Hola.
Free! Iwatobi Swim Club / Eternal Summer no me pertenecen.
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Se dice del amor no correspondido
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Resumen: Serie de historias de desamor, tragedia, malentendidos, peripecias dolorosas, desgracias y amores no correspondidos.
Advertencias: Es esa sensación de que uno imaginó una historia mejor, pero al final escribió algo mierda.
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Se dice del amor no correspondido
Cerrar la puerta con llave
Resumen: Makoto sí cierra la puerta con llave.
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Cerrar la puerta con llave
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No sabía.
No sabía, pero era obvio.
No sabía que había reglas de privacidad entre ellos, pero era obvio que habría.
La privacidad no era un concepto importante en su relación: vestidores y camerinos eran escenarios usuales, se desvestían delante del otro, Makoto estaba presente mientras Haruka se bañaba, Haruka le llevaba la toalla a Makoto cuando la olvidaba, se cambiaban de ropa en la misma tienda de campaña; tenían años de nadar juntos y de ser vecinos.
Además, su cercanía, su confianza, los dos eran hombres, tenían la misma edad, estaban acostumbrados a la desnudez de Nagisa… Haru jamás se imaginó que habría algo de Makoto a lo que él no tuviera acceso, aunque tampoco pensaba mucho en eso.
Hasta ese día, porque a diferencia de él, Makoto sí cerraba la puerta de su casa con llave.
Cabe mencionar que desde que Makoto vivía solo –y a pedido de la señora Tachibana-, Haru tenía una llave del apartamento. Ahora sabía que no debía usarla, que la casa de Makoto fuera como su segundo hogar, no quería decir que pudiera entrar cuando quisiera.
Había entrado al conocido apartamento de Makoto, sin avisar ni tocar, y los ruidos que escuchó del interior no lo alteraron, cuando, al menos, debieron alertarlo.
Sin prestar atención, sin preguntarse por qué, siguió los ruidos hasta la salita… hasta la mesita del desayunador, para encontrarse con una faceta de Makoto, en la que nunca había pensado y que no podría olvidar.
Makoto con el pecho descubierto y perlado en sudor se impulsaba hacia delante, con ritmo, las manos sirviéndole de apoyo en la mesa, y la mirada concentrada en el cuerpo bajo él.
El "ah, ah" provenía tanto de Makoto, como de la chica que estaba bajo él, con la espalda apoyada en el desayunador y una pierna enrollada en la cadera de Makoto.
Fue tal la intromisión de Haru, que pudo ver la expresión de Makoto cuando alcanzó el orgasmo. Y fue en ese preciso instante que Makoto levantó el rostro que vio a Haru.
—¡Ah, aha, Ha… Haruu!—gimió, medio despavorido.
Entonces, Haru hizo lo único que podía hacer. Huir.
Pero cuando puso una mano temblorosa en el pomo de la puerta para irse, se dio cuenta de que no podía huir. Tenía demasiado presente la escena: los movimientos constantes, el balanceo, la tensión de músculos, la concentración del rostro, la expresión de placer, los gemidos…
Necesitaba recuperar aire. Necesitaba rellenar el hueco en su estómago, detener el vértigo, sacarse de la cabeza a Makoto…
Su mano temblaba. Nunca había sido asiduo a la pornografía, pero sabía que nada de lo que había visto, de lo que había logrado excitarlo, era tan atrayente como el ritmo que había descubierto en Makoto, el movimiento de su cuerpo y la dedicación en su rostro…
—¿Haru?—escuchó la voz de una mujer, sonaba molesta—. ¿Me llamaste Haru mientras te venías?
—Eh. No… lo siento… Haru… estaba aquí.
—¿Tu hermanita nos vio?—exclamó la mujer asustada.
—No, no es mi hermana… cielos. No. No digas eso—dijo Makoto, rápidamente—. Era… un amigo.
Haru sintió su estómago torcerse y su alma irse. La mujer ni siquiera sabía quién era él, y notó para mayor desconsuelo que tampoco sabía el nombre de Ran. Makoto no le había hablado de él. ¡Makoto no le había hablado de él! Él… que lo conocía desde el jardín de niños.
