Todo ha cambiado

Hace 10 años…

Harvard, la mejor universidad del mundo la había aceptado, y ella no podía evitar su emoción. La carta acaba de llegar esa mañana. Su madre la había felicitado, su padre la había abrazado, sus hermanos gemelos habían bromeado sobre su carta diciéndole que era de broma y que ellos la habían hecho, su hermano Ron la había felicitado y dicho que estaba orgulloso de ella al igual que el resto de su familia. Pero había una sola persona que no lo sabía aún.

Quería que fuera una sorpresa, que cuando le dijera la besara, le deseara lo mejor y compartiera su felicidad con ella.

Cuando llegó al parque en el que solía ver a Harry, él se levantó y la abrazó con fuerza en cuento estuvo cerca.

—Hola, amor.

—Hola.

Ginny besó a Harry con felicidad, fuerza y entusiasmo.

—¿Cuál era la urgencia de vernos aquí? —preguntó Harry un momento después, sonriendo y sentándose en la banquita en la que estaba momentos antes.

—Estás frente a una universitaria— respondió Ginny levantando la barbilla, mostrando su orgullo.

—¡¿Te aceptaron?!

La pelirroja le entregó el sobre con la carta.

—Llegó esta mañana —dijo aún más emocionada que al inicio—. No puedo creer que me hayan aceptado. ¡Es la mejor universidad del mundo!

—¿Harvard?

El chico la miró con seriedad, su sonrisa se había borrado.

—Harvard —afirmó ella.

—Creí que habíamos hablado de esto —respondió, elevando la voz —. Habías dicho que enviarías solicitud a Oxford.

—Harry, es la mejor universidad del mundo.

—Harvard está a miles de kilómetros de aquí. No está en el país, ni en el continente… ¡Ginny, ni siquiera está de este lado del mundo!

—Lo sé —la pelirroja comenzaba a sentir que su felicidad se acababa—. Creí que te alegraría.

—¿Que te vayas al otro lado del mundo? ¿Sabes lo que eso significa para nosotros? ¡No te vas un fin de semana, te vas por al menos cuatro años!

No podía entender su actitud. Ni siquiera entendía su enojo, para ella había una solución sencilla.

—Voy a venir constantemente. Además, existe el teléfono, podemos comunicarnos.

Escuchó una queja por parte de él.

Harry no podía pensar con claridad, esa noticia lo estaba volviendo loco. Amaba a Ginny, ella era su vida, pero dejar de verla, dejar que se fuera lejos de él no era algo que quisiera. La necesitaba cerca, necesitaba sentirla, verla, besarla, y estando separados por casi 6000 kilómetros iba a ser casi imposible hacerlo.

La chica lo vio pasearse, estaba en un debate interno, lo conocía. Apenas tenían saliendo un año y medio, sabía que no sería sencillo para ninguno de los dos el separarse, pero ella quería sobresalir académicamente. Había enviado una solicitud y había hecho todo lo que estaba en sus manos para ser aceptada en esa universidad ala que desde niña había soñado con asistir. Amaba demasiado a Harry, pero por más que lo amara, no dejaría que ese sueño se fuera.

—No puedes irte— dijo al fin.

El corazón de Ginny se encogió. Miró a su novio pidiéndole que no le hiciera elegir, porque sabía cuál sería la respuesta.

—Voy a irme— soltó un minuto después.

El asombro en la cara del pelinegro fue evidente.

—¿Esa es tu decisión? —Ginny asintió—. Bien… bien— dijo antes de dar media vuelta y caminar sin decir nada más.

Ella miró cómo se alejaba. Una lágrima salió de sus ojos.

OoOoO

Las peleas entre ellos no solían durar más de dos días, pues siempre terminaban encontrándose, besándose y pidiendo perdón por haberse comportado tan estúpidamente.

Pero ahora las cosas habían cambiado.

Había pasado una semana entera y Ginny no había sabido nada de Harry. No había llamado, no había enviado un saludo por medio de su hermano Ron, no había enviado una nota con Hermione para verse, no había ningún rastro de él.

Ron lo negaba. Hermione decía no haberlo visto.

