Capítulo 6
Amiga mía. Parte 2
Estaba extasiada, más que contenta. El mundo al fin le miraba de la manera que ella quería. Debía reconocer que lo suyo no era precisamente el ser una chica de carácter fuerte, ella siempre había sido tierna e inocente, pero las cosas habían cambiado drásticamente (para los demás) mucho tiempo atrás. Después de la muerte de su madre, Luna Lovegood había aprendido que la vida puede tomarte por sorpresa cuando menos te lo imaginas y ese tipo de cosas solo se aprenden cuando pasas por algo parecido. Luna había vivido sólo acompañada de su padre y después de tener que perderlo también a él, había cerrado su mundo y conservaba pocas de las cosas en las que creía en realidad. Ella era una soñadora… pero lo ocultaba.
Sólo dos personas sabían su historia, ella y a quien consideraba su mejor amiga, Hermione Granger. Su amiga había sabido escucharla en todo lo que necesitó, estuvo ahí cuando fue necesario sacar todo el dolor de su alma, estuvo ahí cuando tuvo su mayor logro y también en su mayor decepción. Pero ahora no estaba, justo cuando vivía los momentos más felices de su vida, cuando estaba disfrutando del mejor momento de una mujer, su amiga no estaba a su lado. Y la extrañaba, eso no podía negárselo. Ahora que lo pensaba, el dejar de frecuentarla por querer alejarse de su amigo Neville parecía algo realmente estúpido. Ella era una mujer y no una niña que se molestaba con todos los que no estaban de su lado. Lo había comprendido apenas y era esa razón la que no le permitía seguir adelante sin antes arreglar las cosas. Y era la razón por la cual estaba en medio de la sala de estar de la última casa en venta. Esperaba tranquilamente a que su amiga apareciera. Tenía entendido que ella llegaría a esa casa ese día para terminar su trabajo, aunque para ella la casa estaba más que lista para ser vendida.
Un auto se detuvo frente a la casa y de él bajó su amiga. Se despidió con la mano de la persona con la que venía y se dirigió a la entrada de la casa.
La puerta se cerró en un delicado sonido y cuando Hermione llegó a la sala, se sorprendió demasiado al encontrar a Luna justo ahí.
—Hola —la saludó con una tímida sonrisa.
—Hola, Luna. No sabía que vendrías hoy —respondió Hermione.
La rubia se levantó con lentitud y miró a su amiga con una sonrisita.
Hermione sonrió también. Para ella las cosas no estaban del todo mal, entendía las razones que tenía Luna para estar alejada, no es que estuviera de acuerdo con ellas, pero las entendía, por lo que supo de inmediato lo que su amiga hacía ahí. Así que se acercó a ella y la envolvió en un caluroso abrazo, las palabras simplemente no eran necesarias.
—Siento haberme alejado de ustedes, nunca fue mi intención —dijo con algunas lágrimas en los ojos.
—Deja de llorar —contestó su amiga, abrazándola con fuerza—, todo está bien, no importa que seas una infantil — rio.
Luna limpió sus lágrimas con una mano y sonrió aún más. Adoraba el carácter de Hermione y lo buena que era con los demás.
—Tengo tanto que contarte.
—Y yo. No te imaginas cuánto —Hermione hizo un gesto divertido al decir esas palabras. Tal vez esta vez si lograra hablar con alguien todo lo que pasaba por su mente—. Habla, ¿cómo han ido las cosas? ¿No estás saliendo ya con Rolf, verdad? Dime que no.
—Ay Hermione —exclamó una sonriendo bobamente—, Rolf es la mejor persona que he conocido.
—¿Qué quiere decir eso exactamente?
—Sí salgo con él, hace poco comenzamos a salir —dijo una emocionada Luna—. Pero no pongas esa cara, yo sé que suena disparatado hacer eso considerando lo poco que tenemos de conocernos.
—Exacto, Luna, apenas lo conoces, ¿cómo que ya sales con él?
