¡Hola!

Sé de antemano que el capítulo anterior no tuve la decencia de pedirles perdón por no haber publicado en siglos, así que ¡Lo siento!. Hoy he llegado nuevamente con otro capítulo mucho más rápido de lo que pensé.

Quiero agradecerles por su paciencia y por seguir aquí y quiero anunciarles que oficialmente soy Médico, estoy muy contenta por ello, aún tengo muchas cosas que hacer, quiero especializarme y esas cosas, pero mientras el tiempo me lo permita, prometo estar con ustedes y no abandonarlos.

Espero que les guste este capítulo.

Gracias por leerme,

LoveDreamer

120516

Capítulo 12

El hombre del altar

Su aparición había sido demasiado repentina, demasiado inesperada. Él había dicho que tenía cosas importantes que hacer como para perder tres valiosos días en una celebración de alguien que ni siquiera conocía. Hermione había protestado un poco pero había aceptado ya desde hace un tiempo que él jamás sería parte de las cosas que le gustaban o eran importantes para ella. Aun sabiendo eso estaba dispuesta a casarse con él.

Verlo era demasiado extraño, cuando Cormac tomaba una decisión no había poder humano capaz de hacerlo cambiar de opinión.

Se había quedado estática desde el primer segundo en el que lo vio, hasta que él rompió el silencio que repentinamente se había hecho.

—¡Cariño, ahí estás! —el hombre se levantó de la mesa y se acercó a ella como si fuera el momento más feliz de su vida. La abrazó y le dio un corto beso que sorprendió a la castaña.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, casi en un susurro.

—Hermione, querida, Cormac ha venido a pasar el día con nosotros y se ha disculpado por no poder asistir desde el primer día de celebración — dijo la señora Weasley con una sonrisa—. Pero ven a comer algo, nos iremos en un rato más. ¿Has visto a Ron? ¿Ya se levantó?

—Eh... Ron... sí, sí —balbuceó. La sola mención de su amigo le había hecho parecer una tonta—. Él estaba por venir aquí, no debe tardar.

—Bien. Iré a preparar algo.

—No, no, Molly, yo puedo hacerlo.

—¡Tonterías! Siéntate, ya vuelvo.

La señora Weasley desapareció dejando afortunada o desafortunadamente solos a Hermione y Cormac, puesto que por la hora seguro todos estaban listos para la partida del paseo familiar.

—¿Qué haces aquí, Cormac? Creí que estarías demasiado ocupado para esto —reclamó ella al momento, comenzando a caminar hacia una de las sillas del lugar y así lograr zafarse del abrazo del hombre.

—Vine aquí para pasar un buen momento contigo, amor —respondió abrazándola de nuevo en el momento en el que se sentaron, le tomó el rostro y la besó con delicadeza.

Hermione se quedó quieta, no pudo responder a aquel beso pero tampoco hizo nada por retirarse en ese instante, se sentía mal de saberse entre los brazos de su novio y ella sabía exactamente las razones de ello. Se mantuvo callada y pensativa acerca de las verdaderas razones que habían llevado a su prometido a ese lugar, pero por más que intentaba no entendía ni encontraba tal cosa y justo cuando iba a cuestionarlo, Ginny apreció de la mano de Harry y con una enorme sonrisa, la cual desapareció de repente cuando vio a Cormac al lado de su amiga. Se limitó a dar un breve saludo y miró a la castaña cuestionándola con la mirada, pero ella no decía nada y sólo parecía tan confundida como Ginny.

Comieron un poco, en silencio y al terminar, por órdenes de Molly, fueron a prepararse para el paseo del tercer día de la tradición Weasley.

Ron jamás apareció.

Cormac parecía demasiado dispuesto a quedar bien ante toda la familia Weasley, cosa que le estaba funcionado muy bien, la señora Weasley estaba fascinada con toda la ayuda que el rubio proporcionaba e incluso lo ponía de ejemplo ante todos sus hijos. Su prometida no entendía ni un poco su actitud, Cormac no era de ayudar a hacer absolutamente nada; odiaba cargar cosas y mucho más llevarlas de un lado a otro. Ni siquiera con sus padres se había portado de esa manera.

