CAPITULO DOS

Aquella tarde tanto Gracia como el mismo, buscaron durante Horas la camioneta de Altagracia y Saúl sin ningún éxito. Altagracia debió imaginar que el intentaría seguirle, por lo que fue muy astuta al manejar, le perdieron el rastro al llegar a un lavadero de autos, pero Altagracia estaba viva y Saúl determinado a encontrarle.

Así pasaron sus días, semanas, en las que recibía constantes llamadas de su madre solicitándole que regresara a su país, reprochándole que le alejase de su única nieta sin una explicación, incluso recibió por primera vez la desaprobación de la abuela materna de su hija, por someterle a un cambio tan abrupto de cultura a tan corta edad. Como decirles que él no se podía ir, no sin ella, sin saber de sus labios la verdad que sospechaba.

Gracia, a diferencia de otros niños de su edad, Gracia no hacia preguntas, ni se quejaba de querer volver a México, se limitaba al ir y venir del día, a recibir las clases de holandés que le daban los vecinos del edificio donde ya se habían instalado después de un mes en el país. Gracia pasaba su tiempo leyendo los muchos cuentos que traía de la biblioteca pública, lo que generaba paz a Saul y le permitía concentrar su atención en localizar a Altagracia.

Finalmente después de dos meses, uno de sus contactos le indico haberle visto en una zona residencial de la ciudad, después en un centro comercial cercano a la primera pista hasta que así logro triangular su locación, llegando a ella.

Era una noche de fiesta en la casa de los Leenards cuando Saúl le encontró. Había luces, música y mucha comida. La casa era realmente una belleza, tenía su toque por todas partes, colores pasteles y plata como a ella le gustaba, mucha cristalería y elegancia, no había duda que era la doña de aquel lugar que bien podría llamarse mansión. Saúl llego infiltrado entre el staff de cathering, camuflándose posteriormente entre el servicio y mientras todos disfrutaban de la gran fiesta en la primera planta el buscaba en el resto de las dos plantas a la gran ausente de la noche, Fiore Leenards.

La Familia Leenards, por lo que pudo extraer de su investigación, estaba compuesta por siete miembros. Karl Leenards, un empresario reconocido, dueño de una cadena prestigiosa de hoteles, viudo de su primer matrimonio, del cual había tenido tres hijos. Karl Jr, de 21 años, Cornellia Leenards de 18 años y Augustine Leenards de 17 años, Cesar Saúl Duarte de 7 años y Roxanne Fiorella, de 4 años, eran producto del matrimonio con Altagracia. Karl Jr destacaba como estudiante en la facultad de medicina para el área cirugías plásticas. Joven alto de contextura delgada, tez extremadamente bronceada, cabellos rubios y ojos cafés. Cornellia Leenards, recién graduada del bachillerato y quien había sido educada en uno de los más prestigiosos internados de Europa, amante del tenis y debía medir alrededor del metro con ochenta cms, rubia como su hermano pero de piel pálida y ojos azules como el padre. El menor de los tres hermanos era Augustine Leenards, quien por elección propia asistía a un internado militar, aficionado al ejercicio y los video juegos, también como todos sus hermanos era una rubio, de ojos y tez clara, contextura delgada como su hermano mayor aunque no gozaba de su misma estatura, quizás el más bajo de todos, luego Roxanne Leenards, una pequeña risueña, de ojos y cabellos chocolate, contextura menuda y piel color avellana. El tono de su madre, de Altagracia y finalmente Cesar Saúl Duarte, un chico inteligente para su edad, amante de las ciencias y la naturaleza, con tono de piel mucho más oscura que el de sus hermanos, morena sin llegar a ser negra, pero con unos ojos verdes que brillaban como esmeraldas y el cabello negro como la más oscuras de las noches. Hijo de madre soltera, conocida como Fiore Altagracia Duarte Rossi, quien por lo que había investigado tras su desaparición en México, se mudó a Europa donde construyo una nueva vida, haciéndose como hija de padre español y madre italiana, dedicada a inversiones diversas y la crianza de Cesar, hasta hacia seis años, cuando se relacionó con Karl.

Mientras recorría los extensos pasillos de aquella mansión, cuidando de no ser captado completamente por las cámaras de vigilancia, se sorprendía más de la mujer que alguna vez había sido suya. Altagracia por lo que se observaba en los retratos familiares colgados a lado y lado de los pasillos, era una madre dedicada a su hijos y su marido, se le veía en diversos eventos de los chicos siempre sonriendo y con poses alentadoras, una mujer conservadora; Lejos de aquella mujer sexi y atrevida en su vestir, que gustaba despertar la mirada de todos los hombres.

