Ok, ok, lo acepto, ahora sí me pasé, tantos meses sin actualizar merecen crucios y avadas por montones… pero es que el interndo está que me crucia y me quiere matar pero no puede (Soy tan inmortal como Harry, jaja)
De verdad lamento mucho la tardanza, he estado ideando este capítulo desde que terminé el anterior, pero ¿quién no me dejaba escribir? ¡El internado! Espero que puedan perdonarme y que les guste el capítulo…
Los quiero y gracias por seguir conmigo,
Love-Dreamer-HP
Capítulo 7
Hablar sería la solución
Toda la vida se había preocupado por ella. Nunca en todo lo que llevaba de conocerla se había planteado la posibilidad de que ella sufriera, de que ella llorara, y sin embargo, él siempre había sido la razón de la mayor cantidad de lágrimas que su amiga derramó. Había sido el amigo comprensible, el amigo fiel que estaba ahí a cada momento. Había dejado de ser el chico testarudo y gruñón que alguna vez la había sacado de quicio. Su relación con el paso de los años había cambiado considerablemente, era diferente, muy diferente a lo que había sido en un principio. Pero en ese preciso instante, Ronald Weasley se sentía distinto, todo había cambiado de nuevo. Ella ya no era más la chica molesta de cabello alborotado que siempre quería y parecía hacer lo correcto. Ahora era su amiga, su mejor amiga… y el amor que jamás podría ser suyo.
Ahora Hermione era una mujer, una mujer comprometida.
El simple pensamiento le causaba cierta molestia.
—¡Una mujer comprometida, bah! —se decía con molestia.
¿En qué momento ella se había convertido en alguien tan tonta como para comprometerse con él? ¿Cómo era que ese hombre que decía amarla, la había convencido tan fácilmente?
Él conocía la historia, conocía cada parte de la vida que Hermione había vivido al lado de Cormac, y Ron estaba completamente seguro de que él no la amaba con la intensidad con la que presumía, él no sentía por ella la misma fascinación que Ron. Él no la veía caminar por los pasillos sintiendo que veía a un ángel flotar por la habitación. Él no podía ver la belleza que ella emanaba al leer un libro. Él no veía su belleza y frescura cuando se paseaba por las mañanas con el cabello alborotado y el pijama mal acomodada. Él no sabía lo que era admirarla y sentir que era hermosa de todas las maneras posibles… pero aún así, él la tenía a ella, él estaría con ella, él despertaría a su lado y podría admirarla todos los días, justo de la manera en la que Ron no podría hacerlo jamás.
Por esas razones no entendía a su amiga, quien había jurado jamás volver con él y Ron había creído por un momento que no cambiaría de opinión, pero ¿quién entiende de verdad a las mujeres? Siempre cambian su pensamiento de una manera extraordinaria, nunca sabes si cuando dicen sí es en realidad un sí. Quizá por eso era que estaba más que confundido. Él por un momento había pensado que podría mostrarle a Hermione lo que podría ofrecer, le demostraría todo lo que sería capaz de hacer por ella, porque simplemente estaba loco por ella y ya no podía negárselo más, se había dado cuenta de eso desde el primer momento que había besado sus labios. Durante toda su amistad había estado ahí para ella y estaba seguro que quería seguir estando, pero no solo como su amigo, quería estar ahí como alguien más, un apoyo mucho más grande que el que cualquiera podría ofrecerle. Pero, ¿cómo demostrárselo así, ahora que iba a casarse con otro?
Sin darse cuenta había estado apretando una sola tecla en el teclado de la computadora y ahora todo el reporte que hacía se había llenado de letras "H".
—¡Mierda! —gritó al notarlo.
Entonces comenzó a teclear el botón de borrar, justo cuando su mente pensó en algo más…
—¡Doble Mierda! —volvió a gritar al tiempo que golpeaba la mesa en la que trabajaba, haciendo que el teclado se detuviera por un momento en su labor de borrar, cuando se dio cuenta que si su amiga se casaba con el reconocido jugador de futbol americano, no volvería a verla, se iría con él y viajaría todo lo que ese maldito hombre viajaba y por lo que al final habían terminado.
No ver a Hermione sería lo más doloroso que podría pasarle y él ya no podía hacer otra cosa más que aceptarlo.
OoOoO
El invernadero en el que trabajaba siempre había sido el lugar en el que mejor podía desarrollarse. Se sentía feliz de estar ahí, nunca había algo que lo entendiera mejor que sus plantas. A veces parecía algo extraño, especialmente cuando se trata de un hombre que ama los vegetales tanto como a las personas, pero era su pasión y nadie podía quitársela.
