N/A: Tanto tiempo a todos :), vaya hacia tanto tiempo que no me dirigía a ustedes con alguna locura nueva o disculpas por no actualizar absolutamente nada ._., eeen fin. Los últimos años escolares me reprimen y Musashi aun no aparece en las temporadas de por aquí...

Sobre esta historia, nació en verano con mucha inspiración y planificación con fechas. Quisiera que fuera una historia larga que desarrolle la relación de Hiruma y Musashi de forma más realista de principio a fin con todo lo que sucedió entre medio que me ha dado mucho que pensar, y el porque me gusta tanto el drama y tensión que ellos me generan, como la escena de el aula al atardecer, mientras los Deimon Devil Bats están en plena premiación...Tantas ideas fluyeron por mí en ese instante, he aquí el motivo de este fic.

Espero que disfruten la historia y si les nace aporten con sus comentarios y críticas constructivas, que siempre son una alegría y me hacen crecer.

Disclaimer: Los personajes de Es21 no me pertenecen y yo los uso para divertirme y dar rienda suelta a mis pensamientos.

Adv: Por ahora nada...Pero se viene, se viene.


Aquel día Musashi despertó como si tan sólo hubiese parpadeado un instante al apoyar su cabeza sobre la mullida almohada. La oscuridad de la noche reinaba sobre la silenciosa ciudad. Era muy temprano aún como para levantarse, sin embargo las cosas desde hacia un tiempo funcionaban de esa manera, y el simplemente se resignaba aceptarlo.

Observó con estoicismo los dígitos del reloj brillando con un color rojo intenso sobre la superficie su mesita de noche.

No debía perder tiempo. Se incorporó sobre su cama con pesadez haciéndola crujir.

Hoy sería otro día muy largo…


El día era frío, como cualquier mañana de Diciembre. Cálido vapor blanco escapaba entre sus labios perdiéndose en el firmamento que seguía tan oscuro como cuando había salido de su cama, todavía se alcanzaban ver unas últimas cuantas estrellas brillando distantes.

Buscó en sus pantalones la cajetilla de cigarrillos que había comprado hace un par de días, hundió sus dedos algo entumecidos dentro buscándoles. Para su sorpresa, quedaban sólo dos, algo arrugados, pero funcionaban y eso era lo importante. Más tarde compraría más. El moreno encendió uno y lo posó sobre su boca, una débil columna de humo grisáceo se dispersó por el aire.

Era tiempo de irse, Tamachi debía esperarlo en la estación próxima a su casa y no quería hacerlo esperar, el hombre últimamente no se encontraba del todo bien. Tal vez, debería estar en casa siendo cuidado por su amable esposa, sin embargo las condiciones actuales no le permitían a nadie descansar un poco. La compañía se hallaba trastabillante y cualquier falta, se haría notar y pesar significativamente sobre el resto de sus trabajadores.

Y definitivamente eso era lo que menos deseaba.

Abrió la vieja camioneta de su padre, y echó el pesado maletín de herramientas en el asiento de la parte trasera. Se sentó adelante e intentó encender el motor, el cuál falló un par de veces antes de funcionar correctamente.

Gen suspiró.

El vehículo partió, haciendo sonar sus ruedas sobre el pavimento. Las calles lucían desiertas y ni un alma rondaba por ellas, tan sólo adornada por las luces y la nieve acumulada en algunas partes.

Al cabo de diez minutos llegó a la estación, donde le esperaba parado sobre las gradas un hombre joven, con cabello castaño claro y ojos amables, quién frotaba sus manos enguantadas para entrar en calor.

Ese día sería duro. –Pensó al verle.

El adulto subió apresurado al vehículo, agradeciendo la calefacción encendida, le dirigió una mirada alegre al chico que como siempre parecía impasible.

- ¡Buen día Gen-chan!-Saludó con voz cantarina, haciendo asentir levemente al moreno que ya estaba acostumbrado a su cordialidad.-Vaya, hoy si que luces cansado…-Dijo mientras le miraba con atención y cruzaba sus brazos sobre su pecho, Musashi le miró irónico estrechando los ojos, Tamachi tenía el rostro sofocado y la vista algo ida, probablemente el hombre estaba con algo de fiebre, aunque este fingiese estar de lo mejor.

- Lo mismo digo.-El aludido pareció leerle la mente y con un puño cerrado golpeó su pecho con orgullo. -¡Que va muchacho! Yo puedo apañármelas perfectamente, soy fuerte como un roble y esta fiebre no es nada-Gen negó un par de veces meciendo su cabeza.

