—¿No te inquieta la insistencia que muestra el destino en unir nuestros caminos? —Alzas la voz. Llevas una mano en la cadera. Tu actitud corporal es sumamente altiva… quizá por la forma en que alzas la barbilla y sacas pecho.

—Esa insistencia no es cosa del destino, es cosa tuya… Nossyrth.

Hana se gira hacia ti. Está erizada como un gato, lista para el combate. Tantea en el aire donde en un futuro estará su jabalina.

—Entonces quizá debas hacerme caso. Los dragones somos mucho más sabios que vosotros… los humanos.

Comienzas a girar a su alrededor. Ella aprieta los dientes, visiblemente intimidada.

Tiembla… tú la haces temblar. Bueno, Nossyrth… encarnada por ti.

Sueltas una risa. ¡Es difícil reírse!, has practicado hasta que te ha dolido el vientre y has sufrido agujetas, pero le vas cogiendo el tranquillo. Cuando parece que por fin Ivnosse va a recurrir a las armas y te va a atacar, tú extiendes tu mano hacia ella. Esta es una prueba sin vestuario, pero en un futuro colgará de tu muñeca una tela preciosa acabada en un montón de cuentas de cristal, y tus uñas serán prácticamente garras de un par de centímetros.

Hana mira tu mano. Luego alza la vista hacia tu rostro. Sacude la cabeza.

—Jamás.

—No eres consciente de lo que obtendríamos —proclamas. Antes de que ella eche mano de la jabalina, le saltas encima. Se han ido incorporando algunos cambios en esta parte, y ahora tienes que agarrar su muñeca, hincar tu rodilla en la funda del arma para enviarla lejos de su alcance y girar a Hana para que su rostro dé contra el grimorio del altar.

… pero calculas mal y tu rodilla golpea contra la estructura de luz sólida.

—¡Ay! —exclamas. Se te escapa una risita nerviosa—. ¡Perdonad! Qué torpe…

Hana se ríe contigo, y la gente del equipo también. Ya te han explicado que estas cosas suelen ocurrir, son inevitables, y nadie se las toma a mal.

—Vale… Estoy pensando en que apartar la jabalina de un rodillazo no queda bien. Vuelve a sujetar a Hana, por favor.

Sigues las instrucciones de Fanny. Hana te sonríe mientras posáis con tu mano rodeando su pálida y delicada muñeca.

—¿Así? —preguntas.

—Sí. Vale…, es evidente que debes frenarla para que no te ataque cuerpo a cuerpo. Tú eres más fuerte que ella y sabes que si peleáis va a quedar herida y no leerá el grimorio. —Asientes—. No te conviene dañarla… pero si no la asustas, ella no accederá.

—¿Lo transformamos en diálogo? —sugiere un guionista.

—No, hay demasiado diálogo ya… tiene que haber acción para no saturar al espectador.

—¿Y si le sujeto la barbilla en vez de la muñeca? —Le indicas a Hana que vuelva a hacer como si desenfundara y tu mano se cierra sobre su barbilla, obligándola a encararte. Su mano no atina a palpar el lugar donde llevará el arma, cosa que queda muy veraz. Metiéndote de nuevo en tu papel le das la orden que corresponde—: Lee.

—Podría funcionar… Hana, tienes que asustarte de verdad. Aquí comienzas a ver que no te puedes defender… aún no sabes nada de magia y si te desarman será una derrota automática.

Miras a Hana. Tiene el rostro sonrojado y su mirada brilla del mismo modo que ayer… te sonríe con timidez antes de acatar las instrucciones de la directora. Trata de concentrarse y adquiere esa expresión de terror que le corresponde a este momento.

—Así. Exactamente así… Vamos a empezar de nuevo.

Repetís la escena con el nuevo cambio y en esta ocasión Hana se muestra apropiadamente intimidada por tu agarre… pero tú te desconcentras y olvidas tu frase al darte cuenta de que se muerde los labios con anhelo.

—¿Hana…? —la apremias en un susurro.

—Sigue, sigue, perdona… —replica. La obligas a girarse y encierras su cuerpo esbelto contra el altar. Diriges su cabeza en la dirección del grimorio. Ahora tenéis que recitar las dos a la vez el texto. Comienzas tú, y luego se une ella.

—Vera tuus post ullus ac a bilis fax imus…

—Esperad, esperad… —Os interrumpen. Hana tiene el pecho y los brazos apoyados en el altar, y tú, desde su espalda, agarras su cabello—. Esto tiene un tinte demasiado… —La directora busca las palabras.

—Pornográfico —asegura el guionista que siempre acompaña a la ómnica.

—¿En serio? —Sin saber si reír o no, quizá porque te da algo de vergüenza, bajas la vista en busca de Hana para conocer su reacción y guiarte un poco por ella… y la vuelves a encontrar con los labios ligeramente hinchados y enrojecidos por un mordisco que no puede abandonar—. ¡Hana! —susurras en tono de reproche—. ¡Concéntrate!

—Sí… es que… parece que en vez de obligarla a leer la estás… —La directora carraspea—. Es como si… la violases contra el altar.

—¡Ay, mi madre! —exclamas bastante escandalizada. Te apartas rápidamente de Hana sintiéndote culpable. Te cubres el rostro con una mano—. Lo lamento mucho. De verdad que no era mi intención… Os prometo q-que aunque yo…

En ese momento Fanny te interrumpe. Esta vez tiene un megáfono y no usa los walkie-talkies ya que no necesita contactar con todo el equipo, sólo con los presentes.

—¡Descanso de diez minutos!

La gente se aleja del plató y acuden a beber agua, fumar y demás.

—Hana, créeme, lo siento muchísimo…

—P-pero si no has s-sido tú… —No la escuchas.

—Te aseguro que por mucho que me gusten las mujeres jamás intentaría hacerle nada perverso o irrespetuoso a ninguna. Soy consciente de que muchos piensan que somos así, pero no es cierto… Nosotras precisamente sabemos lo que es sentirse acosada. ¡Ay!, y yo no…

—¿¡T-te gust…?

—Chicas… —Alguien se os a acercado—. Le he tenido que confiscar el teléfono a uno de los imbéciles de iluminación… Fijaos. —Pharah pone delante de vosotras dos un iPhone con la pantalla a medio romper. Os muestra una cuenta de twitter a punto de publicar, ligeramente pixelada, una fotografía de la escena que acabáis de ensayar. Se ve como sujetas a Hana contra el altar, tus caderas empujando las suyas sugerentemente, y cómo se muerde los labios con fruición. Tú, en cambio, tienes la expresión que tu personaje exigía: villana irritada y grandilocuente luchando arduamente por sus objetivos.

Así que no han cortado el ensayo por ti… sino por ella.

Miras a Hana. Ha enrojecido hasta las orejas al tomar consciencia de la expresión que no ha podido evitar componer.

—G-gracias, Pharah… —murmura. La egipcia cancela el tweet, vacía la memoria del teléfono y luego lo deja caer al suelo. Lo pisa.

—Está terminantemente prohibido filtrar nada del rodaje. Esta persona ha perdido su iPhone y su puesto de trabajo, os lo aseguro.