Los personajes son de Naoko Takeuchi, la historia es mía.

Capítulo 1: La Trampa.

Después del día en que vi a Serena por primera vez ella no dejó de ir a la oficina. Iba casi todos los días con algún pretexto. Porque quería ver a su papá, porque necesitaba hacer tarea, porque necesitaba ayuda con la tarea, etc. Siempre tenía buenos motivos y pretextos para estar ahí. Por supuesto que yo no me quejaba de esto, al contrario, era algo que me motivaba para ir al trabajo. Siempre me gustó mi trabajo, pero desde que ella siempre merodeaba por ahí, me resultaba aún más excitante.

En el fondo me sentía bastante mal. Me sentía enfermo y estúpido por estar emocionado con una niña de 15 años. Y cada vez que veía a Kenji al lado de Serena se me revolvía el estómago de sólo pensar que se podía enterar de mis sentimientos.

Simplemente no sé qué tenía esa pequeña mocosa que me provocaba tantas emociones en unos instantes. Estaba seguro de que ella tampoco se quedaba muy atrás. Me resultaba bastante raro que justo después de la fiesta de mi asenso ya nunca dejara de ir a las oficinas. Hasta Kenji lo notó y para que él lo notara ya era bastante obvio.

Serena siempre se paseaba por afuera de mi oficina con sus vestidos tremendamente cortos y provocativos. Muchas veces le pedí a Kenji que hablara con ella al respecto pero sus respuestas sólo eran: "es una niña, déjala que vista como quiera."

Kenji seguía viendo a Serena como una niña, pero esa "niña" era más inteligente de lo que parecía. Siempre venía a mi oficina con el pretexto de que quería que le ayudara con su tarea de matemáticas. Y yo, por supuesto, la ayudaba. Cualquier motivo que tuviera para sentirla cerca de mí me era bastante grato y reconfortante.

Su aroma llegaba hasta mí con una fuerza turbadora. Me rozaba de vez en cuando con sus brazos de una manera accidental y nunca desaprovechaba el momento de mirarme directamente a los ojos.

Traté de controlarme durante mucho tiempo, no quería ganarle en su propio juego. Por supuesto que yo quería que fuera mía y sólo mía, pero tenía que ser bajo mis propios términos o terminaría destruyendo todo lo que había logrado hasta ahora.

El tiempo pasó lentamente con ella en mi vida. Los negocios mejoraban y aumentaban. Todo iba viento en popa hasta que el día en que cumplió 17 años, Serena decidió que quería tener un trabajo de asistente en la empresa. Kenji nunca podía negarse a nada de lo que ella le pidiera así que aceptó, y por si no fuera poco me la asignó a mí. Serena era mi asistente y estaba a mis órdenes. Completamente a mis órdenes.

Al principio todo era tranquilo. Ella hacía lo que yo le pedía y me ayudaba en algunos asuntos que yo necesitaba. Serena aprovechaba cada minuto para coquetearme. Nuestro juego había seguido su curso durante dos años y yo jamás había vuelvo a intentar un movimiento desde aquel beso que le había robado tiempo atrás.

El tiempo pasaba y yo cada vez me resistía menos. Estaba al borde de lanzármele encima y no sé qué podía hacerle. Ella había cambiado desde entonces, un poco, pero había cambiado. Su cuerpo parecía un poco más formado. Había crecido algunos centímetros más y ya no me quedaba tan abajo. Su belleza había aumentado mucho más y nadie en la oficina podía dejar de verla.

Yo me ponía celoso de todos los hombres que pudieran acercársele o si quiera verla. Desde que la había conocido ni siquiera había sido capaz de salir con otras mujeres o tener relaciones con otras mujeres. Simplemente me había olvidado de ellas y no dejaba de pensar en esa niña tonta y torpe que tenía en frente. La gente ya comenzaba a preguntarme si no quería casarme o tener hijos, si no quería una relación formal y estable. Ya había cumplido mis 28 y yo estaba estúpidamente obsesionado con una jovencita de 17 que cada vez se me metía más por los ojos.