Ella, mientras tanto, estaba angustiada.

No quería irse estando enojados, no quería dejar de tener contacto con él. Se iría en dos semanas y no podía estar más tiempo así. Así que decidió ir a su casa y enfrentarlo antes de que fuera demasiado tarde.

Tocó el timbre un par de veces y esperó. En la puerta apareció él, mirándola algo asombrado, al parecer no se esperaba una visita de ella directamente.

—¿Vas a seguir evitándome? —preguntó después de unos segundos.

—No te evito. Creí que todo había quedado claro entre nosotros. Tomaste tu decisión. Ten suerte con ella.

—¿Qué?

—Terminamos, Ginny. Creí que habías entendido —la aludida lo miró con dolor—. Es lo mejor para los dos— concluyó.

No, no lo había entendido, para ella había sido una pelea más, así que cuando escuchó aquellas palabras su corazón se había destrozado. Contuvo con todas sus fuerzas las ganas de llorar.

—Ok. No debí venir—soltó en un susurro.

Dio media vuelta y volvió a casa, sintiendo a cada paso que se desmoronaba, que todo de verdad terminaba.

OoOoO

Al llegar a casa desempacó la fotografía que con tanto cuidado y cariño había decidido llevar. En un momento de ira la aventó con fuerzas hasta el cesto de basura, arrepintiéndose segundos después.

Cuando la levantó descubrió que el cristal del portarretratos se había estrellado y había dejado casi invisible aquella foto. Se aferró a ella, la abrazo como si fuera su único tesoro y la observó. La fotografía había sido tomada por Ron en una salida que habían tenido juntos ella, él, Harry y Hermione. En ella Harry y Ginny se miraban sonrientes, al natural, sin ninguna pose forzada, su hermano los había tomado desprevenidos y esa era la parte que más le gustaba a Ginny: la naturalidad con la que todos sus sentimientos se reflejaban en aquella foto.

Con cuidado, dejó la fotografía bocabajo en la mesita de noche, soltó un suspiro y decidió dormir.

Dos semanas después partió a Boston.

En el aeropuerto, toda su familia había ido a despedirla, incluyendo a Hermione y sus padres como únicos ajenos. Durante la larga despedida esperó que Harry apareciera, albergaba la esperanza de verlo arrepentido y pidiendo que continuaran en contacto.

Eso jamás sucedió.

El tiempo pasaba, las tareas en la escuela eran complicadas, las amistades en Estados Unidos se habían hecho fuertes, especialmente con una de sus compañeras de clases.

Poco a poco y sin darse cuenta, Ginny tenía una vida nueva y feliz en el otro lado del mundo.

Decidió no asistir a casa en vacaciones para ahorrar el dinero para otras necesidades. Llamaba a menudo a su familia y sus padres incluso tuvieron que visitarla en vacaciones para tener la oportunidad de verla.

Así pasaron cuatro años.

Ginny tuvo su graduación acompañada sólo de sus padres, quienes esperaban que ella regresara, cosa que no sucedió, pues ella había conseguido un buen trabajo días antes de terminar la universidad y anunció que se quedaría. Sus padres no lo tomaron del todo bien, pero apoyaron su decisión como todas las que había tomado.

Los años seguían pasando, para ella la vida era maravillosa. Tenía excelentes amigos, un excelente trabajo, un departamento envidiable el cual compartía con su mejor amiga en la facultad y ahora en el trabajo, se divertía, salía, reía, disfrutaba, pero no podía evitar sentir aún que ante la mención o el recuerdo de Harry su corazón se estrujara un poco… aun le dolía. Por eso cuando sus padres le habían pedido que visitara Londres y estuviera algún tiempo más largo que un fin de semana o un mes, no había estado segura de aceptar. Sin embargo la insistencia de ellos había ganado y había decidido volver diez años después... miles de memorias después.

Y ahora ahí estaba, ante el motivo de su dolor y de su felicidad, siendo inevitablemente "la otra", besándolo después de escuchar que le decía que la amaba, que quería ser parte de su vida para siempre, aceptándolo después de jurarse que no lo haría hasta que le diera una respuesta.

