¡Hola! ...¿Hola? ... ¡Hey, he vuelto! ... ¿Hay alguien? :(

Bueno, pues he regresado después de lo que pareció una eternidad. Tuve la peor racha de desinspiración existente en toda mi historia. Lamento mucho la tardanza y espero que el capítulo recompense un poco mi larga ausencia. Ruego porque no ocurra esto de nuevo.

En fin, espero que les haya gustado el capítulo y que lo hayan disfrutado tanto como yo al escribirlo.

Les mando un enorme saludo y espero ponerme al día con las demás historias.

¡L s quiero!

Nos veremos en los comentarios y/o en el siguiente capítulo :*

Love-Dreamer-HP

Capítulo 3

Sorpresas

No había podido pegar un ojo en toda la noche, había estado pensando en todas las decisiones que la vida le había hecho tomar. En un momento había recordado la peor de ellas y justo esa era el motivo de su insomnio. No podía pensar en otra cosa que no fuera aquella bella mujer que había perdido por un enojo adolescente, ella era lo mejor que le había pasado.

El sol comenzaba a asomarse, los pájaros comenzaban a cantar para darle la bienvenida al nuevo día de un sábado prometedor. Harry miró a la izquierda y el reloj le confirmó que una hora más había pasado, lo había mirado cada hora y así fue testigo de cómo la noche pasaba sin que él descansara; estiró la mano y prendió la radio, el aparato comenzó a sonar y pudo escuchar una canción que él desconocía, pero aún así la dejó sonar con el bajo volumen que ya tenía predeterminado.

Un cuerpo a su lado comenzó a moverse ligeramente en señal de haber regresado de los sueños. El pelinegro volteó a la derecha y se encontró con la bella y blanca silueta de su mujer acurrucada en su costado, bajó su brazo, lo colocó cerca de ella, acarició con cuidado el lacio cabello negro y Cho abrió los ojos.

—Hola —saludó la ronca voz de la chica.

—Hola —respondió Harry.

— ¿Qué tal dormiste? —preguntó sonriendo ligeramente, colocando su brazo alrededor de él y besando el desnudo pecho.

—Bien —mintió—. ¿Y tú?

—De maravilla.

Claro que ella había dormido de maravilla, siempre decía lo mismo después de que la noche anterior hicieran el amor.

Al final de cuentas y cuando él iba a hablar de la situación como quería, ella sólo le había preguntado "¿Me amas?" y después de pensarlo detenidamente por unos segundos él había respondido un casi inaudible "Sí", después de ello Cho se había lanzado a besarle con la misma pasión que lo hacía siempre, mojándole ligeramente las mejillas a causa de las lágrimas que salían previamente de sus ojos y así, habían terminado con el problema con la solución que Ron había propuesto desde el principio.

Quizá sí sea la mejor solución pensó para sus adentros, no muy seguro de querer remediar todo lo que pasara en una vida entera de esa manera.

Cho comenzó a besarlo lentamente desde el pecho hasta el cuello, pero Harry no estaba atento a lo que ella hacía, su mente de nuevo se había trasladado al pasado, a aquella época en la que la solución no era el sexo sino besarse y pedir perdón por no pensar. Aquella época en la que el simple hecho de mirar unos ojos marrones y acariciar una melena pelirroja era suficiente para sentirse completo.

Los besos de Cho pronto llegaron a los labios de Harry y ahí fue cuando él, sabiendo que debía corresponder, la besó con intensidad tratando de imaginar por un momento y como nunca lo había hecho, que a quien besaba era a Ginny.

OoOoO

—Ron... Ron... Ron, despierta.

Hermione había despertado hacía más de dos horas, se había aseado, arreglado y preparado para salir durante todo el día, pues estaba consciente de la manera en la que Lavender y su amigo utilizaban el departamento cuando ella lo pedía, y eso era algo que Hermione no quería presenciar.

