10. Recelo
El Ángel de la Muerte se encontraba parado a los pies del río Aqueronte*, lugar donde fluían las almas de los muertos, esperando ser juzgados.
Sin reflejar ninguna emoción, la mujer miraba las almas errantes que clamaban un poco de piedad y converger al lugar al cual debían ir según sus acciones en vida. Pero ella hizo caso omiso. Simplemente se apartó de ahí, entre los desgarradores lamentos de los condenados.
Hacía mucho tiempo que había dejado de hacer su "trabajo" habitual. Su ambición y su sed de venganza eran tan grandes que comenzó a arrebatarle a la Vida todo aquello que le otorgara la energía suficiente para dejar de ser una simple sierva; ella quería su propio dominio, ser la ama y señora del universo, gobernar y pasar por encima de todo y todos.
Y es que, ¿por qué el Creador había sido tan injusto con ella? Dándole la simple tarea de asistir al ocaso de las cosas y conducir las almas hasta aquellas aguas donde serían juzgados cuando todos los demás tenían misiones importantes. Ella, ese ángel de rostro misericordioso cuya misión era darle paz al moribundo en el momento de entregar su alma, había querido una sola cosa: ser amada.
La espectral mujer caminó por los ruinosos pasillos de su lúgubre castillo, hasta desembocar al gran patio lleno de yerbas muertas, donde las estrellas y los planetas irradiaban su brillo. Encaró la bóveda celeste, derramando una lágrima.
Al principio de los tiempos, las cosas habían sido muy diferentes…
Ella se había enamorado de Vida, un joven rubio y apuesto que había sido designado para otorgarle existencia a todo aquel ser que tuviera alma, y acompañarlo durante su estancia en el planeta que le tocara vivir. Al ocaso de su tiempo, el Ángel de la Muerte iría por él y su alma retornaría al Caldero Primordial, la fuente de todo.
Ambos tenías dos misiones completamente distintas, y era muy difícil que se vieran, pero Vida le había dicho que todos esos seres eran regalos que le enviaría, para que ella los atesorara por siempre, como muestra de su amor.
Y así lo hicieron, amándose en la distancia, a través de esos regalos que él enviaba y ella recogía, mientras los otros dioses y elementos podían estar con sus seres amados.
Poco a poco, la mujer se fue llenando de dolor y odio, por no poder estar con aquél a quien amaba, y la envidia surgió en ella, incluso, envidiando a su propio amor.
Así, le declaró la guerra al Creador, acumulando poder para gobernar el Universo y cobrarse la afrenta injusta que se le había impuesto.
Desafiando las reglas, Vida descendió hasta el castillo de la Muerte, donde ella moraba, tratando de hacerla entrar en razón, pero ella no quiso escuchar. Se había corrompido.
Lo insultó, lo corrió y juró apoderarse de todo y convertirse en la ama y señora del universo, y esa había sido la última vez que lo vio.
El ángel de la muerte siguió con su descabellado plan, aniquilando planetas enteros, acumulando un poder inigualable hasta que decidió atacar la Vía Láctea. Fue cuando descubrió El Cristal de Plata, una piedra mítica otorgada por la Diosa Selene a los moradores de la Luna.
De inmediato, con un ejército de muertos, decidió ir en la búsqueda de la codiciada piedra, pero cuando se acercó a la órbita terrestre, donde sentía su resplandor, algo sucedió y la piedra desapareció.
Pudo sentir el dolor del príncipe de aquel planeta y fue a ser testigo del desvanecimiento del cuerpo de una niña quien, en un futuro, sería hija del desdichado príncipe.
Se mantuvo impávida, viendo aquella escena en la que no tuvo ninguna participación. ¿La razón? La chiquilla no había muerto, simplemente había desaparecido, porque no existía ni nunca existió. Por eso, cuando regresó a su morada, no halló su alma en el Aqueronte.
Fue cuando supo que La Princesa de la Luna había cambiado su destino e ignoraba qué había ocurrido con ella y el Cristal de Plata.
