¡Hola!

Bueno, pues aquí les dejo un nuevo capítulo de esta historia que al fin se pondrá… interesante ;)

Espero que les guste mucho.

Les mando muchos saludos.

Gracias por leer, seguirme, agregar a favoritos, comentar… ¡los amo!

Love-Dreamer-HP

Capítulo 4

Pierde el control… y olvídalo

¿Por qué no salía de su mente? ¿Por qué se empecinaba en quedarse en sus pensamientos cuando lo que menos quería era que ella se alojara ahí?

Se talló la cara con ambas manos por quinta ocasión, intentando de esa manera olvidar lo que pensaba.

Lavender se había ido hacía casi una hora y él seguía acostado en la cama, satisfecho por haber terminado una relación en la que ya no se sentía a gusto y al mismo tiempo confundido por no entender lo que su cerebro le intentaba decir.

Los pensamientos del pelirrojo se desviaron de repente al escuchar que alguien tocaba el timbre de la casa. Dudó por un momento en abrir y no hacerlo, tener de vuelta a Lavender en el lugar era lo que menos quería. Después de mucho analizarlo, había llegado al menos a la conclusión de que estaba bien el hecho de que ella había sido la que había terminado con él y no al revés, pues estaba seguro que eso iba a ser un poco difícil.

El timbre sonó de nuevo y él tuvo que levantarse para abrir. Apenas se puso el bóxer que estaba tirado en el suelo y se dirigió a la puerta que sonaba una vez más.

— ¿Otra vez olvidaste la llave, Hermione? —preguntó estratégicamente para saber quién era la persona que estaba del otro lado.

Nadie contestó a su pregunta.

Ron abrió la puerta con cautela y ahí se encontró a una chica pelirroja que le sonrió de inmediato, a su lado descansaban ya las maletas que ella llevaba consigo.

— ¡Sorpresa! —exclamó como saludo inicial.

Su hermano la miró sorprendido, no podía creer que la personita que había dejado de ver hacía diez años era la misma que estaba parada frente a él.

— ¡Habías dicho que el avión llegaba mañana, mentirosa! —respondió Ron acercándose para envolverla en un caluroso abrazo.

—Lamento ser una mentirosa, pero es que no quería ver a ciertas personas en el aeropuerto —comenzó a explicar—. Primero quería verlos a ustedes y después a mamá y a papá.

Ron negó con la cabeza, tomó las maletas en sus manos e invitó a su hermana a pasar.

Ginny miró tranquilamente el lugar. Las paredes estaban completamente tapizadas de bonitos cuadros coloridos y una que otra foto de su hermano y su mejor amiga. Todo se veía completamente acogedor, no cabía alguna duda que el lugar lo había decorado Hermione.

El pelirrojo llevó las maletas a la habitación de su amiga y después volvió al comedor, lugar en el que se encontraba su hermanita. Ella lo recibió con una radiante sonrisa, hasta que notó que su hermano no se encontraba muy presentable.

— ¿Pensabas que era Hermione y aún así no te pusiste más ropa? —preguntó insinuante—. ¿A qué se supone que juegan ella y tú?

—A nada —respondió Ron de inmediato—. Estamos acostumbrados a esto.

— ¿O sea que se pasean desnudos por la casa como si fuera de lo más normal? Eso no me lo había mencionado Hermione.

Su hermano suspiró sonoramente, nadie en el mundo entendería jamás cómo funcionaban las cosas entre su amiga y él

—No. Y deja de insinuar cosas que no son.

—De acuerdo, de acuerdo —aceptó la chica—. Entonces a ti sólo te gusta pasearte en calzoncillos.

—Ginny, deja el asunto en paz —gritó Ron un poco molesto.

—Está bien, tranquilízate —rió.

Ginny definitivamente extrañaba hacer rabiar a su hermano. Siempre era de lo más divertido, especialmente porque ella sabía cómo hacerlo fácilmente.