Ya todo aquello no importaba, lo que Hermione necesitaba era un momento a solas, unos minutos sin que existiera alguien cerca de ellos. Necesitaba hablar de todo, dejar las cosas claras. No podía esperar más, especialmente ahora que su mente se había aclarado y sabía exactamente lo que quería hacer.

Pero el momento no se había presentado, siempre había alguien alrededor que lo llamaba a él o a ella, alguien que interrumpía el momento perfecto para comenzar. Todo parecía tan en su contra, que la chica comenzaba a creer que no debía hablar por alguna razón.

En eso estaba cuando el sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos.

—¿Hola?

Felicítame.

—¿Qué?

Era Luna y su voz sonaba en extremo alegre y orgullosa.

Felicítame desde el otro lado del mundo.

—¿Por qué?

Desde ahora tienes que llamarme Señora Scamander.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Cómo...?

Hermione había olvidado por un momento todos sus problemas y ahora quería entender lo que su amiga, quien reía emocionada, le estaba diciendo.

Estoy en el aeropuerto, voy de vuelta a casa. Pasé prácticamente todo el fin de semana en Las Vegas.

—¿Te casaste en Las Vegas?

Era la forma más sencilla de hacerlo... por no decir la más divertida.

La castaña rio ante las declaraciones de su amiga, no podía creer lo que acababa de escuchar. Le reclamó que nunca le hubiera dicho nada y por supuesto se encargó de decirle que lo que acababa de hacer había sido una completa locura. Luna se limitó de contarle sobre la idea que Rolf tenía para pasar un fin de semana, habían decidido pasear por Los Ángeles, y él le había dicho la primera noche que quería pasar la vida entera a su lado, de ahí había surgido la idea de trasladarse a Las Vegas y completar ese loco sueño.

—¿Y al menos fue legal? —preguntó, cuando Luna terminó su relato.

No lo sé. Pero no me importa, soy la señora Scamander a partir de ahora.

Hermione se quedó callada por un momento. No podía creer la actitud de Luna, desde el inicio de su relación, hasta su alocado acto de amor. Se preguntaba cómo se sentiría su amiga al momento de estar en el altar frente a Rolf, declarando pasar el resto de su vida con él.

¿Y tú cómo vas? —le preguntó la rubia, al notar que nadie hablaba del otro lado del teléfono.

—Cormac apareció hoy en medio de todo esto.

Nuevamente silencio.

Y...

—Y no estoy segura si quiero casarme con él —mencionó liberándose por decírselo a alguien más que no fuera su reflejo.

Te daré un consejo rápido porque tenemos que comenzar a abordar —respondió Luna—. Cierra los ojos e imagina que estás lista para tu boda. Vas caminando hacia el altar del brazo de tu padre, ¿quién está esperándote? No me respondas, solo piénsalo. La persona en el altar es la decisión que debes tomar.

La castaña sonrió cuando supo la respuesta. Se despidió de Luna y prometieron hablar pronto sobre todo lo que se habían perdido.

OoOoO

El sonido de la puerta lo había despertado del mejor sueño que hubiera tenido, en el cual su mejor amiga y él habían por fin aceptado todo y habían hecho el amor.

Escuchó a su hermano decir algo sobre ir a comer algo pues su madre se enfadaría. Sonrió para sí mismo al saber que después de todo Fred no había logrado tener el control absoluto de todo.

Decidió sentarse en la cama justo cuando su hermano se había retirado y Hermione había cerrado la puerta. Su amiga dio media vuelta y lo miró con un brillo especial y diferente, pudo notar que un ligero rubor aparecía en sus mejillas como cuando ella se apenaba por algo, cosa que lo hizo sonreír.

Ella lo había saludado y se había sentado en la orilla de la cama. También le sonreía. Todo parecía estar bien.

Miró su rostro, todas sus facciones, desde su frente hasta su barbilla, se moría por besarla de nuevo, se moría por hacerla suya otra vez. Después de responder las preguntas de rigor del día decidió que no podía esperar más, tenía que besarla otra vez, tenía que saber que todo lo que había pasado la noche anterior no habían sido solo las consecuencias de una larga tarde de tragos sin medida. La besó con lentitud, saboreando cada segundo de sus labios, explorando cada parte de su boca, guardando en su memoria su sabor y la sensación en su estómago al sentirla tan suya.

No quería separarse de ella, ya no. Pero las circunstancias necesitaban que estuvieran un poco alejados.