Por eso fue una gran sorpresa para ella descubrirla en Némesis con el maldito príncipe ese, y comprendió lo que había ocurrido, lo que la llenó de coraje. ¿Cómo era posible que Vida y Destino hubieran permitido aquel cambio? Ahora tenía una razón más para gobernar la Galaxia y poder hacer ejecutar las Leyes como ella creía conveniente.
El ángel cerró el puño, conteniendo su furia, porque, para colmo, la estúpida Princesa de la Luna y el imbécil Príncipe de la Tierra sentían aun algo el uno por el otro, y eso la irritaba. Si ella no podía tener a alguien a su lado, nadie más tenía derecho.
Pero había algo más. Habían hechos que le indicaban fuertes emociones negativas por parte de los protectores de la Vía Láctea, lo que podía alterar su energía; detectó "debilidades" que podía usar a su favor.
Alzó la mirada, observando el campo energético que envolvía a la Tierra, impidiéndole acercarse y fue cuando se percató, que en ese tetraedro energético, la luz que provenía del centro, la que correspondía al Príncipe, era débil, lo que provocara una fisura en la corteza energética, y eso solo se debía a una cosa: el Príncipe no tenía estabilidad emocional, algo le preocupaba y hasta cierto punto, le molestaba.
El rostro de la mujer se desfiguró por una retorcida y macabra sonrisa mientras entre sus descarnadas manos aparecía su hoz. Justo, esa debilidad de Endymion la usaría en su beneficio, destruyendo a los guardianes de los planetas y haciéndose con el Cristal de Plata. Y sabía perfectamente que, esa debilidad, reflejada en el sentimiento de odio, era causado por la criatura más inocente y desdichada de toda la Vía Láctea: la princesa Hikari de Némesis.
- Principe Endymion – dijo con voz burlona – tu serás el causante de tu desgracia y me entregarás con tus propias manos lo que más ansío en todo el cosmos: el Cristal de Plata.
Moonlight Destiny
"La nube de polvo que se esparcía a su alrededor le irritó los ojos, disminuyendo su visión. Tuvo que taparse la nariz con el antebrazo mientras tosía, tratando de despejar un poco sus lastimados pulmones.
Abrió lentamente los ojos, recuperando poco a poco la visión; era el apocalipsis.
El cielo mostraba un macabro tono rojo sangre, mientras los edificios que aún quedaban en pie recortaban con su sombra la destrucción de aquella ciudad. El hombre miró a su alrededor, observando los cuerpos de sus compañeras esparcidos en el suelo; habían caído en el combate.
Arriba, una figura se hacía presente, flotando frente a él. La capucha y la larga capa le impedía verle el rostro, pero al apreciar las enormes alas demoniacas, supo de quien se trataba.
- El Ángel de la Muerte…- susurró - ¡Voy a acabar contigo! – gritó, mientras la desesperación se hacía presa de su cuerpo
- Yo no soy tu enemiga – dijo aquel ser con una voz casi melodiosa – yo vengo a mostrarte, Príncipe Endymion, a tu verdadero enemigo.
El ángel se hizo a un lado, descubriendo tras de sí a una hermosa joven que portaba un largo vestido blanco adornado con diseños negros que bajaban desde las copas de los pechos hasta su falda. Llevaba una capa con unos diamantes en las hombreras, escote pronunciado mostrando los bien formados senos y el largo cabello platinado lo llevaba peinado en trenzas con odangos dobles. La luna oscura adornaba su frente.
Endymion abrió mucho los ojos al descubrir a Hikari como una mujer adulta, con esa sonrisa burlona dibujada en el hermoso rostro y de mirada maligna.
- ¿Qué ocurre, Príncipe? ¿No esperabas verme de ésta forma? – la chica puso una mano sobre sus caderas.
- ¡Sabía que la maldad de tu maldito padre corría por tus venas! – escupió Endymion con odio.
- ¡Solo estoy terminando lo que mi padre comenzó y ahora tengo lo que él más quería en el universo!
La muchacha extendió una mano, donde apareció el Cristal de Plata brillando en todo su esplendor.
- No…- un miedo cerval recorrió su cuerpo por completo - ¿dónde está ella?
