Recuerdos

La hermosa mujer se encontraba parada frente al amplio ventanal de su lujosa habitación, mirando el jardín principal.

Ella llevaba un magnifico vestido de seda blanco con bordados dorados, piedras preciosas y unas finas alas de tul que le daban un toque etéreo. Un par de pendientes negros colgaban de sus orejas y una discreta tiara de cristal obscuro terminaba de adornar a aquella distinguida dama de piel blanca, soberana de aquel planeta.

Puso una de sus finas manos sobre la ventana, observando cómo los jardineros reales iban y venían arreglando los hermosos rosales rojos que crecían llenos de vitalidad, mostrando una belleza sin igual en toda la galaxia.

Las lágrimas amenazaron con rodar a través de las tersas mejillas; sentía envidia de aquellas rosas que de una u otra forma eran libres, no como ella, que estaba atrapada en esa jaula de oro y que, para poder salir a recibir algunos rayos de sol y apreciar el increíble trabajo de sus jardineros, tenía que hacerlo siempre bajo a la atenta y posesiva mirada de su captor y esposo.

Instintivamente se llevó los dedos a la doble marca que tenía en la frente; aún dolía.

Era increíble que a pesar de que habían pasado 10 años de lo sucedido, todavía no se hubiera acostumbrado del todo y la nueva marca siguiera doliendo como el primer día.

Con un rápido movimiento se limpió las lágrimas, pues odiaba mostrarse débil. Pensaba que si Él se daba cuenta de su sufrimiento, nunca confiaría del todo en ella y no la dejaría pisar el exterior, como pasaba casi siempre.

Todos en aquél planeta pensaban que la Reina era solo un mito, pues nadie que no trabajara en el castillo la había visto, ni siquiera el día de la boda o el día del ascenso al trono del Rey habían podido observar a aquella dama de la que el soberano se ufanaba tanto en mencionar; a veces, dudaban de su existencia.

Pero todas aquellas dudas se disiparon cuando, orgulloso, el monarca de aquél planeta salió al balcón principal del palacio y les mostró a su primer heredero al trono, fruto del amor que la Luna Llena y la Luna Obscura se tenían, fundando así la Familia de la Luna Eclipse.

Todo fue júbilo y algarabía en esa ocasión, y entonces, la misma reina, cubierta con un sutil velo que impedía observaran su rostro, salió a saludar a sus súbditos, dejándose abrazar por aquel hombre que ahora era su esposo, como si fueran una feliz pareja.

Pero todo aquello era una farsa.

No se podía quejar, Él siempre le había dado todo lo que podía; la había llenado de lujos y la trataba de la mejor manera, pues era el amor de su vida. Y a pesar de todo, ella había aprendido a quererlo, aun con sus manías, con sus celos enfermizos y su forma controladora de ser, aunque, en realidad, su corazón le pertenecía al hombre que se encontraba en la Tierra y jamás olvidaría.

Recordaba a la perfección lo difícil que habían sido los primeros días, y cómo la había obligado a revivir a su hermano muerto con la ayuda del Cristal de Plata, cosa que le había costado el brillo y fuerza de tan codiciado cristal. Era como si la piedra la hubiera castigado por cometer el sacrilegio de traer a la vida a alguien que había sido un traidor.

A eso le siguió la planificación de la boda, pues era obvio que si había aceptado irse con él, tendría que convertirse en su esposa, y justo un día antes de ésta, ella había decidido escapar.

Casi logra su objetivo, si no es porque la patrulla fronteriza la descubrió en el linde del planeta y la llevaron de vuelta al palacio.

Recordó como su captor había montado en cólera, cómo estuvo a punto de golpearla y que si no hubiera sido porque el hermano de éste intervino, quién sabe cómo le hubiera ido.

Por eso ahora se encontraba confinada, sin poder pisar el exterior, pues él le había hecho jurar que jamás intentaría abandonarlo de nuevo.

Y aunque ella lo juró, Él jamás dejó que pusiera un pie fuera del palacio de nuevo.

Después vino la noche de bodas, el momento más difícil de su vida. Tenía que reconocer que el hombre había sido muy tierno y cariñoso, y que trató de lastimarla lo menos que pudo, pero sufrió aquella primera vez, con la cual la nueva marca apareció en su frente, señal de su unión con la Luna Oscura y que se adhería a su dorada marca lunar.