Algunos meses después, me había quedado hasta tarde en la oficina porque tenía mucho trabajo atrasado. Serena se había ido desde temprano porque como era fin de semana siempre se iba con sus amigos. Quedaban muy pocas personas en la oficina y Kenji ya se había despedido de mí.

Mi secretaria seguía en su escritorio y yo me encontraba concentrado haciendo unas anotaciones importantes en la computadora, por lo que no presté mucha atención cuando la escuché hablar con alguien. Al cabo de unos minutos escuché el sonido de unos zapatos y luego noté que la puerta de mi oficina se abría y se volvía a cerrar. Aparté la mirada unos momentos del monitor y la vi.

Serena estaba recargada en la puerta y me sonreía soberbiamente. Parecía como si se estuviera burlando de mí. Me incliné en el respaldo inconscientemente e hice una mueca.

-¿Qué haces aquí? ¿No saliste hace horas?

-Sí, pero me acordé que olvidé mi bolso aquí.-dijo irónicamente.

Caminó hacia el sillón y vi ahí su bolso. Ese bolso no estaba ahí. Serena siempre dejaba su bolso en el perchero y se quedaba ahí todo el día. Cuando ella se iba lo tomaba de ahí y salía. Jamás lo dejaba en el sillón.

-Tsukino, creo que todo esto es un pretexto, ¿no tenías cita con tus amigos hoy?

-Así es, están en el café que está a sólo unas cuadras de aquí. Los alcanzaré en un rato.

Me di cuenta de que se había cambiado los pantalones de mezclilla y ahora vestía un vestido color vino de terciopelo.

Ella tomó su bolso y luego caminó hasta el escritorio sólo para sentarse sobre él justo frente a mí, bloqueando mi vista hacia la pantalla.

-Disculpa, estoy trabajando.-le dije observando sus piernas.

-Uy, perdón. No me di cuenta.

En ese momento me di cuenta de que fuera todas las luces estaban apagadas. Esta vez ya no quedaba nadie en la oficina y de pronto mi corazón comenzó a latir con fuerza. Estaba sólo con Serena Tsukino y todo había sido parte de su plan.

-Serena Tsukino.-dije mientras me ponía de pie y la miraba a los ojos directamente.- ¿Qué tratas de hacer?

-¿Yo? Creo que estás confundido, Darien. Oye… ¿te acuerdas cuando me besaste hace un par de años? Fue mi primer beso.-confesó.

Sus piernas estaban demasiado cerca de mi cuerpo.

-Yo no tengo recuerdos de eso, ¿acaso lo soñaste?-dije haciéndole el cabello hacia atrás.

-Tal vez, ya no estoy segura. ¿No quieres recordármelo?

-Tsukino, no intentes jugar conmigo.-dije seriamente.-Puedes salir perdiendo.

-Serena Tsukino nunca pierde.

-No sabes lo que estás haciendo. Eres una niña, ¿escuchas? Ni-ña.

Noté que se había molestado un poco pero acto seguido acercó su rostro al mío y me besó en los labios de manera fugaz.

-¿Quién está perdiendo ahora?-sonrió.

No pude resistirlo más. La tomé fuertemente de las caderas y la besé ferozmente. Ni siquiera le di tiempo de respirar. La besé tan vorazmente por todo el tiempo que había reprimido dentro de mí. Acariciaba sus piernas y pude sentir su ropa interior. El deseo crecía inevitablemente dentro de mí y con mayor rapidez de la que podía pensar. Serena tenía sus brazos enredados en mi cuello y arqueaba su cuerpo hacia mí con deseo. Le quité el vestido de manera agresiva. Por primera vez la vi tan espléndida y hermosa como nunca. Su piel brillaba y era tan suave que no podía dejar de tocarla.