— ¿Y Hermione? —preguntó Ginny después de un rato.

—Salió —respondió Ron restándole importancia. A esas alturas ya había ido por una camiseta y pantalones—. No creo que tarde mucho en regresar.

Y como si sus palabras fuesen mágicas, la puerta se abrió dando paso a la castaña.

Hermione entró tranquilamente, sin reparar en la presencia de los hermanos. Caminó distraídamente hasta su habitación para después salir hecha una bala hasta el comedor. Ginny y Ron sólo sonrieron cuando ella hizo todo aquello.

— ¡Ginny! —gritó al ver a la pelirroja.

La aludida se levantó y la abrazó con una fuerza increíble, ella era una de las personas que más había extrañado y a la que más necesitaba en ese momento, tenía tanto que contarle y mucho de ello apenas había pasado horas antes.

—Hermione, no tienes idea de lo mucho que te extrañé —mencionó soltándola.

—Y yo también te extrañé a ti —respondió Hermione—. ¿Pero no habías dicho que llegabas mañana?

—Sí, lo dijo, pero al parecer nos engañó a todos —dijo Ron por ella.

—Hubo un ligero cambio de planes —se justificó la pelirroja.

—Ligero cambio de planes, claro —murmuró Ron entre dientes—. Iré a darme un baño —anunció—. Ahora que has llegado, Ginny no se quedará sola. Vuelvo en un momento.

Y cuando el chico desapareció, Ginny miró atentamente a Hermione, hablarse con los ojos había sido un lenguaje que ellas habían perfeccionado durante toda su amistad y aunque no la habían puesto en práctica por diez años, aún sabían comunicarse con ella.

— ¿Cuánto tiempo?

—Unos veinte minutos. Habla.

—Harry… —fue lo primero que dijo la pelirroja—. Sabes que no quería regresar porque no quería verlo de nuevo y resulta que fue una de las primeras personas que vi el día de hoy —explicó angustiada.

— ¿A qué hora llegaste? —preguntó la castaña frunciendo el ceño.

—Temprano.

La castaña le envió una mirada acusadora a su amiga que fue respondida con una mirada en blanco.

Hermione la animó a que siguiera hablando.

—Verlo fue… extrañamente increíble —comenzó a contar Ginny—. No creí que me pasaran tantas cosas con sólo mirarlo. Hermione, no quiero creer que las cosas no han cambiado en diez años, porque es obvio que las cosas son diferentes ahora. Él y yo… —suspiró—, es simplemente imposible.

— ¿Quieres decir que… piensas que aún sientes algo por él?

Ginny abrió mucho los ojos.

—No, no quiero creer eso.

—Bueno, hay algo cierto en lo que dices, Ginny, las cosas han cambiado en estos años —se detuvo antes de continuar, no sabía si decir lo siguiente sería bueno para su amiga, pero tarde o temprano se enteraría, así que continuó—, Harry ahora está con alguien. Hace ya un tiempo que están juntos.

Cuando Ginny escuchó aquello su pecho sintió una extraña opresión que le dolió demasiado, no es como si esperara que Harry hubiese estado esperándola para por fin estar juntos, pero aún así de alguna manera le dolía saber que las cosas eran de verdad distintas.

—No esperaba que fuera diferente, Hermione —dijo con tranquilidad—. Él tenía que hacer su vida así como yo hice la mía.

La castaña notó de inmediato que el humor de su amiga bajaba en picada, no le hacía nada bien hablar del tema, así como no le había hecho nada bien la idea de regresar a Londres. Pero de igual manera estaba consciente de lo mucho que Ginny tenía que hacer ese viaje, tenía que terminar de cerrar aquello que había quedado mal diez años atrás.

— ¿Te parece si te muestro en dónde vas a dormir? —preguntó para cambiar el tema.

—Creo que es una gran idea.

OoOoO

—Hola.

—Hola.

— ¿Todo bien?

— ¿Ahora eres la terapeuta de todo el mundo aquí?

