me llevaste a navegar, y la cueva, y… Todos los días, me mostraste tanto, y se volvió cada vez más difícil, y no pude… —Hizo una pausa, respiro temblorosamente y sin limpiar las lagrimas que bañaban su rostro continuo. —No pude decírtelo porque nunca esperé enamorarme de ti. Y lo hice, y lo estoy, y sé que fue incorrecto como sucedió y que tu podrías no perdonarme, pero yo…

No lo resistí más. No podía continuar escuchando el dolor con el que me hablaba, la desesperación y el miedo. No podía dejar que continuara con ese torrente de explicaciones que yo no necesitaba más.

—Hinata, detente. —Mi voz rasposa le dio un tono que no tenia nada que ver con mi intención, lo supe cuando ella soltó mi mano y retrocedió un paso más lejos de mi completamente pálida.

Mire el espacio que se había creado entre nosotros fijamente, sentía su miedo, yo también lo tenía, pero debía enfrentarlo, igual que ella, por lo que después de un tiempo que pareció eterno, me arme de valor y levante la cara para mirar sus bonitos ojos perla, que me habían conquistado desde el primer segundo en que los vi.

—Yo no… —Me detuve, no encontraba las palabras para expresar lo que sentía. —Nada de eso me importa. —Dije, después de un respiro profundo, enojado conmigo, porque sabia que esas palabras tampoco ayudaban si no terminaba pronto de hablar.

Aparte la vista de Hinata cuando un sollozo en forma de susurro salió de su boca, como si con esas palabras dictaminara el fin de todo, por lo que rápidamente agregue: —No como tu crees. Al principio si, cuando me lo dijiste: no supe como manejarlo, así que no lo hice. Solo reaccione así, porque odiaba que tu fueras la que había escrito esa carta.

Con arrepentimiento regrese mi vista a ella. —Pero he estado en esta cama durante los últimos tres días y en lo único que he pensado es que odio todavía más que yo fuera quien no te respondió.

—¿Qué? —Se acerco el paso que se había alejado. —Eso ya no importa, eso fue…

—Si importa. Por que yo si te respondí.

—No te entiendo. —Respondió confundida. En ese momento note lo que había detrás de ella, en la mesa cercana a mi cama, había flores y pancartas, posiblemente de mis amigos, que como en otras tantas ocasiones pasaban a dejar sus buenos decesos a la tienda de la playa. Cerca de la puerta estaba la bolsa que le había pedido a mi hermana que trajera. Había llegado el momento…

—Te respondí, muchas veces.

—¿Qué…?

Me impulse de nueva cuenta, para sentarme mejor, y le señale la bolsa de la puerta. —¿Me pasas eso?

Lo hizo, con esfuerzo busque dentro de ella hasta sacar un hato de cartas unidas con una liga.

—Son para ti. —Dije, entregándoselas.

Miro la pila de cartas aun en mi mano, docenas de ellas unidas, selladas y nunca enviadas, sin poder decir nada al respecto.

—Ni siquiera podía hacerlo bien, no como quería o como te merecías. Nada de lo que dijera iba a compararse con la manera en que me sentía. Sentía que no lo merecía, como si fuera incorrecto que alguien más tuviera que morir para que yo viviera. —Encogiéndome de hombros, agregue: —No sabia como dar las gracias por darme vida a alguien que perdió a una persona que amaba. No podía, así que no lo hice. Igual que tú.

Hinata permanecía inmóvil, mirando las misivas aun en mi mano. —Estas cartas son tuyas, tanto como lo era esa otra. —Dije, tendiendo el parque de nuevo en su dirección.

Cuando las tomó, fue como desprender un gran peso de mi corazón.

Ella se sentó a lado de mi en silencio, bajo la tenue luz de mi cuarto de hospital, con nuestros secretos y cicatrices alrededor. Por un momento desee regresar a ese lugar mágico donde estábamos juntos, libres de nuestro pasado. Pero sabía que no podíamos. En realidad, nunca estuvimos libres de él. Aunque los dos nos esforzamos y aunque los dos queríamos que fuera de otra manera, estábamos hechos de nuestro pasado, nuestros dolores, nuestras alegrías y perdidas. Es la fibra básica de los seres y esta escrita en nuestros corazones, lo único que podíamos hacer ahora era escuchar lo que había en ellos.

Después de un rato, Hinata coloco las cartas sobre la mesa y luego se acercó a mí. Se subió a la cama y descanso a lado mío. Inmediatamente la rodee con mi brazo. Ella acomodo su cabeza sobre mi pecho, justo donde el ritmo constante de mi pequeño inquilino retumbaba y con nosotros tan cerca sentí el reacomodo que estaba surgiendo a nuestro alrededor.

—¿Y que sigue ahora? —Pregunto con voz suave.

—¿Ahora? —Me reí un poco. Podría sonar a broma, pero no estaba muy seguro de que mi corazón resistiera una partida similar a la que habíamos estado viviendo, al menos no en este momento. —Esa es una gran pregunta.

Hinata elevo un poco la vista para verme. Le sonreí en respuesta. —Creo que podemos responder eso mientras avanzamos. Pero justo ahora… —La abrace con toda la fuerza de la que era capaz en ese momento y le bese la frente. —Esto es suficiente. Esto lo es todo.

.

.

.