3. Regreso

Serena abrió lentamente los ojos, sintiendo su cuerpo adolorido. En sus brazos, la pequeña Hikari dormía apaciblemente.

Ambas estaban en una burbuja hecha por el Cristal de Plata.

- Hija despierta – la movió con premura - ¡Hikari por favor! – dijo la angustiada madre.

Lentamente, la niña fue abriendo los ojos, topándose con el rostro preocupado de la reina.

- ¿Qué pasó? – preguntó la pequeña

- No lo sé, pero me alegra que estés bien.

- ¿Estamos vivas?

- Si, el Cristal de Plata nos protegió.

La rubia fue incorporándose poco a poco, aún protegida por el campo de energía del cristal, mientras los escombros caían a su lado. Una vez estuvieron a salvo, el cristal dejó de brillar y volvió al interior de ella.

Ya liberadas, observaron con horror la destrucción a su alrededor, y un escalofrío recorrió el cuerpo de Serena, imaginando lo peor.

- Mami, papi está bien, ¿verdad? – la niña abrazaba a su madre

- No lo sé hija, espero que si – le respondió consolándola, sin embargo, su corazón le dictaba lo contrario.

Tomando a su hija de la mano, ambas se dirigieron a lo que era el patio principal, donde un ahogado grito salió de su garganta al ver que ahora Némesis no era más que un planeta frio, desolado y lleno de muerte.

Recorrió con la mirada aquel lugar que hasta hacía unas horas era un bello jardín y que ahora estaba lleno de cuerpos, esperando encontrar indicios de que alguien hubiera sobrevivido a aquella masacre o que su esposo se encontrara escondido en algún lado, hasta que, a lo lejos, lo encontró.

La rubia soltó a la niña y corrió hasta el cuerpo inerte de Diamante, cayendo de rodillas junto a él y llevándose las manos a la boca mientras las lágrimas resbalaban por las mejillas.

Diamante estaba boca abajo, en medio de un gran charco de sangre semi coagulada y tenía un hoyo en la espalda; Serena ni siquiera era capaz de articular palabra, solo se limitaba a llorar y acariciar la sedosa cabellera plateada que ahora está embarrada de sangre reseca.

- ¿Papá?

La rubia abrió mucho los ojos al escuchar la vocecita de su hija tras ella y rápidamente se volteó para tomarla bruscamente en brazos, evitando así que la niña viera el estado de su padre.

- Hikari

- ¿Papá está bien? - preguntó desesperada la platinada- ¿Papá está bien?

La mujer movió la cabeza en forma negativa, consolando a su pequeña hija.

De pronto, fue consciente de la situación: estaban completamente solas en aquél planeta ahora muerto. Ellas eran las únicas sobrevivientes de aquél genocidio.

Tenía que hacer algo. No podían quedarse ahí, no podían arriesgarse a que el Ángel de la Muerte se diera cuenta que estaban vivas, además, tenía que ver la manera de que Hikari estuviera a salvo, sumándole el hecho de que tal vez, aquél malévolo ser atacara otro planeta.

Otro planeta…

A su mente, llegó un nombre que pronunció en un susurro.

- Darien…

- ¿Qué? – preguntó la niña, alzando el rostro hacia el de su madre

- Tenemos que irnos de aquí Hikari

- Pero, tal vez si usas el Cristal de Plata, papi pueda vivir y pueda reconstruir todo.

- No puedo rescatar a papi de las garras de la muerte mi amor – le dijo a la niña, acariciando la plateada cabellera – pero puedo intentar protegerte. Debemos irnos.

- ¿A dónde?

- A un planeta donde tengo amigos que nos ayudaran.

Serena se levantó y tomó la mano de su hija, dirigiéndose de vuelta a las ruinas del castillo.

El aire comenzaba a ser denso y frio y ulular se colaba entre las paredes resquebrajadas de lo que antaño fuera el palacio, causando un ruido espectral.

Hikari se repegó a la falda de Serena, intentando esconderse, pues tenía miedo, cuando tropezó con algo.