—Te conozco, a ti y a Ginny los conozco muy bien, así que sé cuando algo les pasa.

Hermione había terminado de acomodar su habitación para permitir que su amiga durmiera también en ella. La había dejado por un momento y cuando regresó, ella ya dormía plácidamente, al parecer su día había sido muy pesado. La castaña la dejó en el lugar y se dirigió a la sala de la casa, en donde había visto que se alojaba su amigo.

Ron descansaba en el sillón más grande con la televisión encendida y sin poner atención alguna a ella, pues su mente aún lo atormentaba con lo que había pasado en la tarde.

—Hablé con Lavender —dijo el pelirrojo sonriendo levemente—. Fue una muy mala idea.

— ¿En serio? —Hermione se preocupó al instante.

—Sí —afirmó Ron—. Terminamos.

La chica abrió mucho los ojos y la boca.

— ¿No concordaban sus planes?

—Eso es lo divertido, teníamos los mismos planes —comenzó a explicar el joven.

— ¿Entonces?

Ron le contó todo lo que había ocurrido, el cómo ella lo había malinterpretado y como él se había perdido entre las palabras. Al final Hermione coincidió en que había sido una tontería todo aquello.

—El mundo entero es una locura —comentó Hermione, quien a esas alturas ya estaba sentada al lado de su amigo recargando la cabeza en su hombro—. A este paso terminaremos solteros y llenos de gatos a los cuarenta.

Ambos rieron sonoramente ante el comentario para después quedarse silenciosos por unos minutos, él tomando la mano de ella y apretándola con cariño.

—Cásate conmigo —dijo Ron de repente.

Hermione se alejó un poco para poder mirarlo a los ojos.

— ¿Qué?

—Si seguimos solteros a los cuarenta, deberíamos casarnos —explicó el pelirrojo—, al menos así ya no estaríamos solteros —encogió los hombros.

La castaña sonrió.

—Sí, acepto. Si seguimos solteros a los cuarenta, nos casaremos— dijo antes de acomodarse en el pecho de su amigo para de esa manera continuar dejando la televisión sonar.

Podía escuchar el sonido de su corazón. Ese sonido siempre había sido relajante para ella, adoraba escuchar el corazón de Ron, cada latido le daba paz, le daba una sensación de bienestar y estaba segura que esa paz no podía dársela cualquier otra cosa. ¿Qué haría ella alguna vez si ese corazón no latía más para relajarla? ¿O si estaba demasiado alejado para al menos tener una dosis una vez a la semana? La simple idea le causaba miedo. Pero esos pensamientos no solían aparecer muy a menudo, quizá era sólo que su mente comenzaba a alejarse del mundo real para dirigirse a las tierras de Morfeo… sí, seguro era eso. Y antes de perderse en aquellos brazos del Dios del sueño, pudo escuchar a lo lejos que alguien le hablaba.

—Te quiero, futura esposa —ese era Ron, y escucharlo había sido reconfortante.

La chica sonrió levemente antes de responderle:

—Yo también te quiero, futuro esposo —y entonces se perdió.

OoOoO

Era el segundo día en el que no había podido dormir. Había sido testigo una vez más de la salida del señor Sol. Unas horas habían sido la diferencia al día anterior y precisamente el no dormir un día antes es lo que le había hecho caer rendido y dormir al menos unas horas. Pero no había podido evitar que sus ojos se abrieran y comenzaran de nueva cuenta a pensar en las cosas, no solo del día anterior, sino de toda su vida.

Pasó las manos por su cabello y miró a Cho, ella descansaba plácidamente a su lado como siempre, ajena a todo el mar de pensamientos de la cabeza de él.

Ver a Ginny había sido una completa revolución a sus sentidos, escucharla decir su nombre en un ligero susurro como primera palabra después de años, había sido lo más hermoso que sus oídos oyeran.

— ¿Qué demonios me sucede? —se dijo a sí mismo negando con la cabeza.

