Estelle corría por las calles de Zaphias con dirección al barrio bajo de la ciudad para encontrarse con su amigo Yuri, antes de su partida en aquella despejada y animada mañana en la ciudad imperial. La joven princesa pasaba corriendo a través de la gente; algunas personas la reconocían de vista por su primer libro titulado "Brave Vesperia", o bien por su título de nobleza, pero nadie se atrevió a detenerla en su apresurada mañana. La colina que marcaba el comienzo del barrio bajo de Zaphias fue todo un despliegue de adrenalina para la princesa al bajar corriendo. Cuando Estelle llegó a la fuente, se encontró con el señor Hanks, y la joven se acercó a él.
— ¡Señor Hanks! –exclamó ella mientras se detenía frente al hombre para recuperar aire. El señor la miró y levantó las cejas.
— ¿Señorita Estelle? ¿Está todo bien?
—Sí, gracias… perdón por la repentina pregunta, pero, ¿de casualidad ha visto a Yuri por aquí esta mañana? –preguntó ella mientras miraba a su alrededor, ya más relajada. Hanks se frotó la nuca.
—No, lo siento señorita Estelle, pero tenía entendido que saldría muy temprano para irse a Dahngrest. Quizá si vas a la taberna y preguntas por él…
—No será necesario. –intervino una tercera voz, y ambos miraron al recién llegado.
— ¡Yuri! –Estelle juntó sus manos, aliviada de verlo ahí junto a Repede.
—Ah, con que aquí estás, Yuri… espero no hayas hecho nada peligroso como para preocupar a la señorita… —sonrió Hanks. Yuri colocó una mano sobre su cintura.
—Oh vamos, saben que no suelo meterme en problemas.
Estelle y Hanks lo miraron, vacilantes. Yuri, ligeramente ofendido, desvió la mirada.
—…bueno, quizá ya no tanto como antes.
Hanks rio con suavidad.
—Bueno jóvenes, los dejaré tranquilos. Ha sido bueno verlos en esta mañana con tanta energía como siempre. Yuri, que tengas un buen viaje, y ven a visitarnos más seguido, ¿quieres? ¡Hasta luego!
— ¡Gracias señor Hanks! –dijo Estelle mientras se despedía de él agitando su mano. Después, Yuri miró a Estelle.
— ¿Estabas corriendo? –preguntó, divertido. Estelle parpadeó, confundida.
— ¿Huh?
—Tu cabello. –señaló Yuri con su dedo índice, y Estelle se llevó las manos a su corta cabellera para notar que ya no estaba tan peinada como antes de salir al castillo.
—Oh, sí… creí que ya venía tarde, y no quería retrasarte más de lo que ya, así que…
—Ssh, está bien, no tienes que explicar nada. –La interrumpió el espadachín—. Conozco un buen lugar para charlar, y tiene una vista fantástica. Sígueme.
Tras esas palabras, Yuri se dio la vuelta y comenzó su andar. Estelle lo observó unos segundos antes de despabilarse y seguirlo por la calle del barrio bajo. Repede los siguió a paso lento.
Momentos después, los tres llegaron al segundo piso de la posada.
—Es aquí. –dijo Yuri.
— ¿Aquí, en tu habitación? –preguntó Estelle, ligeramente confundida. Yuri se limitó a esbozar una media sonrisa.
—No, en un lugar mejor. –En eso, el espadachín dirigió su atención a su can acompañante—. Repede, espéranos aquí, será rápido.
