Capítulo 14

Solo tú

Habían pasado dos meses desde la partida de Hermione a Ibiza. Ginny había visto como cada día su hermano estaba más ausente. Era evidente que estaba triste con todo eso, aunque trataba de disimularlo.

Ella también había sentido mucho la partida de su amiga, ahora no tenía con quien hablar sobre sus asuntos. Era obvio que continuaban con el contacto, seguían llamándose por teléfono o por video, era una verdadera fortuna que la tecnología les permitiera verse al menos de esa manera. Pero aun así, la extrañaba. Justo esa mañana Hermione le había llamado para decirle que acababan de pedirle que se quedara por tres meses más, pues el trabajo aún no se había terminado. Hermione le había dicho que estaba temerosa de decirle aquella noticia a Ron, pues sabía lo mucho que sentiría al saber que el tiempo acordado se alargaría más. Pero no había más remedio, debía quedarse el tiempo que le pidieran, pues al final de cuentas no había un contrato de por medio que especificara el tiempo que tendría que estar. Ginny solo pudo aconsejarle que le avisara pronto a su hermano la situación, pues el no hacerlo sería mucho peor.

Ahora ella estaba ahí, sentada en la cama, pensativa. Aún le abrumaba que Hermione se hubiera ido y no hubiera aclarado del todo las cosas con Ron. Ella estaba más que segura que ese par seguía locamente enamorado, pero también sabía que las razones para preferir su amistad habían sido demasiado fuertes como para decidir quedarse así, solo como amigos.

Entonces unos brazos la rodearon y comenzó a sentir cómo besaban su cuello.

—¿En qué piensas?

Ginny cerró los ojos un segundo.

—En Hermione —soltó un suspiro. Harry comenzaba a acariciar su pecho.

—¿Estoy tocándote y tú piensas en Hermione? —contestó el hombre, deteniendo sus acciones.

La pelirroja soltó una risa.

—Me llamó hace un rato. Tendrá que quedarse un tiempo más en Ibiza.

Ginny le puso al día con todo lo que su amiga le había dicho, incluyendo todo lo que pensaba sobre Ron.

—Quizá sea bueno que lo hablen, pero que lo hablen en serio —dijo Harry, acomodándose en la cama.

La pelirroja asintió con la cabeza y se quedó callada por unos segundos, volteó la mirada hacia Harry.

—Hablando de eso... quizá sea bueno que nosotros también hablemos de algo importante.

Harry la miró confundido.

Desde que regresaran de la boda de Fred, habían decidido vivir juntos. Ya no había más barreras que se lo impidieran, sabían que se amaban, que su amor había sido capaz de sobrevivir por mucho tiempo, ya habían mantenido una secreta relación por varios meses, Harry se había separado de Cho, ya no era necesario nada más.

A partir de ese día su vida había sido completamente feliz al despertarse juntos, al encontrarse todas las mañanas, las tardes o las noches, al mirarse y compartir cada experiencia. Al fin habían podido comenzar a vivir todo lo que habían soñado con vivir desde que eran adolescentes.

—Recibí otra llamada —continuó Ginny—. De Estados Unidos.

Harry comprendió al instante lo que su mujer quería decirle. Ginny le había dicho desde hacía mucho tiempo que planeaba regresar al trabajo que tenía en el otro continente, claro que eso había sido mucho antes de imaginarse que estarían juntos de nuevo.

—Querían saber si volveré —soltó un suspiro.

—¿Y qué les respondiste?

—Que no lo sé —Ginny lo miró por un segundo y después miró a la nada—. Les dije que iría... pero no les dije para qué.

—¿Y para qué volverías?

—A renunciar —dijo con determinación. Harry se sorprendió al escuchar sus palabras—. La única razón por la cual había decidido quedarme en Estados Unidos fue porque no quería volver y verte a ti. Pero después de todo lo que ha pasado, sé que no quiero alejarme. No quiero volver a cometer el mismo error que hace diez años. Te amo y esta vez no estoy dispuesta a perderte.

El pelinegro se incorporó y la besó.

—No puedes hacerlo —le dijo un segundo después, dejando sus frentes unidas y mirándola—. Hace diez años éramos unos tontos que se encapricharon con las decisiones del otro. Esta vez no tiene que ser así. Te amo y no quiero que dejes las cosas que te hacen feliz solo porque quieres quedarte conmigo.

—Harry yo no quiero dejarte de nuevo. Estar allá y tú aquí sería demasiado.

—Entonces vayámonos juntos.

Ginny se alejó un poco para poder leer su rostro.

—¿Hablas en serio?

—No estoy dispuesto a volver a vivir el dolor de perderte. Vámonos, hagamos una vida allá. Seamos felices en dondequiera que estemos.

Se fundieron en un intenso beso que sellaba su pacto. Estaban seguros que cualquier barrera siempre sería vencida si estaban juntos. Así como siempre debió ser.

OoOoO

Estaba sentada frente al computador. Faltaban dos minutos para que la hora estipulada llegara. Habían estado hablando todos los días a la misma hora, pero ese día tenía algo importante que comunicarle y sabía que sería muy difícil hacerlo.

Hermione echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. No quería decirle a Ron que iba a quedarse por tres meses más. Eso sería demasiado para él así como ya lo era para ella. Lo extrañaba mucho, quería regresar a casa y seguir teniendo la vida que compartía con él. Estar a su lado, seguir con las cenas, los bailes, las pláticas, las risas. Tenerlo a él junto a ella, esperar a cumplir cuarenta y tener la oportunidad de ser su esposa. Ya no quería nada más que eso. Lo había extrañado por mucho tiempo e irse había sido demasiado difícil para ella, pues no podría continuar con él y con su bella amistad por mucho tiempo.

