Bueno, un capítulo más que se une a esta historia, espero que les guste.
Les mando un enorme saludo a todos.
Love-Dreamer-HP
Capítulo 8
No es lo mismo
Se miró frente al espejo. El reflejo que éste le devolvía era el de una chica con un hermoso vestido blanco acompañado de las zapatillas más bonitas que alguna mujer hubiese visto jamás; pero algo no encajaba en la imagen, tal vez era el peinado desarreglado que tenía por probarse tantos vestidos, o quizá era el rostro lo que no atinaban a completar dicho atuendo. Su mirada no brillaba, sus labios no estaban curvados en una sonrisa, su rostro no estaba ni siquiera cerca del de una mujer que está a punto de casarse.
Suspiró.
Sonrió un poco ante el espejo, lo cierto era que esa sonrisa no le llegaba a los ojos, pero tenía que fingir al menos que estaba feliz.
Las cortinas se abrieron.
—¿Qué opinas? —preguntó Hermione a su amiga dando media vuelta tratando de mostrarse radiante.
—¡Por Dios, Hermione! ¡Este es el vestido más bonito que te hayas probado! —gritó Ginny emocionada.
—Has dicho lo mismo con todos los vestidos que me he probado hoy.
—Es que todos se ven hermosos —rio la pelirroja—. Aunque debo admitir que este es el más bonito de todos.
Hermione giró sobre sus talones y volvió a mirarse en el espejo. Si no veía su rostro podía asegurar que ese era sin duda el vestido de novia más bello del día, pero no se lo imaginaba en una boda, al menos no siendo ella quien lo usara.
—Creo que tenemos que ver más modelos —determinó Hermione cerrando las cortinas y comenzando a sacar aquel vestido.
—Hermione, hemos visto más del 80% de los vestidos de toda la ciudad —se quejó su amiga—. Estamos quedándonos sin tiempo, y nadie quiere un vestido elegido precipitadamente por falta de tiempo —hablaba desde fuera.
—Relájate —dijo la castaña, saliendo del probador—, aún hay tiempo.
Las amigas salieron de aquella tienda cinco minutos después, cuando Ginny se dio por vencida y se percató de que Hermione simplemente no quería ver un vestido más por el resto del día. Compraron un poco de comida y se dirigieron al departamento de la castaña para comer y concluir con el fallido día de compras.
—A ti te pasa algo —comentó Ginny luego de un rato de silencio en el que Hermione no hacía más que mirar a la nada y soltar suspiros—. ¿Vas a decirme qué es?
La aludida miró a su amiga y volvió a suspirar.
—No pasa nada.
—Sí, claro, díselo a alguien que no te conozca y te creerá —mencionó la pelirroja—. Quizá haya pasado mucho tiempo desde que no nos vemos, pero no has cambiado nada en cuanto a actitudes desde hace diez años. A ti te pasa algo, ¿qué es?
Hermione miró atentamente a Ginny, si había algo que no podía hacer era engañarla, pero si había algo que podía hacer eso era evitar que sus más profundos pensamientos fueran conocidos por ella, porque no podía decirle que no estaba segura si quería casarse porque no estaba segura si estaba enamorada de su hermano y no estaba completamente segura de querer decirlo porque no estaba segura de que él le correspondiera.
—Hablé con tu hermano y me tiene… confundida —comenzó con cautela, no se podía permitir hablar de más.
—¿Confundida? ¿Y eso como por qué?
—Es que tu hermano mencionó que cuando me case no vendré a verlo porque me iré y… bueno, sé que tiene razón porque me iré a Estados Unidos con Cormac y no tengo idea si volveré aunque le dije que sí, y… pues eso.
—Ajá —respondió Ginny, confundida—. Lo que no quieres es dejar a mi hermano solo, ¿sí?
—Sí —afirmó su amiga—, no quiero sentir que lo dejo solo.
—No estará solo, es mi hermano, tiene muchos hermanos.
—Pero sólo una mejor amiga.
—¿Y esa eres tú?
—Sí.