Tuvieron una conversación sin sentido sobre su madre y el control que había tomado, habían reído como siempre lo hacían. Parecía que nada había pasado cuando en realidad su amistad había tenido un giro muy interesante. Hermione había dicho que tenía que adelantarse y evitar que el regaño para él fuera muy fuerte y, cuando ella se había ido, había tomado una ducha.

Su mundo estaba de cabeza, pero estaba feliz, intensamente feliz como nunca antes había estado. Amaba a Hermione y todo parecía indicar que ella sentía lo mismo. Ella era suya, su mujer y estaba dispuesto a hacerla feliz, muy feliz para toda la vida. Las cosas cambiarían... o eso suponía.

Y no se equivocó.

Cuando comenzó su camino hacia el comedor, encontró a su padre caminando ya con algunas provisiones que serían utilizadas esa misma tarde para el tercer día de la tradición Weasley.

—Hijo, que bueno que te veo. Necesito que lleves esto al establo, estamos concentrando todas las cosas allá para irnos partiendo desde ese punto —dijo su padre tratando de entregar las provisiones a su hijo.

—Tengo que ir a comer algo, pero en un momento estaré contigo —le dijo con la mejor cara que tenía.

—Oh, ¿no has desayunado? —preguntó, algo extrañado por la felicidad evidente de su hijo a pesar de no haber probado alimento alguno y no estar con un humor de perros.

—Lo haré rápido, prometo no tardar.

—Bien. Te dará gusto ver a Cormac. Vino a acompañar a Hermione después de todo —comentó.

Aquellas palabras desconcertaron al pelirrojo, si su padre supiera lo mucho que detestaba al rubio quizá no habría dicho aquello. Decidió apresurar su caminata para así comprobar lo que le habían dicho. Deseaba no haberlo hecho, pues cuando tuvo algo de visibilidad, su corazón se paralizó. Hermione estaba con él, como si nada hubiera ocurrido la noche anterior. Estaba con él, tomando su mano y le besaba. ¡Ella no hacía nada por alejarlo!

Entonces sus ilusiones se rompieron, sus perfectos planes del futuro se habían derrumbado.

Quizá ella lo había besado por compromiso. Quizá ella había dado por terminada la aventura desde el momento en el que había salido sola de la habitación. Quizá para ella sí había sido un desliz provocado por el alcohol. Y eso, eso lo destrozó por dentro.

Desistió de su intención de comer algo. Por alguna razón su apetito se había esfumado. Decidió ayudar a su padre con la tarea encomendada. No respondió cuando Arthur, su padre, preguntó si había comido algo tan rápido y si todo estaba bien al ver su repentino cambio de humor.

Llevarían un caballo a su excursión, éste se encargaría de jalar la carretilla con todo lo necesario para una tarde de consejos. Así que Ron se autoimpuso la tarea de acomodar aquella carreta, puesto que no quería tener contacto con el resto de los Weasley, los cuales aparecían cada cierto tiempo con más cosas que acomodar.

—Hola —escuchó a sus espaldas. Aquella voz provocó que su corazón comenzara a latir con intensidad, cosa que le molestó.

La miró por un momento y continuó su tarea.

—¿Ron?

—¿Qué quieres? —preguntó con agresividad.

—¿Qué sucede? ¿Estás enojado? Tal vez si hubieras ido a comer algo...

Él volvió a regalarle una fría mirada.

—Necesito hablar contigo —dijo Hermione después de un rato de silencio.

Estaban dentro del establo. Ron preparaba al caballo para así partir a su excursión. Conocía la rutina y ya no necesitaba arreglar nada más, pero la insistencia de su amiga por permanecer ahí no le permitía concentrarse en el siguiente paso.

—¿Y de qué exactamente quieres hablar?

—De lo que pasó anoche —comenzó a decir—. Quiero aclarar lo que sucedió.

Su mente, cegada por el odio y la decepción, no quería escuchar ni una sola palabra. Su corazón le decía que no debía juzgar demasiado rápido y que tenía que escuchar lo que ella tenía que decir, sin embargo, no fue él quien tomó el mando de la situación.

—Bien, dejaremos las cosas claras entonces, Hermione —intervino el pelirrojo—. Lo que pasó anoche fue un competo error. Nos dejamos llevar por las circunstancias, nos dejamos dominar por el alcohol y cometimos una estupidez que no debe repetirse. Olvidemos lo que sucedió y continuemos con nuestra vida.