-Podrías enfermar gravemente si sigues ignorándolo…-Aseveró con voz seria.

Tamachi rio con su voz ronca y palmeó enérgicamente la espalda del moreno que casi pierde el volante.-Hablas como mi madre-

El chico volteó los ojos con cansancio.

-Además, no es bueno que estés sacrificando el ir a la escuela por ayudarnos.-

Musashi frunció los labios, ahí otra vez con mismo tema.

-Yo lo decidí…Cuando pueda regresar simplemente lo haré y ya.-El adulto pareció pensar en sus palabras, sus pobladas cejas se juntaron sobre su frente e insistió, como si no le hubiese oído.

-En serio no es bueno que te esfuerces tanto.-Los ojos del más joven le recriminaron al decir esto, sin embargo prosiguió-Sabes los chicos y yo podemos manejar esto hasta que tu padre mejore.-Dijo conciliadoramente, mirándole a los ojos, Tamachi siempre lo cuidaba y se preocupaba por él.

Musashi apretó los puños sobre el volante con contrariedad. Él sabía que eso no era cierto…Su padre tampoco mejoraba precisamente, y era incapaz de dejarlos a un lado. Simplemente no podía.

-No.-Rectificó con dureza, Tamachi hizo el amago por agregar algo a lo dicho, mas nada salió de su boca.

-Yo deseo hacerlo, soy joven y me hace bien un poco de trabajo.-Respondió con un poco más de amabilidad a su compañero quien lo miraba con aprehensión, pues no podía dejar de pesarle que el chico hubiese que tenido abandonar su escuela, para mantener todo ese lío a flote. Un muchacho de su edad no debiera llevar ese tipo de cargas.

-Pero Gen-chan…-Suplicó.

-Tamachi, no tienes que preocuparte de mí…Ya no soy un niño, y puedo apañármelas.-

El castaño de cabello claro asintió en silencio, poco convencido con sus palabras. El joven Takekura conocía aquel hombre desde que tenía unos diez años y él unos veinticinco, cuando recién se integró a la compañía. A veces su madre lo mandaba a su casa, cuando no tenía como cuidarle, y se quedaba largas horas bajo la tutela de su joven esposa Kaede, la cual como él, era muy linda y dulce, aunque mucho más tímida y de pocas palabras. Pasó gran parte de su niñez jugando en aquella casa, llegó a pensar de niño, que la pasaba mejor allí que en su propio hogar.

Por esa razón, es que ahora Tamachi no dejaba de ser tan aprensivo con él, y Musashi no estaba acostumbrado a eso…Siempre lo trataron como un adulto, por lo que tuvo que crecer apresuradamente.


La tarde pasó lenta aquel día, las aulas parecían pequeños hacinamientos con poco aire dentro y los vidrios lucían empañados impidiendo mirar hacia fuera, los murmullos apagados de los alumnos recorrían de aquí allá, el sonido de los lápices escribiendo sobre las hojas de papel, las agujas del reloj con su lento traqueteo. Definitivamente los días fríos le brindaban cierta somnolencia que no podía evitar…Aunque tampoco le importaba demasiado. Se hallaba prácticamente recostado sobre su pupitre apoyándose en sus antebrazos cruzados. Estaba envuelto en una mullida bufanda negra que le cubría la mitad de su pálido rostro y envolvía su delgado cuello dejando escapar unas cuantas hebras doradas entre la lana negra. La sensación era tibia, su aliento chocaba contra la tela calentándole sus mejillas. Se sentía cómodo de esa manera y los párpados comenzaban a pesarle.

La voz apagada del docente de turno, le recordaba vagamente que las clases seguían en curso y que todavía faltaban alrededor de dos horas para que terminasen. Le urgía el irse a entrenar un rato con Kurita…

Se revolvió entre los pliegues de la larga y espesa bufanda que ondeo unos centímetros cerca del suelo, fijó su vista sobre el pizarrón donde el regordete hombre que les impartía clases de química anotaba una fórmula imposible para cualquier alumno promedio y les dedicaba un gesto prepotente a sus estudiantes mientras traqueteaba sus regordetes dedos sobre el pizarrón haciendo un sonido hueco. La clase que prestaba atención, sudó frío con miedo a los números escritos, rogando por no ser llamados para resolverlo.