- ¿Buscas a la cobarde de Sailor Moon? – preguntó Hikari con desdén – ahí tienes a tu hermosa princesa.
A la orden de la muchacha, la tierra se comenzó a partir, emergiendo de ella, entre enredaderas, el cadáver desmadejado de la Princesa Serenity, atravesado por dolorosas espinas.
El blanco vestido que portaba estaba manchado de rojo carmesí y podía verse reflejado en sus ojos ahora sin vida una tristeza inmensa.
Endymion sintió que el corazón se le partía en mil pedazos al contemplar tan horrorosa escena. El moreno corrió hacía ella, tomando entre sus dedos algunos mechones rubios alborotados, mientras sentía como las lágrimas le quemaban los ojos.
- ¡Asesina! - le gritó - ¿Cómo pudiste? ¡Ella era tu madre!
- ¡Esa mujer permitió que mi padre muriera! – señaló con rabia - ¡Por su culpa él está muerto! ¡Siempre fue una cobarde! Tan es así que ni siquiera tuvo las agallas de luchar contra él antes que todo esto ocurriera y evitara que yo naciera.
- Tu puedes evitar todo esto – le susurró el ángel al oído – mátala ahora que es una niña y restablece el destino.
- Pero… ¿cómo? – las lágrimas se habían congregado en la punta de su afilada nariz
- Ya has sido testigo de lo que llegará a causar, Príncipe, la solución está en tus manos. Mátala y entrégame el Cristal de Plata y todo volverá a su cauce normal.
El hombre levantó la vista hacia la malévola joven, que ahora lo miraba de forma lasciva
- Endymion, únete a mí y gobierna el universo conmigo. Seamos los amos del cosmos – Hikari se acarició el cuerpo, subyugante.
- Papá, sálvanos – escuchó una vocecita.
Endymion dirigió su mirada hacia un lado y descubrió a su Pequeña Dama, vestida de blanco, mirándolo tiernamente.
- Rini…
- Véncela y salva a mamá y a mi. El ángel no es tu enemigo, él te ayudará.
La figura encapuchada se situó junto a la pelirrosa, posando sus descarnadas manos sobre sus hombros, demandándole el Cristal de Plata.
De pronto, la risa macabra de Hikari se volvió cada vez más insoportable mientras las voces de Rini y el ángel hacían eco en su mente, haciéndolo caer una vorágine perturbadora que hacía que todo diera vueltas y la ciudad se fuera desmoronando por completo…"
Darien despertó agitado y sudoroso, emitiendo un alarido. Asustada, Rei se incorporó de la cama, observando a su esposo, recortado a contra luz por la farola de la vía pública.
El hombre se llevó la mano a la cabeza, aún sin comprender la pesadilla que había tenido.
- Amor, ¿estás bien? – preguntó preocupada la pelinegra
Darien la miró, aun sobresaltado, para salir apresurado de la cama sin darle respuesta y dirigirse rápidamente al baño.
La mujer se llevó las manos al pecho, dolida. Sabía que todo aquello era originado por la zozobra y el dolor por el que su esposo estaba pasando, y se sintió desdichada al saber que ella nada podía hacer por él.
El moreno cerró de un portazo el baño, encendiendo la luz y llenando el lavabo con agua fría. Se miró en el espejo. ¿Qué había sido eso? ¿En verdad el verdadero enemigo era esa niña?
Aún rondaban por su mente las palabras de aquel ser, que con su aterrador encanto le susurró al oído "mátala ahora que es una niña"
¿Matar a la hija de Serena? ¿Esa era la solución a todo?
Hundió sus manos en el lavabo, tomando entre ambas un poco de agua con lo que refrescó su rostro. Cerró los ojos al sentir la fría agua punzando su piel, dejando ir todo lo que ahora se agolpaba en su mente.
- Solo fue un sueño, Darien – se dijo así mismo, enfrentándose al espejo de nuevo.
Fue cuando la vio, tras él, sintiendo un escalofrió que le recorrió desde la nuca hasta la espalda baja, erizándole los vellos del cuerpo.
Con su rostro casi marmóreo y sus almendrados ojos fijos en los suyos a través del espejo, se mostraba compasiva y benévola.