Terminé por desnudarme yo también y la hice mía justo ahí, en el escritorio. Recuerdo cómo la penetré por primera vez. Se sentía tan cálido y húmedo que todo fue tan fácil. Era la primera vez que Serena tenía sexo. Lo pude notar en sus ojos cuando la penetré. Fue la primera vez que me miró con dulzura pero al mismo tiempo miedo. Lo noté en sus gemidos cada vez que me movía en su interior. Lo noté en cómo su cuerpo temblaba y cómo se aferraba a mí. Lo noté cuando vio mi miembro por primera vez y vi sorpresa en sus ojos azules.

Jamás le había hecho el amor a una mujer tan dulce y duro como a Serena Tsukino en aquella primera vez. Había soñado con ese día durante mucho tiempo.

A partir de ese día teníamos relaciones cada vez que encontrábamos oportunidad. No podía dejar de hacerla mía. Serena me buscaba y yo a ella. Era como una adicción.

Así fue pasando el tiempo. Al cabo de unos meses Serena cumplió 18 años. Se había graduado de la preparatoria y ahora estaba por entrar a la universidad. Ya no me sentía tan mal porque ya por fin era mayor de edad.

-Darien.-me dijo Serena un día en la oficina.-Tengo que hablar contigo.

-¿Qué sucede?-pregunté. Serena nunca me había dicho algo así.

-Sabes que ya acabé la preparatoria y que ahora tendré que ir a la universidad.

-Sí, ¿y?

-No quiero.

-¿No quieres estudiar?

-Si sigo con esto lo nuestro no puede continuar. Mi padre no tardaría en darse cuenta.

-No comprendo a qué quieres llegar.

-Vámonos.-dijo Serena de pronto.-Vámonos a otro lado, muy lejos. Solo tú y yo. Nadie más. Un lugar donde no tengamos problemas por estar juntos.

Me quedé atónito. Serena me estaba proponiendo que nos escapáramos lejos. De pronto la idea no se me hacía tan descabellada.

-Serena, ¿te das cuenta de lo que me estás pidiendo?

-Lo sé. Y estoy completamente segura de lo que estoy diciendo.

Se puso a recoger sus cosas y guardarlas. Antes de salir de la oficina me dijo:

-El viernes es mi último día aquí, ya hablé con mi padre. Mi padre cree que me iré a la universidad. Si quieres irte conmigo, te espero en la estación de trenes a las 9 en punto. Te esperaré máximo media hora, si no llegas, me iré yo sola.

Tras decir esto salió de la oficina apresurada.

Estaba muy confundido. ¿Realmente estaba dispuesto a fugarme como si tuviera… 18 años? Serena sí tenía 18 años.

Los días que siguieron fueron terribles para mí. No dejaba de pensar y darle vueltas al asunto, pero la verdad era que si perdía a esa niña todo mi mundo se iría al diablo. ¿A quién quería engañar? No tenía a nada ni a nadie y ella era lo único que me importaba. Durante estos últimos tres años no existía para mí nada ni nadie que no fuera ella.

El viernes llegó y yo había tomado mi decisión. Serena fue a la oficina como un día cualquiera y al final del día se despidió de todos, incluyendo a su padre, pero no de mí. Su única despedida fue un fugaz beso en los labios que me dio a escondidas en la oficina.

Eso era todo. Me había convencido con el beso más simple de todos. Al salir de la oficina fui a mi departamento y eché en una maleta lo primero que iba encontrando. Ya casi eran las nueve y tenía que llegar a la estación. Me apuré todo lo que pude y tomé el primer taxi que pasó.

Llegué a la estación a las 9:25. Estaba casi vacío. Había muy pocas personas y no veía a Serena por ningún lado. ¿Se habría ido? Ella dijo que me esperaría media hora. Todavía no eran ni las 9:30.