El can ladró, aceptando la petición de su compañero humano, y se puso cómodo frente a la puerta del cuarto de Yuri.
—Bien, observa. –mencionó Yuri dirigiéndose a Estelle con una sonrisa divertida sobre su rostro. Después, comenzó a subir al techo de la posada con ayuda de la pared y del barandal. Una vez arriba, se asomó para ver a la princesa.
—Tu turno.
Estelle asintió con determinación, y después comenzó a imitar los movimientos que había visto en su amigo momentos antes, pero con mayor lentitud: Yuri estaba acostumbrado a hacer eso, ella no. Además, su vestido no le ayudaba mucho; aunque eso sí, era más ligero y cómodo que el de la noche pasada.
Momentos después, el joven espadachín le tendió su mano a Estelle para ayudarla, y ésta la tomó. Yuri tiró fuerte de ella, y la chica también se impulsó para facilitar el ascenso. Momentos después, ambos estaban arriba del techo de la posada, ligeramente agitados por el esfuerzo realizado.
—Gracias, Yuri… —murmuró Estelle mientras se sentaba adecuadamente y le compartía una sonrisa de agradecimiento a su amigo.
—Bueno, ¿qué te parece? –preguntó el hombre mientras se ponía en una posición más cómoda, colocando su brazo sobre su rodilla como lo hacía comúnmente. Estelle apreció la vista a su alrededor; desde el techo se podía admirar perfectamente todo el barrio bajo de Zaphias, y el castillo imperial se veía imponente desde ahí, con la espada resguardando a toda la ciudad y los tres barrios rodeándola.
—Es… hermoso. Es una vista incluso mejor de la que hay en el castillo. –murmuró Estelle, cautivada. Yuri sonrió, y dirigió su mirada al cielo. Ambos se quedaron así, en silencio, por unos instantes. Momentos después, Estelle habló:
—Yuri… últimamente he estado pensando en muchas cosas… y me he dado cuenta de que me he vuelto una persona capaz de tomar decisiones por sí misma poco a poco… y eso no hubiera sido posible sin el viaje que comencé contigo y con los demás. Estoy tan agradecida por todo lo que conocí, aprendí, experimenté y sentí… haya sido bueno o malo.
—Eso es bueno. –Mencionó Yuri—. Después de todo, tú decides cómo quieres vivir tu vida, y nadie más.
—Sí… además, antes no tenía una razón en especial para hacer las cosas. Todos ustedes, Rita, Judith, Karol, Raven, tú… todos tenían una razón para actuar. Yo no.
—Y yo te decía que no te preocuparas, que en el viaje descubrirías esa razón. –sonrió Yuri, aún mirando al cielo mientras recordaba. Estelle asintió.
—Así es. Y después de todo este tiempo, la descubrí.
— ¿Ah, sí?
—Sí. Estar con ustedes es… lo más maravilloso que me ha sucedido, Yuri. Tengo amigos por los cuales luchar… y un mundo que mejorar… por todas las voces de aquellas personas que no se logran escuchar en la capital… por eso lucho.
Yuri la observó; Estelle tenía los ojos cerrados y sus manos entrelazadas descansaban sobre su regazo. Su rostro definían determinación en ese momento.