Ginny miró incrédula a su amiga, no sonaban razones lógicas para estar preocupada, una amiga, en su opinión, no se preocuparía tanto por eso, aunque en realidad no entendía mucho de la amistad que tenían ella y Ron.
—Mi hermano es un excelente partido —opinó de repente, tratando de unir un rompecabezas que se acababa de aparecer en su mente.
—Eso lo sé, pero ¿a qué viene eso?
—Me refiero a que es un buen partido y podrá encontrar una pareja —comentó—. Y así ya no estará solo.
Hermione digirió aquellas palabras y sintió una opresión en el pecho al sentir su significado.
—Estoy segura que encontrara a alguien que valga la pena —dijo segura.
—Sí.
—Porque es un hombre responsable —continuó—, trabajador, tierno, cariñoso… guapo.
La pelirroja miró a su amiga incrédula.
—¿Estamos hablando de Ron? ¿Mi hermano Ron?
El timbre sonó en ese instante.
—Debe ser Luna —brincó Hermione de su asiento después de darse cuenta lo que acababa de decir y frente a quién lo había hecho.
—Hola, Hermione —saludó Luna al entrar al departamento—. Hola, Ginny —saludó a la confundida chica que aún no comprendía bien las cosas que habían pasado segundos antes—. Traje este catálogo de arreglos florales edición especial para bodas —mencionó sacando un enorme catálogo de su bolsa—. Me lo dio Neville —sonrió, las cosas entre ellos habían mejorado considerablemente desde que ella había arreglado las cosas y había reconocido (después de muchas intervenciones de Hermione) que se había equivocado.
Las tres mujeres se abalanzaron al catálogo y opinaron sobre cada uno de los arreglos que veían, gritaban al ver alguno que les encantara y cambiaban de página cuando aparecía algún diseño extraño elegido por alguna novia extravagante.
Una hora después Hermione anunció que se ausentaría por un momento pues iría al baño y fue entonces que Ginny habló:
—Hermione está enamorada de mi hermano —informó a Luna de inmediato.
—¿¡Apenas te diste cuenta!? Todo el mundo sabe que esos dos están enamorados… excepto, claro, ellos.
—¿Y cómo por qué va a casarse con Cormac? —preguntó confundida.
—Porque es una tonta —gritó Luna—. Es que esta confundida —dijo bajando la voz—. La tonta cree que debe casarse porque si no perderá la amistad de tu hermano. Ya le he dicho que es una estupidez, he tratado de hacer que cambie de idea, pero es muy terca.
—No —comentó la Weasley menor, pensativa—, a Hermione no hay que decirle lo que no debe hacer. A ella hay que demostrarle por qué no debe hacerlo.
—¿Y cuál es tu idea para hacerlo, entonces?
—Ya se me ocurrirá algo, ya se me ocurrirá algo.
—Pues que sea rápido, porque esa boda está que nos pisa los talones.
—Relájate, Luna, puedo hacerlo.
OoOoO
El día era soleado, cualquiera pasaría el buen tiempo en alguna actividad al aire libre, pero ella en cambio estaba quemándose bajo aquel sol sin hacer algo que valiera la pena.
Llevaba casi cuatro horas mirando el mismo panorama: hombres salvajes golpeándose los unos a los otros para atrapar un balón y llevarlo a la cancha del enemigo. Al principio había sido interesante ver a su novio correr y golpear unos cuantos sacos de arena, brincar sobre llantas y realizar ejercicios, el inicio de un partido de entrenamiento… pero el tercer partido ya estaba colmando su paciencia, jugadas y jugadas que ella misma ya había memorizado pero que los jugadores parecían no entender. Con el mayor cuidado se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia la salida del lugar.
—¡Hey! ¿A dónde vas, amor? —escuchó que gritaron a sus espaldas.
Se detuvo al instante al sentirse atrapada en la huida.
—Recordé que tengo un trabajo pendiente que aún no termino y si no me voy ahora, no voy a terminarlo —explicó con rapidez a su novio quien la miraba agitado.
—¿Y es necesario que te vayas ahora?