Pero no había podido resistirlo, besarlo era lo que más quería aunque eso significara no cumplirse a sí misma cualquier acuerdo interno.

—No —dijo al fin, alejándolo un momento después, cuando su mente terminó ganando la batalla y haciéndola entrar en razón.

—Ginny…

—Necesito una respuesta, no puedo seguir haciendo esto. Me hace daño, ya te lo dije— concluyó dando media vuelta tratando de escapar de sus propios deseos.

Harry fue más ágil y rápido, pues atrapó su mano un segundo después, deteniéndola.

Ella lo miró maldiciéndose por saber que su fuerza de voluntad se estaba yendo al carajo.

—¿No lo entiendes, Ginny? —preguntó antes de que ella volviera a protestar—. Te elijo a ti, siempre te he elegido a ti.

Pudo ver como su pelirroja llenaba su rostro de esperanza.

—¿Cómo…? ¿Por qué no me habías…?

—Terminé con Cho —interrumpió—. Por eso no llegué a tiempo ayer. Planeaba decírtelo, pero no me permitiste hablar, y después de tu ultimátum, creí que decírtelo así nada más iba a hacer que no me creyeras, por lo que tuve que idear cómo decírtelo.

—Podías simplemente decírmelo.

Y quizá era verdad, pero él quería que sonara mejor que un simple "Terminé con ella y ahora estaré contigo". Sus palabras le habían hecho entender lo mucho que ya la había lastimado, por lo que se había quedado pensativo e insistente en estar a solas con ella para informárselo y no había encontrado mejor momento que ese para hacerlo.

—Lo sé —sonrió—. Ahora sólo déjame hacerte feliz.

Dicho esto, se besaron con pasión, felicidad y entusiasmo.

Pasearon por los jardines del lugar, tomados de la mano y disfrutando por un momento del silencio entre ellos, pensando en lo bueno que parecía el panorama ahora que las cosas se estaban arreglando. Hablaban un poco de vez en cuando y continuaban caminando. Se reclamaron en ocasiones por lo estúpidos que habían sido cuando ella se había ido. Reconocieron todo lo que podrían haber hecho para continuar su relación, el cómo el avance de la tecnología los haría hablar por video chat en un futuro que ellos no contemplaron.

—Aún tengo nuestra fotografía en mi mesita de noche.

—Esa fotografía era de mis favoritas.

—Necesita un nuevo portarretratos.

—¿Por qué?

—Se rompió hace diez años —rio—. Después de que la tirara no accidentalmente a la basura.

Harry se acercó a ella sonriendo y la besó nuevamente. No quería dejar de hacerlo, ahora era libre de hacer lo que quisiera con ella. Ahora podía tomarla de la mano, abrazarla, besarla y hacerle el amor sin sentir que estaba prohibido. Los meses en los que lo habían hecho habían sido intensos, pero en ocasiones estaban llenos de culpa porque traicionaba la confianza y el amor tanto de Cho como el de Ginny.

Pero ya no tendría que preocuparse por eso, al fin sería completamente feliz y podría compartirlo con el mundo. Recompensaría todo el dolor y el sufrimiento a Ginny. Terminaría con todo aquello que le había hecho daño y reemplazaría esos recuerdos con otros llenos de amor, comprensión y felicidad.

Como era de esperarse, pasaron la noche juntos, en la cabaña de ella, y por la mañana el sol había decidido aparecer. A mala hora, pues la chica que descansaba en el pecho de su amor se quejó al primer momento en que éste interrumpió su sueño.

—Debiste cerrar la cortina— dijo aún adormilada, escondiendo su cara en el brazo del hombre.

—Lo siento— respondió con voz ronca.

La noche había sido larga y no parecía justo que la oscuridad se hubiera terminado.

—Buenos días— saludó Harry, besando la cabeza pelirroja de Ginny.

—Buenos días. ¿Crees que podamos dormir un poco más?

Harry miró el reloj.

—Una excelente idea. Es demasiado temprano— abrazó a Ginny y decidió volver a su sueño.