Sólo la había visto por unos minutos, solo unos malditos minutos y su mente era un caos.

Ella apenas le había dicho que estaba tomando un año sabático y que lo pasaría en la tienda de sus hermanos; y él le había comentado que llevaba los papeles y necesitaba entregarlos porque trabajaba en ocasiones con los gemelos. Entregarle el sobre e irse había sido todo, ¿cómo era que él no podía pensar en algo más después de eso?

— ¿Prepararás hoy el desayuno? —preguntó su mujer con voz ronca sacándolo de sus recuerdos.

—Sí, en un momento voy.

Harry se agachó, besó la cabeza de Cho con cariño y se levantó. No había más en qué pensar, Cho era su pareja y había estado con él por mucho tiempo, por lo que Harry pensó que era mucho mejor olvidarse de todo aquello que lo atormentaba y seguir viviendo la vida que tenía. Porque así había sido por tres años, porque Cho lo quería y estaba a su lado y porque Ginny había tomado una decisión que los había alejado… y eso era algo que Harry ya no podía cambiar.

OoOoO

Cuando abrió los ojos lo primero que pudo ver fue el rostro de su amiga muy cerca del suyo. No era consciente de la manera en la cual ambos se habían quedado dormidos en el mismo sillón, apretados y tapados con la ligera manta que Hermione cargaba consigo por la noche.

Se dedicó a admirar el cómo los rayos del sol acariciaban el rostro de su amiga y hacían brillar su cabello. Por un momento tuvo ganas de tocar él mismo esa piel.

—Hermione —susurró bajito—. Hermione, despierta, ya es de día, linda.

Pero la castaña no daba señal alguna de despertar.

—Hermione, se supone que el que duerme a más no poder soy yo… despierta —volvió a hablar con la voz en extremo baja.

Ron quiso moverse un poco para poder levantarse y dejar a su amiga dormir un rato más, pero pronto descubrió que su brazo estaba atrapado debajo de la cabeza de Hermione.

—Oye despierta, Herms, atrapaste mi brazo y lo tengo que usar —a pesar de tener la intención de salir, no se movía demasiado ni hablaba más alto, por lo que su amiga continuaba dormida.

Con la cercanía que tenían, Ron bien podía hacer lo que hacían algunas veces: morderla y despertarla. Pero la serenidad con la que descansaba ella, le causaba ternura y no era capaz de hacerle aquello, por lo que optó por comenzar a acariciar su nariz con la de ella.

—Despierta, dormilona.

—Mmm…

Al fin ella daba señales de vida.

—Despierta, no seas floja —seguía diciendo Ron aún acariciando su nariz. En un momento tuvo la necesidad inexplicable de acercarse más y rozar sus labios, pero se contuvo.

—Estoy esperando que llegue el príncipe azul y me bese para despertarme —dijo Hermione abriendo los ojos.

Ron detuvo lo que hacía separándose un par de centímetros de su amiga, no es que no quisiera alejarse, pero el sillón no era de lo más amplio del mundo.

—Estoy en la orilla —Hermione se movió un poco al sentirse cerca del borde—, voy a caer.

El pelirrojo entonces dobló un poco el brazo atrapado y atrajo a Hermione más cerca él… si eso era posible.

—Buenos días, princesa —saludó con una ligera sonrisa.

—Buenos días, futuro príncipe —contestó ella juguetona.

—Oh, ¿eso quiere decir que deberé besarte cuando tengas cuarenta? —continuó el juego, recordando el trato del día anterior.

—Si no llega alguien antes, sí.

Y escuchar esas palabras le habían causado un poco de miedo a Ron. Él no quería que llegara nadie antes, no quería que ese alguien se la llevara de su lado. Él quería ser ese alguien y lo había callado por mucho tiempo. Decirle que quería que se casara con él había sido uno de los deseos de su corazón que habían salido sin que él lo planeara. Había callado por mucho tiempo esa verdad a ella, sólo una persona en el mundo lo sabía y con lo ocurrido en las últimas Ron había encontrado al fin una oportunidad de hablar después de tanto tiempo de silencio. ¿Sería prudente decírselo en ese momento? ¿Sería bueno que confesara lo que sentía justo un día después de haber terminado con Lavender?