—Tenemos una conexión especial, créeme. Él me entiende y comparte muchos pensamientos conmigo… te aseguro que hicimos una conexión cósmica desde la primera vez que nos vimos —su mirada indicaba a Hermione que ella hablaba con emoción—. No quisiera adelantarme, Hermione, pero estoy casi segura que lo amo.
La castaña abrió los ojos lo más que pudo, todo era creíble… hasta que habían llegado a ese punto.
—Alto —la interrumpió—, voy de acuerdo con eso de que te guste, que congenien bastante bien, pero ¿enamorada? ¿Amarlo? ¡¿Eso es posible?!
—Jamás había conocido a alguien como él —continuó ella, explicándose—. Lo amo, Hermione, lo amo —concluyó sonriendo y cerrando los ojos.
Hermione se sentó de golpe en el sillón, amar era una declaración fuerte a su parecer y Luna lo tomaba tan tranquilamente que no podía creer que ella se estuviera ahogando en lo que ahora parecía un vaso de agua. Luna había llegado tan fácilmente a esa conclusión que parecía imposible que Hermione no llegara a ningún lugar después de tantos pensamientos y tanto tiempo.
—¿Cómo te das cuenta que estás enamorada de él?
—Es sencillo —comenzó la rubia sentándose con un aire divertido a un lado de su amiga—. Lo miras y sientes que te pones automáticamente feliz, que mil mariposas llenan tu estómago y que no puedes dejar de sonreír, piensas en él a cada instante, cualquier cosa te recuerda a él por más estúpida que parezca, sólo deseas estar a su lado y ya no imaginas la vida sin él.
Los "síntomas" parecían claros y cada que Luna decía uno, Hermione lo anotaba mentalmente, dándose cuenta que, si su amiga estaba en lo correcto, entonces ella…
—Estoy enamorada de Ron —declaró en un susurro sin creer aun lo que había dicho, pero descubriendo que la simple mención de su nombre le había acelerado el pulso.
—¿Que tú qué?
—Creo que estoy enamorada de Ron.
OoOoO
Llegar a su casa había sido mucho mejor de lo que esperaba. Su madre le había estado esperando desde que ella había llegado a Londres y le había decepcionado que su hija no fuera de inmediato a casa. Sin embargo, ahora estaba de lo más contenta de tenerla con ella de nuevo y era por eso que la consentía preparando toda clase de comida que ella sabía que su hija adoraba.
Después de la comida, Ginny caminaba con tranquilidad haciendo su camino hacia su antigua habitación; en cuanto entró, encontró todo como estaba antes de que se fuera. No solo parecía demasiado tiempo, estaba consciente de que era demasiado tiempo.
La pelirroja soltó un suspiro y se recostó en su cama, miró a su alrededor descubriendo que la mayoría de los posters que adornaban su habitación ya estaban viejos y descoloridos, se preguntó las razones por las que su madre no se había desecho de ellos. Giró. Casi todo estaba intacto. Su madre se había encargado de limpiar y dejar todo justo como estaba al principio. Cuando giró su cabeza a la derecha se percató que incluso su madre tuvo la delicadeza de dejar el portarretratos boca abajo sobre la mesita de noche, como ella lo había dejado.
Con una lentitud impresionante, y esperando que la imagen del portarretratos fuera otra, Ginny levantó el artefacto y lo miró con detenimiento. El cristal estaba agrietado y la foto en él apenas era visible; pero ella conocía aquella foto, la había visto las veces suficientes como para dibujarla ella misma si alguien se lo pidiera.
Una bella época pensó después de verla y dejarla de nuevo en su sitio.
Cerró los ojos y trató de dormir, aunque sabía que sería casi imposible, al menos en ese lugar que estaba lleno de recuerdos que ella creía olvidados.
OoOoO
—No planeo decírselo.