Estelle había cambiado.

La joven había por fin conocido el mundo entero tras estar 17 años encerrada en el castillo sin conocer nada más, y había visto demasiadas cosas en menos de un año. Sin embargo, gracias a todos esos inesperados sucesos, la hija de la luna llena había madurado y había comprendido la importancia de tener una razón por la cual hacer las cosas.

Eso ya era un gran avance para ella.

El espadachín sonrió, complacido por el triunfo de la princesa.

—Me alegro por ti, Estelle. Por fin descubriste el motor de tus actos. Era cuestión de tiempo. –dijo el joven, y la chica abrió los ojos y lo miró con una sonrisa—. Trabaja duro para hacerle honor a esas palabras.
La princesa asintió vigorosamente con la cabeza.
—Así lo haré, Yuri. Brave Vesperia trabaja muy duro día a día trayendo justicia al mundo. Yo quiero hacer lo mismo. –Yuri rio levemente ante este último comentario, convencido.
—Que así sea, entonces.
Ambos se miraron en silencio por unos largos segundos, las sonrisas aún en sus respectivos rostros. De repente, Estelle sintió que su rostro comenzaba a sentirse más caliente que de costumbre, y llevó sus manos cubiertas por sus finos y blancos guantes hacia sus mejillas.
— ¿Pasa algo? –preguntó Yuri, curioso, y la princesa negó rotundamente.
— ¡No! Bueno, Yuri, la verdad es que eso no era de lo único que quería hablar contigo... –se confesó la chica, e inmediatamente se arrepintió de haber hablado. Yuri inclinó ligeramente su cabeza hacia un lado para verla mejor, su largo cabello inclinándose por igual.
— ¿De qué más querías hablar, Estelle?
La princesa jadeó levemente. Se había quedado despierta gran parte de la noche anterior reflexionando sobre sus sentimientos y acciones del día que fueron al Coliseo, buscando arduamente en sus libros por unas palabras y definiciones que le ayudaran a definir aquella sensación, aquél sentimiento de calidez que sentía cada vez que veía a su amigo Yuri (el cual no era el mismo que le recorría el cuerpo cada vez que veía a Rita o a alguien más de sus amigos cercanos, no, era mucho más fuerte y desconocido) desde hace mucho tiempo, quizá desde antes de conocer su verdadera identidad como la Hija de la Luna Llena. Tras el término de la aventura para salvar al mundo de Brave Vesperia, Estelle ya no veía tan seguido a sus amigos, incluyendo a Yuri, y eso la entristecía; había ocasiones, cuando recién regresó al castillo con Ioder, en las que no deseaba salir de su habitación ni ver nadie, solo para quedarse pensando en sus amigos, pero sobretodo, en Yuri. Y cada vez que el espadachín acudía a Zaphias de visita, la princesa salía a su encuentro inmediatamente, para después bombardearlo con un fuerte abrazo (Yuri no sabía de la fuerza que la chica poseía hasta que ella lo abrazó así por primera vez) y un montón de preguntas para saber si estaba todo bien. Cuando la fugaz visita del hombre terminaba, la inocente princesa regresaba a sus aposentos para seguir escribiendo historias en compañía de su soledad. De vez en cuando, a Flynn le extrañaría la actitud de la comúnmente alegre princesa, así que acudiría a su habitación para preguntarle si todo estaba bien, y Estelle solo sonreiría tristemente y le diría: "Sí, todo está bien, no te preocupes Flynn".

Quizá ese tipo de respuestas poco usuales en la princesa y un sexto sentido le ayudarían al Comandante a darse cuenta de la verdadera causa que mantenía en ese estado a la princesa semanas después.

Entonces, ¿qué era aquél extraño y nuevo sentimiento en el que Estelle se veía atrapada cada vez que volvía a ver a Yuri?

La joven princesa había reflexionado mucho acerca de eso anteriormente, pero no fue sino hasta hace pocos días en que se dio una pequeña idea de lo que podría ser: Aquél día en el Coliseo, cuando observó a las fans de Yuri festejar a su amigo mientras le daban besos y abrazos, Estelle se había sentido celosa.

Indudablemente celosa.

Y aunque la joven no lo sabía en el momento, aquél súbito deseo de correr hacia Yuri para acaparar su atención había sido fruto de esos celos. Pero la princesa no se atrevía hacer eso tan fácilmente, y en el fondo se sentiría muy egoísta si no permitía que otros felicitaran a su amigo por su triunfo, el cual era importante para él. Fue por esta razón por la que Estelle prefirió esperar afuera del Coliseo, porque si permanecía ahí, no sería capaz de retenerse. Y se dio la media vuelta y desapareció por la puerta de salida.
Para Estelle, reflexionar frente al océano era uno de sus pasatiempos preferidos mientras viajaban. Es por eso que, durante aquél último día en Nordopolica, cuando la princesa estaba frente al mar, se dio cuenta de que sus deseos de estar cerca de Yuri se hacían cada vez más grandes; las ganas de abrazarlo eran más fuertes que antes, y la joven de vez en cuando deseaba tener un roce, por más pequeño que fuera, con el cuerpo del espadachín. Las facciones del hombre comenzaron a hacerse todavía más atractivas de repente, y esa despreocupada sonrisa típica en él empezaba a volverse irresistible. Estelle buscaba cualquier excusa para hablar con Yuri.
Y probablemente, ese momento con Yuri sentados sobre el techo de la posada era fruto de sus egoístas e internos deseos de pasar tiempo con el chico antes de que regresara a Dahngrest; después de todo, no sabía cuándo tendría la oportunidad de volverlo a ver.
La princesa no pudo evitar sentirse mal al pensar que estaba quitándole tiempo a su amigo sólo para satisfacer su deseo.