La pequeña se soltó de su madre, llamándole la atención aquel objeto: un viejo broche manchado por el tiempo que tenía en el centro una estrella de cinco picos y hendiduras donde seguramente en algún momento hubo joyas incrustadas.

- ¡Mira mamá! – dijo la pequeña, ofreciéndole el objeto a la rubia.

La mujer tomó aquello en sus manos, sintiendo como su corazón le daba un vuelco, pues se trataba de su viejo broche de transformación que Diamante le quitara cuando llegaron a Némesis.

- Dios mio, ¿será posible que…? – Serena cerró los ojos y sacó de su pecho el Cristal de Plata para colocarlo en el broche.

En automático, el resplandor del Cristal cubrió el broche, restaurándolo y dejándolo como si nunca el tiempo hubiera pasado por él, como si Serena nunca lo hubiera dejado de usar.

Al ver aquello, la mujer se armó de valor y lo alzó tan alto como pudo, invocando sus viejos poderes ante la mirada asombrada de su hija.

- ¡Por el poder del cristal lunar, transformación!

Gritó con todas las fuerzas que pudo, pero nada ocurrió.

- ¡Por el poder del cristal lunar, transformación! – gritó de nuevo sin éxito alguno.

Serena cayó de rodillas, sintiéndose frustrada, mientras Hikari la observaba sorprendida.

- Es inútil. No puedo… no puedo salvarte – las lágrimas corrían por las mejillas de la rubia mientras la niña se acercaba a ella y la abrazaba.

- ¿Vamos a estar bien mami?

La mujer abrazó fuertemente a su hija mientras el Cristal de Plata salía del broche y se situaba flotando ante sus ojos.

- ¡Por favor Sagrado Cristal de Plata, permíteme usar tu poder para salvar a mi niña! ¡Permítenos viajar a la Tierra donde podamos estar a salvo!

Después de aquella plegaria, el Cristal de Plata comenzó a brillar, envolviéndolas en una cálida luz cegadora.

Moonligth Destiny

Llovía en Tokio cuando, en medio de una calle desierta, una mujer y una niña aparecieron.

La mujer rubia de peinado de odangos tenía las coletas empapadas, al igual que la blusa a rayas y el pantalón de mezclilla, mientras que la pequeña tenía el plateado y largo cabello suelto repegado a la cabecita y el vestido rosa chorreando de agua.

La niña temblaba de frío mientras a su madre no parecía importarle la lluvia que en esos momentos caía en la ciudad; miraba para todos lados, tratando de orientarse.

- Mami, tengo frio – dijo la niña titiritando, pegándose a su pierna.

Serena cargó a la niña para intentar darle calor con su cuerpo, aunque aquello era inútil, pues estaba igual de empapada que ella.

- Ya mi vida, pronto llegaremos a un lugar seguro.

Una vez que supo dónde se encontraba, Serena echó a andar con su hija en brazos en dirección al Templo Hikawa.

La tormenta arreciaba cada vez más, y sin nada con que taparse, el frio ya comenzaba a calar el cuerpo de la rubia. Con bastante dificcultad subió las escaleras del templo; parecía que tanto ella como la niña se debilitaban cada vez más, al estar expuestas a una atmósfera completamente diferente a la que estaban acostumbradas, y aunque Serena era originaria de la Tierra, su sistema inmunológico estaba acostumbrado a la composición de Némesis.

Cuando llegó por fin a la cima del templo, cayó de hinojos con la niña en brazos, quien para ese momento se encontraba sumida en un sopor, producto de la enfermedad que ahora corría por su cuerpecito.

- Hikari – susurró Serena al oído de la platinada, intentando reanimarla.

En ese instante, dos jóvenes sacerdotisas cerraban el templo ante la tormenta cuando vieron a la rubia llegar al borde de sus fuerzas con una pequeña en brazos.

Rápidamente, las sacerdotisas corrieron hasta donde la mujer se encontraba, tomaron a la niña en brazos y la ayudaron a entrar al templo.