—Es una opción y lo sabes. Por más que ese pelirrojo infantil no me agrade, si crees lo que crees, entonces debes decírselo, estoy segura que serás correspondida.
—Luna, no me parece una buena idea, de verdad.
—No seas infantil —la regañó—. Averígualo.
Hermione miró a su amiga con un poco de preocupación, el saberse enamorada de Ron y después hacérselo saber a él, le parecía disparatado.
Lo pensó.
Lo pensó.
Y volvió a pensarlo.
Ahora sus piernas caminaban decididas y sin seguir orden del cerebro. Ellas sólo seguían al corazón, quien les decía que debían correr al encuentro con aquella persona que los haría felices.
Al llegar al edificio, esperó pacientemente para entrar. No quería parecer ansiosa, especialmente porque le había dicho a su amigo que llegaría a cenar una hora después de la hora actual, pero al mismo tiempo estaba deseosa de entrar, de verlo, de besarlo y decirle lo que sentía. Y eso era exactamente lo que quiso hacer en cuanto el elevador que había decidido no usar llegó a la planta baja del edificio en el que vivían.
OoOoO
Las manos de Lavender comenzaron a recorrer su cuerpo sin inhibiciones y trataban de deshacerse de la ropa que él vestía.
—Detente.
Ron se había alejado apenas un poco después de hablar. Sin embargo, Lavender parecía no haber escuchado, pues de nueva cuenta iba a atrapar los labios del pelirrojo, quien esta vez sí logró alejarse lo suficiente.
—Esto no está bien —dijo poniendo una mano al frente para que la rubia no se atreviera a acercarse más.
—Claro que está bien, mi Ro-Ro, nos amamos y debemos demostrarlo —una vez más se acercó a él e intentó besarlo.
—No —Ron se puso detrás del sofá, usándolo de protección—. Lavender, yo ya no siento nada por ti, ¿de acuerdo? —confesó para alejarla—, estoy enamorado de alguien más.
Lavender se detuvo en seco.
—¿Alguien más? ¿Quién, Hermione? ¿Es por ella que haces todo esto? —rio con fuerza—. ¿Y tú crees que ella siente lo mismo por ti? —lo miró desafiante—. ¿¡Pues sabes qué!? —Gritó—. ¡Al diablo con todo esto! ¡Vete a la mierda, Ronald Weasley! ¡Tú y Hermione pueden irse a la mierda!
Dicho esto, Lavender tiró un par de fotografías que estaban cerca y salió del departamento dando un fuerte portazo.
Después de eso Ron pudo respirar un poco… ni siquiera había notado que estaba conteniendo el aliento. Ahora estaba más que seguro que alejarse de Lavender había sido la mejor decisión de su vida.
Con cuidado, acomodó todo el desastre que su ex novia había hecho y entró al baño para darse una ducha y concluir el plan que había ideado.
Las horas pasaron, la cena se enfriaba y Ron se había quedado dormido en el sofá, aún a la espera de que Hermione llegara.
A las 2 am, la puerta se abrió y por ella entró una castaña sigilosa que cerró la puerta con la mayor delicadeza que pudo. Se recargó en la puerta y se deslizó por ella. Sentía que su mundo se estaba derrumbando. No entendía lo que había pasado, los acontecimientos de las últimas horas parecían un sueño… o más bien una pesadilla. ¿Por qué sentía la necesidad de llorar? ¿Por qué se sentía así si ahora debía disfrutar que lo que quería estaba pasando?
Y en silencio, comenzó a sollozar.
Abrazó sus piernas y dejó que el llanto le invadiera. Tenía que sacarlo todo, tenía que llorar todo lo que podía. Porque se sentía indefensa, porque se sentía impotente, porque se sentía una tonta.
Unos brazos la rodearon y ella se dejó abrazar. Conocía el aroma de esa persona que intentaba tranquilizarla y reconfortarla. Y lloró aún más sobre su hombro.