De ese hecho le siguió el ascenso al trono, con lo cual se convirtió en reina y trató de hacer las cosas lo mejor que pudo, resignándose a que así sería su vida para toda la eternidad.

Y cuatro años después, justo cuando creyó que aquello era demasiado para ella y que no soportaría más, nació la Luz que iluminaría su existencia y la ayudaría a salir adelante el resto de su vida.

La reina Serena recordaba todo aquello como si hubiera pasado el día anterior, sumida en sus pensamientos, cuando una vocecita la llamó.

- Mamá

La rubia volteó rápidamente, esbozando una enorme sonrisa al descubrir a la pequeña niña de 6 años, de cabellos largos y plateados peinados en cuatro trenzas con dobles odangos y ojos color azul cielo. La doble marca, la de la luna creciente y la luna menguante adornaba su frente.

La niña llevaba un precioso vestido blanco que chocaba contra el piso de mármol, produciendo un curioso ruidito y aretes hechos del cristal oscuro.

- Pasa mi vida – la invitó.

La niña corrió hasta su madre quien la estrechó contra su pecho de forma amorosa y luego la llevó hasta la amplia cama, donde la sentó en su regazo.

- Mami, hace un día hermoso. ¿Será que puedas salir a jugar conmigo?

- Mi amor, sabes que no puedo salir de Palacio – le dijo ella, acariciando los plateados cabellos.

- Pero, tal vez si tomas aire fresco, te sientas mejor.

En ese instante, llegó el Rey, quien al ver la puerta del cuarto de la reina abierta, decidió asomarse, encontrando a las dos mujeres que más amaba juntas, no pudiendo evitar sonreír.

- Mi niña – dijo Serena, sin percatarse de la presencia de su esposo – mi salud es delicada. No puedo salir tan fácilmente – mintió

- Pero, si le digo a papi, tal vez te convenza – la pequeña la miraba con ojos suplicantes.

De repente, ambas escucharon la gruesa voz.

- Hikari

Madre e hija dirigieron la mirada hacia donde ésta provenía y se toparon con el imponente hombre que se acercaba a ellas. La niña bajó del regazo de su madre y corrió hasta su padre, quien la cargó y la abrazó amorosamente.

- ¡Papi! – dijo la niña alegremente, rodeando el cuello del hombre – Hace un hermoso día, ¿verdad que mami puede salir a jugar conmigo? ¿verdad que respirar aire fresco la ayudará a sentirse mejor?

El hombre dirigió una mirada a su esposa, que ya estaba de pie.

- Por supuesto que si mi niña. Mami puede salir a jugar contigo – le dijo, depositando tiernamente a la pequeña en el suelo

- ¡Sí! Mami, saldrás ¿verdad? – preguntó la platinada a Serena

- Por supuesto que si mi amor, si papi dice que sí, lo haré – respondió sonriente.

La chiquilla dio un grito de alegría y comenzó a girar alrededor de sus padres.

- Bueno Hikari, espera a mami en el jardín, que tengo que hablar con ella.

La niña se acercó para darle un beso a su madre, se despidió de su padre y salió corriendo de la habitación, mientras Serena se dirigía de nuevo a la ventana.

La mujer escuchó los firmes pasos tras ella y pronto sintió como las fuertes manos la apresaban de la cintura y la atraían contra él, mientras comenzaba a recibir besos húmedos en su cuello.

- Serena – le susurró al oído, al tiempo que lamía su lóbulo

- Diamante – gimió ella, cerrando los ojos, dejándose embargar por aquella placentera sensación.

Diamante la giró, quedando frente a frente, por lo que ella echó los brazos alrededor del cuello del platinado mientras él la besaba con pasión. Todo tenía una connotación sexual cuando de hablar se trataba.

El Rey Diamante se dirigió a la cama e hizo que Serena se sentara en su regazo, rodeándole la cintura y besando el desnudo hombro.

- Muéstrame el Cristal de Plata.

La rubia obedeció, sacando de su corazón aquel cristal que había sido codiciado desde el Milenio de Plata.

El platinado rey comenzó a besar el cuello y hombro de su esposa, mientras sus manos apresaban y masajeaban los senos de Serena, haciendo que ella emitiría un gemido y que el Cristal de Plata brillara con mayor intensidad.

- Me encanta hacer el amor con su resplandor iluminándonos – susurró él.