Había preparado el desayuno para ambos como lo hacía siempre, había esperado a que Ron llegara y devorara todo como era su costumbre. Sin embargo, él no había aparecido, su celular había sonado y Luna le había invitado a desayunar.

Ahora, cinco minutos de espera más tarde, la castaña intentaba despertar a su amigo.

—Ronald, debo irme. Despierta o no estarás listo para ver a tu noviecita —dijo en un susurro divertido muy cerca de su oído.

Era inútil. Por más que lo intentara no lograría que despertara.

Miró a su alrededor y encontró el tambor que él utilizaba para hacerla molestar cuando tenía demasiado trabajo. Ron había comprado el molesto artefacto en una tienda de garaje, según él porque podría ser necesario en alguna ocasión y resultaba ser que la ocasión perfecta era cuando Hermione tenía que terminar cosas importantes en su trabajo. Ese tambor les había costado una cantidad muy extensa de pelas.

Hermione tomó el instrumento y se colocó al lado de la cama. Esta vez se vengaría por todo aquello que él le había hecho antes.

— ¡Despierta, Ron!— dijo al tiempo que golpeaba con fuerza una y otra vez aquel tambor.

— ¡Ah! —gritó él saltando de la cama y cayendo al lado de Hermione—. ¿Pero qué demonios te sucede, Hermione? ¿Te parece que esa es la manera de despertar a alguien? ¡Pudiste matarme del susto! —reclamaba levantándose del suelo con la sábana enredada entre las piernas.

La castaña no podía hacer otra cosa más que reír estruendosamente al saber que su venganza había valido la pena. Ron por su lado la miraba desafiante y molesto y la única manera que encontró de cobrarse aquel susto fue tomar a su amiga de la cintura, tirarla en la cama, ponerse sobre ella y comenzar un ataque de cosquillas.

— ¡No! ¡Ron, no hagas eso! ¡Detente! —Hermione se retorcía sin poder hacer nada contra el joven pelirrojo al tiempo que reía sin parar, esta vez a causa del ataque.

Un par de minutos después, él se recostó boca arriba con ella a su lado, dando por terminada aquella batalla.

—Espero que hayas entendido —advirtió Ron esbozando una sonrisa.

—No volveré a hacerlo —contestó Hermione jadeando un poco. Volteó a su lado izquierdo y recargó su cabeza en su mano—. Debes apresurarte, Lavender no tarda en llegar.

Ron volteó a su lado derecho y miró a Hermione, pensativo. Se dedicó a admirar su rostro. No quería que llegara Lavender, quería quedarse con la castaña a su lado durante toda la mañana, mirar sus ojos chocolate ligeramente maquillados, su perfilada nariz inspirando y espirando, su boca entreabierta con el brillo de su labial sabor durazno que invitaba a comerlo directamente de ahí. Respiró hondo y pudo sentir el perfecto aroma del perfume que la chica usaba a diario, mezclado con su propio aroma. Él acercó su mano a la mejilla rosada y la acarició con ternura.

—Lo sé, iré a tomar una ducha de inmediato —dijo sin moverse ni un poquito de donde estaba.

Hermione lo miró seriamente, como advirtiendo con esa mirada que tenía que darse prisa.

—No me mires así, ya voy.

—No te ves muy entusiasmado.

—Que inteligente.

—Ron... —suspiró— creo que lo mejor será que hables con ella.

—Lo sé y eso es exactamente lo que haré. Palabra de Weasley —dijo Ron poniendo la mano en su pecho y haciendo un amago de sonrisa.

—Eso espero.

—Y por cierto, ¿tú qué haces tan arreglada a esta hora? —preguntó el pelirrojo jugando con el cabello de ella.

—Le dejé la casa libre a tu novia hoy, ¿lo olvidabas? —contestó—. No planeo quedarme a escuchar cualquier cosa que ustedes hagan.

Ron rió un poco con aquella mención y de inmediato se levantó de la cama.

—Deberías levantarte entonces... no tienes idea de la cantidad de cosas que han sucedido en esa cama —dijo divertidamente antes de entrar en el baño.