Y ahora estaba lejos, solo conformándose con verlo a través de una pantalla cada día.

El clásico sonido de la llamada entrante le sacó de sus pensamientos.

Sin dudarlo un segundo, respondió.

—Hola —le saludó Ron con una enorme sonrisa.

Ella no pudo evitar responderle de la misma manera, él siempre lograba animarla.

Hablaron un poco de su día, de lo mucho que habían trabajado y de lo cansados que estaban, así eran todos sus días. Siempre comenzaban contando su día y después terminaban hablando del origen de los dinosaurios. Nada había cambiado.

—Tengo algo que decirte —dijo Hermione, después de una hora de plática en la que había estado buscando el momento preciso para hablarle sobre el trabajo, especialmente porque no lograba encontrar el valor suficiente para comunicárselo.

—¿Qué pasa? —le pregunto su amigo, algo preocupado.

—Hoy hablaron conmigo en el trabajo —comenzó, soltando un suspiro—. Me dijeron que necesitaban que me quedara por tres meses más.

Cuando miró la pantalla, se dio cuenta que la señal era pésima, la imagen se había congelado. Ya había estado fallando minutos antes. Parecía una broma que fallara justo en ese instante.

Esperó por unos segundos. La imagen volvió a ser clara por un rato.

—La tonta llamada comienza a fallar —dijo Ron, algo molesto—. ¿Qué dijiste? No pude escucharte. No entendí qué fue lo que te pidieron.

La castaña soltó un suspiro. Le había costado tanto reunir el valor para hablar, que en ese momento odio por completo la mala recepción.

—Quieren que me quede por tres meses más— repitió con rapidez.

Esta vez la imagen no se había congelado, Ron le había escuchado fuerte y claro.

—¿Por qué?

—Porque hay mucho trabajo y es mucho más complicado de lo que se tenía previsto. Intenté decirles que quería regresar, pero fue imposible. Me tienen atada.

Ron intentó digerir lo que acababa de escuchar. La espera había sido muy complicada, cada día que pasaba era tachado en el calendario que guardaba en su mesita de noche, y tener que agregar tres meses más a la espera pegaría en la locura. Él quería verla, tenerla junto a él, abrazarla, dormir a su lado y, quién sabe, quizá en algún momento intentar de nuevo ser algo más.

—Bueno, el trabajo suele ser así —respondió. Debía aceptar cualquier cosa. No podía reclamar nada, hacerlo una vez había sido su perdición. Debía controlarse y lo sabía—. Creo que entonces tendremos que cambiar la reservación en el restaurante.

Hermione lo miro con tristeza. Habían planeado una cena para el día que regresara. Sería como la celebración de que el trabajo había estado bien y ella estaba de nuevo a su lado.

—Creo que sería la mejor opción.

—Y agregar tres meses más a la espera de ese pastel de zanahoria que me prometiste.

La castaña rio.

—Te haré dos como recompensa.

Su amigo sonrió y permaneció callado por varios minutos, en los que ambos querían decir mucho pero nada salía de su boca.

—Quizá sea hora de dormir —Ron había decidido que era la mejor opción.

—Sí —la castaña agradeció que él rompiera ese incómodo silencio—. Mañana hay que trabajar.

—Lo sé.

—Te veré mañana, Ron. Descansa.

—Tú también.

—Te quiero.

—Y yo a ti, mucho.

OoOoO

Llegar a un nuevo país era una cosa, pero llegar a otro continente estaba fuera de su imaginación.

El vuelo había sido sumamente cansado. A pesar de estar al lado de Ginny, estar sentado por tanto tiempo le había costado un intenso dolor de piernas. Afortunadamente todo había terminado y su nueva experiencia recién estaría por comenzar.

Él quería darle un giro distinto a su vida, quería pasar el resto de sus días al lado de Ginny. Recompensar por cada año que habían estado separados. La amaba tanto y estaba seguro que había tomado la decisión correcta. Nada lo hacía más feliz que eso.

—Verónica dijo que vendría por nosotros —le dijo Ginny, mientras caminaban por los pasillos del aeropuerto.

Harry le sonrió y continuaron su camino. Para él iba a ser un tanto difícil adaptarse a los amigos que Ginny ya había hecho en ese país.

La pelirroja de pronto levantó una mano y sonrió. En un segundo, una mujer de cabello rubio y ojos azules había rodeado a Ginny en un caluroso abrazo.

—Te extrañé tanto —le dijo.

—Y yo a ti —respondió la pelirroja—. Verónica, te presento a Harry. Harry, ella es Verónica.

Verónica había sido la mejor amiga de Ginny, la que la había acompañado desde el primer día que había pisado tierra extranjera hacía ya diez años. Se había convertido en su confidente, la persona que conocía muchas partes de su vida. A pesar de que Ginny también tenía a Hermione, Verónica siempre fue la amiga perfecta y había estado en comunicación constante con ella por vía telefónica y correo electrónico, por lo que cuando Ginny le dijo que volvería con Harry, ella no dudó en recibirlos. Le causaba mucha curiosidad conocer en persona al hombre que había tenido loca a su amiga por tanto tiempo.