Se había sentido como un parpadeo, puesto que cuando comenzaron a llamar a la puerta, ninguno de los dos estaba dispuesto a levantarse a abrir.

—¿Quién podrá ser a las siete de la mañana? —preguntó Harry ante la insistencia de la persona que tocaba.

Fue Ginny quien se levantó a averiguar esa cuestión.

—Hola— saludó, tallándose los ojos.

—Hermanita, mi madre está solicitando tu presencia en el comedor, quiere que todos vayan a desayunar ahora y se preparen para la salida de hoy.

—¿Y es necesario a las siete de la mañana, George?

—¿Siete de la mañana? Son las once, flojita.

Ginny miró el reloj de pulsera de su hermano, comprobando que era verdad lo que decía.

Soltó un suspiro.

—De acuerdo, dile a mamá que estaré ahí en media hora.

La pelirroja se dispuso a cerrar la puerta y apresurarse, sin embargo su hermano detuvo la acción.

—Ah, y dile a Harry que también se levante… también que sea decente, mi madre no sabe toda la historia.

Su hermana lo miró con la boca entreabierta, no esperaba que alguien se diera cuenta que Harry estaba en su cabaña, aunque era evidente que su hermano sabía mucho más de lo que ella pensaba.

George se retiró con una sonrisa.

—¿Escuchaste eso? —preguntó al cerrar la puerta.

—Parece que no somos tan discretos como pensábamos —rio él.

Ginny negó con la cabeza y sonrió.

—Voy a darme una ducha.

—Con gusto lo haré contigo.

La sonrisa de la mujer se amplió, dio media vuelta y se contorneo sensualmente hacia el baño. Ambos sabían cómo terminaría aquello.

OoOoO

Las pocas horas de sueño no habían sido suficientes para descansar como era debido, y después de la intensa noche que había pasado, lo que más quería era continuar recostada disfrutando de la calidez de la cama.

Hermione se removió un poco y entonces notó que alguien dormía a su lado.

Sonrió y se acercó un poco más a aquel cuerpo junto al suyo. Entreabrió los ojos y pudo notar que el hombre a su lado no era el mismo que solía estar siempre en las condiciones en las que estaba en ese momento. Abrió por completo los ojos y volvió a inhalar, el aroma era conocido por ella y su corazón se lo había confirmado al latir más fuerte. No era el mismo corpulento y musculoso torso bronceado, no era el mismo vello rubio, no era ni siquiera el mismo brazo el que la tocaba, no. Este cuerpo era más delgado, menos musculoso y muy blanco, con algo de vello rojo y pecas, agradable al tacto... muy agradable y provocativo.

La mujer alzó un poco la vista y lo observó dormir por un momento. No era la primera vez que lo hacía, eso era claro, pero era la primera vez que lo miraba de una manera distinta. Ahora todo había cambiado, su mente se había aclarado y ahora sabía que nunca debió haber dudado de sus sentimientos. Todo estaba claro. Su mente viajaba y no podía dejar de sonreír. Hasta que una idea la atormentó, ¿Y si él no recordaba nada? ¿Y si se arrepentía de lo que había pasado? ¿Y si el alcohol había sido el que había actuado y no él?

Las malditas inseguridades y el temor de perder su amistad la estaban atormentando. Así que como pudo, se levantó de la cama, siendo lo más cuidadosa que podía para no despertarlo, si había sido un error no quería verlo reflejado en su rostro de inmediato.

Se metió a la ducha, necesitaba despejar su mente. El agua caliente cubrió su cuerpo, cerró los ojos y comenzó a recordar la intensa noche que había pasado. Los labios de Ron se habían sentido como probar su fruta favorita: dulces, intensos y deliciosos; sus manos habían tocado cada centímetro de su cuerpo, la habían acariciado como nunca nadie la había acariciado. Cada sensación esa noche había sido más fuerte que cualquiera que hubiera sentido antes. Había hecho el amor con Ron y apenas podía creerlo, sus más grandes fantasías desde aquel primer beso tantos meses atrás se habían cumplido esa misma noche. Le había dicho que lo amaba y él había respondido con las mismas palabras, eso era lo que la ponía aún más feliz.