Pero no lo pensó. Lo único en lo que podía concentrarse era en la cercanía que tenían, en la poca distancia que existía entre sus labios. Y sin más se decidió. Iba a besarla sin importar lo demás, su reacción le ayudaría a decidir qué hacer después.

La distancia era poca. El solo hablar casi los hacía rozar sus labios, él sólo tenía que inclinarse un poco y lo lograría. Pero a los pocos milímetros de lograr su cometido, un carraspeo los había interrumpido.

—Definitivamente hay muchas cosas que ustedes no me habían dicho que hacían aquí.

La voz de Ginny sonó fuerte entre el silencio de la mañana, y tanta fue la sorpresa de los chicos que, sin saber cómo, los amigos habían terminado en el suelo, Hermione con Ron encima.

—Al menos debieron decirme que eran amigos con derechos —reclamó la pelirroja.

—No Ginny, no te confundas —exclamó Hermione levantándose con ayuda de su amigo—. Esto es inusual. Nos quedamos dormidos en el sofá, eso es todo.

—Bien… inusual —soltó Ginny con cierta burla.

—Sí —apoyó Ron—, así que deja de armar historias en tu cabecita.

—Ok —Ginny dio la vuelta con dirección a la cocina—. Prepararé el desayuno.

—Gracias —respondió Ron, caminando a su habitación, enojado.

—Yo te ayudo —dijo Hermione caminando hacia ella.

Su corazón aún estaba un poco acelerado. ¿Había sido una ilusión o Ron iba a besarla?

No es nada, fue sólo tu imaginación, Hermione.

Pero su mente no la dejaba en paz… es más, era seguro que no la dejaría por muchos días más.

OoOoO

Un mes después…

No solía pasar mucho tiempo en la oficina, de hecho sólo pasaba ahí algunas tardes cuando su jefe se lo pedía y ella aprovechaba siempre aquellos momentos para diseñar el interior de alguna nueva casa que la empresa hubiera adquirido. Ese era su trabajo.

Hermione miraba la carta de colores para pedir la pintura necesaria para las paredes del diseño que tenía. Sus manos jugaban con aquella tarjeta que desde el momento que la había visto le había llamado tanto la atención que no podía soltarla. Ella necesitaba ese color no solo en las paredes de la casa en la que trabajaba, lo quería en su habitación. El color de la tarjeta era azul, pero era un azul especial, un azul que ella sólo había mirado una vez… bueno, lo miraba todos los días, pero ese tono de azul era único en el mundo, y Hermione no podía perderse la oportunidad de quedarse con él.

—Yo no debería estar pensando en eso —habló en voz alta al saberse sola entre las cuatro paredes.

Y es que no había podido sacar de su cabeza que en la primera persona en la que había pensado al ver aquella tarjeta era en Ron, en el azul de sus ojos, esos ojos que le miraban atentamente cuando ella hablaba, que le miraban de lejos y le observaban a cada movimiento, que brillaban cuando él sonreía, que hablaban a cada momento de silencio que les acompañaba. Era la mirada de Ron, era el azul de Ron y eso la tenía preocupada.

¿Desde cuándo le ocurría aquello? ¿Desde cuándo Ron se había hecho tan presente en sus pensamientos? Él había sido su amigo desde mucho tiempo atrás, habían compartido prácticamente toda la vida, ¿qué era diferente entonces?

—No lo sé —volvió a hablarse.

La puerta sonó con tres golpes y al segundo siguiente un castaño asomó la cabeza.

—Toc, toc, ¿puedo pasar?

—Hola, Neville, pasa.

El chico se acercó a ella, le besó la mejilla y se sentó frente al escritorio.