Neville siempre había sido un chico tímido, ocultaba su personalidad y se mantenía detrás de una plantita siempre. Cuando había conocido a Luna las cosas habían cambiado por completo, ella le había enseñado que no importaba lo que los demás piensen, siempre hay que ser uno mismo. Su manera tan extrovertida de comportarse era lo primero que le había atraído y desde ese momento no temía más ser quien era.
Pero desde que Luna había prácticamente desaparecido de su vida las cosas eran un caos. Tal vez ella no lo sabía, y quizá ni siquiera se enteraba, pero perder a alguien que era tan esencial en su vida no era la mejor manera de vivir. Había tratado de reemplazarla, pero cada persona era más extraña que otra… y no precisamente de la manera que a él le gustaba. Por eso mismo había vuelto a su invernadero y no salía de él, ese era su refugio. Nuevamente las plantas parecían ser sus mejores compañeras.
No muchas personas solían visitar el lugar, pero quienes lo hacían siempre era para realizar alguna buena compra o para contratar sus servicios una vez que ya lo conocían, fue por eso que cuando una cara desconocida entró por la puerta principal la miró con extrañeza desde la lejanía y se acercó a ella con cautela. Ese hecho era sin duda inusual.
—¿Hola? —saludó primero al ver que la chica estaba más que interesada en una de las flores que él cuidaba más que todas.
La mujer se sobresaltó al escuchar aquel saludo.
—Oh, hola —saludó dando la vuelta haciendo que su rubio cabello volara por un momento.
—Soy Neville, dueño de este lugar, ¿se le ofrece algo en particular? —preguntó con cautela como temiendo decir algo inapropiado.
—Pues… —comenzó ella encogiendo los hombros y negando con la cabeza—, bueno en realidad venía a conocer el lugar —sonrió.
Neville la miró con el ceño fruncido, no entendiendo a lo que se refería.
—No me recuerdas, ¿cierto?
El joven comenzó a analizarla, desde la punta del cabello hasta la punta de los pies, cohibiendo un poco a la mujer.
—Nos conocimos en una boda, hace unas semanas.
—¡Hannah! —gritó Neville demasiado alto al recordar su nombre.
Hannah rio con fuerza.
—Sí, Hannah. Es un placer volver a verte Neville —dijo extendiendo su mano, la cual el hombre estrechó sin pensarlo.
—Lamento no haberte recordado.
—Ahora me doy cuenta lo desapercibida que pasé ese día.
—Claro que no, no digas eso —dijo él—. Así que a conocer el lugar, ¿eh? ¿Qué te gustaría ver primero?
—Esta flor me pareció interesante.
—Tiene una historia increíble.
Y entonces Neville entendió que no se trata de buscar a personas que te entiendan, se trata de esperar a que llegue la correcta… o, en este caso, vuelva a aparecer.
OoOoO
Una pelea más a la lista, una nueva pelea… como si necesitara una más, o más bien, como si de verdad fuera nueva. No, otra vez había sido la misma razón de todas las peleas que tenía con Cho y él ya estaba más que desesperado, por momentos quería que ella tuviera razón, para que por lo menos tuviera razones para sus reclamos y peleas.
Condujo con molestia, sin fijarse mucho en su entorno. Tenía que encontrar una solución rápida, eficaz y conveniente, pero no tenía ni idea de cómo hacer para conseguirlo.
Se detuvo.
Miró a su alrededor y lo que pudo notar era que estaba en el lugar que siempre se estacionaba cuando iba a la juguetería de los gemelos Weasley. No entendía exactamente lo que lo llevaba a ese lugar, pero estaba claro que su inconsciente lo estaba llevando ahí por alguna razón. Así que bajo del auto y caminó hacia la juguetería, tratando de entender su instinto y, por un momento, creyendo que el destino lo estaba llamando a donde debía estar.
Y justo al entrar no solo lo recibió el ambiente divertido que siempre emanaba de Sortilegios Weasley, sino que un grito advirtió que efectivamente su destino era haber llegado a ese lugar, pues al primer paso que había dado un delgado cuerpo cayó en sus manos, aquel cuerpo cargaba dos enormes cajas que fácilmente le doblaban en tamaño y peso.
—Oh, gracias a Dios que estabas ahí, no puedo imaginar lo que habría sido de esos juguetes si… —comenzó a hablar la pelirroja a la que había salvado segundos antes—, ¡Harry! ¿Qué haces aquí? —preguntó, cuando él comenzó a cargar las pesadas cajas y las depositaba en el suelo.