Los oídos de Haruka siguieron procesando la discusión de la pareja en la cocina. Su corazón le daba la impresión que se movía como un oscilante y violento péndulo en un amplio espacio, porque Haru empezaba a sentirse vacío por dentro.
—¿Me vio otro hombre?
—Lo siento, dame un momento. Ve a mi habitación.
—¡Makoto! No puedo creerlo, qué vergüenza.
—Lo siento, Miki-chan.
El estómago de Haru volvió a torcerse. Pero no tenía tiempo para mortificarse. Makoto vestido solo con el pantalón apareció en el zaguán.
—Haru. Lo siento tanto—le dijo Makoto, con una expresión azorada. Tenía el cabello revuelto, los ojos brillantes, los labios rosados y el rostro perlado. Y su voz, su voz agitada.
—Fue mi culpa—murmuró Haru, lo miró directo a los ojos y se tragó el nudo de la garganta—. Debí avisar que vendría.
Makoto negó con la cabeza, apenado.
—Lo siento—repitió, sus mejillas aun más rojas, su cabello más despeinado, su voz... su voz cadente.
Haru miró el suelo. Entonces, vio junto a los zapatos de Makoto, los de una mujer. ¿Cómo no pudo verlos antes? ¿A caso de haberlos visto habría pensando que se encontraría a Makoto teniendo sexo con una mujer en la cocina? Probablemente, pensaría que se trataría de la señora Tachibana o de Rei con tacones.
Suspiró. Sabía que la sensación de calor y de deseo que lo embargaba sería más fuerte que la incomodidad por haber interrumpido un momento íntimo, la envidia por no ser el causante de la expresión de placer de Makoto, la angustia por descubrir que había una persona en la vida de su mejor amigo que él no conocía –ni quería conocer-.
—No sabía que tenías novia—lo dijo.
Y el mundo no se terminó.
—Oh—susurró Makoto, suavemente, y como aun estaba excitado por lo sucedido fue un sonido sexual, atractivo—. Eh—titubeó—. No es algo… serio. No es mi novia.
Eso sí que no lo esperaba. Pero, hace cinco minutos, no esperaba descubrir la vida sexual de su amigo en todo su esplendor. Haru nunca, ni en su fantasía más loca, se habría atrevido a imaginar el verdadero rostro de placer de Makoto, porque Haru a pesar de ser reservado con sus sentimientos, sabía que nunca podría olvidarlo.
—No sabía—murmuró Haru, con el ceño fruncido.
Eso era un reclamo.
¿Por qué Makoto no le había contado que tenía sexo con una mujer? ¿Por qué le molestaba tanto que tuvo que verlo, que verlos, para descubrirlo? ¿Por qué él no fue capaz de intuirlo? ¿Por qué sentía que no conocía a Makoto?
Sin embargo, Makoto entendió que era una invitación a hablar. Si Haru quería saber…
—Ah, Haru. Es tan genial. Siento un peso irse de mis hombros. Quería decirte, pero no sabía cómo—Se pasó la mano por el cabello, desordenándoselo aun más, y le sonrió abiertamente. Haru pensó que debería estar prohibido sonreír de esa forma sin camisa—. Nosotros nunca hemos hablado de estos temas, y no quería incomodarte. Así que realmente me alegro de que lo hayas visto. ¡Oh! No lo digo porque me gusten esas cosas. No me gusta que haya personas viendo cuando…—Negó con la cabeza, las mejillas rosas, su pecho desnudo, el botón del pantalón cerrado de forma apresurada, probablemente no llevaba ropa interior—. Solo digo que es bueno que lo hayas visto y yo no haya tenido que contarte… A veces, quería contarte, pero no quería disgustarte. Es decir: es tan genial hacerlo, y algunos días solo puedo pensar en eso… y tengo tanto miedo de decirte algo inadecuado…
Para suerte de Haru, la muchacha era impaciente. Y Haru estaba tan molesto consigo mismo que comprendió la molestia de la mujer. Él estaría furioso si Makoto lo dejaba solo después del sexo para irse a hablar con un amigo, porque justo eso era lo que pasó a él: Makoto lo dejó solo, a él, que lo conocía de toda la vida y que eran los mejores amigos, lo apartó de algo tan crucial como sus actividades íntimas, para irse a tener sexo con una mujer, que ni siquiera sabía cómo se llamaba la hermana de Makoto.