—Entonces tú eres el famoso Harry Potter del que tanto me ha hablado Ginny —dijo tomando su mano y sonriendo.

—Así es —Harry parecía algo nervioso—. Y tú eres Verónica Smith, de quien tanto me ha hablado Ginny.

La aludida rio.

—Creo que me vas a agradar mucho, Harry Potter —la mujer no quitaba su sonrisa de la cara—. Entonces supongo que es hora de irnos. Todos están muy contentos de que hayas decidido regresar. Estábamos apostando a que te quedarías en Londres —dijo, comenzando a caminar hacia la salida del lugar.

—Yo también pensé que me quedaría —anunció Ginny, caminando de la mano de Harry—. Pero él me convenció de que lo mejor era volver.

—Ahora me agradas más —dijo Verónica.

Viajaron en el auto de la rubia, un auto deportivo color rojo. A Harry le sorprendió por completo eso, jamás imaginó que Ginny tuviera una amiga como ella, que además de atractiva, parecía muy orgullosa de su vida y algo egocentrista.

Hablaron poco en el camino, prácticamente Ginny la pasó preguntándole por sus amigos y Verónica respondiendo a cada pregunta.

Al llegar al departamento, Harry se sorprendió de nuevo, no solo por el tamaño del departamento, el cual era enorme, sino también porque ahí le esperaban una gran cantidad de personas en lo que parecía una fiesta de bienvenida. Supo de inmediato que Ginny siempre había estado perfectamente acompañada durante todos los años que había estado ahí. Cada persona la abrazaba y se veía alegre de verla de nuevo. Parecía que era muy apreciada por todos.

Un ligero dolor se apoderó de él. Ginny estaba completamente dispuesta a dejar de lado todo aquello por él y solo por él.

Más tarde, por la noche, cuando todos habían desaparecido, Harry se recostó en la cama de la habitación de su mujer y esperó hasta que ella apareciera.

Ginny le sonrió cuando se acercó a la cama, claramente cansada y dispuesta a caer rendida en los brazos de Morfeo y los de su novio.

—No sabía que tuvieras tantos amigos —dijo después de regalarle un beso.

—Te lo dije, o al menos lo mencioné alguna vez —respondió Ginny, acomodándose en el pecho de Harry.

—Te amo.

No podía decir más. Cualquier cosa era innecesaria. Sabía lo que ella había hecho y como único agradecimiento, le diría y le demostraría todos y cada uno de los días que la amaba.

Se acercó a ella, tomó su barbilla y volvió a besarla, esta vez con más intensidad y pasión, quería dejarle claro que sus palabras eran verdaderas, que ella era la mujer de su vida.

El tiempo continuó su curso, dos meses más se unieron a la cuenta. La vida en Estados Unidos había sido muy productiva. Pronto Harry había conseguido un trabajo y había logrado hacerse de un departamento propio en el que se mudó con Ginny. El trabajo de ella estaba cada día mejor y era obvio que estaba muy contenta con él.

Pero Harry sentía que aún necesitaban algo más, no bastaba con estar juntos, vivir en el mismo sitio y compartir cada experiencia, él quería algo más y quería hacerlo bien.

Citó a Ginny en uno de sus restaurantes favoritos para cenar. Comieron el platillo favorito de ella, la invitó a bailar su canción favorita y le llevó a casa. Ahí tenía preparada su verdadera sorpresa.

Justo al abrir la puerta se pudo divisar un camino de pétalos rojos. Harry le cedió el paso a Ginny y ésta lo miró interrogativamente.

—¿Qué es esto? —le preguntó comenzando a sonreír.

—Sigue el camino y lo sabrás —respondió Harry, encogiendo los hombros.

Ginny comenzó a caminar en pasitos apresurados, ansiosa por saber a dónde la llevaba aquel camino.

Los pétalos la llevaron a la habitación en la que dormían. Ahí, en la cama, pétalos rojos y blancos formaban un enorme corazón que al centro tenían las palabras "Te amo". Cuando Ginny volteó la mirada hacia donde sabía que estaba Harry, se sorprendió al encontrarlo arrodillado, con una cajita en las manos y sonriéndole.

—Te amo. Amo estar contigo, amo tenerte a mi lado y quiero formar una familia contigo, quiero poder llamarte mi esposa ante todos. Ginevra Molly Weasley, ¿te casarías conmigo?

La pelirroja lo miró sorprendida, pero con una enorme sonrisa, no esperaba escuchar esas palabras en ese instante, pero estaba segura de que sabía la respuesta. Siempre había sabido la respuesta, había soñado mucho con que ese momento llegara.

—Sí, claro que quiero ser tu esposa —respondió con emoción.

Harry se levantó y la besó con toda la intensidad que pudo. Se sentía completo. Ella sería su mujer, su esposa. Colocó el anillo y selló el pacto con un beso más.

Ginny le sonrió. Ella tampoco cabía de felicidad. Sus sueños al fin se estaban volviendo realidad.

OoOoO

Su parte favorita del día siempre era cuando llegaba la noche, la hora en la que la vería, aunque fuera solo a través de una pantalla. Eso era suficiente para matar las ansias que terminaban con él a cada segundo. Ya no podía vivir sin ella y su mente se lo recordaba día con día, pero aún no tenía el valor para decirle nada, especialmente porque estaba a miles de kilómetros y hacerlo de esa manera sería demasiado cobarde para todo lo que ya había sucedido. Había estado esperando para verla de nuevo, para tenerla enfrente y confesarle todo lo que sentía de una vez por todas. Pero había pospuesto su regreso y había tenido que esperar.