—Sí, lo es.
Cormac soltó un suspiro.
—Bien, entonces te veo luego, ¿de acuerdo? —le dijo acercándose para besarla.
—Sí —respondió ella con rapidez antes de que él se acercara demasiado, fallando en su intento, pues él se abalanzó hasta ella y comenzó su movimiento de labios que pronto dio paso a su lengua.
—Te amo— le dijo cuando al fin se separó de ella.
—Y yo a ti —dijo Hermione comenzando a hacer su camino hacia la salida—. Te veré mañana —le gritó antes de salir disparada de vuelta a casa.
El camino fue tranquilo y muy rápido. Cormac había encontrado la manera de alcanzarla y decirle que su chofer se encargaría de llevarla y, después de otro intenso beso, ella había llegado al edificio en el que vivía y que podía llamar hogar.
Al abrir la puerta de su casa, el calor de hogar la llenó, se recargó en la puerta al cerrarla y cerró los ojos al fin sintiéndose a salvo. El ambiente estaba cargado de alegría, cuando sus oídos comenzaron a escuchar la tranquila melodía con la cual su mejor amigo estaba disfrutando la noche.
—¡Hermione! —dijo Ron al percatarse de su presencia—. Pensé que hoy no llegarías a dormir, creí que estarías con Cormac todo el día.
—Sí, bueno, él estaba entrenando y se veía cansado así que le dije que mejor nos veríamos otro día.
Ron la miró con extrañeza. Su amiga nunca había dejado a Cormac por un entrenamiento.
—Bien… mmm… ¿quieres cenar? No hice nada, pedí comida china, pero si quieres podemos compartir —propuso.
—Comida china sería excelente.
El pelirrojo comenzó a acercarse a su amiga con una sonrisa adornándole el rostro, estiró una mano y pasó los dedos por el pómulo de ella, haciendo que Hermione se sintiera de pronto muy nerviosa.
—Estuviste bajo el sol todo el día, ¿cierto?
—¿Se me nota mucho? —preguntó sabiendo las razones por las que su amigo lo había adivinado.
—Deberías darte un baño —recomendó.
—¿De verdad huelo tan mal? —bromeó Hermione.
—No tienes idea.
—¡Ron!
—Vamos, ve a darte una ducha, mientras tanto yo me encargo de pedir una orden de comida para ti —propuso yendo hacia la cocina nuevamente.
—Claro, ya decía yo que compartir la comida conmigo era demasiada belleza para tu estómago.
—¡Vete a bañar!
—Casi consigo la pintura de la que te hablé —dijo Hermione mirando el techo tranquilamente y jugando con sus pies descalzos en la alfombra de la sala.
Después de su cena, los amigos habían tomado un descanso en el suelo de la sala. Se habían encargado de mover todos los muebles y habían dejado la alfombra al centro. Ambos estaban recostados bocarriba charlando de su día, justo como lo hacían siempre.
—La compré por internet —continuó la castaña—. ¿Crees que sea demasiado?
—¿Haberla comprado por internet? —Hermione asintió—. Para nada, creo que era la única manera en la que la conseguirías.
El pie, también descalzo, de Ron chocó con el de su amiga, notó al instante que estaba frío como siempre solía estarlo, lo acarició con el suyo para después pisarlo con fuerza y hacer soltar a su amiga una pequeña queja de dolor. Hermione intentó poner una mirada seria, pero en cuanto la lanzó al chico, él comenzó a reír estruendosamente.
—¿Qué es tan divertido? —preguntó al ver que su amigo no dejaba de reír.
—Es que te ves graciosa con todo ese ungüento en la cara —explicó riendo aún.
Después de que Hermione saliera del baño, Ron le untó un ungüento que su madre le había dado para las quemaduras del sol, era color blanco y había demostrado su efectividad en su propia piel que algunas veces era muy delicada. Su amiga agradeció el acto, pues al verse en el espejo al tomar su ducha notó que esas rojas marcas en sus mejillas se verían bastante mal si no hacía algo por curarlas pronto.