Por supuesto, cuando Haru se fue, dejó la llave del apartamento de Makoto donde debía estar, en la mesita de la entrada y no junto a sus propias llaves ni en su llavero de delfín. Miki-chan no logró que Makoto sonriera cuando el hombre vio las llaves en la mesita, junto a la pecera de su pez payaso.
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Su siguiente encuentro fue incómodo.
Para desgracia de Haruka, la incomodidad por la recién descubierta vida sexual de Makoto no terminó con la breve conversación en el zaguán después de haber descubierto la expresión orgásmica de su amigo. Sino que la expresión continuó en la mente de Haru por varios días, y Makoto hablantín como siempre, retomó el tema en su próximo encuentro. Y Haru pensaba cada vez más en Makoto teniendo sexo, ya sea porque Makoto lo mencionaba o porque él lo imaginaba.
Y la tortura se repetía cada vez que estaban solos. Porque realmente nada cambió entre ellos. Salvo que ahora hablaban de sexo. O para mayor precisión, Makoto incluyó el tema sexo en sus monólogos.
—Solo puedo pensar en eso.
Y hablar, agregó mentalmente Haru.
—Es tan placentero. Ellas son tan estrechas y suaves.
¿Ellas son? ¿Qué no era solo una? ¿Tenía otras parejas? ¿Desde hacía cuándo? ¿Con cuánta experiencia hablaba?
—¿Sabes, Haru? Me hacía tanta falta esto: tener a alguien con quien hablar. Porque no es algo que podría hablar con mis compañeros, ellos siempre son vulgares y no quiero irrespetar a las mujeres con las que he estado. Pienso que no es ético compartir lo que hago con ellas. Pero tenía que sacármelo. Me alegra poder contártelo a ti. Contigo siempre es fácil hablar.
Makoto se abstraía tanto que ni siquiera le prestaba atención a la expresión de tristeza de Haru cada vez que el tema sexo, con número indeterminado de mujeres, surgía. Y es que Haru no sabía qué era peor: si el esfuerzo desorbitado de su mente por intentar no entender las palabras de Makoto o el cálculo ingrato que hacía tratando de descubrir con cuántas mujeres había dormido, cuáles noches, cuánto duraban, cuántos orgasmos habría experimentado, cuántos condones habría gastado…
—A veces me preocupan. Digo, apenas nos estamos conociendo, y aceptan ir a mi apartamento. ¡Yo podría ser un asesino! Pero me han dicho que les parezco confiable, que por eso aceptan. Bueno, no es que me queje. Pero no me gustaría que Ran o Ren se vayan a la casa de una persona que apenas saben el nombre.
Makoto duerme con mujeres que ni siquiera conoce bien, mujeres que ha visto esporádicamente, que alguien le ha presentado, que apenas sabe a qué se dedican o cuál es su nombre completo: la muchacha del programa de intercambio que estaba de paso por la ciudad, la prima de un vecino, la mesera de un bar, la primera chica que le habló en su clase de cine...
Personas que no sabían que Makoto le temía a la oscuridad y a los fantasmas, que no sabían que casi perdió la vida en el mar, tampoco sabían el sabor de la comida de la señora Tachibana ni cómo sonaban los estornudos del señor Tachibana. Personas que no conocían a Makoto como Haru lo conocía, porque Haru había estado quince años al lado de Makoto, y tantos años de amistad solo le habían servido para descubrir que Makoto prefería enrollarse con una desconocida antes que pensar en él como algo más que un amigo…
—¿Crees que esté mal pensar siempre en sexo? Antes, algunos compañeros me parecían molestos porque solo hablaban de sexo, pensaba que solo tenían eso en su mente. Haru, pero a veces, solo tengo eso en mi mente. ¡Soy terrible! ¿Crees… Haru, crees que soy un pervertido?
Haruka pestañeó. Makoto parecía realmente consternado y atribulado. Haruka volvió a sacudir lentamente sus pestañas. Por un momento quiso decirle que desde que lo vio, desnudo, en la cocina de su departamento, penetrando a una mujer, no había podido dejar de pensar en él, en estar en esa misma situación con él. Que eso tenía que ser un pensamiento normal, porque lo acosaba a todas horas, que ya era parte de su día normal.
