Hasta hace unos instantes tu corazón latía completamente fuera de control. Golpeaba tu pecho con tanta fuerza que prácticamente te dolía… pero no podías prestarle atención: toda tu concentración estaba puesta en la partida de Dungeonslaughter. Seamos sinceros… no es más que un videojuego cualquiera, lo juegas para divertirte en tus ratos libres, pero… ¡HAS GANADO! La adrenalina, los nervios, esos dolorosos pálpitos… todo estalla y te ves abrumada por la certeza de que acabas de ganar; rompes a sudar, quieres levantarte pero te tiemblan las piernas. Prácticamente te has mareado… Se te ocurre que si le describieses a alguien todo esto sonaría desagradable, pero no es así. Te sientes bien. ¡Mejor que eso! Estás muy orgullosa, has ganado una competición a la que te apuntaste sólo «por probar»… y… ¡Oh… el premio! Tragas saliva al recordarlo. Es simplemente un sueño. Es…
—¡Aquí tenemos a la ganadora! —dice el presentador mientras levanta tu mano. Tienes que reconocer que la has forzado mientras jugabas y te duele un poco. Ciertamente, lo has dado todo. Escuchas tu nombre entre el estruendo que emiten el público y tu propio pecho—. ¡Ella será la protagonista de la película basada en Dungeonslaughter junto a Hana Song! ¡Dos auténticas gamers encarnando a los personajes más amados por la comunidad gamer!
Podrías haberte desmayado de felicidad, pero te has fijado en algo que está comenzando a preocuparte (algo más importante que el intenso dolor de tu muñeca): el mánager de la película (un personaje que ha aparecido en los anuncios del evento y ha acudido a dar charlas por las diversas competiciones que has superado en las últimas semanas) le está haciendo señas al presentador para que deje de hablar. Pasan a publicidad. Se acerca alguien a felicitarte, otra persona a traerte una bebida fría y, a lo lejos, ves cómo el mánager niega con la cabeza.
Percibes con claridad que habla de ti.
«¿Habré hecho algo mal…?», te preguntas. Sientes vergüenza, pero no tienes muy claro por qué. Miras a los chicos que te rodean, los chavales que han sido derrotados en las etapas anteriores y el rival con quien acabas de competir (LuckyPants). Por cierto, sería buena idea que le saludases. Estrecharle la mano en plan deportivo y eso…
—Bien jugado —le dices. Está tan agotado como tú, aunque a él le ha afectado el resultado negativamente.
—Diría lo mismo, preciosa, pero es evidente que has hecho unos cuantos favorcitos para que te instalen hacks en tu ordenador —te responde guiñando el ojo de una forma insufrible.
Entonces, antes de que seas consciente, la réplica te sale sin más.
—Tú… los bautizos bien, ¿no?
—¿Qué dices?
—Ya sabes; bautizos y «conmuñones». —Lo pronuncias a medias entre «comuniones» y «con muñones», dando a entender que es un manco al que le faltan manos para jugar. Te das la vuelta antes de que contraataque y te marchas muy rápido. Oyes risitas: son a costa de él, pero estás dolida… ¿por qué ha tenido que decirte algo tan feo? ¿Qué demonios esperaba conseguir?, ¿un recuento? (de las veces que le has hecho morder el polvo, se entiende…).
Suspiras.
Estás apoyada en la pared de uno de los pasillos del plató. Te resulta fácil imaginar a la gente en twitter dando crédito al impresentable al que acabas de machacar virtual y verbalmente… Y, sin saber cómo, te ves rodeada por tres personas. Están el mánager, el presentador y una periodista de eSports estadounidense bastante famosa.
—¿Cómo te sientes? —te pregunta ella.
—No muy bien, n-no sé por qué ha tenido que decir esas cosas tan horribles…
—¿Oh? —Notas que la periodista no sabía nada. Genial… le acabas de dar carnaza—. ¿Te refieres a tu adversario, Luckypants?
—Ha dicho que mi ordenador tenía hacks para mejorar mi rendimiento…
Para tu sorpresa, la reportera aparta el micrófono y te mira con aire comprensivo.
—Tranquila, jovencita. Eso vas a oírlo muchas veces… se sienten amenazados cuando las mujeres como tú y como yo somos buenas en lo que hacemos. Me aseguraré de que todos los estadounidenses sepan que ha sido una victoria limpia. Voy a divulgar la repetición de algunas de tus mejores jugadas, ¿te parece bien?
—Sí, por favor… —Te falta un pelo para echarte a llorar de alivio.
Tras un par de preguntas más, la periodista se marcha y tú te fijas en la expresión que adorna las caras de tus dos acompañantes: el mánager empieza a negar otra vez. Están hablando entre sí.
—Se hará. Tenemos que hacerlo; lo contrario sería visto como estafa… y machismo.
—¿Qué…? —preguntas sin entender nada.
—Verás —comienza a explicarte el presentador—, el protagonista de Dungeonslaughter es un chico. Pensábamos que la competición la ganaría un hombre… pero…
—¿¡Pensabais dejarme sin mi premio!? —te horrorizas.
—No, no… no. No tienes que preocuparte de nada. Vamos a darle una vuelta al guion. En lugar de ser las aventuras de Ivnosse, el personaje de Hana, y el personaje masculino, serán las de Hana luchando contra la poderosa y malvada villana de Dungeonslaughter… tú.
—Oh.
Y, aunque accidentada, esta es tu entrada en el mundo del espectáculo. ¡Bienvenida!