Hermione pegó un brinco y huyó de la habitación murmurando algunas malas palabras en contra de su amigo.

OoOoO

El parque siempre había sido su lugar favorito, le gustaba ver a los niños correr en el verde pasto, le gustaba verlos usar su imaginación con sus juguetes, adoraba ver a las mascotas correr detrás de una pelota, un disco o una simple rama, pero cuando había llegado al escondido y muy conocido callejón en el que se encontraba la tienda de sus hermanos, había encontrado una nueva visión de los niños que le gustaba más que la del parque.

Ginny Weasley apenas había puesto un pie de vuelta en Londres un par de horas antes y ahora caminaba a paso decidido hacia el lugar de trabajo de sus hermanos gemelos, sus manos estaban ocupadas por un par de grandes maletas y una cámara profesional colgaba de su cuello, sus ojos estaban cubiertos por unos grandes lentes negros y el vestido que usaba se ondeaba con el ligero viento que soplaba en el lugar. Había pensado mucho en el primer lugar al que quería ir a su llegada. No estaba preparada para ver a sus padres, pues pasaría la mayor parte del tiempo con ellos, así que el primer lugar que pensó visitar fue aquella juguetería que sus hermanos tenían en aquel callejón.

Al principio esa juguetería no era más que un pequeño local con básicos juguetes para todas las edades. Aún recordaba el día que Fred y George le habían dicho a su madre que no querían estudiar más y querían dedicarse a su propio negocio familiar, aquello había sido como el apocalipsis con todos los gritos que había dado su madre sin parar, claro que Ginny sabía que sus hermanos eran imparables, que una vez que tomaban una decisión ésta era llevada a cabo sin importar lo que costara, y en ese momento podía ver el fruto de ese esfuerzo. La juguetería no era más un sencillo local, ahora era una enorme y reconocida tienda llena de color y gente, tan llamativa que cualquier persona tendría la necesidad de dar un vistazo aunque no estuviesen pensando en comprar algún juguete o artículo de broma.

La pelirroja entró en el lugar que tenía música muy animada y niños riendo por doquier. Caminó por los pasillos hasta que encontró una puerta que decía claramente "Oficina" y entró sin llamar.

— ¿Hola? —dijo una vez dentro—. ¿Hay alguien aquí?

La oficina era amplia con un gran escritorio en una esquina y uno más en la esquina del otro lado; tenía unas cuantas sillas, papeles, estantes, un ordenador y un pasillo estrecho en donde eran visibles dos puertas más.

Unos pasos se escucharon de pronto y posteriormente se abrió una de las puertas de aquel pasillo, por ella apareció un joven alto, pecoso y con el cabello brillante de rojo.

—No lo puedo creer —dijo sin detener su marcha—. No me digas que tú eres mi hermanita Ginny.

La aludida sonrió ampliamente y terminó con la distancia entre los dos. Abrazó a su hermano con todo el cariño que tenía siendo correspondida por el gemelo de inmediato quien la levantó del suelo unos cuantos centímetros.

—Hola, George —lo saludó sin soltarlo—. Te extrañé mucho.

—Yo también, Ginny —contestó—. ¿Pero qué haces aquí? Tenía entendido que llegabas mañana —le preguntó tomándola de los hombros.

—El avión se adelantó un poquito —respondió encogiendo los hombros—. Quería darles una sorpresa.

—Y vaya sorpresa. Es fantástico tenerte de nuevo aquí.

Juntos, los hermanos caminaron fuera de la oficina para encontrar a su otro hermano, que se encargaba de atender la juguetería.

Cuando llegaron a su lado, Fred abrazó con el mismo entusiasmo que su hermano a Ginny.
Tenían ya diez años de no verla y eso significaba notarla mucho más grande y madura. Ella se había mantenido en contacto con toda su familia, siempre contándoles las grandes aventuras que vivía, las experiencias y tristezas. Con quien mantenía mayor contacto era con su hermano Ron, y él le había ofrecido su casa todo el tiempo que lo necesitara, pero la pelirroja no había dudado ni un momento en ir a visitar a sus hermanos, ellos siempre sabían sacarle una sonrisa y justo en ese momento era cuando más lo necesitaba.