Solo faltaba una semana más, solo una y hablaría. Solo una... o al menos eso era lo que había esperado, pues su amiga le había anunciado dos días después que le habían pedido quedarse nuevamente por tres meses más. Se había tentado a ir él mismo a Ibiza a aparecerse en el lugar en el que vivía y demostrarle con ese simple acto que la amaba mucho más que a una simple amiga, que por ella haría cualquier cosa.

Ron estaba listo para hacer su acto, buscaba un vuelo cuando la llamada de Hermione entró.

—¡Hola! — saludó la castaña en cuanto pudo ver la imagen de Ron frente a ella.

—¡Hola! ¿Cómo estás?

—Bien. Muy contenta en realidad.

—¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?

—Pasó algo muy extraño hoy y estoy muy feliz.

—¿Y qué fue eso tan interesante que te pasó? —por algún motivo Hermione le había contagiado esa energía tan feliz y positiva que tenía.

La mujer se acomodó en su asiento.

—¿Recuerdas que te conté de una boda a la que asistí con Luna? —Ron asintió—. Bueno, Luna dijo ese día que el ir a ese lugar nos iba a cambiar la vida a todos. Y en efecto, Luna conoció a Rolf y Neville conoció a Hannah. Ambos son parejas felices —el pelirrojo volvió a asentir, esperando que siguiera con su relato—. Hoy estuve en un nuevo lugar, por el que me pidieron que me quedara otra vez y ahí encontré a Viktor. Conocí a Viktor en esa boda "mágica" a la que Luna me llevó.

La declaración de Hermione le había caído como agua helada. ¿Qué era exactamente lo que Hermione estaba tratando de decirle? ¿Que el tal Viktor y ella tendrían algo? ¿Que le gustaba?

A partir de ese momento Ron no pudo escuchar más. Su mente se había ido del lugar. Tal vez Hermione se había tomado muy en serio el hecho de que ellos no serían más que amigos. Quizá ella había decidido que lo mejor para los dos sería continuar como estaban porque era muy evidente que funcionaban mejor haciéndolo de esa manera.

Tuvieron una trivial plática después de eso y un par de horas después se despidieron como lo hacían a diario.

Ron canceló todo plan de viaje y se recostó en la cama, con la esperanza de despertar y haber olvidado todo. Dejar de sentir todo lo que sentía. Quería ser libre de ella, aunque sabía que sería imposible.

Estaba parado entre una multitud de gente bien vestida. Todos miraban hacia un solo lugar, a ella, a Hermione. Cuando miró alrededor pudo darse cuenta que estaba en una iglesia, llena de flores blancas y adornos. Entonces la vio girar, enfundada en su prístino vestido, con esas florecitas en el pelo que parecían estar floreciendo en ella misma. Ron comprendió que para su corazón, ninguna mujer en el mundo podría rivalizar en belleza con ella, con su amiga, con su Hermione.

Recordó cada minuto compartido con ella, cada risa, cada disputa, cada madrugada compartida bajo la melodía de su música favorita, cuando solo aceptaban la amistad como único lazo, sin descubrir que era amor lo que en verdad los unía.

Sintió el puñal en el estómago, la sensación del malestar atrapándolo. Hermione no podía casarse con otro, no podía escaparse de él. Ella lo había renovado, lo había convertido en alguien nuevo, vivo, amplio, feliz. No debía permitir que otro se quedara con lo que le daba vida.

Ella le miró, sus ojitos ámbar se tornaron tristes y eso realzó mucho más su belleza. Su castaña apretó los labios, como mitigando el puchero que quería asomar en ellos.

No parecía una novia feliz, no parecía la mujer que iba a comenzar una de las más importantes aventuras de su vida. No hablaba, pero Ron sentía que por dentro ella le gritaba que hiciera algo, cualquier cosa, que al fin ella había entendido que él era el indicado, que la rescatara de la estupidez que ella iba a cometer.

Cuando miró al altar no era Cormac quien la esperaba, esta vez había otra persona, un hombre alto y fornido, lo había visto en algún lado, pero no sabía dónde. Tenía que salvarla, tenía que llevársela lejos. Pero a cada paso que daba parecía alejarse más de Hermione. Comenzó a correr lo más rápido que sus piernas le permitían, pero no podía alcanzarla, no podía salvarla.

Despertó agitado. Soltó un suspiro y se talló los ojos. La oscuridad de la noche aún estaba presente. Pudo comprobar que no había dormido por mucho tiempo, apenas pasaban de las dos de la mañana.

Se levantó en busca de un vaso con agua que le despejara la mente, pero al llegar a la cocina prefirió sacar un vaso y servir algo más fuerte, realmente lo necesitaba.

No tenía sueño, ni siquiera estaba cansado y temía volver a dormir. Quería olvidar ese sueño que no lo había atormentado en varios meses. Solía tenerlo cuando Hermione y él habían dejado de hablar. Siempre era el mismo sueño, él nunca lograba rescatarla, siempre despertaba antes de estar a menos de diez metros de su mano, nunca se acercaba más y lo que más le abrumaba era que en esta ocasión no había sido Cormac quien estuviera a punto de casarse con ella. Ya lo había recordado, el hombre de su sueño era Viktor Krum, de quien le había estado hablando Hermione esa misma noche. Supo entonces que la declaración de Hermione le había afectado más de lo que quería creer.

