Segunda parte Angelique, espero lo pases bien leyendo y que alcance tus expectativas.

¡Disfruten! :D


II

Dar pasos.

Fue como si de repente se encendiera una de esas cámaras viejas, las que usaban aquélla cinta de imágenes rápidas, contra una pared teñida de amarillo. Ese era el ambiente de aquél restaurante. Sus mesas, redondas, se distribuían por la única planta, habiendo pocas en total. Un lugar acogedor en todas sus letras. La luz no era demasiado fuerte, pero tampoco caía en lo tenue. De todas formas, no es dentro de este acogedor edificio donde nos centraremos, donde todo ocurre, sino a su puerta, las afueras recibiendo esa atmosfera de lleno. Ese invierno había nevado, bañando toda la ciudad con un color blanco de esperanza. Apoyado contra la pared del restaurante, había un hombre. Estaba abrigado para la ocasión, no disfrutaba el frío. Tampoco del calor. Con su celular en su mano derecha, esperaba a alguien. Le habían dicho que ese sería el punto de encuentro. Yamato tenía que decirle algo, pero parecía que no podía enviárselo por texto. Tenían que encontrarse. De seguro era en realidad para sólo pasar unos momentos con un amigo. Hacía mucho tiempo que no podían verse seguido. Cuestiones de vida y de adultez, a todo el mundo le llega. Esperó bastante, y se extrañó. Su amigo nunca era de llegar tarde, de hecho, cuando se demoraba unos pocos minutos dejaba entrever la vergüenza que le producía. A los veinticinco minutos, dudó en que algo hubiera pasado.

A la media hora, vio una figura doblar en la esquina de la calle. Tendría su misma edad, calculaba él, piernas esbeltas. Lo que más le sorprendía eran sus ojos, con un fulgor que, a su opinión, rimaban con las fiestas. No, no era su amigo. Y no, no lo miraba a él. Sin embargo, se conocían. La extraordinaria coincidencia pasó desapercibida para el pelirrojo. También, al igual que con Yamato, la vida adulta había logrado conseguir que no se vieran más. No se habían cruzado demasiado, tampoco, pero, de cualquier manera, tenían una buena relación. Podían hablar sin que el otro se sintiera incómodo, a pesar de nunca haber llegado a ese punto en el que el silencio resulta una zona de confort para la conversación, una pausa necesaria para ordenar y decantar pensamientos y opiniones. Ella no lo había visto, Koushiro podía notarlo. Aun así, él no la ignoraría. Se sentiría muy descortés de hacerlo. Aunque, si lo pensaba, no tenía un plan para iniciar una conversación. Hizo lo que primero cruzó por su mente.

Se interpuso en su camino. De un paso, que fue completamente inconsciente, chocó contra ella. No fuerte como para que alguno cayera al piso, pero lo suficiente como para que no pasara desapercibido. La mesura estaba en los rincones más recónditos de él.

—Lo siento —dijo él, decidiendo que mejor sería no decir que ya la había visto. Podría resultar algo incómodo.

—No hay problema —dijo ella, con un tono que, si bien educado, escondía cierto recelo. No estaba muy alegre de que alguien le hubiera chocado.

—Juro que no te vi.

—No te preocupes, estoy bien.

Ella no se daba cuenta de con quién hablaba, él no quería ser el primero en decirlo, porque sería mentir demasiado. Por un segundo, pareció que ese encuentro se quedaría en el anonimato, que la vida de ambos seguiría como si nada hubiera pasado. Hasta que ella giró la cabeza, que, faltó mencionar, nunca se había dirigido hacia el pelirrojo. Entonces fue que reaccionó.

—¡Koushiro! Demasiado tiempo sin vernos.

—¡Jun! Un placer encontrarte.

Se miraron unos momentos, ubicando en tiempo y espacio al otro, y se pusieron al día. Algo habría de aclararse. Ninguno de los dos había sido gran amigo del otro. Una simple relación de casualidad. Aun así, siempre que se veían, hablaban como si se conocieran de muchos años. Y no entendían del todo por qué lo hacían. En sus adolescencias, no habían tratado demasiado. Principalmente por la amistad del pelirrojo con Yamato y el insano fanatismo de la mujer con el mismo. Había sido recién por sus veinte años, cuando Jun había empezado a asistir a algunas de las reuniones de sus amigos cercanos, en gran parte porque se hacían en la casa de los Motomiya, que sus conversaciones habían iniciado. Varios minutos tardaron en saber qué había sido del otro. En todo ese tiempo, entre propuestas al aire, habían terminado por entrar al restaurante. Tenían hambre, hacía frío, y ninguno de los dos estaba en apuros. Sin ningún problema podrían tomarse un rato y, ya que estaban, cenar.