Sin embargo, era ahora o nunca.

Después de mucho tiempo y largas horas de reflexión, Estelle había logrado encontrar la palabra adecuada para nombrar aquél curioso y cálido sentimiento que la inundaba:

Amor.

Sí, Estellise Sidos Heurassein estaba perdidamente enamorada de Yuri Lowell.

Y se dio cuenta de esto la mañana tranquila del día anterior en el castillo de Zaphias, cuando la joven arreglaba su armario y se encontró con el velo de novia que había caído desde el árbol de Halure gracias al espíritu del imponente árbol de cerezo. La joven lo había observado detenidamente, y a diferencia de la primera vez que se lo probó, había sentido un fuerte deseo de usarlo con el propósito por el cual estaba hecho; casarse con la persona amada.
Y al pensar esas palabras, inmediatamente el rostro de Yuri apareció en su mente, iluminando sus recuerdos y haciéndola sonrojar:
Aquél joven, que tan diferente era de ella, había cautivado su corazón. Había logrado despertar en Estelle sentimientos jamás conocidos.
Y la princesa se puso el velo de novia una vez más, y al verse en el espejo, se imaginó con un largo y hermoso vestido de novia, y dejó que su imaginación la transportara al día de su boda, mientras ella caminaba entre todos sus seres queridos por la larga alfombra roja, con dirección al altar, donde la esperaba esa persona especial con la cual anhelaba compartir el resto de su vida. Y para su sorpresa, su imaginación la asombró al ver que el chico que la esperaba era Yuri Lowell, con su larga cabellera suelta y con un traje de novio color negro que lo hacía verse aún más atractivo de lo que ya era, esperándola con una sonrisa en su rostro, la misma que le había compartido cuando intentó salvarla del control de Alexei, cuando saltó a su encuentro con aquella sonrisa que le transmitía seguridad. Y ella se acercaba hasta él, y lo observaba, y Estelle sentía que las lágrimas estaban a punto de salir. Yuri percibía esto, e inmediatamente le guiñaba el ojo para tranquilizarla.

Cuando Estelle volvió a la realidad y se vio en el espejo aún con el velo puesto, se dio cuenta de todo.

De sus sentimientos por Yuri, de sus íntimos deseos.

Y se sonrojó.

— ¿Estelle…? –la voz grave de Yuri sacó a la princesa de sus pensamientos, y ésta parpadeó, como despertando de un sueño, tras escuchar al espadachín llamándola.
—Oh, lo lamento Yuri. –ella lo observó, y sonrió levemente al ver a Yuri encarnando una ceja, confundido—. Estoy bien.
Él suspiró. Nuevamente, esa era la Estelle que conocía.
—Bueno… ¿de qué más querías hablar? –repitió Yuri. Estelle no desvió la mirada, aunque le costó mucho no hacerlo. Observó los ojos color obsidiana del espadachín detenidamente, y se dejó maravillar por ellos.

Sí, era ahora o nunca.