Caminó por el departamento por un rato, se asomó por la ventana esperando que el sueño volviera a llegar. Eso no pasó. Decidió ir a la cama, pero al pasar frente a la puerta de la habitación que solía ser de Hermione se detuvo y entró. Estaba como la había dejado la última vez que había estado ahí. Se sentó en el borde de la cama, mil recuerdos pasaron por su mente. Su sonrisa, su mirada, las lágrimas que había derramado, las palabras que habían compartido, los juegos, los bailes. Nunca había compartido con nadie todo lo que había compartido con ella.

Jamás iba a olvidarla. Ella siempre estaría en su corazón por más que eso doliera.

Sonrió un segundo al recordar la tarde en la que le había dicho a Harry que todo podía resolverse con sexo. Con Hermione el sexo nunca sería la solución, con ella las cosas eran muy distintas, con ella era grato hablar, con ella podía discutir, exponer sus pensamientos, desafiarla y sentirse desafiado. Con ella nunca sería sexo nada más.

Tendría que dejarlo así. Tenía que aceptar que su amiga jamás sería más que eso, solo su amiga.

OoOoO

—¿Estás segura que estás bien?

Harry tocó la puerta del baño y esperó a que le respondieran.

—Sí... lo estoy.

Cuando Ginny salió, el pelinegro de inmediato notó el aspecto pálido que ella tenía.

—Quizá deberías ir al médico —dijo, tomándola del rostro—. Te ves mal.

—Estoy bien, seguro que fue algo que comí.

Harry la miró dubitativo.

—Debo irme... aunque de verdad no quiero hacerlo.

—Estoy bien, lo juro. Si pasa algo te llamaré e iré al médico, lo prometo.

Harry soltó un suspiro y se despidió con un beso, prometiéndole a su mujer que le llamaría por la tarde para saber sobre su estado.

Cuando el hombre desapareció, Ginny corrió hasta su teléfono y marcó a Verónica, sabía que necesitaba de una amiga para lo que tenía hacer.

La aludida apareció una hora después. Entregó una bolsa a Ginny, quien entró con rapidez al baño y un minuto después salió con un pequeño artefacto en la mano, el cual colocó en una de las mesitas que estaban en la habitación.

—Solo hay que esperar tres minutos y sabremos la respuesta —mencionó Verónica.

—Tres minutos son eternos —dijo Ginny, comenzando a retorcer sus manos.

Ginny daba vueltas por la habitación y Verónica solo la miraba, aburrida.

—Puedes cantar una canción.

—No quiero cantar nada, solo quiero saber si...

—Falta un minuto.

—Ya no quiero saber nada —Ginny dio media vuelta, dándole la espalda a la mesita en donde descansaba la prueba de embarazo que había pedido a Verónica que comprara. Había tenido sospechas desde hacía una semana, pero los verdaderos síntomas apenas habían aparecido dos días antes. Harry había estado preocupado por su salud y ella también lo había estado, no precisamente por su salud, sino porque sabía que se había cuidado lo suficiente para evitar embarazarse. Ella estaba entusiasmada con tener un hijo de Harry, pero no quería tenerlo en ese momento, quería continuar con su vida como la tenían y un bebé les cambiaría la vida y los planes por completo.

—Deberías mirar ya.

—No quiero mirar nada —tapó su rostro con las manos y negó con la cabeza.

—Ginny no me hiciste correr a una farmacia para comprar una prueba de embarazo que no planeas ver.

—Mírala tú, ¡por favor!

Verónica se acercó a la mesita y miró la prueba.

—Una raya, negativo. Dos rayas, positivo. ¿Quieres saber la respuesta?

La pelirroja quitó sus manos de la cara y miró a su amiga.

—¿Qué...?

—Mírala tú.

Ginny cruzó los brazos y soltó un suspiro. Con extrema lentitud giró sobre sus talones y miró la prueba.

Ahí, fuerte y claro, podían verse dos rayitas indicando la verdad de sus sospechas, ella estaba embarazada.

En un segundo toda ella se llenó de felicidad. Estaba embarazada, un pequeño bebé combinación de ella y de Harry, estaba creciendo en su vientre. Llevó su mano a su estómago y sonrió.

—Estoy embarazada.

Verónica asintió y la rodeó en un fuerte abrazo.

—Felicidades, amiga. Estoy muy feliz por ti.

En ese momento Ginny supo que le importaban un carajo todos los planes que tenía. Ser madre sería lo mejor que podría pasarle. Quería vivir esa experiencia y sabía que desde ese momento ya amaba a la criaturita que vivía dentro de ella.

Harry le llamó por la tarde para saber cómo estaba. Ella se limitó a responder que estaba bien y que lo esperaría a cenar.

Preparó algo sencillo, se puso un lindo vestido y acomodó la mesa. Quería darle la noticia a Harry de una manera que jamás olvidara. Rogaba a todos los cielos que Harry reaccionara tan bien como ella, que se alegrara con la noticia y no pensara que todo fuera un error. Por un segundo ese miedo se apoderó de ella. Sabía que odiaría que Harry rechazara a su bebé en ese momento.

Cuando él llegó, besó a su mujer con fuerza como saludo.

—¿Cómo estás? —le preguntó un segundo después.

—Bien, muy bien —respondió ella con una sonrisa. Se acercó a Harry y nuevamente lo besó—. Te amo.