—Pero hermanita, sí que has crecido —dijo Fred—. No me puedo imaginar a cuantos chicos ya tendríamos que haber asustado si hubieras estado viviendo con nosotros.

—No han sido demasiados —respondió ella sonriendo.

Los tres hermanos platicaron por un buen rato, pero cuando fue necesaria su presencia tuvieron que volver a trabajar.

—Bueno, Ginny, creo que es momento de regresar a nuestras actividades —mencionó Fred levantándose del sillón en el que habían estado.

— ¿Sabes, Freddie? Creo que nuestra hermanita estaría encantada de ayudarnos un poco con este lugar —dijo el gemelo mirando a Ginny—. ¿Qué dices Ginny? ¿Quieres trabajar con nosotros?

— ¿Trabajar aquí?

—Por supuesto, junto con nosotros, ¿qué te parece?

La pelirroja miró alternativamente a sus hermanos. Cuando se había planteado la posibilidad de regresar a Londres jamás pensó que trabajar fuera una de sus actividades, en teoría estaba tomando su año sabático para descansar. Sin embargo, y aunque ella no estaba muy segura, sabía que no iba a poder aguantar todo un año en la ciudad sin hacer nada, ella estaba completamente acostumbrada a trabajar y llevar una vida agitada, en Estados Unidos siempre había sido así. Además de que trabajar con sus hermanos le daba la posibilidad de tener ciertos beneficios.

—No me parece una idea tan disparatada. Acepto.

OoOoO

—Llegas tarde —dijo una rubia con los brazos cruzados y golpeando repetidas veces el suelo con la punta de los zapatos.

—Lo siento, tenía que despertar a Ron y me entretuve un poco charlando con él.

—Ay, Hermione, tú siempre haciendo de niñera de Ron, deberías dejarlo por una vez que aprenda a vivir como lo que es: un adulto —recriminó Luna.

—No lo trato como a un niño si es a lo que te refieres —dijo Hermione. Ambas chicas habían comenzado a caminar hacia el auto estacionado de Luna—. Es sólo que siempre ha sido de esta manera. Ron es mi mejor amigo y lo sabes, hemos llevado las cosas así desde hace años, no veo la razón para cambiarlo.

—De acuerdo, lo que digas —Luna entró al auto y esperó a que su amiga ocupara el asiento del copiloto. Una vez que estuvo ahí, continuó—. Pero Ron debe entender que no siempre vas a estar para él.

Hermione decidió quedarse callada. Ella entendía las razones de su amiga, Luna se la pasaba regañándola constantemente a causa de su amigo. Para Luna, Ron aún era un niño que no podía vivir sin su mamá y quien había encontrado en Hermione el sustituto perfecto. Pero Hermione no estaba de acuerdo con ello, Luna apenas conocía un poco de la relación que ellos tenían, ambos se apoyaban todo el tiempo, tenían sus propios acuerdos y desacuerdos, pelaban, se reconciliaban, salían o se quedaban en casa, bailaban, cantaban, lloraban, así había sido siempre; tanto él podía comportarse como un niño, como ella también lo hacía y solía pensar que era aún peor. Había tratado de explicarle aquello a Luna, pero, después del segundo intento, desistió.

Luna y Hermione fueron a un pequeño restaurante, desayunaron, platicaron un rato y después la rubia le propuso asistir a una boda.

—Vamos, Hermione, será divertido —trataba de convencerla, pues la castaña no dejaba de negarse.

—Luna, ya te dije que no es posible, no vengo preparada para una boda esta tarde —volvió a decir—. Además, mañana regresa Ginny de Estados Unidos, tengo que estar preparada para recibirla. Va a llegar a nuestra casa, ¿lo sabías?