murmuró ella mientras se acercaba un poco más a Yuri inconscientemente. Éste parpadeó, pero no se movióYuri, tú eres mucho más importante para mí.
El espadachín parpadeó una vez más.
Lo que q… Estelle respiró hondo y sus orbes encontraron los ojos de profundamente enamorada de ti.
Y tras esas últimas y poderosas palabras, Estelle esperó la reacción de su amigo. Yuri abrió más los ojos, asombrado; sin duda alguna no se esperaba esa fuerte declaración. El espadachín desvió la mirada, evidentemente nervioso. Estelle esperó a que dijera algo, mientras que su corazón latía a mil por hora y parecía que estaba a punto de salirse en cualquier momento. Tras unos minutos de silencio, el joven retomó el habla, aún sin mirarla directamente a los ojos:
—Estelle… —el joven tosió, afinando la voz—. No me esperaba esas palabras, pero... me alegra saber que tuviste la valentía para decirlas.
Yuri sonrió tristemente, y susurró para él mismo:
—Heh, tienes agallas.
Estelle inclinó la cabeza ligeramente.
—Perdón, no escuché eso último. –mencionó ella, pero Yuri sacudió la cabeza y la miró a los ojos profundamente.
¿estás segura de esto? le preguntó Yuri, ignorando el último comentario de su compañera.
— ¿Huh? ¿Q-qué quieres decir?
—Estás enamorada de mí, pero yo… no sé si sea la persona adecuada para ti. —Claramente, esas últimas palabras del espadachín rompieron el inocente e inexperimentado corazón de la princesa, pues su mirada se oscureció ligeramente al escucharlas—. Soy un hombre que ha acabado con la vida de varias personas con estas mismas manos. Mi reputación no es la mejor en toda Zaphias, y no soy más que un plebeyo ante los ojos de los nobles; tú lo sabes.
—Pero, Yuri… —comenzó Estelle, pero Yuri no le permitió continuar.
—Te dije una vez que algún día podría dirigir mi espada hacia ti. Te pregunté si me temías.,,
—...y yo contesté que no. –Estelle fue la que interrumpió ahora, asombrando al espadachín con su determinación—. Y sigo sin hacerlo. Yo te respondí que si algún día hacías eso, sería porque yo habría hecho algo para merecerlo, y lo aceptaría.

Yuri abrió la boca para refutar, pero no le salieron las palabras.

—Yuri… no me importa nada de eso. Sé perfectamente quién eres y quién no eres. Sé la razón por la que haces las cosas. No te temo en absoluto, y no me importa de dónde provienes ni la reputación que tengas. Lo único que sé es que tus palabras, tus actos y tu presencia tocaron mi corazón… y no puedo hacer nada para evitarlo. Es por eso que quería que supieras cómo me siento… —la joven bajó la mirada—. Aunque entendería si no me correspondieras. Después de todo, no soy una persona tan experimentada en el mundo como tú, ni tengo un cuerpo tan lindo como el de Judith, ni seré buena en muchas otras cosas… pero mis sentimientos por ti son sinceros. Y el habértelos dicho es más que suficiente para mí.
La joven observó a Yuri unos instantes, antes de juntar sus manos y ponerlas sobre su regazo como era común en ella.

Yuri procesaba todas sus palabras.

Todo este tiempo, el espadachín ha pensado que Estelle es una persona demasiado amable, nada comparada al resto de Brave Vesperia; una persona que no se debería asociar con alguien como él, que había arrebatado la vida a otras personas, que creció en la calle, que ha visto muchas cosas que seguro la princesa no podría ni imaginar. Sí, sin duda alguna, Yuri era un hombre que había experimentado mucho a pesar de su juventud. Y sin importar todas esas cosas, la princesa había elegido permanecer a su lado, al lado de Brave Vesperia, hasta el final.

Y Estelle es una joven fiel a sus palabras.

"Aquí comienza el camino por delante." Le había dicho ella hace tiempo, cuando escuchó su conversación con Flynn con respecto a la muerte de Cumore y la razón por la que hacía las cosas. Nada de eso le importó; ella quería recorrer el camino a su lado.
Y entonces Yuri se dio cuenta de que, a pesar de toda la miseria en la que el mundo estaba sumido, de todas las injusticias y desgracias, siempre había una luz que iluminaba las esperanzas de las personas, tal y como hace Brave Vesperia al castigar a los injustos y proclamar la justicia.
Sí, tal y como hace aquella brillante estrella que ilumina el cielo nocturno con su imponente aura, brillo que trae esperanza al mundo.
"Qué estúpido he sido al no darme cuenta antes." Pensó Yuri. "De los sentimientos que Estelle tenía por mí. Heh, parece que yo tampoco soy muy experimentado en algunas cosas." Sonrió el espadachín, satisfecho.