—Y yo te amo a ti —el pelinegro volvió a besarla—. ¿Qué celebramos hoy? ¿De qué me perdí? —dijo al ver velas encendidas en la mesa.

—Paciencia, señor Potter.

—De acuerdo.

Cenaron con tranquilidad. Harry se encargó de poner al día a Ginny y ella hizo lo mismo con él, solo omitiendo la parte de la noticia que quería darle.

—Te tengo una sorpresa —dijo Ginny, cuando estaban por terminar el postre.

—¿En serio?

La pelirroja se levantó de su asiento y fue hacia la habitación. Un minuto después, le entregó una caja a Harry.

—Ábrela.

Él tomó el paquete con curiosidad y lo abrió lentamente. Dentro encontró una camiseta color blanco con la frase "Mejor papá del mundo". Frunció el ceño y miró a Ginny.

—Tendrás que comenzar a usarla —le dijo sonriendo.

Harry volvió a mirar la camiseta y a leer la frase. Comenzó a sonreír enormemente.

—¿Vamos a tener un hijo? —preguntó con emoción.

—Sí, ¡vamos a ser papás!

—¡Vamos a ser papás! —gritó con alegría.

Abrazó a su mujer y la levantó.

—Te amo, Ginny. Te amo mucho.

La besó.

—Y yo a ti.

—Adelantaremos la boda —dijo de pronto—. Sé que teníamos planeado hacerla en cuatro meses, pero quiero que seas mi esposa ya. Casémonos en un mes. Adelantemos la boda.

Ginny lo pensó por un segundo, ella también quería poder llamarlo su esposo.

—Sí, hagámoslo.

OoOoO

Había tenido que arreglar un papeleo rápido. Cuando Ginny le había dicho que sería su dama de honor, no había dudado un segundo en aceptar, ese era un trato que habían hecho desde que tenían quince años. Pero apenas le había dado tiempo para arreglar todo lo necesario para presentarse en Londres. El mes anterior le había dicho que adelantarían la boda y que estaba embarazada. Esa noticia había logrado animarla y ponerse en extremo feliz por su amiga.

Tenía la gran ventaja de haber terminado el contrato con su empresa y que ésta no le pidiera nuevamente quedarse por tres meses más. Aunque aún tenía asuntos pendientes, sabía que volver para los tres días de tradición Weasley valdría la pena.

Caminaba por el aeropuerto a paso apresurado.

Después de nueve meses, al fin podría estar con Ron. Al fin podría abrazarlo y sentir su aroma, escuchar su corazón y estar en paz.

Entonces lo vio. Ahí estaba, con su cabello rojo alborotado, distraído como siempre solía estarlo, con una pequeña rosa en su mano. Tenía que abrazarlo antes de morir en el intento.

Corrió en su encuentro y lo rodeó incluso antes de que él supiera que se trataba de ella.

—Te extrañé tanto —le dijo en el oído.

Ron la abrazó con fuerza y le besó la mejilla.

—Y yo a ti, no tienes idea.

Se quedaron así por varios minutos, sin separarse un solo milímetro. Sentían que si se soltaban, escaparían y no podrían estar así de nuevo. Sabían que tenían que hacerlo, tenían que ir a casa, separarse era imposible, aunque así lo hicieron y se miraron.

—Me alegra que hayas vuelto.

—Vamos a casa, por favor.

El camino de vuelta transcurrió sin problemas. Hablaron poco y se miraban ocasionalmente.

—De verdad extrañaba este lugar —dijo Hermione, sentándose en el sillón apenas llegaron.

—Preparé algo para comer. Supongo que tienes hambre.

La castaña asintió.

Comieron y hablaron. Hablaron y hablaron. Parecía que hablar todos los días no había sido suficiente. Siempre había detalles que no habían dicho, temas que no habían tocado, consejos que no se habían dado. Como solía ser costumbre, su plática estaba acompañada de música, la cual debían volver a bailar como antes.

—Extrañaba tanto bailar contigo —dijo Ron, un minuto después, mientras se balanceaba con tranquilidad al ritmo de la melodía que sonaba. La tenía agarrada de la cintura y ella permanecía aferrada a su cuello.

—Bailar con la computadora no era divertido.

Ambos soltaron una risa. Habían intentado bailar, Ron ponía música y ellos tomaban la pantalla y la balanceaban para fingir hacerlo.

—Definitivamente no se compara a tenerte aquí —dijo el pelirrojo, para después besar su mejilla.

Bailaron varias piezas más, sonriendo constantemente, mirándose ocasionalmente, con el corazón latiendo emocionado. Y más tarde, se fueron a la cama.

—Ven —pidió Hermione cuando estaban en el marco de la puerta de su habitación—. Quiero dormir contigo porque hacerlo junto a una computadora fue frustrante.

Ron solo se limitó a pasar.

Era claro que ambos habían pasado toda la tarde y la noche lanzando indirectas sin dar un paso más atrevido.

Se vistieron y se recostaron. Hermione lo rodeó con un brazo y colocó su oreja en el pecho de él. Una vez más y como había estado soñando por meses, logró escuchar el latido del corazón de Ron, su relajante latido que tanto había extrañado.

Ron comenzó a acariciar su cabello, estaba feliz de tenerla ahí, de estar a su lado y sentir su calor. No necesitaba nada más que su presencia.

—Promete que no te irás de nuevo —le pidió.