Luna suspiró sonoramente.

—Lo sé, te la has pasado mencionándolo toda la semana —comentó—. Pero acompáñame, sólo un rato, tengo ganas de bailar, beber y divertirme.

Luna le miraba suplicante.

—Sólo un ratito —insistió de nuevo.

La castaña cerró los ojos y dijo:

—De acuerdo, pero sólo un rato. Y tendrás que prestarme algo porque no planeo ir así.

—Yo me encargo —contestó Luna, contenta por lograr que su amiga aceptara al final.

Las chicas se dirigieron a la casa de la rubia. La boda sería de una de las primas lejanas de Luna y, aunque ella no estaba muy entusiasmada por asistir, sentía que había una razón especialmente fuerte para ir. A ella le gustaba creer que las fuerzas místicas le indicaban el camino y siempre seguía lo que esos presentimientos le decían, por lo que tenía que ir sí o sí a esa boda.

Se encargó de darle un vestido elegante a Hermione, le arregló el cabello y la maquilló un poco más. Adoraba hacer eso con su amiga, siempre era como un lienzo en blanco listo para ser transformado en algo hermoso. Luna siempre había pensado que Hermione necesitaba un poco de más cuidado con su persona, no era que su amiga no se vistiera bien o se arreglara poco, sino que sentía que podía sacar más provecho a su belleza y ese día quería hacerla resaltar entre todos los invitados, quería que se sintiera hermosa y deseada para que de una vez por todas olvidara al estúpido de Cormac McLaggen.

Una vez que ambas estuvieron listas, tomaron su bolso y abrieron la puerta de la casa.

Fuera, recargado en un auto color azul, los esperaba un chico de cabello castaño que las miraba con los brazos cruzados.

—Creí que no saldrían nunca —recriminó cuando estuvieron lo bastante cerca como para escucharlo.

—Neville, no sabía que también vendrías —dijo Hermione acercándose a saludarlo con un beso en la mejilla.

—Luna me llamó en la mañana y me dijo que quería que fuéramos los tres. Así que aquí me tienes —Neville se acercó a Luna, la abrazó y besó su mejilla. La rubia le sonrió tomándole de los hombros y sonriendo ampliamente.

—Así es. Vámonos o llegaremos tarde —pidió apresurando a sus amigos y los tres comenzaron su viaje a la boda.

OoOoO

El timbre sonó demasiado insistente, Ron se levantó de la mesa y abrió con rapidez. Apenas pudo visualizar a la chica que se lanzó a él rodeando su cuello y lo besó con intensidad. El simple beso los metió a la casa de un empujón, ella cerró la puerta con el pie sin detener su trabajo. Poco a poco comenzó a alzar la playera del pelirrojo y a tocar la piel del pecho. Ron le tomó de las manos y con delicadeza (aunque tardando un poco), se separó de ella.

—Hola —jadeó, mirándola.

—Hola, mi Ro-Ro —contestó ella acercándose a sus labios nuevamente.

— ¿Estamos ansiosos hoy? —preguntó Ron echando la cabeza hacia atrás para evitar que su boca volviera a ser prisionera.

—Cariño, sabes que no hemos estado juntos desde hace casi dos semanas y tengo necesidades. Además estamos solos y…

No pudo continuar, Ron ahora era quien la había besado. Sabía una cosa, lo de tener necesidades era verdad, aunque a pesar de estar seguro de querer a Lavender, no siempre se sentía contento haciendo el amor con ella.

Lo dejaba pasar, se había acostumbrado a su presencia y a la manera a veces tan salvaje en la que tenían sexo, a él le gustaba. Sin embargo, una extraña sensación se apoderaba del chico en ese momento, por alguna razón la imagen de su amiga se aparecía en su mente. Tal vez eran las palabras que le había dicho la noche anterior o quizá se trataba de…

Saca esas ideas de tu mente, Ron se dijo a sí mismo y continuó con su labor de besar y acariciar a su mujer.