—Hola —saludó sonriendo un poco—. Nada, pasaba por aquí —dijo prácticamente sin mentir.
—Pues que gusto que te aparecieras.
—¿En serio estabas cargando estas cajas tú sola?
—Ron y los gemelos no quieren trabajar ahora —se acercó un poco—, están molestos porque tienen el estómago vacío —susurró como para que nadie en el ruidoso lugar la escuchara.
—Y te dejaron sola con estas pesadas cajas.
Ella asintió.
—Era eso o esperar que cada uno comiera y luego descansaran… y… bueno, debes conocerlos mejor que yo, hace diez años que no los veo —dijo.
—¿Quieres que te ayude?
—No quisiera abusar de ti —y antes de que Harry pudiera refutar aquello, ella terminó su frase—, pero no me queda de otra más que hacerlo.
Juntos llevaron las cajas a uno de los estantes de la sección de niños, y Ginny comenzó a acomodar los juguetes que aquellas cosas guardaban.
Harry la miraba con atención y con una sonrisa en el rostro. Cualquiera pensaría que Ginny se había dedicado toda la vida a hacer eso, pero en cambio había hecho su carrera muy lejos de todo ese ambiente, y no era nada parecido a eso. A él siempre le había gustado la entrega con la que ella hacía las cosas, independientemente de que no fuera eso a lo que se había avocado durante tanto tiempo. Así era Ginny. Por eso le gustaba observarla cada día que iba a visitar a los gemelos. Nadie lo notaba, pero él siempre estaba pendiente del trabajo que la pelirroja desempeñaba.
—¿Te gustaría ir a comer conmigo?
La pregunta le había salido sin pensar, sólo porque era lo que su mente quería.
Ginny, quien recién había terminado su labor con los juguetes, lo miro con la sorpresa reflejada en la mirada.
—¿Comer?
—Sí, comer. Restaurante. Comida. Tú sabes, comer.
Ginny sonrió.
—Si me ayudas con unas cuantas cajas más que hay que llevar a la bodega, acepto comer contigo —respondió—. Lo que menos quiero es tener que soportar el mal humor de mis hermanos ahora mismo.
Quince minutos más tarde, Harry y Ginny se abrían paso a una de las mesas de un pequeño restaurante que estaba cerca de la juguetería. Tomaron asiento y ordenaron de inmediato la especialidad del chef.
—Te gusta tu trabajo, ¿verdad? —comenzó la conversación Harry.
—Es uno de los trabajos más divertidos que he tenido —aceptó la pelirroja.
—Se nota que te diviertes demasiado.
—Créeme, he reído más ahora que en todo el tiempo que estuve en Estados Unidos.
Y así fue como la conversación comenzó. Anécdotas sobre la juguetería, hablar de folletos, el trabajo que hacía Harry. Pronto ambos estaban sumergidos en miles de palabras. Por momentos Harry la escuchaba con atención, siempre extasiándose por la pasión con la que Ginny hablaba; en otros, Ginny se encargaba de opinar sobre lo poco que sabía del campo en el que Harry se desarrollaba. La conversación no se detenía y el tiempo corría. Después de la comida decidieron continuar con pequeños tragos que el mesero del lugar se encargaba de rellenar. Risas, palabras, experiencias, había de todo en aquella conversación, parecían simplemente dos viejos amigos que no se veían en mucho tiempo… y casi era así, excepto porque no solían ser simplemente amigos.
—¡Por Dios! ¿Ya viste? —preguntó Ginny, cuando, al mirar por la ventana, se percató de lo oscuro que estaba afuera.
—Vaya, parece que el tiempo vuela, ¿eh? —dijo Harry al tiempo que pedía la cuenta con a mano.
—Déjame pagar a mí, creo que todo esto es mi culpa… y ya no volviste a tu trabajo —Ginny se cubrió los ojos—. Dios, qué vergüenza.
—Dije que yo invitaba, no te preocupes.
—La siguiente invito yo.
Harry la miró esperanzado en que de verdad se repitiera todo eso.
—De acuerdo —dijo después de dejar saldada la cuenta y levantarse de la mesa—. Te llevo de vuelta —ofreció.
—Gracias.
Y después de dejarla en la entrada de Sortilegios Weasley, Harry volvió a su auto, lo encendió y emprendió su camino de vuelta a casa, con la seguridad de que quería repetir aquella experiencia y de que en esa ocasión Cho sí tendría un motivo real para molestarse con él.