Hermione lo miró incrédula.

—¿Y qué hay de lo que sucedió en la mañana?

—Somos amigos, ¿no, Hermione? Creo que solo intentamos aligerar la situación.

Los ojos de ella se tornaron acuosos y al mismo tiempo serios y oscuros.

—Si te parece la mejor opción... —respondió, luchando contra el nudo en la garganta que comenzaba a impedirle hablar.

—Sí— dijo Ron, tajantemente.

La castaña se quedó callada, quieta, una lágrima resbaló por su mejilla, pero la retiró lo más rápido que pudo para evitar que su amigo la notara.

Ron jaló al caballo y salió del establo sin decir alguna otra palabra.

Hermione permaneció unos segundos ahí, repasando mentalmente cada palabra que Ron le había dicho y le había partido el corazón. Se resistió a llorar como su corazón le exigía y tomó todas las fuerzas que le quedaban para poder continuar el día y los planes que tenía.

OoOoO

El camino hacia la zona en la que se realizaban campamentos del hotel que Fred había contratado era muy tranquilo. Todos los asistentes iban caminando con lentitud, disfrutando de la naturaleza y platicando en pequeños grupos.

Cormac continuaba con su papel, hablando con el señor y la señora Weasley y, de alguna manera, haciéndolos reír constantemente.

Ron ya comenzaba a almacenar ganas de golpearlo y no paraba de hacer gestos ante cada cosa que el rubio decía.

Hermione estaba silenciosa, pensativa, su pelirrojo amigo no pudo evitar notar que ella no soltaba a mano de su prometido.

Ginny y Harry habían anunciado que estaban juntos ahora, por lo que iban tomados de la mano, platicando con George, Angelina y Charlie. Sin embargo, la mente de Ginny no estaba del todo en la plática, ella estaba atenta de los movimientos de su hermano y su amiga. El día anterior parecían estar muy contentos y disfrutando de la compañía del otro. Ahora parecía que no podían verse ni en pintura. Algo había ocurrido. La pelirroja sospechaba que la llegada de Cormac había tenido mucho que ver, pero nunca desde que el rubio volviera a la vida de su amiga, su hermano había estado tan molesto como lo estaba en esos momentos y ella tenía que saber el porqué.

Cuando llegaron a su destino acomodaron las provisiones y se sentaron en el pasto formando un gran círculo, debido a la extensa cantidad de integrantes de la familia. La señora Weasley les pidió acomodarse de un lado las parejas casadas y del otro los solteros, poniendo a Fred y a su esposa en un punto específico.

El tercer día de la tradición Weasley consistía en una reunión enteramente familiar en la cual los recién casados escuchaban consejos y experiencias de parte de los casados de la familia para así ayudar con la nueva vida que tenían que vivir. Los solteros escuchaban cada consejo también y a estas alturas de la vida de los Weasley solo existían dos parejas no casadas y dos hijos completamente solteros. Hermione era una amiga de la familia de mucho tiempo atrás al igual que Harry y ambos habían asistido a esa reunión familiar desde que el primer Weasley, Bill, se uniera en matrimonio con su esposa Fleur.

Escuchar las experiencias de todos era divertido en momentos y muy serio en otros. Pocos tenían el privilegio de mantener un matrimonio como el que habían logrado Arthur y Molly, así que con ese ejemplo era fantástico contar con todo lo que ellos pudieran recomendar, pues sus consejos siempre eran acertados y muchas veces eso era confirmado por las parejas casadas de la familia, las cuales también habían logrado mantener matrimonios duraderos y con el mismo amor que el primer día.

—No sabemos que pueda pasar en los días siguientes, por lo cual siempre tienen que arreglar sus problemas en el momento en el que ocurren o podrían arrepentirse de ello —recomendaba la señora Weasley, mirando con una sonrisa a toda su familia—. Tenemos tres parejas de este lado en esta ocasión, y solo quiero decirles que sean muy felices y cuando deciden contraer matrimonio estaremos aquí para darles los consejos que necesiten —se dirigió a Ginny y Harry, George y Angelina y Hermione y Cormac.

—Muchas gracias —respondió Cormac—. Me llena de felicidad que estén dispuestos a ello a pesar de que nosotros no somos parte de su familia —Hermione detestó escuchar aquellas palabras.