Hermione lo apretó con fuerza. Ella no quería hacerlo. Estar lejos de él había sido la peor sensación que había sentido jamás y verlo de nuevo era como regresar a la vida.

Quería estar viva.

—Lo prometo.

OoOoO

El primer día de la tradición Weasley había sido muy entretenido. Se habían reunido en "La madriguera", la casa de campo que tenían los Weasley a las afueras de la ciudad. A excepción de la boda de Fred, todas las bodas habían sido celebradas en ese lugar.

No habían permitido que Ginny jugara el tradicional juego de futbol debido a que todos cuidaban del futuro Potter que ella albergaba, así que la dama de honor había sido la encargada de representarla, siendo un total fracaso que no pudo con ninguno de los contrincantes.

Ahora se preparaban para la cena previa a la boda. Ginny y Hermione habían compartido su habitación como todos los años que habían ido a esa casa a vacacionar o a las fiestas previas, por lo que se habían arreglado juntas. Sin embargo, Ginny desapareció en un momento, pues las náuseas parecían no querer abandonarla un solo segundo.

Hermione quiso auxiliarla, pero al llegar a la puerta del baño encontró a Harry dispuesto a tomar ese papel, por lo que la castaña le cedió el paso.

—¿Todo bien? —preguntaron a sus espaldas.

—Se siente algo mal —respondió Hermione—. Harry se encargará. ¿Podrías ayudarme?

Ron la miró interrogativamente. Hermione tomó su mano y lo llevó a la habitación de Ginny.

Cuando estaba ahí, se dispuso a quitarse la bata y ponerse el vestido para que Ron le ayudara con la maldita cremallera que no alcanzaba. Sin embargo, pudo notar que quitarse la bata ya era algo complicado. Se preguntó cómo era que antes podía pasearse semidesnuda por la casa con él en el lugar y no sentir vergüenza y ahora le resultaba difícil pensar siquiera que la mirara. Quería que todo fuera como antes, así que se armó de valor, se quitó la bata y colocó el vestido.

—¿Puedes...?

Ron se encargó de inmediato de subir la cremallera. Desde que la había visto ahí parada sin la bata, había querido acercarse, tocarla, besarla y amarla de todas las formas existentes. Pero debía resistir. No podía, no debía hacerlo e hizo falta mucha fuerza de voluntad por su parte para no terminar mordiendo su cuello.

Bajaron a la cena sin decir una palabra más. Ambos con el corazón a trote.

OoOoO

La ceremonia de la boda comenzó con un hermoso sol. Ron estaba al lado de Harry, le alegraba saber que su mejor amigo se convertiría en su cuñado al fin, pero no podía dejar de verla a ella, a Hermione. Se veía tan hermosa, no tenía ojos para nadie más, durante toda la ceremonia no pudo quitarle la mirada de encima. La amaba, no tenía dudas de sus sentimientos. En cuanto a ella... no sabía si Hermione, con todo lo que había pasado en los últimos dos días, sentía lo mismo. Una parte de él quería creer que sí, aunque la otra estaba segura que no.

Hermione también lo miró constantemente durante toda la ceremonia y después de ella.

—Deja de mirarlo, lo vas a gastar —le dijo Ginny, un rato más tarde.

—¿Qué?

—Te he observado y tú no dejas de ver a mi hermano desde temprano.

—Claro que no.

Ginny la miró seriamente y se sentó frente a ella.

—Ustedes dos me tienen harta. Estás enamorada de mi hermano y mi hermano está enamorado de ti. Dejen de hacerse los tontos y bésense, sean felices. Déjense de tonterías bobas. Son amigos, lo sé, pero el ser pareja no va a hacerlos dejar de ser amigos. Por favor, Hermione, por favor, piénsalo.

Y dicho eso, Ginny se levantó y fue con Harry para prepararse para el primer baile como esposos que tendrían.

Hermione se quedó estática. Ginny tenía razón, debían dejarse de tonterías estúpidas. Ya habían cometido muchos errores como para continuar creyendo que ese juego infantil en el que estaban funcionaría, especialmente porque sabía que desde que había regresado, habían estado provocándose el uno al otro.

Se dedicó a mirar el baile de esposos de Harry y Ginny.

Sonrió.

Esperaba algún día también tener su propio baile de esposos y esperaba de verdad que el novio fuera un Weasley.

Cuando la canción terminó, varias parejas se levantaron para continuar el baile. Una nueva canción comenzó a sonar.

—¿Bailas? —le preguntó Ron, apareciendo de pronto y ofreciendo su mano, Hermione la tomó y caminó a su lado hasta la pista de baile.

Comenzaron a balancearse, se tenían cerca y se acercaban cada vez más, ella recargó su cabeza en el hombro de él y de un momento a otro, Ron comenzó a cantarle al oído una parte de la canción.

With you I'll always have a friend. You're someone who I can depend to walk a path that never ends. You make me feel brand new. I sing this song 'cause you make me feel brand new.

Hermione cerró los ojos y disfrutó del momento, tomando significado de las palabras que estaba escuchando no solo en la canción, sino de la voz de su amigo. Tenía que decírselo, debía terminar con esa tortura en ese instante.

Se separó un poco de él y lo miró a los ojos, el corazón no le dejaba de latir con rapidez. ¿Qué tenía que decir? ¿Cómo se lo diría?

—Ron... —soltó en un suspiro.

Y entonces se vieron interrumpidos por una ola de aplausos dirigidos a los novios, los cuales compartían un beso frente a todos.