Moonligth Destiny

Serena abrió poco a poco los ojos, mirando aquella cálida habitación en la que se encontraba. Se sentía mejor, pues las empapadas ropas habían sido cambiadas por secas indumentarias de sacerdotisa. No recordaba que había sucedido después que llegara al templo Hikawa con Hikari en brazos.

Hikari…

De golpe, se incorporó al recordar todo lo que había acontecido en las últimas horas (o años luz), buscando con desesperación a su hija.

- ¡Hikari! – exclamó la mujer, observando la habitación por todos lados.

- Ella está bien – escuchó una juvenil voz.

Serena se concentró en la muchacha que ahora entraba a la habitación con una bandeja donde llevaba té. Por su indumentaria, supo que se trataba de una sacerdotisa del templo.

- ¿Dónde está mi hija? ¿Cuánto tiempo llevo dormida? – preguntó la rubia.

- Solo unas horas no se preocupe – le respondió la chica mientras colocaba diligentemente la bandeja en una mesilla – y la niña está en la habitación contigua. Está siendo atendida por mi compañera.

- Quiero verla – dijo Serena, incorporándose de su lecho, sin embargo, aún estaba demasiado débil, por lo que la chica tuvo que sostenerla cuando dio el primer paso que hizo que cayera.

- Será mejor que siga descansando – le dijo amablemente, mientras la conducía de nuevo en el lecho.

- ¿Qué ocurrió?

- Es lo que me gustaría saber – la muchacha servía una taza de té – usted llegó en medio de la tormenta con la niña en brazos y en cuanto puso un pie en el templo, se desvaneció. Mi compañera y yo las trajimos hasta aquí y las cambiamos. Ella se encargó de la pequeña, quien tenía bastante fiebre.

- ¿Mi hija está enferma? – preguntó preocupada

- Nada de qué preocuparse. Mi compañera le dio un baño de agua tibia y le colocó unos ungüentos a base de hierbas. Necesita descansar.

Serena bebió el té que la chica le ofrecía, deleitándose con el sabor dulzón de la bebida, muy parecido al del té de limón que Rei les ofrecía cuando iban a verla al templo.

- ¿Y la sacerdotisa Rei Hino? – preguntó de pronto la rubia.

- Ella ya no trabaja aquí. Está casada – respondió la chica, quien acomodaba en una silla ropa limpia

- ¿Casada? ¿Con Nicholas?

- No. El señor Kumada ahora es el sacerdote principal del templo, solo que en estos momentos está de viaje.

- ¿Y el señor Hino?

- Él murió hace seis años – la chica respondió entristecida.

De pronto, la puerta de la habitación se abrió y entró la otra sacerdotisa.

- ¡Qué bueno que ya despertó! – dijo alegremente al ver a Serena sentada con la taza de té en las manos – el baño tibio ya está preparado.

- Muchas gracias – respondió la rubia con una melancólica sonrisa - ¿Y mi niña?

- Está dormida. En cuanto despierte le ofreceremos de comer.

- Bueno nosotras nos retiramos – dijo la otra chica – en la silla coloqué una toalla y más ropa, para que tenga con qué cambiarse cuando salga del baño. Iremos a preparar la cena.

- Muchas gracias – respondió Serena.

Haciendo una reverencia, las muchachas salieron del lugar, dirigiéndose hacia la cocina.

- Miwako, esa mujer preguntó por la Señora

- ¿La conoce?

- No lo sé

- ¿No le mencionaste que está casada, verdad? Sabes que a ella no le gusta que le digan eso a cualquiera.

- Si lo hice pero no dije con quién ni mencioné su apellido. Creo que deberías llamarle para informarle.

- Así lo haré – y las chicas tomaron pasillos diferentes.

Moonligth Destiny

Rei estaba en su habitación, sentada en su cama, pensando. En su regazo tenía su pluma de transformación.

Llevaba varios meses teniendo sueños extraños, donde el mundo estaba sumido en el caos gracias a un ser alado, pero que al final éste era vencido por el brillo intenso de la luna, y eso la tenía inquieta.