Hermione, al sentirse el objeto de burla de su propio amigo, llevó una mano a su rostro, tomó algo de ese ungüento y lo colocó en la pecosa nariz del risueño chico.
Ron calló al instante para después lanzarse a su amiga y comenzar el ataque más efectivo contra ella.
—¡No, Ron! ¡Cosquillas no, por favor! —gritó retorciéndose y tratando de zafarse del fuerte agarre del pelirrojo.
Sólo hasta que el hombre decidió que Hermione había aprendido la lección, volvió a acostarse a su lado sin quitar la sonrisa que tenía al inicio de su ataque.
Los amigos se quedaron en silencio por un rato.
—¿Estás consciente de que estos pueden ser nuestros últimos momentos juntos? —preguntó rompiendo en silencio, dejando salir un pensamiento que lo atormentaba.
La castaña mujer volteó a su lado para ver a su amigo, sentía que algo comenzaba a apretarle el pecho y le retorcía el corazón.
—No digas eso —susurró.
—Sólo es la verdad —dijo volteado hacia su amiga y haciendo que sus miradas se conectaran—. Te irás y esto no volverá a ocurrir… ni siquiera aunque vinieras a visitarme.
La conexión de sus miradas había hecho que sus pulsos se aceleraran, solo siendo cada uno consciente de lo que les ocurría a ellos mismos. Hermione alargó su mano y comenzó a acariciar la mejilla del pelirrojo, quien cerró los ojos disfrutando ese toque. Ella sabía que lo que había dicho su amigo era simplemente la verdad.
OoOoO
La oficina se había quedado muy callada, demasiado para su gusto. El ruido de la música que alegraba la tienda se había callado, las risas de los niños se habían ido y la luz también estaba demasiado ausente en el lugar. Quizá haber aceptado terminar el inventario había sido una mala decisión, especialmente después de notar lo aburrido que era el lugar cuando no había nadie más que ella… ella y Harry, su compañero que había aparecido muy tarde como para librarse de ayudarle.
—Creí que jamás terminaríamos —comentó Ginny después de terminar con el último pedazo de pizza que quedaba en la caja—, y también creí que moriría de hambre. Gracias, Harry.
El hombre de anteojos sonrió al escucharla y simplemente asintió con la cabeza como respuesta.
—El trabajo te ha dejado tan exhausto que ahora no hablas, ¿eh?
—Quizá —rio.
—¡Aleluya! Harry recuperó su voz —gritó con diversión.
Harry la miró con la sonrisa aún más grande. No podría explicar en ese momento que era lo que pasaba, pero estaba seguro que cualquier momento con Ginny era digno de recordarse. Era simplemente estar con ella para olvidarse del estrés, los problemas, el trabajo y cualquier cosa mala en su vida. Simplemente bastaba con verla sonreír, bromear o caminar alegremente para estar bien. Parecía simplemente… magia.
—Prepararé un poco de café y después nos iremos a casa, ¿qué te parece? —preguntó al joven levantándose para comenzar con aquella labor.
Tenía casi un mes saliendo con ella… si es que aquello era salir. Iba a buscarla cada día para ir a comer, la acompañaba hasta su casa cuando el tiempo se lo permitía y pasaba hablando con ella por horas y horas en el auto antes de entrar, enviaba mensajes deseándole un buen día y también lo hacía por las noches antes de irse a dormir.
Y ahora ahí se encontraba, exhausto por haber hecho el inventario de Sortilegios Weasley. Había evitado ese trabajo cientos y cientos de veces, y siempre había encontrado la manera de escaparse, excepto ese día… aunque en realidad no había puesto mucha resistencia, especialmente después de que todos los hermanos Weasley anunciaran que se irían pues su hermanita tendría el apoyo necesario.
Miró su espalda mientras preparaba la dichosa bebida. La falda que había decidido usar ese día no había sido la mejor opción para todo el trabajo que habían hecho, pero ahora él sólo podía agradecer que estuviera usándola, pues le permitió admirar sus piernas blancas.
