CAPITULO SIETE
"Ella es caótica e impredecible. Nunca sabes si te va a amar o a odiar,
si va a huir o te va a pedir que no te vayas nunca.
Y es por eso por lo que hay que amarla." Miguel Gane.
Estaba a dos metros detrás de ella. Su Corazón se desprendió, Se deshizo en el momento en que su respiración estuvo tan cerca a la suya. Saúl apretó los brazos a su cintura. Ella tembló de solo sentirlo tan cerca.
Suéltame - le dijo, levantando sus piernas, tratando de liberarse de esos brazos. Quiso gritar pero quién le iba a escuchar, Quien pudiese rescatarle de aquel aparato en movimiento. Eran solo hombre y mujer hacia un mismo destino. Saúl detuvo el ascensor, bloqueando el tablero de indicaciones del aparato, mientras ello corrió extremo opuesto a el- Pero qué es lo que te estas creyendo? Qué ganas con hacer esto?
A ti…- Saul se acercaba y Altagracia intento correr, pero sus manos le agarraron, se vio acorralada entre el espejo y su cuerpo. Volteo su rostro para no verle fijamente- tan solo unos minutos de ti, no puedo dejar de amarte.
No… No te atrevas a tocarme. Respétame Saul, soy una mujer casada y si eso no te basta, soy la abuela de tu hijo.
Aquellas palabras fueron como un balde de agua para su cuerpo. Un toque de realidad para sacarlo de ese cielo donde estaba volando gracias al olor mesclado de rosas y miel de su piel.
No, no te voy a dejar, porque se que tu no quieres que te deje. - Sus labios presionaron los suyos con delicadeza, besaron su comisura, sus manos la estrecharon fuerte contra su cuerpo. Altagracia se debilito ante la fuerza de la corriente que le recorría el cuerpo, un vacío que la mareaba- te necesito, te amo. Somos uno Altagracia.
Las luces del elevador se apagaron, el sonido tenue del ventilador se fue. Altagracia le empujo inútilmente, porque su cuerpo se golpeo contra el suyo y los dos cayeron al suelo en medio de la oscuridad. Saul la aprisiono con una de sus piernas bloqueando la movilidad de las suyas, les dio la vuelta a sus cuerpos hasta quedar encima suyo y le beso.
Su beso fue brutal, posesivo, sus manos recorrían con lentitud por debajo de su camisa. Altagracia estaba hipnotizada por lo que sentía, lo que vivía en sus labios. Sus caricias despertaron en ella sensaciones desconocidas. Su cuerpo, entre calor y frio le hacia temblar bajo su piel. Su corazón empezó a palpitar rápidamente, pero los labios de Saul le devoraban cada vez con más rapidez.
Nuevamente Saul le hacia perder su voluntad, haciéndole sentir débil, incapaz de controlar sus instintos.
Déjame…déjame...suéltamele…- le grito mientras empujaba su pecho con sus manos tratando de huir de el- Yo ya no te quiero, tu fuiste un hombre menos en mi vida, y lo seguirás siendo, tus besos ya no me saben, no eres mas que uno de los tantos desgraciados que me dejaron cicatrices en mi cuerpo. Así que déjame, vete ya. No te quiero más. Ya me mataste una vez. No lo vas a hacer dos veces.
NO. Yo se que tu me quieres tanto como yo, me lo grita tu cuerpo mientras te toco, me lo dicen tus ojos…esos ojos- La mirada de Saul era la de un pequeño animal lastimado, sangrando por una herida que solo ella podía ver, provocada por ella- Te voy a demostrar que sigues viva y me sigues queriendo, MI DOÑA.
Yo no soy tu doña, soy la doña Leenards.
No tu eres mía, fuiste mía y te voy a comprobar que lo sigues siendo, así como yo sueño contigo cada noche, soy solo tuyo.
Saul le dio pequeños besos en su rostro, acaricio sus cabellos, le toco profundamente con su mirada. En el último beso, le quito el aliento cuando sus dedos acariciaron los frágiles labios que escondía su lencería. Altagracia apretó sus piernas cuando uno de sus dedos empezó a estimular su capullo. Cerro sus labios, escondiendo su rostro de Saul.
Mírame…No te escondas Altagracia, jamás huyas de mí. - Saul hizo su mano libre que sus rostros quedaran uno frente al del otro- Relájate…No te lastimare. Permíteme hacer lo que nunca he hecho por ninguna otra mujer.
Saul le observaba morder sus propios labios, su mirada oscura, brillante. Toda ella era para extasiarse. Sus piernas cedieron involuntariamente ante sus deseos. Saul estimulo rápidamente su zona intima con sus dedos, haciéndole gemir tan fuerte hasta escuchar su propio eco en las paredes de aquel lugar. Le beso profundamente cuando el primero de sus dedos ingreso con rapidez en su interior, presionando hasta lo más hondo de su ser. Altagracia aspiro aire profundamente hasta casi asfixiarse, Saul le estaba robando el oxigeno con cada caricia, sentía un éxtasis desconocido.