La mujer movió los carnosos labios carmesí, acercándose a su oído.
- Mátala ahora que es una niña. Entrégame el Cristal de Plata y yo te devolveré tu destino – la mujer depositó un frio beso en su mejilla, lo que hizo que Darien cayera en su embrujo.
- Matarla, obtener el Cristal de Plata y Tokio de Cristal se fundará. Serenity, serás mía de nuevo.
Moonlight Destiny
Había pasado casi un mes desde los primeros ataques del ejército descarnado a la Tierra, todos repelidos con éxito por parte de las scouts, las Starlights y Darien.
Serena seguía en su arduo entrenamiento, al igual que Hikari, pero ninguna de las dos había despertado su poder. Aun así, no se daban por vencidas.
Las cosas entre las sailors y Serena habían mejorado, pues ya había limado asperezas con Rei y comprendía que el destino había cambiado, por lo que la situación había vuelto a la normalidad.
Seiya había comenzado a pretender a Serena, y aunque ésta no diera muestras de un interés sentimental, disfrutaba mucho de la compañía y galanura del pelinegro, a quien, por cierto, aceptaba con su dualidad, todo bajo la atenta mirada de Haruka y Michiru, que se mantenían cerca de su Princesa, por si alguna eventualidad se presentaba.
Si bien Hikari se encontraba contenta y feliz con su nueva vida, había noches en la que las pesadillas la hacían su presa, despertando a media noche en medio de un inconsolable llanto, clamando por su padre, mientras Seiya amorosamente la consolaba. Fuera de eso, la niña estaba bien, y le agradaba mucho aquel hombre de largo cabello negro que además de ser cantante y tratar de las mil maravillas a su madre, la quería y la apoyaba como si fuera su propio padre.
Por quien sentía recelo, y hasta cierto punto algo de miedo era por Darien, pues siempre la miraba de forma fría y despectiva. El moreno hombre, a quien trataba siempre con mucho respeto, pues Setsuna - sama siempre le recalcó que era el príncipe de aquel planeta, le inspiraba terror, y es que había algo que no sabía explicar con respecto a Darien.
Three Lights estaba dedicado en cuerpo y alma a su regreso en los escenarios, siendo recibidos con mucho éxito por las fans que, después de diez años, volvían a entonar las canciones de sus ídolos de juventud, junto con nuevos sencillos que rápidamente se posicionaron en el top ten de Japón, además, claro está, de no descuidar su misión, por lo que, prepararon un magno concierto para celebrar su regreso.
Moonligth Destiny
Desde las primeras horas del día, los fans habían comenzado a hacer las largas filas en las entradas del estadio Ajinomoto para poder ver el magno concierto que marcaba el regreso oficial de Three Lights.
Serena y compañía tenían pases VIP's, por lo que en cuanto llegaron, un guardia de seguridad los dejó pasar por una entrada alterna, provocando la rechifla de la concurrencia que llevaba horas sin poder tener acceso.
La rubia sintió como su corazón latía con fuerza, pues nunca había tenido la oportunidad de asistir a un concierto y mucho menos estar en un lugar tan privilegiado como la zona VIP.
Mina, Lita y Amy estaban emocionadas al recordar sus años de juventud cuando asistían a los conciertos que los chicos daban, buscando siempre a su princesa perdida. Rei también compartía esa emoción, aunque no lo demostraba, pues Darien parecía más bien tenso, en vez de recordar viejos tiempos.
No entendía el cambio de actitud de su esposo, pues Seiya era su mejor amigo y siempre disfrutó, junto con las chicas, todas y cada una de las canciones que el grupo entonaba.
Haruka, Michiru, Setsuna y Hotaru iban como guardaespaldas de Serena y Hikari, manteniéndose siempre alertas, por si el enemigo decidía atacar.
Llegaron a sus respectivos lugares, acomodándose de tal forma que Serena y la niña quedaran rodeadas de sus guardianas y Rei y Darien por las suyas.
La pequeña platinada estaba muy emocionada de ver a Seiya cantar en un escenario, siempre manteniéndose al pie de su madre y alejada lo más que pudiera de Darien.