Hiruma les divisó con sorna, una leve risita se le escapó en los labios, sin moverse de su agradable posición. A él no lo asustaban esas cosas, aunque siquiera supiera de donde había salido dichosa ecuación, podía darse esas licencias (no hacer absolutamente nunca nada durante las lecciones) y al final salir con la nota más alta de la clase. ¡Que hijo de puta!, diría cualquiera. Eso lo hacía más divertido.

Era de esperarse por consiguiente, que ninguno de los docentes le estimara demasiado, con esa altivez desafiante, y por supuesto, su fiel cuaderno de chantajes en caso de cualquier represalia balanceándose peligrosamente siempre entre sus delgados dedos.

El hombre fijó su vista en él, no lo había visto mover un solo dedo desde que el chico se sentó en su pupitre en la parte posterior del salón al lado de una de los ventanales. Aquel maestro aborrecía profundamente la desidia y conocía al rubio de sobra…y a sus mañas, pero esta vez creía tenerle. Así que con voz pedante y autoritaria dijo:

-¡Hiruma al pizarrón!

El aludido lamentó el moverse de su lugar, pero le sonrió con cinismo al levantarse, cruzó los brazos sobre su cabeza y caminó con aire desinteresado, ante la mirada nerviosa del resto de sus compañeros, quienes también conocían de sobra esa rutina. La torre de control se detuvo frente al pizarrón lo observó unos segundos luego se volteó, y se dirigió al primer asiento que estuviese cerca, tomó el cuaderno sobre la superficie, leyó y luego volvió al pizarrón donde comenzó a escribir (con el plumón que le habían entregado antes) como si estuviese en modo automático, demoró solo unos segundos. Le sonrió cínicamente al hombre que subió sus gafas tomándolas del puente incómodo.

-¿Y bien?-Musitó divertido, con un tono que irritó al mayor, mientras torcía su cabeza hacia un lado. El hombre meditó unos segundos con el ceño fruncido, humillado sacó una calculadora del bolsillo de su camisa, marcó repetidamente, como negándose a aceptar el resultado. Arrugó sus labios e inclinó su cabeza, derrotado.

- E-es correcto.

- Lógicamente.-Cerró riendo entre dientes, al tiempo que todas las miradas del salón seguían fijas en él. Sin más preámbulos volvió a su lugar ya con pleno derecho de dormir profundamente por el resto del período sin ninguna interrupción. Se acomodó sobre la mesa haciéndola crujir, cruzó sus brazos y se apoyó en ellos reclinándose, se removió un poco al interior de la bufanda, y cerró los ojos.

Pudo escuchar el suspiro del docente del otro lado.

Volvió a reír.

De allí no supo nada más….Hasta la práctica.


El día comenzaba a terminarse y la oscuridad se presentaba lentamente sobre la ciudad como una pálida sombra que se devoraba la luz. Los faroles eléctricos parpadeaban recién encendiéndose en algunas calles, otros permanecían apagados hasta un par de horas siguientes. El constante traqueteo nocturno, del correr de los vehículos, los pasos apresurados de sus transeúntes, el constante murmullo de los trenes de aquí y allá, agregando finalmente, la nieve apostándose sobre algunas avenidas y los arboles desnudos carentes de hojas meciéndose al compas del viento, completaban el espacio urbano, tan vivo e indiferente.

Musashi terminaba de dejar a Tamachi en su casa , y manejaba ahora rumbo al hospital a ver a su padre, como lo hacía cada lunes desde que tuvo el accidente que lo dejó postrado en esas sábanas blancas conectado a una sonda, con un aparato que marcaba su ritmo cardíaco, siempre inestable.

Iba a verle casi a diario. ¿Admirable relación? Nunca cruzaban palabras, más bien, siempre unas pocas por costumbre. El moreno no recordaba haber tenido una buena relación con su padre, y bueno ahora tampoco…Sin embargo, lo quería muy en el fondo y era incapaz de abandonarle porque al final, su hijo era lo único que tenía ese hombre. Su mujer hacía mucho que se había marchado de casa, cansada de la frialdad y estoicismo de un hombre casado más con su trabajo que con ella. Se llevó al chico, que en ese entonces tenía alrededor de diez años y de vez en cuando lo veía casualmente. Años más tarde, según su memoria, el trabajo comenzó a ser algo difícil, así que el hombre le pidió que trabajase con él para darle un poco de apoyo, Musashi nunca se negó, y de un día para otro, su papá se moría lentamente y de pronto era responsable de muchas familias que vivían de ese trabajo agonizante…

De a momentos la responsabilidad pesaba más que las vigas de hierro que cargaba a diario…Y eso era frustrante y deprimente


Bueno que opinan, les tinca...?