Estelle estaba a punto de retirarse para bajar del tejado tras haber terminado de decir lo que tenía que expresar, pero una fuerte mano la retuvo por el brazo, haciendo jadear a la princesa.
— ¿Yuri…? –preguntó ella, confundida. Yuri, con la cabeza baja, comenzó:
—Perdón, Estelle. Perdón por no haberme dado cuenta antes… pero aunque no lo parezca, yo también soy malo en ciertas cosas. –el joven alzó la cabeza para mirarla con una sonrisa maliciosa sobre su rostro—. Como en expresar mis sentimientos, como puedes ver.
Estelle abrió más los ojos, no muy segura de cómo tomar esa frase. Al ver la evidente confusión en el rostro de la princesa, Yuri amplió su picaresca sonrisa y sin muchos problemas, atrajo a la princesa suavemente hacia él para fundirla en un fuerte abrazo, rodeándola con sus fuertes brazos. Estelle abrió los ojos aún más ante la súbita reacción de Yuri; si algo esperaba, no era que él la fuese a corresponder. Jamás lo consideró; Yuri nunca insinuó que sus sentimientos por la chica fueran más allá de la amistad o hermandad.

Y sin embargo, ahí estaba, abrazándola fuertemente, diciéndole que la quería por igual de una manera no verbal.

La princesa llevó sus manos a la espalda del espadachín, aferrándose a su ropa para asegurarse de que no estaba soñando.

Estelle estaba feliz, muy feliz.

Momentos después, Yuri la soltó y la observó con curiosidad, un discreto brillo de felicidad apareciendo en su mirada. Estelle, que tenía el rostro bastante rojo por la cercanía de la cara del joven, preguntó, aún creyendo que estaba soñando:
— ¿Me quieres, Yuri?
Su pregunta salió casi como un susurro, pero la intimidad de los rostros de ambos le permitió a Yuri escucharla perfectamente, y éste sonrió.
—Sí.
— ¿Enserio…?
Yuri reflexionó la pregunta: ¿por qué se había enamorado de la princesa? Aquella chica tan inocente, pura y bondadosa. Todo lo contrario a él. Quizá era su determinación para ayudar y poner siempre a los demás antes que a ella. O quizá la pureza que habitaba en el corazón de la hija de la Luna Llena. Quién sabe. Lo que Yuri sabía era que, la primera vez que se percató del nuevo sentimiento, se sintió como un monstruo que quería salir de su cueva para atrapar una pequeña y fugaz mariposa. Una mariposa que se veía tan frágil… y que de cierta manera, al monstruo le transmitía calidez y un fuerte deseo de querer protegerla. Y desde entonces, el espadachín se dijo que no permitiría que esos sentimientos florecieran, por el bien de Estelle y por respeto a Flynn, al que posiblemente le daría un infarto si se daba cuenta de que estaba enamorado de su preciada princesa, y que seguro Yuri arruinaría.
Pero en ese momento, aquellos lejanos recuerdos le parecieron estúpidos e inútiles, y desechó toda idea de Flynn o posibles reacciones de su parte al enterarse de que la princesa estaba enamorada de su amigo de la infancia, de aquél hombre que solo sabía traer problemas.

Nada de eso importaba ahora.

Lo único que le importaba en ese momento era que estaba ahí, con Estelle.