Pronto el gran concierto dio inicio con un extraordinario juego de luz y sonido que maravilló a toda la concurrencia, exaltando el espíritu de los fans. La misma Serena se sintió entusiasmada cuando vio salir, de entre el humo y los bailarines, a Seiya y compañía, dispuestos a comenzar el show.
Tras 3 horas de concierto, el espectáculo llegaba a su fin, por lo que el pelinegro, agitado y sudoroso, decidió tomar el micrófono y anunciar la canción con la que cerraría aquella mágica noche.
- Quiero agradecerles a todos por haber compartido esta noche tan especial con nosotros – el público soltó una ovación – y también quiero agradecerle a nuestros amigos por su apoyo incondicional – señalo hacia donde se encontraban las scouts y Darien – ésta canción se la quiero dedicar a una persona muy especial para mí. Luz de Luna, recibe mi mensaje.
Seiya le guiñó un ojo a Serena, provocando en la rubia un violento sonrojo que hizo a Hikari y las demás emocionarse, no así Darien, que parecía odiaba estar en ese concierto cada vez más.
Los acordes comenzaron a sonar mientras el público gritaba emocionado.
- Kagayaku shiroi sekai no naka ni
Tsubasa wo hirogeta kimi ha iru
Demo sono tsubasa wa kuroku omoku
Unmei ni kimi wa oshitsubusaresou
El pelinegro abrió los ojos, mirando fijamente a Serena
- Tasuketai sukuitai
Ore ni dekiru nara
Inochi sae nagadashite kimi no tame ni
Fuan no toki tsurai toki, ore ga tsuite iru
Itsumo misete ite kure, kimi no egao
El pelinegro se situó a la orilla del escenario, entonando aquella canción con todo el sentimiento que podía.
- Seiya no ore ga kanjiru, fushigi na kimochi
Faita no ore ga kanjiru, shimeikan to wa chigatta
Kitto ginga ichi mibun chigai na kataomoi da ne…
Tras terminar el concierto, las scouts fueron conducidas a backstage a petición de los cantantes. Todas estaban emocionadas por la canción que Seiya le dedicara a Serena, a excepción de Darien, cuyo odio crecía cada vez más.
- ¿Qué les pareció el concierto? – preguntó Taiki, ofreciéndoles sodas
- ¡Estuvo de maravilla! – contestó Lita, mientras Amy evitaba a toda costa toparse con la mirada del castaño.
- Esperamos que se hayan divertido – agregó Yaten
- Bombón, me encantaría saber si te gustaría cenar conmigo.
Las mujeres comenzaron a emitir sonidos de burla, como si todos fueran unos escolares, provocando el sonrojo por parte de la rubia y una sonrisa coqueta y triunfante por parte del pelinegro.
- Seiya, yo…
- Vamos mami – la alentó Hikari – sal con Seiya
La mujer volvió su mirada a Haruka, pidiendo aprobación.
- Ve, Cabeza de Bombón – dijo la mujer, ceñuda – pero la cuidas con tu propia vida Kou o te juro que te regreso a tu planeta de un puñetazo.
- No te preocupes Tenoh – el hombre le guiñó el ojo – Bombón va a estar bien protegida.
Nota de autor: * El Aqueronte es, segun la mitología griega, el río por el que tenían que cruzar las almas para llegar al reino de Hades.
La canción que le canta Seiya a Serena es Ginga ichi mibun chigai na kataomoi de Three Lights cantada por Seiya Kou
La historia de Vida y Muerte no me pertenece, la tomé prestada de una bella imagen que vi en Facebook.
Que tal Bombones buenas tardes! Traigo por fin la actuaización del capitulo 10 y estamos entrando a la recta final de este fic.
Cómo ven? Ya sabemos el por qué actua así el Angel de la Muerte y parece que se aprovechará de Darien para lograr su cometido.
Muchas gracias por sus reviews! Les prometo que en la proxima actualización les contesto a todos!
No olviden pasar por la pagina y darle like, me encuentran en FB como Gabiusa Kou y manden solicitud a nuestro grupo Constelación estelar!
Besos estelares! :* :*