OoOoO

El trabajo parecía sencillo, pero lo cierto era que era mucho más complicado, entre tantos juguetes y artículos cualquier persona se volvería loca, incuso ella. Apenas tenía medio día en ese lugar y ya estaba exhausta, entre el viaje y el trabajo, lo primero que quería hacer era dormir durante todo lo que quedaba del fin de semana.

Ginny acomodó un par de cajas más en el almacén que se encontraba en el sótano y volvió a subir. Resultaba que una de las puertas que había visto al final del pasillo de la oficina llevaba a ese sótano, así que una vez arriba, se sentó en una de las sillas detrás de uno de los escritorios. Las fotos indicaban claramente que se trataba del escritorio de George, ahí podía verse una foto de toda la familia Weasley y una más de su novia, Angelina.

Tomó la foto familiar y comenzó a analizarla. Todos eran muy jóvenes en aquel entonces, sin preocupaciones, ni nada que pareciera que cambiaría. Los pelirrojos sonreían sin preocupación. Esa era su época favorita.

Con un poco de sentimiento, dejó la foto en el lugar en el que estaba, tirando en su camino uno de los bolígrafos que ahí se encontraban. Se agachó para recogerlo, pero no lo vio de inmediato, por lo que bajó de la silla y de hincó para continuar con su búsqueda.

Afuera de esa misma oficina un chico de cabello negro azabache se preparaba para entrar. Sus manos sostenían un sobre lleno de papeles que tenía que entregar a los gemelos. Los había buscado por la tienda pero no los había encontrado, así que supuso que estarían en su oficina.

Llegar a ese lugar le había costado una pelea más con Cho. Ella le había recriminado que saliera en sábado y que no le dedicara al menos un momento más por la mañana. Harry había intentado explicarle que ir rápidamente por la mañana era mejor para pasar el resto del día a su lado, pero su mujer no parecía escuchar alguna palabra que él le dijera; al final le había dicho (nuevamente) que seguro tenía una razón secreta para la cual ir constantemente a su oficina, se había metido al baño y no salió ni siquiera a decirle adiós al joven cuando se dirigió a la juguetería. Harry comenzaba a hartarse.

Con cuidado, tomó el pomo de la puerta y abrió silenciosamente. Dentro no había una sola persona visible, así que decidió llamar a alguno de los chicos.

— ¿Hola? ¿Fred? ¿George? ¿Hay alguien aquí?

Ginny escuchó aquella voz, apenas se había hecho con el bolígrafo, se levantó con rapidez del lugar en el que se encontraba y golpeó fuertemente su cabeza contra el filo del escritorio.

— ¡Auch! —exclamó terminando de ponerse de pie y sobando el lugar con su mano— Tonto escritorio —volvió a quejarse.

Harry vio aquella figura femenina parada frente a él y sintió cómo su corazón se aceleraba emocionado. Ella aún no lo miraba, pero él estaba completamente seguro que se trataba de la misma mujer que había amado diez años atrás, era ella, no tenía ninguna duda, su corazón se lo estaba gritando a cada latido.

— ¿Ginny?

La aludida al fin volteó la mirada a quien le había llamado. Los ojos verdes le miraron con un brillo especial, tal vez habían pasado diez años sin saber nada de él, pero para ella eran las mismas esmeraldas que le miraban cuando tenía apenas diecisiete años. Su corazón latió más fuerte y su estómago comenzó a albergar miles de mariposas revoltosas.

—Harry… —suspiró sin creer aún que era él a quien tenía enfrente.

La primera persona que deseaba no ver al volver a Londres había terminado siendo una de las primeras en enterarse que ella estaba de vuelta.

OoOoO

Llegaron rápidamente, la boda no era en un lugar muy lejano al que se encontraban.

Todo el evento había transcurrido con rapidez y ahora Hermione estaba sentada en una de las mesas con una copa de vino en la mano y mirando a Luna bailar divertidamente con Neville. No estaba pasando muy mal el rato, pero tampoco podía decir que estaba de maravilla en el lugar. Lo que más deseaba era ir a su casa a descansar un poco para así poder darle una bienvenida adecuada a Ginny al día siguiente.