—Sí. Estoy enamorado de ti, Estelle. –Sonrió él dulcemente, y la princesa se sonrojó aún más—. ¿O preferirías que lo dijera aún más formal?
Yuri afinó la voz, y juguetón, comenzó a decir con un aire de realeza y mofo al mismo tiempo:
—Princesa Estellise Sidos Heurassein: Yo, Yuri Lowell, le confieso en este bello día en la ciudad de Zaphias, que estoy enamorado de usted, y de su bondad, y de su inexperiencia, y de su torpeza…
Estelle llevó una mano a su boca para cubrir su risita.
—Yuri, eres incorregible. –dijo ella entre risas, y el espadachín sonrió.
—Supongo que me has contagiado algo de tu torpeza. –Yuri se encogió de hombros, actuando indiferente.
— ¡Por supuesto que no! Y aún así… tú sí me has contagiado algo de tu seguridad: En otro momento de mi vida, no creo haber podido decirte lo que sentía con tanta facilidad.—sonrió ella cálidamente, y Yuri la imitó.
—Pero ahora que lo pienso, ¿no estabas enamorada de Flynn? –preguntó el joven con un burlesco tono de voz. Estelle frunció el ceño, aparentemente ofendida.
— ¡No estuve, ni estoy, ni estaré enamorada de Flynn! –respondió ella; Yuri no creyó que se lo tomaría tan enserio. Tras unos segundos, la princesa bajó la voz—: Yo… estoy enamorada de Yuri Lowell, y solo de él…
El espadachín sonrió, satisfecho con la respuesta, y la observó; la joven respondió al contacto visual con una tímida sonrisa. Tras unos segundos de admirarse mutuamente, Estelle abrió los ojos como platos, recordando algo, y exclamó:
— ¡Oh Dios mío, Yuri! Ya es tarde, ¡y todavía tienes que ir a Dahngrest! Cuanto lo lamento…
—Tranquila, Estelle, no te preocupes por eso, Repede y yo no tenemos prisa en llegar.
—Aún así, será mejor que se vayan ya.
Yuri suspiró.
—No intentaré refutar, porque sé que no me escucharás de todas formas. –murmuró él, ligeramente divertido, y después se incorporó y le tendió la mano a la princesa para ayudarla a levantarse—. Vamos, te acompañaré al castillo.
—Gracias, eso sería maravilloso. –agradeció la princesa mientras aceptaba su ayuda.
Después de eso, ambos bajaron del techo y se reunieron con Repede, quién ya parecía saber el desenlace de la conversación pues, curioso, los observó alternadamente durante unos instantes antes de gañir ligeramente. Acto seguido, los tres se dirigieron al castillo de Zaphias sin hablar mucho. Estelle aprovechó un momento y, tímidamente, buscó la mano izquierda de Yuri. Éste lo notó y tomó la mano de la princesa, apretándola suavemente contra la suya. Ambos se fueron así, tomados de la mano, hasta las escaleras del castillo de la ciudad Imperial.

Cuando llegaron ahí, Estelle liberó la mano de Yuri gentilmente y lo observó a los ojos.
—Gracias por todo, Yuri, estoy muy feliz. Salúdame a todos, por favor. Estaré rezando por tu bienestar. –dijo Estelle. Yuri asintió.
—Gracias, yo me encargo de eso.
—Oh, y Yuri…
— ¿Mmh?
—Ven a visitarnos más seguido, por favor.
Yuri la observó unos instantes, y después, sonrió despreocupadamente.
—Lo haré.
La princesa sonrió ampliamente, feliz por la respuesta del espadachín. Después, la joven corrió hacia Yuri y rápidamente le dio un pequeño beso en la mejilla. Yuri, que no se lo esperaba, abrió los ojos, perplejo, y la miró; ella se limitó a sonreír tímidamente, sus mejillas poniéndose coloradas nuevamente.
—Adiós Yuri, adiós Repede. Buen viaje a ambos. –murmuró ella, y después se giró, dándole la espalda al chico.
—Gracias. Mándale mis saludos a Flynn. –comentó él, divertido, y se giró también. Estaba a punto de comenzar su andar cuando escuchó a la princesa murmurar:
—Yuri… te quiero.
El joven la observó de reojo, sin girarse. Después, esbozó una sonrisa y, con los ojos cerrados, mencionó dulce y suavemente:
—Y yo a ti, Estelle.
Y tras esas palabras, Yuri comenzó su andar en compañía de Repede para dirigirse a Dahngrest. No se percató de la princesa que se había quedado ahí, asombrada ante su respuesta, con el rostro totalmente de color carmesí. La joven se giró entonces, y con una gran sonrisa, llevó sus manos entrelazadas hasta su pecho para pedir por el bienestar de sus amigos, y que Yuri Lowell regresara pronto a la capital a visitarlos.

...