No supo el momento, solo supo que había perdido el control de su mente, de su corazón y de sus instintos, y lo siguiente que supo fue que la estaba besando, que sus labios se sentían en casa de nuevo al volver a probar los labios de ella, que su corazón latía como no lo había hecho en mucho tiempo, que su mundo estaba completo. Y reaccionó. Sabía que estaba mal, que seguro ella no quería y que pronto podría sentir el calor de un golpe en la mejilla o en algún otro lugar. Pero no fue así. Ella había correspondido al beso casi con la misma intensidad con la que él lo hacía, pero a percatarse que él se alejaba, ella decidió hacer lo mismo e ignorar lo ocurrido.
Harry la miró con un poco de vergüenza al saberse débil y no haberse podido controlar… aunque de igual forma sabía que ya era casi imposible resistirse a besarla al menos. Volvió a su asiento y trató de guardar la calma.
—¿Y cómo van las cosas con Ron y…?
No pudo concluir su pregunta, pues ella, al igual que él, había perdido el control y lo besaba con la misma o más intensidad que lo había hecho segundos antes. Se subió a horcadas sobre él y continuó besando sus labios y acariciando su cabello. Harry comenzó a besar su cuello de un momento a otro y ella simplemente echaba la cabeza hacia atrás para darle más espacio y continuara con su labor.
E hicieron el amor. Porque aunque se lo negaran se habían extrañado, porque verse a diario les había hecho entender que se necesitaban, que querían estar otra vez juntos, porque sus cuerpos se extrañaban, porque no podían evitar sentirse felices con cualquier simple contacto… porque a pesar de las malas decisiones, los malos entendidos y los años transcurridos, aún se amaban.
OoOoO
Cuando abrió la puerta esperó encontrarse con una profunda oscuridad y un silencio sepulcral. Sin embargo, cuando lo hizo encontró la lucecita de la lamparita de noche que a veces utilizaba Hermione en su habitación para leer, y en lugar de silencio, sus oídos pudieron escuchar un sollozo proveniente del mismo lugar. En cuanto él encendió la luz de la sala, la luz de la habitación de Hermione desapareció.
Ron entonces comprendió que su amiga necesitaba ayuda, aunque no la pidiera.
Con cuidado y sin molestarse en llamar a la puerta, entró a la habitación y encontró la cama de su amiga ocupada por ella aparentemente dormida. Silenciosamente se acercó hasta el borde, se puso en cuclillas y besó la mejilla de ella con ternura, para después mirarla esperando que abriera los ojos.
—A mí no me engañas, bonita —susurró muy bajito, como si alguien más pudiese escucharlo—. Aún en la oscuridad puedo notar que estuviste llorando. ¿Qué pasó?
Hermione comenzó a abrir los ojos lentamente y Ron volvió a encender la lamparita.
—No es nada —dijo con la voz ronca, que confirmaba las sospechas del pelirrojo.
—Fue Cormac, ¿cierto? —adivinó—. ¿Ahora qué hizo?
—Nada.
—He escuchado esa respuesta más de un millón trescientas mil veces y solo tres veces han sido verdad.
—Nada —volvió a repetir después de soltar una pequeñísima, casi imperceptible, risa.
—¿Por qué la tiraste entonces? —preguntó dejando a Hermione confundida.
—¿El qué?
—La pintura, ¿por qué la tiraste? —volvió a preguntar—. ¿Fue porque se rompió? ¿Desde cuándo tiras algo que te ha costado tanto conseguir sólo porque está roto? Si es lo que te preocupa, podemos encontrar una manera de repararla, no es como que fuera…
—A Cormac no le gustó —aclaró la castaña interrumpiéndolo.
Ron miró a su amiga con el ceño fruncido.
—¿Ves cómo sí era sobre él?
—No le gustó y creí que sería mejor deshacerme de ella porque…
—¿Por qué él no entiende esa clase de arte? Cormac debería respetar lo que te gusta así como tú lo respetas a él —dijo un tanto molesto, sentándose en la orilla de la cama—. Además te costó mucho conseguirla como para que ahora me vengas con que quieres deshacerte de ella.