Ginny y ella se habían conocido hacía muchos años atrás, casi al mismo tiempo que ella había conocido a Harry y a Ron. A Hermione siempre le había gustado la idea de tener una hermana y aunque no podía negar que sus dos amigos hacían un buen trabajo, siempre sintió la necesidad de charlar con una chica. Conocer a Ginny había sido la solución exacta, ambas congeniaban bastante bien y aún después de la partida de la pelirroja a Estados Unidos, continuaban teniendo contacto y charlando muy a menudo. Ginny conocía la relación que llevaban su hermano y ella, sabía que vivían juntos y sabía que peleaban constantemente. Incluso alguna vez la pelirroja le había mencionado que ellos estaban locamente enamorados pero que aún no se habían dado cuenta. Hermione lo había negado incontables veces. Había extrañado mucho a su casi hermana y no podía esperar a poder verla y contarle sobre lo que pasaba por su mente a la hora de pensar en Cormac, pues Ginny aún no conocía nada sobre su ruptura.

— ¿Planeas quedarte ahí toda la tarde? —preguntó Luna al sentarse a su lado.

—No. Planeo irme a casa en algún momento —contestó Hermione desafiante.

—Eso jamás —respondió la rubia—. Ven aquí, tengo que presentarte a alguien.

Pero la castaña no quería levantarse del lugar no parecía que Luna pudiera hacer algo en contra de ello.

—Bien, si no quieres ir a las personas, las personas vendrán a ti —la chica caminó a grandes zancadas hacia el otro lado de la pista de baile dejándola en la mesa con Neville.

—Yo también me negué y me dijo lo mismo —comentó Neville unos segundos después.

— ¿De verdad?

—Sí, Luna está empeñada con eso de que hay algo que le dice que hoy será un día que cambiará las cosas. Yo no lo creo.

—Tal vez sea tiempo de que le digas lo que sientes.

Neville volteó rápidamente hacia Hermione, estaba sorprendido con aquel comentario, simplemente era imposible que alguien se diera cuenta de que él tenía sentimientos no precisamente amistosos con Luna. Creía que lo había ocultado bastante bien… hasta ese momento.

— ¿Qué? No… yo…

—No intentes ocultarlo, Neville. Me he dado cuenta —dijo Hermione tranquilamente—. Y me parece que mientras más rápido se lo digas, más rápido sales de dudas. Podrías sorprenderte.

—No lo creo, Hermione, no me parece que Luna sienta lo mismo por mí.

—Nada pierdes con intentar —lo animó, sonriéndole.

El chico le devolvió la sonrisa. En ese momento llegó Luna junto con tres personas más, dos chicos y una chica.

—Hermione, quiero presentarte a Viktor. Viktor ella es mi amiga Hermione.

Un hombre musculoso, moreno y con la nariz curva le tendió la mano a Hermione, quien la tomó casi al instante.

—Es un placerr conocerrte —le dijo.

—Viktor nos visita de Bulgaria —informó Luna al ver que su amiga se extrañaba con aquel extraño acento.

—El placer es mío.

—Ella es Hannah, Neville. Hannah, él es mi querido amigo Neville —presentó esta vez a una chica de cabello rubio y ojos marrones.

Neville extendió su mano y Hannah le dio la suya estrechándola cortésmente.

—Un placer —dijeron al unísono, sonriendo al final por sonar tan sincronizados.

—Y bueno, les presento a Rolf —presentó al chico que estaba a su lado.

Neville miró a aquel joven con un poco de enojo, pues Luna parecía estar muy a gusto a su lado.

Hermione no pudo evitar mirar aquella escena. Sin duda Luna tenía razón y ese día estaría lleno de sorpresas. Especialmente con sus amigos.