—Querido, no tienes que ser de la familia para esto. Además Hermione es como un miembro más de los Weasley, así que no te preocupes— respondió Molly.

—Por cierto —continuó, tomando la mano de Hermione—, nuestra boda será pronto y espero verlos a todos ahí.

Ron rodó los ojos.

—Por supuesto que sí. Hermione nos lo había dicho ya. Enhorabuena.

—Ahora —dijo Cormac. Ron volvió a mostrar su desagrado—, lamento mucho tener que anunciarles que Hermione y yo tenemos que retirarnos. Lamentamos mucho no poder continuar en esta extraordinaria reunión pero tenemos un vuelo a Denver y tenemos que ir al aeropuerto lo más rápido posible si queremos alcanzar el vuelo.

Hermione cuestionó aquello con la mirada, nadie le había informado que viajaría fuera del país en ningún momento. Cormac solo le sonrió y comenzó a despedirse de todos los Weasley.

Llegaron a la cabaña bastante rápido. El camino había sido rápido y Cormac no había dicho ninguna palabra durante éste. Una vez dentro habló.

—Empaca tus cosas, nuestro vuelo sale en cuatro horas, apenas tendremos tiempo de llegar— dijo.

—No me habías dicho que saldríamos del país —reclamó Hermione.

—Te dije que es trabajo —respondió con enojo. Todo el divino Cormac que era amable se había esfumado.

Hermione decidió entonces que era el momento perfecto para hablar.

—No iré.

—¿Perdón?

—No voy a acompañarte, Cormac.

—Hermione, no empecemos con problemas. Lo único que quiero es llevar a fiesta en paz, por favor obedece y apresúrate.

La castaña se quedó parada. Cormac la miró molesto por aquella actitud. Ella cruzó los brazos.

—¿Qué pretendías viniendo aquí y comportándote como un idiota? —preguntó directamente.

—¿Un idiota? —suspiró—. Hermione vine aquí para hacerte compañía.

—Tú no eres así, Cormac, no eres de los que vienen solo para hacer compañía. Mejor dime que viniste para llevarme a Denver.

—Bien, vine a eso, ¿contenta?

—¡Eres imposible!

—Hermione... —el rubio suspiró sonoramente, era evidente que buscaba tranquilidad—. Vamos a casarnos y nos iremos a vivir a Texas, tus padres quieren vivir en Sídney. No vamos a tener necesidad de volver a Londres jamás. Quería que te llevaras un buen recuerdo... con tus amigos.

Hermione se quedó callada. El plan le había salido perfectamente mal. No se llevaría un buen recuerdo porque Ron le había destrozado el corazón. Pero lo que no le cabía en la cabeza era que Cormac había hecho un acto de beneficio para ella por primera vez. Por una sola vez había pensado en ella y eso le hizo creer en todo lo que la había mantenido pegada a él por tanto tiempo.

—¿Y qué hay de mi trabajo? Tengo una vida aquí.

—No necesitarás trabajar, amor. Tendremos una enorme casa y podrás dedicarte a ella y a nuestros hijos cuando los tengamos. Con todo el dinero que gano será suficiente para vivir una vida de ensueño.

La castaña soltó un suspiro.

—Empaca tus cosas. Te veo en cinco minutos.

Perdió un minuto entero procesando lo vivido. Comenzó a empacar sus cosas, pero en menos de treinta segundos de haber comenzado, las lágrimas habían hecho su aparición.

Cumplidos los cinco minutos impuestos, Hermione apareció en la puerta de la cabaña y se acercó a Cormac. Tenía los ojos hinchados y ni una maleta la acompañaba.

—¿Qué sucede? ¿Y tus cosas?

La castaña negó con la cabeza y luchó contra el llanto de nuevo.

—No voy a irme contigo —le dijo, limpiándose una lágrima que había logrado salir—. No pienso ir Estados Unidos.

—Ya sé que no quieres acompañarme, pero es importante. Apresúrate, no tengo tiempo de dramas, vamos a perder el vuelo.

—No, Cormac. Yo no voy a vivir en Estados Unidos, no voy a encerrarme en una casa a cuidar niños... No voy a casarme contigo.

El rostro de Cormac tomó un aspecto asustado y al mismo tiempo enojado.