No le encontraba significado alguno, ya que, desde la batalla contra Sailor Galaxia, la paz había reinado en el universo.

Sin embargo, el hecho de que la Luna hiciera desaparecer la oscuridad era lo que más conflicto le causaba.

¿Acaso volverían a ver a Serena? No era que no deseara verla otra vez, ya que su partida le había dolido mucho, pero se había hecho a la idea de que ahora el destino sería otro y ella, aunque no era una princesa ni mucho menos reina, sería la que estuviera a lado de Darien durante toda la eternidad, pues ahora, ellas eran guardianas del príncipe, y le debían toda su lealtad.

Le tranquilizaba un poco el que, desde que había comenzado a tener esos sueños, nada anormal ocurriera, y omitió contarle a Darien la parte sobre el brillo de la Luna.

Siempre evitaba a toda costa mencionarle al moreno algo que tuviera que ver con la Luna y que le hiciera recordar a Serena, sobre todo en su intimidad, pero aquello era imposible, ya que en las innumerables batallas y demás, el nombre de Sailor Moon salía a colación, sintiéndose acechada por la sombra de la rubia.

Recordó cómo había sido aquella primera vez, cuando, desesperada por el dolor que sentía ante la desaparición de su amiga y de ver cómo sufría su príncipe, corrió hacia su departamento y lo encontró al límite de su cordura.

El consuelo fue dando paso a los besos, y los besos a algo más… después de eso, ambos anunciaron su decisión de estar juntos y afrontar todo lo que viniera de ahora en adelante.

Sí, ella, Rei Hino, Sailor Mars, era aquella mujer que Sailor Plut había mencionado, la que ayudaría al Príncipe Endymion a formar un nuevo imperio.

Todo había seguido con aparente normalidad, luchando junto a las Outers Senshis y las Sailor Starlights, y había pasado los diez años más maravillosos de su vida al lado del Príncipe de laTierra, hasta ese maldito sueño.

La pelinegra sacudió la cabeza. Aunque no pasara nada, Darien había dado la orden de que todas se mantuvieran alerta, y así lo hacían, por eso, llevaba su pluma consigo a todos lados.

El repiquetear del teléfono la sacó de sus pensamientos. Rei se levantó de la cama dejando a un lado la pluma y se dirigió a contestar.

- ¿Diga?

- ¿Señora Chiba?

- Si, soy yo, ¿quién habla?

- Soy Miwako, señora

- ¿Qué ocurre Miwako?

- Llegó al templo una mujer extraña. Preguntó por usted

- ¿Una mujer? ¿Cómo es?

- Es rubia, peinada con odangos...

La pelinegra abrió mucho los ojos al escuchar aquello. Finalmente, había ocurrido, la Luna estaba de vuelta.

- No le menciones nada sobre mí. Enseguida voy para allá.

- Si, Señora.

Rei colgó el teléfono y se dirigió a su cajonera, de donde sacó el reloj comunicador.

- Ha vuelto – fue el mensaje que envió, y sin esperar respuesta, cortó la comunicación.

En ese instante, Luna entró a la habitación.

- ¿Quién ha vuelto, Rei?

La pelinegra se volvió hacia la gatita, y tomando todo el aire que pudo, le contestó.

- Serena.


Buenas madrugadas Bombones!

Aquí les traigo el capitulo 3 de este fic, espero que les guste! Pues por fin Serena ha regresado, así que ya comenzará de nuevo la historia. Ahora solo falta que las chicas se reencuentren y que los Three Lights regresen. ¿Qué creen que diga Darien ahora que está casado con Rei? y ¿cómo se dará la relación de Serena y Seiya si nunca se han conocido?

Liz Vara: Muchas gracias Bombón!

Génesis: Más que sobreprotector, estaba obsesionado, y pues si, después de diez años, Serena tenía que quedar embarazada en algún momento...

Me despido Bombones, que pasen una linda noche y excelente incio de semana! Nos leemos pronto! Besos estelares! :*