OoOoO

Sentir el humo del tabaco quemándole los pulmones se había convertido en una sensación placentera siempre que estaba con Lavender. Esa sensación de relajación era lo que más le gustaba de fumar. Hermione no se lo permitía mientras ella estuviera presente y de hecho ni siquiera tenía la necesidad de hacerlo, pero al estar con Lavender las cosas cambiaban demasiado.

Ahora su mujer descansaba tranquilamente a su lado, estaba apenas tapada por la sábana blanca que también lo cubría a él. Después de su agitada tarde, él había dormido por un buen rato, pero al despertar y ver a la rubia había sentido la necesidad de prender un cigarro y pensar detenidamente las cosas.

Las palabras de Hermione rondaban por su cabeza. Hablar con su novia parecía una opción bastante decente una vez que había pasado todo. No se había sentido tranquilo ni un solo momento que había estado con Lavender y el miedo de pensar que ella querría una familia con él no paraba de atormentarle. Tenía que terminar con ello, tenía que preguntarle a Lavender lo que ella quería y así evitar que otra cosa pasara. Pero las palabras nunca habían sido lo suyo.

—Apaga esa cosa —interrumpió sus pensamientos Lavender.

—Esta cosa me relaja, déjame.

La rubia se levantó y lo miró enojada.

—Ro, sabes que no me gusta que fumes. Es molesto.

—Y ya te dije que a mí me relaja —respondió Ron malhumorado.

Lavender soltó un gruñido y se levantó de la cama. Ron la observó caminar hacia el baño. Definitivamente ya no se sentía a gusto en esa relación, pero no había dicho nada pues no había notado nada… hasta que Hermione lo había mencionado.

¿Cómo era posible que Hermione estuviera tan implicada en todo lo que pasaba por su mente ese día? No había dejado de recordarla en toda la mañana y la tarde. Su ruptura con Cormac le estaba saliendo mucho más cara de lo que alguna vez imaginó.

Cuando su novia salió del baño, estaba cambiada y lista para irse. Se acercó a Ron y se sentó en la orilla de la cama, junto a él. Ron había terminado ya con el cigarro.

—Creo que es hora de irme —informó al tiempo que se acercaba para besarlo nuevamente.

El pelirrojo respondió al beso con rapidez y antes de que perdiera el poco valor que había adquirido, decidió hablar con su novia.

—Lav, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro, Ronnie —contestó melosamente.

— ¿Alguna vez te has planteado la posibilidad de que formemos una familia? —soltó con rapidez.

—Claro que me lo he planteado, Ro-Ro —esa respuesta le había caído como un cubo de hielo en la espalda a Ron. Jamás imaginó sentir esa sensación al escuchar aquella respuesta—. Pero no creo que sea el momento adecuado, somos muy jóvenes para ello. Así que por ahora estoy feliz con la relación que llevamos.

—Bueno, no somos muy jóvenes que digamos, Lav, estamos a poco de llegar a los treinta y…

—Ah, no empieces tú también con eso, Ron —le interrumpió—. La verdad es que me siento muy bien con las cosas como están ahora, estamos en una edad perfecta. Ahora que si no quieres que esta vida siga así, entonces me parece que lo mejor es que dejemos las cosas hasta ahí.

— ¿Qué? No, espera, no quise decir eso.

— ¿Ah, no? —Lavender se levantó de la cama, caminó hacia la puerta y se quedó en el marco—. ¿Sabes qué? Mejor dejémoslo así y todos contentos. ¡Terminamos!

Y con un portazo primero en la habitación y después de la puerta del departamento, desapareció Lavender dejando a Ron un tanto desconcertado con la situación, jamás entendería la lógica femenina. Si para ella también estaba bien aquello, entonces ¿por qué se molestaba él en preocuparse? O peor, ¿por qué no le importaba e incluso se sentía mucho más tranquilo? Eso tendría que tener una razón lógica, pero cuando la buscó en sus pensamientos sólo una aterradora imagen apareció y lo aturdió: Hermione.