—¿Cómo está tu hermano? —preguntó Koushiro, queriendo saber algo del menor.

—No lo sé, hace varios días que no tengo noticias de él. Se suponía que estaría aquí para navidad, pero, como viene todo, no creo que se aparezca.

Ese comentario impactó en el hombre. No tanto por lo que había dicho, sino por cómo lo había dicho. Él no recordaba que Jun fuera, por decirlo de alguna manera, demasiado demostrativa con su hermano. Desde siempre habían tenido esa típica relación amor-odio que se presenta en varios casos. Nunca en toda su vida Koushiro había visto a Jun Motomiya diciendo algo dulce a o sobre su hermano. Y aun así, ahí estaba, con la mirada algo apagada, enfocada en un punto al azar, entristecida, sus hombros ligeramente caídos, su aire alegre en suspenso por un sentimiento algo aplastante. Ahí estaba, demostrando que era una hermana mayor después de todo. Lógico, pensó el pelirrojo. Idiota, se pensó la mujer.

—Ya aparecerá, a lo mejor está guardando una sorpresa para todos y no quiere arruinarla.

—Sí, siempre fue malo para guardar secretos —ahí volvía a notarse, en mucho menor grado que de costumbre, la normal Jun.

Koushiro rió ante el comentario, olvidando que estaba esperando a un amigo que nunca llegó. Había cierta música sonando de fondo. Parecía adecuada para el lugar, y, al mismo tiempo, desencajaba con el momento. Eso hacía que fuera algo contradictoria cuando uno la escuchaba. Y él, siendo tan observador desde siempre, no podía dejar de notar que algo faltaba. No era la carta que solía dar el mozo, ni el plato humeante frente a él, o una copa para acompañar. Pero algo faltaba, y, una parte de él, ajena a la conversación, se propuso de manera firme encontrar qué era, y no descansar hasta hacerlo.

—¿Cómo fue que terminaste en mi camino, Koushiro? —preguntó Jun, devolviéndolo a la realidad de repente.

—Tenía que esperar a Yamato, al parecer me tenía que decir algo, pero nunca se apareció —dijo, de forma totalmente intencional omitiendo el hecho de que se había chocado con ella a propósito. Es ocultar parte de la verdad, no mentir, se repitió unas cuatro veces en su mente. Y, gracias a unos percusionistas que habían participado de la canción que sonaba, entendió un pequeño detalle, que omitió de momento.

—Y tú Jun, ¿qué hacías por aquí?

—Volvía a mi casa, del trabajo.

Uno de esos silencios que no podían manejar se instaló entre ellos, recién pedidos sus platos. Entonces ella se disculpó y se levantó hacia el baño. Fue mientras Koushiro notaba que las piernas de ella se movían de una manera muy similar al ritmo de la canción, que supo lo que estaba pasando. Ninguno de los dos se estaba dando cuenta de que, poco a poco, se estaban conociendo mejor. A él, con lo interesante que solía resultarle todo, la situación se le hacía de lo más llamativa. No porque él fuera él o porque Jun fuera Jun y ambos se hubieran encontrado. Sino porque, a pesar de que había sido para nada planeado, en absoluto pensado, habían llegado a sentarse a charlar a una mesa. Eso no suele hacerse con cualquiera. Un saludo, una sonrisa, un intercambio cordial, y se termina la historia. No hay mucho más. Supuso que podría tachar a Jun de su lista de, como se dijo, 'cualquiera'. En qué lista iría, todavía no terminaba por estar seguro. Se había enterado de muchas cosas de la mujer de las que no tenía ni idea. Al parecer, trabajaba todo el día en una imprenta. Había ido escalando posición, porque, según había dejado entrever, tenía algún tipo de cargo importante. Y había dos cosas que Koushiro no sabía. La primera, cómo era que funcionaba una imprenta. La segunda, cómo y por qué había llegado Jun Motomiya a ese empleo. Todo el mundo podría responder la primera con una simple búsqueda en internet, no así la segunda. en su agenda mental, el pelirrojo anotó una investigación pendiente y se propuso a responderse la segunda incógnita, justo en el momento en el que Jun se sentaba frente a él, con una sonrisa.

—En fin, te decía —dijo ella, retomando lo que había estado hablando hacía unos momentos. Se quedó callada— ¿Qué te decía?