—Escucha —respondió él, tratando de guardar la calma—, sé que es demasiado para ti ahora, pero no tengo tiempo para tus dramas, así que por favor apresúrate, vamos a perder el vuelo.

Hermione tomó su mano y colocó el anillo que él le había dado varios meses atrás como símbolo de su compromiso.

—No voy a casarme contigo —dijo mirándolo a los ojos—. Tú no eres el hombre del altar —mencionó más para sí misma—, y si tú no eres el hombre del altar entonces estaría condenándome a mí misma si me caso contigo. Vete, vuela hasta Denver, yo no te acompañaré.

—Espero que estés segura de esto.

Ella asintió.

OoOoO

Cuando el día terminó, lo que Ron menos quería era regresar y quedarse un momento más en aquella cabaña. Los buenos recuerdos que tenía de esos tres días eran opacados por el dolor del rechazo y la imposibilidad de evitar que Cormac se llevara a su amiga. Pero ¿qué más podía hacer? Él de antemano sabía que Hermione iba a irse con Cormac a donde quiera que la llevara, sabía que después de que ella se casara no volvería a verla, sabía que su amiga había visto en Cormac cosas que nadie veía y él aún no entendía. Pero por un momento, un precioso momento había creído que le había demostrado que era él el indicado, que no importaba la fama y el dinero que Cormac tenía, Ron estaría dispuesto a llenarla de amor, un amor incondicional que estaba seguro que Hermione no encontraba en su prometido. Y aun así lo seguía eligiendo a él.

Guardó sus cosas y comenzó su camino a casa.

Al llegar se acostó en su cama e intentó dormir, intentó despejar su mente y descansar un poco. Pero su mente estaba inquieta, no le permitía olvidar sus besos, sus caricias y sus palabras mientras hacían el amor, su mente no le permitía borrarla. Odiaba no poder odiarla. Ella había tomado las decisiones más estúpidas de su vida y él siempre la había apoyado. Se odiaba por no poder ponerla en su lugar, por no poder evitar amarla. Se odiaba por haberse enamorado de ella. Se odiaba por haberse permitido creer que ella se fijaría en él. Se odiaba porque por un momento tuvo la esperanza de que todo estuviera bien, de que ella y él estarían juntos, de que su vida sería feliz y sería a su lado. Odiaba amarla tanto.

Al mismo tiempo, a varios kilómetros de él, Hermione lloraba amargamente, no había podido detener su llanto una vez que lo había reiniciado. Había ido a la casa de Luna, buscado la llave oculta y entrado sin permiso para tener un rato de soledad, siendo débil por un momento.

Detestaba a su corazón por amar tanto a Ron, por necesitarlo tanto, por haberse enamorado de él sin previo aviso. Los recuerdos de toda la vida a su lado llegaban y la atormentaban. Estaba segura que su amistad se había arruinado de una manera irreparable. Estaba arrepentida de haberse entregado a sus sentimientos, de haberlo besado, de haber hecho el amor con él. ¿Qué iba a hacer ahora que no lo tendría con ella? ¿Cómo iba a sobrevivir sin el tranquilizante sonido de su corazón? ¿Con quién iba a casarse cuando tuviera cuarenta? ¿Quién apoyaría sus extraños gustos de arte? ¿Quién iba a bailar con ella de ahora en adelante? Sus peores temores se estaban cumpliendo.

Pero tenía que sobrevivir. Buscaría la manera de hacerlo y lo haría.

Cerró los ojos y volvió a imaginarse el día de su boda, con su precioso vestido, con su bonito maquillaje y su sencillo peinado, pero lo más importante era que estaba feliz, poseía una radiante sonrisa. Iba tomada del brazo de su padre, quien también le sonreía. Entre los invitados figuraban los Weasley, Luna y su nuevo esposo Rolf, Neville, algunos compañeros de trabajo, Harry de la mano de Ginny, algunos tíos lejanos de ella y la multitud de pelirrojos que habían protagonizado la boda de Fred. Miraba al frente y ahí estaba él, con su sonrisa tranquilizante, con sus hipnotizantes ojos azules y su mano esperaba la de ella. Qué bello hubiera sido que aquella visión fuera real. Pero no lo era y quizá jamás lo sería. Viviría ahí, en su imaginación, esperando que algún día, con mucha de suerte, fuera real.