Ron y Hermione se unieron a los aplausos, esperando que la oportunidad de hablar se presentara de nuevo.

El día seguía su curso, hasta que la noche apareció.

—Entonces supongo que vas a regresar —preguntó uno de los amigos de Ginny con el que Hermione había estado hablando por un rato.

—No quisiera —respondió, mirando a Ron de reojo, quien no se le había despegado un solo segundo—, pero me pidieron que regresara. Y me parece que eso haré. Es una excelente oportunidad de trabajo.

—Ya lo creo. Suena estupendo.

—Disculpen —dijo Ron antes de levantarse y caminar lejos del lugar.

Hermione lo miró un segundo. Estaba segura que se había molestado por lo que acababa de informar.

—Lo siento, vuelvo en un momento.

Caminó con rapidez para poder alcanzarlo. Sabía a dónde iba. Cuando eran jóvenes, les gustaba ir a un alejado árbol en el que subían y hablaban de todo lo que se les ocurriera hasta que se ocultaba el sol.

—¡Ron!

Él no se detuvo hasta que llegaron al viejo árbol.

—¿Planeabas decírmelo?

Ambos se quedaron quietos, a pocos metros de distancia, solo mirándose.

—Sí, planeaba hacerlo.

—¿Y por qué prometiste que no te irías de nuevo?

Hermione desvió la mirada.

—Es una oportunidad increíble de trabajo. Es un... —soltó un suspiro—. Me pidieron renunciar en Londres e ir a Ibiza a trabajar, quedarme allá, con mayor paga. Viktor dijo que...

—Ah, entonces todo se trata de Viktor —de inmediato fue evidente el enojo de Ron. Todo parecía claro ahora que ella lo había mencionado. Era obvio que se quedaría por una razón tan fuerte como creer que estaba enamorada de ese tal Viktor.

—Él es quien va a darme el trabajo —respondió Hermione, confundida con la actitud que estaba tomando su amigo.

—¡¿Y luego qué, Hermione? ¿Vas a quedarte con él? ¿Casarte con él? ¿Cometer el peor error de tu vida por irte con alguien que no te ama?

—¡¿De qué estás hablando?

Hermione se sintió más confundida en ese instante.

—De Viktor y tu estúpida relación con él. ¡Deberías darte cuenta de quién te ama, de quién está dispuesto a dar todo por ti!

En ese momento todo pareció encajar en ella. Recordó las palabras de Ginny.

—¿Estás celoso?

Ron se quedó quieto. Se sintió expuesto.

—¿Y qué si lo estuviera? ¿Cambiaría algo?

Se miraron a los ojos y se quedaron en silencio. Solo así. Tratando de adivinar lo que el otro quería decir.

No necesitaron más. Ambos avanzaron hacia el otro y se fundieron en un apasionado beso que habían estado esperando sentir desde que se habían visto en el aeropuerto. Aprisionaron sus labios y sus cuerpos, terminaron con cada centímetro disponible de distancia. Dejaban que sus lenguas se sintieran, que sus manos no dejaran de acariciarse.

—Eres un tonto —dijo Hermione, después de varios minutos, sin dejar de besarlo.

Ron tomó su rostro entre sus manos y la miró intensamente. Sentía que estaba en un sueño del que no quería despertar.

—Te amo, Hermione, y odio pensar que tú ames a alguien más.

Volvió a besarla, no podía dejar de hacerlo.

—Solo para que conste, Viktor es gay y ya te lo había dicho, solo que tú eres un tonto que no escucha.

Ron la miró un segundo y comenzó a reír, contagiando a Hermione segundos después. Ambos reían a carcajadas sin separarse demasiado.

—Odio pensar que te alejes. No quiero que lo hagas. No te vayas —pidió Ron después de un minuto de intensa risa—. Te amo.

—Yo te amo a ti. No tienes idea cuánto, pero te quiero a ti y solo a ti, y no quiero esperar a tener cuarenta para estar juntos. Eres mi amigo y siempre vas a ser mi mejor amigo, nadie jamás va a quitarte ese puesto, pero quiero intentarlo. ¿Podríamos intentarlo?

Hermione lo miró a los ojos, transmitiendo su intenso deseo por él.

—Hay que intentarlo —respondió Ron volviendo a besarla.

En ese momento lo supo. No importaba nada más, se tenían el uno al otro. Se amaban con locura. Ella era su mejor amiga, él era su mejor amigo y estarían felices porque se conocían mutuamente, sus defectos, sus virtudes, habían tenido las peleas suficientes para saber qué les molestaba, habían hablado demasiado para hablar sin decir palabras. Eran amigos, pero estaban seguros que no hacía falta intentarlo porque sabían que funcionaría e iba a funcionar.

FIN

¡Hola por última vez en este fic!

Bueno, después de 3 años he logrado terminar este fic. Realmente me siento muy melancólica con esto. Este fic me acompañó en muchas etapas importantes de mi vida y terminarlo siento que es dejar todo aquello en el pasado. Lo siento, estoy muy loca.

En fin, yo espero de verdad que les haya gustado el final y que de verdad hayan disfrutado el fic tanto como yo.

Quiero agradecerles a cada una de las personas que lo leyeron, que comentaron, que agregaron a favoritos. Infinitas gracias.

Bien, pues este es el final del fic, pero no de las historias.

Nos veremos en otra historia.

Los amo a todos.

¡MUCHAS GRACIAS!

Con amor,

LoveDreamer

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