— ¿Está lista la lista? —preguntó con diversión.

—La tengo por aquí.

Hermione buscó entre los papeles de uno de los cajones, para después entregarle un folder a su amigo.

—Aquí tienes. Todo listo para una venta extraordinaria más —mencionó entregándole los papeles.

—Bueno, entonces me voy —Neville se levantó con rapidez para marcharse de inmediato.

— ¿No esperas a Luna? —el castaño negó intentando acompañar aquello con una sonrisa leve—. Nev, han estado distanciados desde hace casi un mes.

—Oye, desde que sale con el tal Rolf no te hace caso ni a ti, así que no vengas a decirme que con quien está mal es conmigo.

—Neville…

—Me voy, Hermione. Te veo después.

Neville desapareció con la misma rapidez con la que había llegado.

Hermione se recargó en su asiento y soltó un suspiro al tiempo que negaba con la cabeza. Después de la boda a la que habían asistido, las cosas entre ellos habían cambiado significativamente. Luna ahora salía con el chico que había conocido ahí y Neville se había alejado de ellas dos, apenas cruzaban palabra y él se dedicaba enteramente al trabajo. Cuando quisieron remediarlo, Luna había dicho que Neville era demasiado infantil y Hermione tuvo que tratar de hacer que el chico le dirigiera la palabra a su amiga nuevamente. Las cosas no habían funcionado.

Ahora Hermione no tenía amiga para charlar de su mente y sus pensamientos, ni amigo con quien distraerse del tema. Su vida parecía no tener remedio por el momento.

Lo que la mantenía en pie era el hecho de saber que una vez terminado el día, ella no tenía que preocuparse por el trabajo hasta que fuera lunes.

OoOoO

— ¡La temporada! Claro que sí. ¿Y cuándo rayos termina la temporada? —preguntaba Ron aventando papeles a su escritorio.

Estaba exhausto y lo que más quería era llegar a casa, comer y dormir, no había otra cosa más en su mente.

El trabajo en el último mes había estado extraordinario, nunca habían aumentado tanto las ventas en la juguetería como en ese momento, pero ese aumento era lo que le tenía tan atareado que apenas tenía tiempo de vivir. Por fortuna el día había llegado a su fin y él podría dirigirse sin problemas a casa.

Salió de su oficina y buscó a su hermana por el lugar. La encontró acomodando algunas cajas en uno de los pasillos. Al parecer desarrollaba bastante contenta su trabajo, pues cantaba y bailaba música de su mente.

—Me parece muy bueno que al menos alguien aquí se divierta en el trabajo —murmuró Ron cruzando los brazos y recargándose en uno de los estantes.

Ginny sonrió.

—Si yo fuera tu, no me recargaría muy confiada ahí —su hermano se alejó de inmediato al escucharla, por lo que Ginny sonrió aún más.

—Bueno, ¿nos vamos o qué?

—Sí, ya vámonos —respondió una divertida Ginny.

Los hermanos se despidieron de los gemelos y partieron de vuelta a casa.

Ron conducía con total tranquilidad, mientras su hermana le contaba alguna anécdota que tenía al atender a los niños en la tienda.

—Recuerda que mañana no regreso —comentó después de terminar con uno de sus relatos—. Mamá y papá no me perdonarían si los abandono.

—De acuerdo, no lo olvido —dijo Ron después de dar la última vuelta antes de llegar al edificio en el que se encontraba su departamento—. Salúdalos de mi parte.

—Por supuesto.

Al día siguiente Ginny se dirigió con toda tranquilidad a su trabajo. Lo cierto era que le gustaba mucho trabajar en la juguetería al lado de sus hermanos, se divertía y disfrutaba ver a los niños reír y convencer a sus padres para que les compraran algo, a veces le recordaba a su infancia.