Koushiro no pudo evitar soltar una risa débil, que podría haberse convertido en carcajada, hasta que recordó que, por ser ella mayor, le tenía que dar el respeto correspondiente.

—De tu trabajo. Pero si te puedo preguntar, ¿cómo llegaste allí?

Comenzó entonces una historia que llegaría a cautivar al pelirrojo. No por ser dramática, o por tener giros inesperados. A Koushiro le llamó la atención la manera en la que Jun podía hablar de esa forma, contrastando con la chica que había conocido por primera vez tantos años atrás. Supo de su boca que vivía sola hacía varios años, que estaba soltera, después de una nada fructífera relación con Shin Kido, hermano de su amigo Jou, que había contactado con unos amigos que había conocido en un viaje de vacaciones a escalar en Monte Fuji, que necesitaba un trabajo en ese momento y justo cayó en cuenta de que esos amigos trabajaban en una imprenta. El cómo fue hilando todas las situaciones hizo que Koushiro se sintiera en los tacos de Jun Motomiya. Tacos que no estaba usando en ese momento pero que, al parecer, había usado en una fiesta de su trabajo que se había hecho días antes en la que había conseguido un ascenso. Supo muchos detalles más, que se olvidaría, o quizás no, pero que en ese momento atesoró como sólo podría hacerlo por esos segundos en el que se sintió tan identificado con alguien que habría creído tan lejano a él. Apenas terminó su relato, la mayor de los Motomiya preguntó algo similar a Koushiro, en lo que él inició una historia sobre algunos de sus detalles. Mientras hablaba, no podía dejar de cuestionarse qué se habían dicho mientras se ponían al día. No habían hablado de nada, al parecer, o quizás la cortesía había impedido que memorizaran lo que el otro había contado. Era una opción posible. Y, en medio de todo, sonó el celular del pelirrojo. Al principio no había querido contestar, tan ocupado estaba en hablar, no quería ser maleducado, pero, cuando Jun lo interrumpió a mitad del cuento de su última ruptura, diciéndole que contestara sin problemas el mensaje, él no se opuso. Al parecer, era de Daisuke, y decía:

Reunión navideña en casa de los Tachikawa, lleven algo delicioso. No falte ninguno.

Quizás no era algo que Daisuke podría haber dicho en persona, demasiado cordial para él, poco efusivo. Veía la mano de la prudencia en su mensaje. Y, al parecer, más importante todavía, hablaba en plural, lo que significaba que estaba invitando a todos sus amigos. Quizás el celular de Jun sonaría en unos segundos, con la invitación que él acababa de leer. Sin embargo, volvió a su charla, y no hubo otro mensaje a ninguno de los dos. Eso le extrañó, pero, ya fuera para no herir sus sentimientos, porque estaba demasiado a gusto en ese ambiente, o ambos, decidió no decir nada. Terminaron su cena, en algunas risas y unos silencios que dejaron de ser incómodos, cruzando algunas miradas y sonrisas cómplices. Nada fuera de lo común, o puede ser que sí, viendo quiénes eran los dos responsables de ello.

Cuando se despidieron, intercambiando sus números para hablarse por si algún día estaban cerca, Koushiro tecleó un mensaje rápido en su celular, enviándolo. Más tarde, pensó que lo correcto sería enviar dos. El primero, fue como un acto de buena voluntad, mezclado con el querer asegurarse un momento. El segundo, fue más como la constancia que sintió debía dar a un amigo por algo que, si bien ninguno de los dos reconocería con exactitud qué había sido, ambos sabían que había ocurrido.

El primero, fue para Daisuke, con la simple pregunta de: ¿puedo llevar a alguien?

El segundo, a su amigo Yamato que, con parte de razón y, sabía, parte de culpa, lo había metido en todo eso: gracias amigo, salió todo bien al final, no fue tu mejor golpe, nos vemos por las fiestas.

Y así, con una media sonrisa y una sorpresa en el bolsillo, Koushiro volvió a su departamento, cubierto de nieve, ansioso porque la navidad golpeara a su puerta.


Bueno, esta fue tu segunda petición, la de Jun y Koushiro. Lo que me da dudas respecto a esto es que, al ser la trama libre, no estoy seguro de qué era lo que esperabas, así que he acá el resultado. La próxima entrega, ya no voy a dejarlo a sorpresa porque es bastante obvio, tu primer petición.

¡Saludos! :D

(siempre se pueden saltear algunos errores en la edición, por temas de no darse cuenta. Si alguien ve algún error, por favor hágame saber. Gracias adelantadas ;))