—La compré por internet —recordó a su amigo.
—Y estoy seguro que igualmente no fue sencillo encontrarla, Hermione.
Ella estuvo a punto de responder, pero su amigo se levantó de la cama y sacó la pintura del cesto de basura en el que ella la había colocado, salió de la habitación y en menos de un minuto estaba de vuelta con cinta adhesiva en la mano. Hermione escuchó el rasgarse y cortarse de la cinta y miraba a su amigo tratando de reparar aquella pintura. Cinco minutos después, Ron quitó una foto que Hermione tenía colgada en la pared, en la que aparecía ella junto con Cormac, y colocó en su lugar aquella pintura. Él estaba cansado de que Cormac hiciera lo que quisiera con Hermione, de que la lastimara con cada cosa que hacía mal, pero también estaba cansado de que su amiga permitiera que aquello ocurriera.
—Y no quiero que vuelvas a llorar por ese idiota, ¿de acuerdo? —le dijo mirándola atentamente—. Si me entero que eso ocurre, de inmediato iré a terminar con su vida con mis propias manos.
Hermione asintió con lágrimas en los ojos y una sonrisa. ¿Cómo demonios iba a poder vivir sin él?
—Ven aquí, ¿sí? —le pidió antes de que se alejara de ella. Se hizo a un lado y abrió las cobijas, haciendo una abierta invitación a que durmiera con ella.
El pelirrojo la miró sonriendo ligeramente, se sentó en la cama, se quitó la camisa, el pantalón y los zapatos y se recostó al lado de su amiga. Ella de inmediato se acercó a él y lo abrazó con fuerza, dejando su cabeza sobre el pecho de él para poder escuchar su relajante corazón latir. Ron devolvió el abrazo y después mantuvo su mano ocupada acariciando el ondulado cabello de ella hasta que el sueño y el cansancio lograron ganarle y se quedó dormido.
Hermione en cambio no había podido dejar de pensar. Se había relajado demasiado con el simple latido del corazón de Ron como lo hacía siempre y una vez más se preguntó si podría sobrevivir sin ese latido al menos una vez cada semana.
Comenzó a recordar cada momento al lado de su amigo, desde el momento en el que siempre compartían la cena en casa, él le hablaba de su trabajo y después le permitía hablar a ella del suyo; sus bailes diarios después de la cena, las risas, los momentos divertidos, las peleas, los juegos, los consejos… ¡Rayos! Estaba completamente segura que iba a extrañarlo, y no sólo aquellos momentos, iba a extrañarlo a él, su sonrisa, su mirada, su calidez, su aroma, su carisma, su cuerpo… sus labios.
¿Y por qué lo estaba cambiando entonces? ¿Qué había hecho Cormac para lograr convencerla de quedarse con él? Cormac no hacía otra cosa que hablar de él, de sus logros, de sus partidos, de las jugadas, de las próximas entrevistas que tenía que dar, del nuevo perfume que le habían pedido que promocionara y cuando ella trataba de hablar sobre ella, él la escuchaba por un breve momento para después, de alguna manera que ella no comprendía, hacer que se tratara de él de nuevo. Era guapo, reconocido, exitoso, ella lo sabía de sobra, pero dudaba que pudiera darle tanto como Ron, simplemente porque él no era Ron. No era lo mismo, nunca sería lo mismo y fue entonces que entendió que casándose con Cormac sólo lograba un estúpido deseo de su vida: casarse. ¿Pero acaso no podía casarse con su mejor amigo? No, no podía, porque era eso, sólo su mejor amigo.
Soltó un suspiro.
Podía sacrificar aquel deseo absurdo con tal de quedarse con Ron, podía evitar alejarse de él si elegía no casarse, y, quizá, logaría que llegaran solteros a los cuarenta para al menos decirse esposa de él… valdría la pena la espera si eso significaba que Ron no desapareciera nunca de su mundo, porque lo quería, lo quería demasiado y eso era algo que ya no podía, por más que intentara, negar.