Pero su mente quería jugar con ella, regresando su miedo a que él no recordara.

¡Demonios! Cuánto quería que al despertar él la besara y disipara todas esas ideas, que volviera a decirle que la amaba y que le hiciera saber así que no todo estaba en su mente. Comenzar una relación, conocerlo desde un enfoque diferente. Ser suya y que él fuera de ella.

Al salir de la ducha, Ron aún no había despertado, así que se vistió con rapidez y el corazón latiendo a mil por hora debido a la adrenalina de la espera de escucharlo hablarle de repente y comenzar aquella plática a la que temía tanto.

Pero antes de que pudiera pensar, el sonido de la puerta la sobresaltó.

—¡Buenos días, Hermione! Te comunico que mi madre está solicitando tu presencia y la de mi hermano en el comedor, quiere que todos vayan a desayunar ahora y se preparen para la salida de hoy —dijo George casi como si fuera una máquina, cuando ella abrió la puerta.

—Sí, claro —respondió. Miró hacía la cama y apenas pudo notar que Ron se removía un poco—. Creo que Ron sigue dormido, así que le avisaré y estaremos allá lo más pronto posible.

—De acuerdo —sonrió—. Pero dile a Ron que no se demore demasiado. Estamos apenas en tiempo para irnos y Ron conoce muy bien a mi madre como para saber cómo se pone cuando las pocas cosas que Fred le dejó controlar no salen como deberían —comentó con miedo fingido.

La castaña sonrió al cerrar la puerta antes de escuchar un "No tarden" de parte del gemelo.

Cuando dio media vuelta Ron ya comenzaba a sentarse en la cama. Cuando vio a Hermione, sonrió ampliamente.

—Buenos días —saludó ella, caminando cautelosamente hacia la orilla de la cama, en la que se sentó, devolviendo la sonrisa—. ¿Qué tal dormiste? ¿Tienes resaca?

Ron se acomodó mejor en la cama, sin dejar de sonreír y miró a su amiga detenidamente, como queriendo memorizar cada parte de su rostro que ya conocía tan bien.

—Buenos días —respondió—. Sólo un poco de dolor de cabeza, pero por lo demás, creo que dormí bien... más que bien podría decir.

Él colocó su mano en la mejilla de ella. Una descarga la recorrió, especialmente cuando él se acercó a sus labios y la besó con lentitud.

Se quedaron con las frentes unidas y suspiraron.

—¿Escuchaste a tu hermano?

Se separaron y volvieron a quedar a una distancia prudente.

—Sí. Y creo que debería comenzar a alistarme. No quiero que mi madre se enoje conmigo por retrasar todo.

—Parece que después de todo sí logró tener el control de algo, ¿no?

Ambos rieron.

—Me daré una ducha —anunció levantándose de la cama, dejando su cuerpo por completo al descubierto.

—¡Ron! — gritó Hermione, cubriendo su rostro con las manos.

—¿Qué? ¡Me viste así anoche y no dijiste nada!

Quitó con sus manos las de ella, que tenía los ojos cerrados y la besó rápidamente, antes de ir directo al baño, no sin antes un pequeño vistazo por parte de la castaña al panorama de la espalda (y donde aquella perdía su nombre) de su amigo.

OoOoO

Caminó casi flotando a la cocina, le había gritado a Ron que se adelantaría para que su madre no estuviera muy molesta con él y había salido con una enorme sonrisa en el rostro.

Saludó a cada persona que se cruzaba en su camino y si no se hubiese visto demasiado infantil, estaba segura que sería capaz de brincotear al estilo de Hansel y Gretel. Nunca había estado más feliz en toda su vida. Nada ocupaba su mente más que él, el hombre que amaba, y quizá ese fue el principal motivo por el cual cuando llegó al comedor se detuvo de golpe y perdió la sonrisa.

Una sola persona aguardaba ahí, sentada al lado de la señora Weasley.

—Cormac... —suspiró en el momento que su corazón se detuvo, la felicidad se esfumó y supo que su sueño acababa de terminar.