- Diamante… de qué querías… hablar – las palabras salían trabajosamente, pues el placer invadía su cuerpo.

- Creo que ya es momento de darle un hermanito a nuestra hija – las hábiles manos viajaban por las caderas de la rubia – me encantaría tener un varoncito.

- Pensé que con Hikari era más que suficiente – ella se levantó rápidamente e introdujo de nuevo el cristal en su pecho.

- No, nunca va a ser suficiente – Diamante se levantó y la tomó del rostro – quiero que me des muchos hijos.

- ¿Para qué? ¿Para que no pueda disfrutarlos y tenga que mentirles todo el tiempo acerca de mi salud? – dijo ella en un leve reproche.

- Si no hubieras tratado de escapar, no te tendría encerrada.

- ¡Eso fue hace 10 años Diamante! ¡Te juré que no lo haría!

- ¡No me importa! – él la tomó entre sus brazos – Serena yo… no podría vivir sin ti, no sé qué haría si me dejas… ¡eres mía por toda la eternidad! – su mirada era ansiosa.

- Si Diamante, soy tuya y lo sabes – trató de mantenerse ecuánime.

- Te amo mi hermosa Reina Serena – el platinado repartió cortos y dulces besos por todo el femenino rostro – ahora ve con nuestra niña, que te está esperando.

- Diamante soltó a Serena y ésta se dirigió hacia la puerta cuando el platinado la llamó de nuevo.

- Serena

- ¿Sí?

El Rey lanzó un rayo que le rodeó el cuello y las muñecas, el cual se convirtió en unas cadenas de oro.

- ¿¡Qué es esto!? – preguntó ella alterada

- Con esas cadenas te mantendrás en el castillo. Si intentas escapar, te electrocutarán al instante – dijo él de manera fría – te prefiero muerta antes de perderte.

- ¿Y qué crees que piense nuestra hija cuando vea a su madre encadenada? – le reclamó

- Las cadenas son invisibles. Solo tú y yo podemos verlas – él se acercó a ella para acariciar el enfadado rostro – hasta enojada te ves hermosa. Ahora ve que Hikari te está esperando.

Molesta, Serena salió de la habitación, dirigiéndose al jardín principal.

Moonlight Destiny

Serena llegó a la entrada principal del castillo, solemne, ante la mirada curiosa y sorprendida de todos los que allí trabajaban.

Era muy extraño verla, por lo que, aquellos que tenían esa oportunidad, se sentían muy bendecidos de conocer a esa extraña dama de piel pálida como la luna y cabellos largos y dorados como los rayos del sol, que caminaba con verdadera clase entre ellos.

Aquella reina, su reina que veneraban como una deidad; la diosa de rostro amable y hermoso, de labios rojos como el carmín y ojos azules como el cielo que les brindaba una cálida sonrisa y una sensación de bienestar y paz a su paso, a diferencia del atractivo y misterioso rey que siempre era frio, déspota y que tenía un muy mal carácter.

Los siervos se preguntaban cómo era posible que dos seres tan opuestos pudieran haberse enamorado, aunque, obviamente, no sabían la verdad.

Serena regalaba sonrisas a sus súbditos, mientras éstos, maravillados con su majestuosidad, le hacían reverencia y algunos se acercaban a regalarle una flor. Ninguno de ellos podía ver las cadenas de oro que portaba.

Diamante llegó hasta el umbral de la gran puerta y observó cómo su esposa se dirigía con paso seguro hasta dónde se encontraba su pequeña hija acompañada de su nana, sintiéndose complacido de ver aquella escena.

- ¿Así que la dejaste salir? – escuchó la varonil voz detrás de él.

- Si Zafiro, nuestra hija quería que jugara con ella en el patio – le respondió el platinado a su pelinegro hermano

- Sin embargo, le has puesto esas cadenas… - Zafiro se plantó junto a su hermano con los brazos cruzados – Hermano, realmente no creo que Serena trate de escapar de nuevo.

- No confío en ella – respondió tajante Diamante

- Han pasado diez años y ella sigue aquí…

- No me importa. No soportaría no tenerla a mi lado.

Zafiro soltó un suspiro y movió la cabeza en forma negativa al ver la testarudez de su hermano.

- Necesito que me acompañes a la sala de juntas, hay algo que tengo que decirte.

Y dicho esto, Zafiro entró al palacio seguido de Diamante.