—¿Qué pasa, linda? ¿Qué tienes? —preguntó él en un susurro, sobre su cabello.
Hermione negaba con la cabeza y se aferraba más a su amigo.
Él fue paciente. Paciente como lo había sido siempre, aunque ambos estuvieran tirados en el suelo del departamento.
Esperó a que ella se tranquilizara y pudiera hablar. Pero no podía evitar armar mil historias en su mente, quería saber cuál era la real.
—¿Estás mejor? —preguntó Ron un rato más tarde.
—Creo que sí.
—¿Vas a decirme lo que pasó?
Hermione soltó una risita, se limpió los ojos con ambas manos, suspiró sonoramente y sin anestesia previa, soltó la verdad.
—Voy a casarme.
Por un momento él creyó haber escuchado mal. Quizá su mente estaba jugando con él, seguro era el sueño el que le hacía escuchar otras cosas.
Su amiga pareció comprender el desconcierto en la mirada del pelirrojo. Sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente.
—Voy a casarme con Cormac, Ron —dijo con un nudo en la garganta que apenas le dejaba hablar—. Debería estar contenta, ¿no? Y lo único que hago es llorar como una tonta.
—¿Por qué…?
—Porque soy una tonta, una mujer no debe llorar cuando le proponen ma…
—¡No! ¿Por qué vas a casarte con él? No estaba enterado de que siguieras viéndolo. Creí que habías dicho que no planeabas regresar con él. Creí que él estaba fuera del país. ¿Cómo es que vas a casarte con él? —había hablado tan rápido que tuvo que tomar mucho aire para continuar mirándola.
—Había estado llamándome desde hace unas semanas —explicó—. Hoy me pidió que nos viéramos y… bueno, él me pidió que nos casáramos.
—¿Y después de todo, aceptaste? —preguntó Ron con desconcierto y al mismo tiempo con enojo.
—Sabes que lo amo, Ron.
Esas palabras cayeron como agua fría en la espalda del hombre. Él estaba consciente de lo mucho que Hermione había sufrido después de terminar con Cormac, pero jamás le pasó por la mente que ella aún lo amara.
—Lo amas —susurró. Ella asintió delicadamente con la cabeza y sin dejar de mirarlo—. Si lo amas entonces está bien. Querer pasar la vida entera con alguien que amas está bien —dijo mirándola atentamente—. Pero contéstame algo, Herms, si lo amas tanto y estás segura que lo que quieres es pasar tu vida a su lado, ¿por qué lloras?
Ella se quedó estática.
—No lo sé —mintió—. Emoción, tal vez.
Él sabía que era mentira y aún así lo dejó pasar, ella se lo diría en algún momento.
—¿Estás bien? —preguntó antes de levantarse. Hermione asintió y ambos se levantaron.
Hablaron por unos minutos más de temas que él ni siquiera se enteró, no podía hacer entrar en su mente lo que pasaba. Un rato después decidieron que debían ir a dormir.
—Buenas noches, Hermione —se despidió Ron, entrando a su habitación.
—Ron —lo detuvo su amiga—, ¿puedo dormir contigo hoy? —ella simplemente no supo por qué pedía aquello. Quizá quería su cercanía, quizá sentía que cerca de él dormiría tranquila… o quizá quería probarse algo a sí misma.
Ron sonrió y con un gesto la invitó a pasar a su habitación.
No pasó mucho tiempo antes de que ella se quedara dormida, abrazada a él. Y él se dedicó a contemplarla en la oscuridad, acariciando su cabello, soñando con que el final de ese día hubiera sido distinto.
La luna brillaba con fuerza y un pequeño rayo entraba por una rendija de las cortinas haciendo que el cabello de ella brillara haciéndolo parecer oro y, en un momento, también hizo brillar la gran piedra que adornaba el dedo anular de ella.
—Amiga mía, si supieras lo que me duele saber que nunca serás mía.
Y después de lo que pareció una eternidad, Ron se quedó dormido.