OoOoO
A las afueras de la ciudad, en una pequeña y pintoresca casa, una rubia daba vueltas en una de las habitaciones, tenía el cabello alborotado, las mejillas enrojecidas y murmuraba cosas inteligibles.
—Es que no puedo creer que vayas a cometer esa locura —dijo después de mucho refunfuñar—. Podría haber aceptado que te declararas, que te acostaras con él, que te comprometieras con él, ¡pero esto! ¡Y con ese! —resopló—. ¡No! ¡Esto definitivamente es una locura!
Luna detuvo por un momento su actuación perfecta de león enjaulado y se puso frente a su amiga, quien había permanecido sentada, callada y cabizbaja.
—Hermione… —suspiró para tranquilizarse—. ¿Desde cuándo lo estás viendo de nuevo? ¿Cómo es que te convenció tan rápido?
—Ya te lo dije —respondió—, te lo dije todo, solo hace falta que lo asimiles.
—¿Casarte? ¿Casarte con alguien que no amas, Hermione? —volvió a su paseo circunferencial en la habitación haciendo caso omiso de lo que su amiga acababa de responder.
—¡Claro que lo amo! —gritó Hermione desesperada—. Tú viste todo lo que sufrí por él, lo extrañaba, quería verlo de nuevo y ahora sé que él me ama también.
—¿Te ama por haber vuelto y te haya pedido matrimonio? —se sorprendió Luna.
—Volvió, Luna. Dejó su trabajo para volver.
—¡Tonterías!
—No, no son tonterías. ¡Él me ama, yo lo amo y voy a casarme con él, te guste o no! —Gritó la castaña con el enojo a flor de piel. Luna había logrado por fin colmar su paciencia y ella no estaba dispuesta a escuchar más regaños y reproches.
—¿Y qué hay de Ron? ¿No decías que lo amabas?
Esa simple pregunta había dejado a Hermione completamente muda y sin algún argumento con el cual refutar. Sabía lo que había dicho y estaba segura de lo que pensaba, de lo que sentía, y era por eso mismo que había querido dormir con él la misma noche que había aceptado ser la esposa de Cormac. Pero, ¿lo amaba o solo estaba aparentemente enamorada de él?
—Jamás dije que lo amaba —respondió tratando de decir algo válido—. Creo que estaba un poco confundida.
—Confundida.
—Creí que estaba enamorada de él, pero no puede ser, yo no puedo amar a Ron —dijo—. Ron es mi mejor amigo, he pasado demasiado tiempo a su lado y hemos pasado muchas cosas juntos. Solo fue una confusión. Lo quiero, pero me parece que no hasta el punto de declararme enamorada de él —razonó—. Quizá solo tengo miedo de perderlo, de dejar de verlo, de que me odie. Además —agregó después de quedarse callada por dos segundos—, está otra vez con Lavender.
—Solo porque la viste salir del departamento, no significa que tenga que estar de nuevo con ella.
—Ella me lo dijo. Estaba a punto de subir por las escaleras, la puerta del elevador se abrió y supuse que sería buena idea ir entonces por él, porque no iba a prolongar demasiado mi viaje simplemente por subir tres pisos a pie. Entonces ella salió del elevador, con el maquillaje corrido y el cabello despeinado, me sonrió y me dijo que había pasado una muy interesante y agitada tarde con Ron. Después recomendó que esperara un poco a que él acomodara la casa y se fue.
—Tal vez sólo se acostaron.
Hermione hizo un casi inaudible ruido nasal a modo de queja.
—¿Y si lo hicieron qué? ¿Iba a confesarle mi amor a un hombre que se acuesta con su ex? —Luna negó con la cabeza comprendiendo un poco el punto, pero rodando los ojos, mostrando aun su desacuerdo—. Además, después de eso fue cuando Cormac llamó.
—En el momento de tu mayor vulnerabilidad —declaró Luna.
—Yo lo vi como… destino —Hermione se recargó en el respaldo del sillón en el que estaba—. Tal vez fue una señal de que no tenía nada que decirle a Ron, que si lo hubiese hecho hubiera arruinado todos estos años de amistad. Tal vez era solo lo que tenía que pasar.
La rubia miró a su amiga y se sentó a su lado.
—¿Incluyendo la boda?
Hermione se encogió de hombros.
—Quizá incluyendo la boda.
Se quedaron en silencio por un largo momento, cada una en sus pensamientos.
—Espero que no te arrepientas —soltó Luna mirando con atención a su amiga.
—Yo también —rio Hermione.