Moonlight Destiny

- ¿Qué es lo que tienes que decirme? – preguntó el Rey Diamante mientras cerraba la puerta tras de sí.

- Hay una nueva amenaza en el universo que pone en peligro Némesis.

- ¿Una nueva amenaza? ¿Cómo la de Galaxia?

- Peor

Diamante comenzó a caminar alrededor de Zafiro

- Aquella vez, también estuvimos en peligro. Sin embargo, Némesis se volvió invisible a los ojos de Galaxia y ella se fue directo a la Tierra donde ellos se encargaron de derrotarla.

- Si hermano pero esto es diferente.

- ¿Qué puede haber de diferente cuando esa mujer era la Sailor más poderosa del universo y fue derrotada? – Diamante tomó asiento frente a su hermano y cruzó la pierna.

- Si pero en esa ocasión Galaxia ni siquiera se fijó en Némesis, y ésta amenaza…

- Tenemos la fuerza y el poder suficiente para derrotar lo que sea – lo interrumpió el platinado, mirándolo con gesto ceñudo.

- Lo sé, además con la ayuda del Cristal de Plata…

- ¡Ni se te ocurra pensarlo! – el rey se levantó de súbito, enfrentando al pelinegro – ni si quiera pienses que pondré en peligro a Serena.

- Diamante, nos estamos enfrentando a algo muy serio, y necesitaremos toda la fuerza necesaria.

- ¿De qué trata esa "amenaza" como para que quieras exponer a mi esposa? – preguntó Diamante malhumorado.

El pelinegro suspiró

- Ésta amenaza es una entidad maligna que acaba con todo a su paso; ha destruido planetas enteros robando su energía, con el afán de apoderarse de todo, y antes de que digas algo, no, no es como Sailor Galaxia. Ésta entidad se llama El Ángel de la Muerte.

- Con que El Ángel de la Muerte, ¿eh? – Diamante acariciaba su mentón – El Gran Sabio también era el Fantasma de la Muerte y lo derroté junto a Sailor Moon.

- Tú lo has dicho hermano, junto a Sailor Moon. Además, Gran Sabio era un ser vivo antes de convertirse en lo que se convirtió, pero El Ángel de la Muerte… - Zafiro se dirigió hacia la computadora principal y apretó un botón, la cual proyectó sobre la mesa una imagen de una figura espigada y encapuchada a la cual solo se le veían ojos rojos. Portaba una hoz en sus huesudas manos y unas grandes alas negras lo cubrían casi en su totalidad. – ésta entidad ha existido desde el principio de los tiempos. Su única misión era asistir en el ocaso de la vida de las personas, seres vivos o planetas. Sin embargo, parece que ha acumulado cierto poder en los últimos siglos y ahora está acabando con todo a su paso.

Zafiro apagó la computadora y miró a su hermano, esperando que tomara una decisión inteligente.

- Estaremos preparados si llega a Némesis – dijo seriamente Diamante

- Hermano, tiene un ejército muy fuerte.

- Si lo que pretendes es que despierte a Sailor Moon, estás equivocado. No voy a exponer a mi esposa.

- ¡Pero tal vez con el Cristal de Plata podamos derrotarlo! – el pelinegro sujetó a su hermano de los hombros - ¡para qué lo querías si no quieres utilizarlo!

- La quería a ella – el platinado se soltó del agarre – y ya te lo dije. No voy a exponer a Serena. Si algo llegara a pasar, el Cristal Oscuro nos ayudará de derrotarlo.


Hola!

Por fin pude subir capitulo! Jaja

Pues ya pasaron 10 años y a pesar de todo, parece que Serena no la ha pasado tan mal (?). Siempre he dicho que Diamante, bien comprendido, puede llegar a ser un gran sujeto ahah xD

Espero que les haya gustado el capitulo! Gracias por leerme!

Mirel Moon: Gracias por tu review! Espero que te guste como se desarrolle este enredo.

Ro: Muchas gracias amiga! Jeje espero cumplir con las expectativas y estándares xD

Génesis: Así es, todo lo que conociamos será completamente diferente por la desición de Serena. Espero te guste esta historia.

Bueno Bombones, me despido. Nos leemos hasta nuevo aviso, y por cierto, aun no empiezo a trabajar en Dulce tentacion, así que sigue en stand by. En cuanto tenga un tiempecito me pongo tensa a escribir.

Besos estelares! :*

"Si ladran los perros es señal que vamos avanzando"