En medio de cada golpe que sentía cuando bruscamente movía su cabeza de lado y lado al sentir las constantes embestidas de los dedos de Saul al entrar y salir de ella, y cada vez con mas rapidez, pudo ver en su mirada transparente el color de sus mismos ojos dilatados de pasión. El beso firme de Saul le hacía perderse en los recuerdos hermosos de su pasado, de esos que no hablaba pero estaban tatuados en su piel. Sus músculos tensos activos con cada caricia en su cuello, en la piel desnuda entre sus pechos, avivaron a la mujer perdida.
Te amo…- Saul tomo su barbilla, hasta quedar frente a frente compartiendo la mas intima mirada. Moviéndose en su interior con más firmeza cada segundo que trascurría- Amo tu cuerpo, tus labios…esos ojos que…
Ya te lo dije una vez… mis ojoos..m i s labios, jamás han sido de nadie…son solo mios.
Pues me los vas a prestar – Saul logro ingresar casi toda su mano dentro de ella, dejando solo fuera el dedo anular con el que masajeaba el punto exacto a la gloria. Altagracia apretó sus dientes, para no gritar desenfrenadamente tratando de no dejarse dominar por el deseo que sentía- vamos a vivir…andale Altagracia, déjate ir…necesito ver a la mujer, la que solo yo conozco.
Una ola de calor apareció en su estomago y en su sexo algo doloroso palpitaba rápidamente, se sabia cerca, pocos metros de la gloria, no necesitaba verse para saber que estaba casi en la cima del cielo.
Señor, yo no creo que esto sea correcto, si usted quiere yo reactivo el ese aparato casi que inmediatamente.
No…que nadie les interrumpa. Quiero ver qué sucede.
Pero señor…
Es una orden Matamoros!
Saul deslizo la mano por su espalda, estrechándola con fuerza contra su cuerpo mientras temblaba debajo suyo. Altagracia podía sentir su virilidad empinarse bajo sus pantalones y se sorprendió queriendo llegar a ella, pero Saul, con mucha dificultad se lo impidió. En vez, deslizo su mano fuera de sí y le embistió con tal fuerza, que el mundo desapareció ante los ojos de Altagracia, se deslizo en un mar de colores llenando su cuerpo de una exquisita vibración, su piel teñida, su voz gruesa emitiendo sonidos de pasión. Sus labios quemando cada pedazo de carne en su cuerpo, le sostenía elevada encima del mundo. Gimiendo fuertemente, cada que entraba y salía de su cuerpo. La delicia del deseo primitivo que experimentaba le hizo olvidar tanto dolor, Saul logro otra vez sacarle del camino por el cual transitaba y cruzarle al suyo. En cada gemido se descubría viva.
Ahí está…- Karl le observaba delirar en los brazos de otro desde la cámara de control de seguridad del hospital y aunque sus puños se cerraban por celos, en su interior no había mas que felicidad por ver a la verdadera mujer detrás de la doña Leenards- Esa es la verdadera mujer, siempre supe que su cuerpo era un escondite de secretos de pasión. Matamoros, encárgate de borrar cada segundo de estos registros y reactiva la luz, activa el ascensor con destino al último nivel; y ni una palabra de esto a mi mujer.
Si patrón…
Ah ...espero por tu propio bien, que las imágenes sean borradas no solo de los registros de estas cámaras, entendido?
Mucho mejor de lo que usted cree, Altagracia es una amiga, es mi hermana, sería incapaz.
Bien…por eso estas aquí…
Saul le supo atender, cuando repentinamente la luz regreso y el elevador retomo su curso. Altagracia no supo el momento en que Saul la regreso a la compostura, abrochando su pantalón y ajustando su camisa. Solo vio su imagen reflejarse al despertar en los brazos de Saul, sentados en el piso. Su cuerpo estaba tenso del coraje de haber perdido aquella batalla.
Sus hombres abrieron las puertas del aparato inmediatamente detenerse el ascensor. Le miraron consternados ante su imagen desaliñada. Matamoros supo recomponer su reputación atribuyendo su estado al nerviosismo femenino y rescatandole de las miradas inquisitivas de sus escoltas, hizo que dos de sus mejores elementos capturaran a Saul.
Al…Doña ¿va a permitir que me hagan daño?
Suéltenlo…
Pero Doña…
Vladimir obedece…suéltale, el tiene que ir por su hija y yo…
Señora, el señor Karl dice que la niña ha sido localizada y le espera al señor en la oficina del director…
Gracias Gustav.
Altagracia le observo marcharse. Cuando estuvo segura de que no volvería, despacho algunos de sus hombres por el coche y organizo implacablemente su revancha con aquellos de su más entera confianza.
Vladimir, Gustav, Gail, Acke y Edvard …quiero que sigan a ese hombre, cuando este solo quiero que le den una lección a ese CABRONNN…golpéenlo hasta que no le queden ganas de volver a tocarme, si les pregunta algo, díganle que es un recadito de mi marido. Cuando hayan acabado déjenle en la clínica…OJO...cuidado se les va la mano y le matan, porque entonces será a mi, a quien se le ira la mano con su asesino, entendido?
Si patrona!
Matamoros? Llévame con mi marido.
Si, Doña
Altagracia camino apoyándose del brazo de su hombre de confianza, susurrándole las instrucciones a seguir con el caso de Saul. Se encontraba decidida a ponerle punto y final a esa historia. Algo que nunca debió retomar. Esta vez arreglaría las cosas, como Altagracia Sandoval, la única y verdadera Doña.