Las cosas estaban más que bien, a pesar de estar segura de que lo que había pasado su primer día ahí fue realmente lo que Hermione había sugerido, el no ver a Harry interesado, aunque la había decepcionado un poco, le ayudó a seguir con la vida que tenía, afortunadamente para ella, Harry aparecía una vez a la semana… o al menos eso tenía entendido, puesto que sólo lo había visto una vez más después de la primera. Así que ahora disfrutaba mucho el haber regresado a Londres.

El día estuvo demasiado tranquilo para ser fin de semana y Ginny estaba muy tranquila colocando algunos juguetes a la vista de los más pequeños.

Pronto una voz interrumpió su labor.

— ¿Has visto a alguno de tus hermanos?

Ginny dio la vuelta bruscamente al escuchar aquel sonido, tanto que se mareó un poco y tuvo que sujetarse de lo primero que su mano agarró, que casualmente terminó siendo el brazo del pelinegro.

— ¿Estás bien? —preguntó Harry tomando a la chica por los hombros.

—Sí, bien… creo que solo me mareé un poco —rió.

El moreno decidió llevarla a un lugar cercano en el que pudiera sentarse y descansar un poco… por eso y porque de repente se encontraba muy nervioso.

Ella se encontraba sentada en una de las cajas que había en el pasillo y Harry estaba en cuclillas frete a ella, verificando que nada más le ocurriera.

—No he visto a mis hermanos desde la mañana, por cierto —dijo Ginny un minuto después, levantando la mirada encontrándose con la verde del chico.

Harry miró con atención aquellos ojos marrones y no supo más del mundo.

Sus miradas parecían conectadas por una fuerza especial. Ginny lo sentía y por un momento quiso olvidar todo…

—Bueno, Harry, debo seguir trabajando —dijo levantándose—. Si venías a dejarles algo, supongo que puedes dejarlo en la oficina, nadie entra ahí. Te veo luego —y desapareció.

Harry se levantó de dónde estaba, asintió con la cabeza y llevó los papeles de la semana a la oficina, tal como Ginny se lo indicara.

Un pensamiento cruzó por su mente: Ginny, quisiera o no, aún movía su mundo con sólo una mirada que podría hacerle perder el control.

OoOoO

Un mueble hacia un lado, la música sonando, artefactos de limpieza por todo el lugar. Hermione tomó uno de los trapos para seguir limpiando, al tiempo que se quejaba con fuerza. Volteó la mirada hacía el suelo y recogió un segundo trapo, caminó por la sala y tomó el brazo del chico que acababa de dejar el mismo trapo que Hermione tenía en la mano en el suelo.

—Tienes que ayudarme, Ron. Deja de quejarte —le gritó entregando el trozo de tela.

—Pero, Hermione ya te dije que estoy cansado y que no quiero hacer nada —contestó él, enojado.

—Ronald, tenemos que hacer esto una vez al mes. ¡Una! ¡No te cuesta nada ayudarme!

—Claro que sí me cuesta, ¡me cuesta energía! —dijo Ron. Hermione bufó—. Que te ayude Ginny, ella también vive aquí.

—Oh, no empecemos con esto de nuevo, Ron. Ginny vive aquí pero hoy no está aquí, así que ayúdame.

Ron soltó un gruñido antes de comenzar a caminar hacia la sala.

— ¡De acuerdo! ¿Contenta? —dijo exasperado.

Los amigos continuaron su labor de limpieza en silencio, enojados el uno con el otro. Pero la música de fondo invitaba a que bailaran un poco y, sin darse cuenta, después de varios minutos, ambos hacían su trabajo hogareño con una sonrisa.

—Eres muy molesta, Hermione —le dijo Ron directamente, pero con una enorme sonrisa que indicaba que las cosas ya estaban bien.

—Y tú eres odioso.

Ambos se miraron divertidos.

—Baila conmigo —pidió Ron al escuchar que ahora sonaba una de sus canciones favoritas.

— ¿Aunque sea molesta?

—Aunque seas molesta —afirmó y comenzaron su baile.