Lo supo desde que sintió su olor a azaleas desde las afueras de la habitación, ese olor a flor y aceites que siempre estaba en su piel, inconfundible. Saúl no tuvo que buscarle más, era ella. Altagracia Leía una entretenida historia de dragones a un par de niños inquietos que luchaban por dormir, Saúl se escabullo en la recamara. Vio a Altagracia leer con calma, mientras Cesar Saul y Roxanne bostezaban cada vez con más frecuencia. Saul le observaba desde lo lejos, admirando la belleza en un ceñido vestido color plata de bordados en azulejos que le llegaba justo hasta debajo de sus glúteos, un profundo escote en su espalda y unos guantes de seda blanca. No había que verle de frente para saber que con aquellos cabellos rubios largos, era toda una diosa.

Cuando ya no hubo más ruido que el del libro al cerrarse, Saúl salió de entre las sombras colocándose justo a su espalda.

- Saul...

Altagracia no tuvo que voltear para reconocerle. Sabía que él estaba allí.

- La ultima que nos vimos, te escapaste - le dijo en susurros al oído, para que solo ella le escuchara- Deja de escapar Altagracia.

Altagracia se tornó hacia él y apoyando sus manos en su pecho le empujo con fuerza dentro del armario. Saúl lograba sentir sus manos temblar, su cuerpo.

- Saúl que haces?

Por primera vez en mucho tiempo, volvía a sentir aquella pasión que quema por dentro, el deseo incontrolable de estar en otra piel, fundirse en otro ser. Saúl no pudo evitar arrinconarle contra la pared, para sentir la suavidad de su piel en sus labios mientras besaba lentamente su cuello, acariciando sus pechos por encima de la tela.

- Saúl Basta! basta ya. - Se separó de el con brusquedad, alejándolo de sí misma. Se arregló con premura- que haces Aquí? Vete de mi casa, Saúl.

- No Altagracia, espera... - Saúl le detuvo antes de salir del armario y nuevamente Altagracia sintió como su voluntad se desvanecía - Tenemos que hablar. De nuestro hijo.

- Nuestro hijo? pero que disparaste estas diciendo... tu y yo nunca tuvimos un hijo.

- Altagracia, ya deja de mentirme, se perfectamente que tengo un hijo. Cesar es mi hijo.

- Yo tengo un hijo! Cesar es mi hijo y de nadie más.

- Ya deja de mentirme, Altagracia. He visto muchas fotos de cuando era niño en el apartamento de mi mama - Saul le abrazo por la cintura con un brazo mientras que reposaba su rostro en su hombro y con suaves movimiento acariciaba el escote de su espalda- Tiene tus ojos...

- Saúl ya vete...

- No. Deja de inventar excusas - su respiración se agito con el beso lento de Saul en el lobulo de su oreja - Yo sé que me amas aun, lo siento en tu cuerpo.

Mientras Saúl le besaba el cuello, Altagracia se perdía en la sensación de electricidad recorriendo su cuerpo. El calor de sus manos cubriendo su piel encendía su alma de nuevo, hacían que su invierno se transformara en verano. Altagracia sentía en contra de su voluntad a su cuerpo vibrar después de cada caricia y se le olvidaba que había llorado.

- Yaa.. basta Saul, vete por favor...

Se separó entonces de sus brazos nuevamente y volteo la mirada hacia él.

- respeta mi decisión...olvida que existo, que me conociste.

-Altagracia...

- Que quieres Saúl? que estemos juntos otra vez, que vivamos una vida, que te abra mi corazón, eso quieres? - Saúl le rodeo la cintura con sus brazos nuevamente otra vez el calor desesperante llego a su interior abrigándola como refugio en tempestad- Mirad a tu alrededor, eso es imposible. Tengo una familia, hijos, un esposo. Soy lo que quiero ser. Que te pasa Saúl? se te olvida que amabas a mi hija? que me mandaste a investigar, soy una asesina. Respeta mi decisión y vete. No te quiero ver.

- Fiore... Mama Fiore? - Le empujo con fuerza detrás de los abrigos y cerro la puerta con rapidez mientras Connie ingresaba a la habitacion - aqui estass. Todos te esperan especialmente papa, que ya no sabe qué hacer para disimular su aburrimiento.

- shhh se acaban de dormir los niños.

- Vamos, que la fiesta no comienza sin la familia completa, sin ti.

- Esta bien, chiquita. Ya voy solo dejame abrigar bien a tus hermanos y bajo.

- ok, no te demores eh.

Saul salió de entre la ropa y le observo atentamente. Altagracia se alteró por su mirada. Era suficiente una mirada suya para que Altagracia perdiera sus defensas.

- Esto se acabó! Vete Saúl, vuelve a tu hija, a tu vida. No vuelvas nunca mas.

Altagracia se marchó de la habitación dejándole vacío. Saul miro nuevamente a su hijo quien dormía plácidamente abrazando a su hermana, Abandonando entonces la recamara con cuidado.

Durante la trayectoria a la salida de la propiedad, Saúl observo como Altagracia se paseaba con elegancia del brazo de su marido, chocando copas y repartiendo sonrisas. Su Dona, ya no lo era tanto.