Traté de buscarla por todos lados pero no aparecía. Pasaron varios minutos, 5, 10, 15, 20, y nada. Comencé a sentirme un poco ansioso. Noté que uno de los guardias me observaba cuidadosamente y al cabo de un rato decidió acercarse a mí.

-¿Señor Darien Chiba?-preguntó.

-Sí, soy yo.

El guardia sacó un sobre rosado de su bolsillo y me lo entregó.

-Una jovencita dejó esto para usted. Perdón por no dárselo antes, no estaba seguro de que fuera usted.

-Gracias.-dije tomando el sobre con un poco de miedo.

Me alejé del guardia y me senté en una banca cercana para poder leer la nota.

Darien:

Para cuando leas esta nota yo ya estaré muy lejos. No te diré dónde estoy y mi padre tampoco porque se lo pedí. Voy a ir a la universidad, me graduaré, conoceré al amor de mi vida, me casaré y tendré hijos. Y a ti… a ti voy a olvidarte. ¿Qué creíste, Darien? ¿Qué podías salirte con la tuya? A pesar de tener 29 años eres bastante ingenuo. ¿De verdad creíste que una jovencita de 18 años se iba a fugar con un hombre como tú?

Te odio, Darien, con todas mis fuerzas. Siempre te odié porque mi padre te dio todo. Siempre te ponía a ti primero antes que a mí. No tienes idea de lo mucho que lo necesité, y él siempre estaba trabajando preocupándose de que tú siguieras sus pasos para poder dejarte a cargo algún día.

Quería seducirte porque me di cuenta desde la primera vez que te vi que te había gustado muchísimo, y también sabía que tú nunca te ibas a acercar porque le tenías demasiado respeto a mi padre. Pero, ¿qué crees? Fui más inteligente que tú. Te seduje tan sólo para hacer que te enamoraras perdidamente de mí y poder dejarte totalmente destrozado aquí hoy.

Te odio, te odio totalmente. Hasta nunca.

Tsukino, S.

Cuando terminé de leer la nota no podía creerlo. Me sentía totalmente estúpido y engañado. Esa niña se había atrevido a burlarse de mí, a engañarme y yo no podía hacer nada al respecto. Me había dejado llevar por sus mentiras y sus hermosos ojos. Me había tratado como a su juguete y no podía soportarlo.

Arrugué la nota con coraje y la quemé con el fósforo con el que había prendido un cigarrillo.

Regresé al departamento destrozado y con todo el odio y rencor dentro de mí. Comencé a beber. Me terminé una botella de whisky yo solo y dos cajetillas de cigarros.

-Maldita seas, Serena Tsukino, maldita seas.

Todo lo que había llegado a sentir por ella se había esfumado en unos instantes.

Al día siguiente me desperté bastante tarde. Ya pasaban de las cuatro de la tarde y la cabeza me dolía como nunca. El odio seguía ahí, en mi corazón.

-¿Crees que puedes burlarte de mí?-dije mientras miraba por la ventana.-Puedes huir todo lo que quieras, pero algún día tienes que regresar. Y ese día, el día que regreses, vas a lamentar haber nacido. Te voy a destrozar cada pedazo de tu lindo y pequeño corazón. No voy a dejar que seas feliz ni un solo segundo. Vas a regresar, vas a regresar y te voy a hacer la vida tan imposible que vas a tener ganas de morir.

Después de ese fin de semana mi vida cambió completamente. Me dediqué a conocer mujeres, a salir por las noches y acostarme con ellas. Conocí a toda clase de mujeres, pero cada vez que estaba con una sólo podía pensar en esa estúpida niña rubia que me había arruinado la vida. Y pensar que había desperdiciado tres años por los caprichos de una niña idiota. Me había hecho la fama de un hombre mujeriego, y no me importaba. De pronto todas las mujeres en la oficina se me insinuaban, aunque yo las ignoraba a todas. Ninguna mujer se me acercaba a menos de que yo lo decidiera, así lo había decidido y así sería.