Al terminar el tema, comenzó a sonar una pegajosa y popular canción a la que el pelirrojo solo atinó a levantar una ceja.

Hermione en cambio, comenzó a moverse y a acercarse a su amigo. De un momento a otro le habían surgido muchas ganas de bailar un poco sensual a la persona frente a ella. Sin darse cuenta, comenzaba a acorralarlo entre el sillón individual y ella, al tiempo que sus labios y cadera seguían la letra y ritmo de la canción. Ron sólo podía reírse por la manera en la que lucía su amiga, pero algo le daba miedo de aquello: la cercanía que comenzaba a acortarse. El último paso atrás lo llevó a terminar sentado en el pequeño sofá y Hermione, invadida por una inexplicable confianza y ganas de seguir moviéndose como lo hacía, siguió caminando y acercándose peligrosamente al pelirrojo.

Cercanía, era en todo lo que podía pensar Hermione.

Cómo era que ella había terminado a horcadas del chico en el mismo sillón, lo desconocía. Pero había algo que sí sabía: el azul de su mirada la tenía hipnotizada. Sus manos se habían dirigido a la cara de Ron y sus pulgares paseaban por los pómulos. Las manos de Ron ya se habían colocado en las caderas de ella.

Su corazón latía con fuerza, golpeaba su pecho muy fuerte y esos ojos le indicaban que mirara un poco más abajo, a esos labios entreabiertos que intentaban hacer el trabajo de introducir más oxígeno a los pulmones de él que había acelerado su respiración… justo como ella. ¿Desde cuándo esos labios eran tan tentadores? La castaña no lo sabía.

Ron por su parte estaba emocionado, sin creer un poco lo que estaba ocurriendo, todo parecía un sueño. Su pulso subía y las ganas de besarla acompañaban a la emoción de sentir su respiración tan cerca.

No se puede decir con precisión quien sucumbió primero ante la tentación, pues en menos de un segundo ambos se dedicaban a explorar por primera vez la boca del otro.

La música había cambiado, pero eso no importaba ya, los amigos estaban concentrados en ellos mismos, en la atmósfera que se había creado a su alrededor. Qué suerte que estuvieran solos en casa y que esta vez nadie los interrumpiría.

Hermione no podía dejar de revolotear el cabello pelirrojo, de saborear aquellos labios que eran lo mejor que había probado en toda su vida, no quería alejarse jamás de ellos. Ron apenas podía controlarse, sus manos ya no solo estaban en las caderas de su amiga, sino que ahora viajaban hacia sus piernas y regresaban al punto de partida; y sus labios, ¡sus labios! Esos que había soñado tanto con besar, ahora lo devoraban con ganas de más.

Pero el oxígeno era necesario, por más que quisieran hacer que sus pulmones no lo requirieran, era imposible, tenían que separarse un poco y seguir con su labor.

Y entonces, cuando las manos de la castaña se dirigían al pecho del pelirrojo, ella reaccionó. Estaba besando a alguien, sí, pero ese alguien era su amigo y ella no debía hacer aquello, porque había visto una amistad morir por un amor no correspondido, porque no quería que las cosas entre ellos se confundieran… aunque ella ya estaba más que confundida.

Con brusquedad se separó de su amigo y se levantó. Sus labios estaban hinchados y él respiraba con la misma dificultad que ella.

—Lo siento —susurró con pánico en la mirada.

Ron quiso levantarse y explicar lo que había querido semanas antes, pero esa mirada lo había detenido.

—No te preocupes… creo… eh… que no es sólo tu culpa —dijo él, rascándose la nuca.

—Creo que nos emocionamos un poco —intentó aligerar el ambiente Hermione.

—Sí —rió Ron—. ¿Te parece si lo olvidamos? —propuso fingiendo que no le importaba.

—Una fantástica idea. Olvidado.

—Olvidado.

Y aún un poco desconcertados, los amigos regresaron a la labor que hacían antes de que todo aquello ocurriera.