—Y si lo haces —sonrió cómplice a su amiga—, espero que sea antes del "Sí, acepto"
OoOoO
Por la noche, como todos los días, Ron y Hermione se disponían a comenzar la cena. Ambos habían permanecido completamente callados desde que habían llegado, sólo la música que sonaba desde la sala era lo que podía escucharse en toda la casa. Parecía por un momento que una sola palabra rompería aquel mundo en el que querían permanecer.
—¿Qué tal tu día? —habló Hermione primero, tratando de romper toda la tensión en la que se encontraban.
—Pesado, lleno de trabajo —contestó Ron comenzando a probar algo de la comida de su plato.
—¿La temporada aún no termina?
Ron sonrió un poco.
—No, supongo que no —soltó antes de tomar otro bocado—. ¿En realidad había una temporada? —preguntó con diversión.
—No lo sé —aceptó Hermione riendo—. Aquella vez sólo lo dije para que te tranquilizaras un poco.
—Eres una mentirosa.
Los amigos siguieron comiendo, esta vez en un ambiente mucho menos pesado que con el que habían comenzado. Ese ambiente fue el que hizo a Ron hablar.
—Hermione —la llamó sin mirarla—, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Claro, sabes que puedes preguntar lo que quieras, no es necesario preguntar si puedes.
—¿Has pensado qué vas a hacer después de casarte?
Ron se había debatido entre hablarlo o no con ella. Sabía la respuesta a todo lo que había pensado por la mañana, no se le ocurría que su amiga simplemente aceptara quedarse en Londres sólo porque sí, pues estaba completamente seguro que Cormac le estaba pidiendo matrimonio justamente para llevársela.
—¿A qué te refieres exactamente?
—Me refiero a que… bueno —intentó encontrar las palabras correctas—, cuando se casen tendrás que acompañarlo a los juegos y todo eso. Y cuando hablo de acompañarlo no me refiero a simplemente ir a los partidos.
Hermione miró a Ron con detenimiento, tratando de encontrar las verdaderas razones por las cuales su amigo estaba preguntando eso. Ella no se lo había preguntado, ni siquiera le había pasado por la cabeza que tendría que abandonar mucha de su vida al casarse con Cormac.
—Sí, tienes razón, no solo a los partidos, yo… tendré que acompañarlo a los entrenamientos, irme con él a Estados Unidos y todo eso.
—Sí y… bueno, cuando él venía aquí era para visitarte y ahora que estarás con él no habrá razón alguna que los traiga aquí y…
—Siempre que pueda voy a venir a visitarte, Ron.
La castaña podía sentir el miedo de dejarlo muy dentro de sí misma, pero también podía sentirlo en la mirada de su amigo. Si no podía abandonar a Ron, entonces ¿cómo iba a casarse con Cormac?
—Sabes que te apoyo, Hermione —dijo Ron—. En cada decisión que tomes yo te apoyo. Me guste o no.
—Por eso eres mi mejor amigo.
—Siempre tu mejor amigo.
—Y nadie te va a arrebatar el título —aclaró la castaña—. ¿Podemos cambiar de tema?
En esos momentos de verdad Hermione no sentía con la capacidad de hablar de cualquier cosa de esa índole con él. Quería estar a su lado más que nunca, porque algo le decía que las cosas no iban a terminar de la mejor manera.
—¿Quieres bailar conmigo? —pidió Ron, sabiendo que ese sería el primero de los últimos bailes que compartiría a su lado.
Hermione se levantó de su asiento y se dirigió a la sala de la mano de Ron. Comenzaron a bailar detenidamente, como tratando de detener el tiempo, de congelar aquel momento. Ron sabía que en esos momentos tenía que estar a su lado a pesar de todo, tenía que apoyarla en todo lo necesario y posteriormente tendría que continuar su vida, y tenía que seguir adelante en ese instante, tenía que hacerlo aunque se muriera de celos, aunque la quisiera sólo para él, aunque a pesar de las señales ella hiciera caso omiso a las cosas que sucedían entre ellos y fingiera que nada había pasado tiempo atrás.
Ella buscó la mirada de Ron, lo miró atentamente mientras se balanceaban al compás de la lenta canción, y encontró su paz con sólo hacerlo, ese era el efecto que él tenía sobre ella pero que ambos desconocían. Había tomado una mala decisión y lo sabía, pero aun así había algo que le decía que debía continuar adelante con ello, porque si Ron no sentía lo mismo por ella lo perdería todo y ese era el peor miedo que ella tenía… la soledad.
Si tan solo ambos supieran que hablar era su mejor solución, tal vez se hubiesen ahorrado mucho del sufrimiento que ambos vivían en ese instante.