—No creo que seas uno—murmuró Haruka, y se felicitó a sí mismo por su aplomo. Estaba seguro de que no cualquiera podría soportar estar delante de la persona que le gustaba sabiendo que nunca podrían estar juntos por tanto tiempo como él había soportado… como él estaba soportando.
—Es normal, ¿no?—respondió Makoto, y por un momento se veía tan dudoso como Haruka se sentía—. Es por la edad, un asunto de hormonas.
—Seguro por ser tan alto eres una bestia del sexo.
No supo por qué lo dijo, pero supo que debía. La reacción de Makoto valió la pena. Sus ojos tan abiertos, y Haru alegre de ser –otra vez- lo único que se reflejaba en las pupilas, y después Makoto echó la cabeza levemente hacia atrás y soltó una carcajada. Haru no pudo hacer otra cosa que reír con él.
Al caer la noche, en la soledad de su siempre sola habitación, después de haber eyaculado gracias al Makoto de su mente, Haru trató de encontrar el momento en que él dejó de ser lo más importante para Makoto, lo único que se reflejaba en sus ojos: ¿cuándo...?
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Haruka Nanase se trataba de convencer a sí mismo de que había superado la orientación sexual de su amigo, sus sentimientos no correspondidos y la larga lista de mujeres con las que Makoto había dormido. Sin embargo, era lo suficientemente perceptivo como para saber que la pena y los celos que sentía cuando Makoto dirigía sus ojos a cualquier otra persona que no fuera él significaban que aún tenía el corazón roto.
—Haru, ella quería que la atara. No estaba listo para eso…
Oh. El corazón de Haru tampoco estaba listo para esa confesión. En ocasiones como esa, cuando se demostraba lo estrecha que era la confianza entre ellos, Haru maldecía la intimidad que tenían tanto como maldecía la desdicha de haber entrado a la casa de Makoto sin tocar la puerta.
Porque una cosa era descubrir que el hombre que amaba besaba a otras personas que no eran él, y otra muy diferente era descubrir cómo las besaba. Las descripciones de Makoto en acción eran como recordar con muchísima fuerza la expresión orgásmica cuando lo descubrió eyaculando dentro de una mujer. Pensaba que ya podía lidiar con esa imagen, pero Makoto comentándole sus hazañas, sin hacerlas parecer hazañas, claro está, era igual a imaginarlo eyaculando dentro de él. Y Haru, ahora sabía, que ese tipo de pensamiento no estaba bien. Ellos no tenían tal intimidad. La puerta de la casa de Makoto no estaba abierta para él.
—Bueno, pero eso lo sabes—dijo Makoto, y sacó a Haru de sus penosos pensamientos.
Haru frunció el ceño. Había perdido el rastro de lo que Makoto decía, así que no entendía bien por qué Makoto estaba tan rojo y evitaba el contacto visual.
—¿Lo sé?—se aventuró a decir, escogiendo la frase más corta que pudiera.
La sonrisa que Makoto le dirigió era tímida, pero a Haru le pareció ver cierta tristeza y decepción.
—Claro, lo sabes—dijo con un tono de voz bajo. Ante la expresión de desconcierto de Haru, Makoto se puso muy incómodo. Las actitudes que tomaba cuando no quería hablar de un tema, y Haru sabía lo que vendría, un suspiro y una confesión: como cuando le dijo que le temía al mar, que era sinsentido nadar sin él, que se iría a estudiar a Tokio—. No digo que sea exactamente igual acostarse con un hombre que con una mujer, pero… bueno, lo que importa es que te excite.
El comentario de Makoto desubicó tanto a Haruka como cuando le confesó que se iría a Tokio. Primero, porque parecía estarse refiriendo a que Haru sabía cómo era tener sexo con un hombre; sin embargo, había algo más que se llevó toda la atención de Haruka: algo que, simplemente, no concordaba con Makoto, con el Makoto que él conocía desde el jardín de niños.
¿De verdad Makoto dijo que lo importante era estar excitado?
El Makoto que él conocía diría que lo importante era el lazo que los unía, conocer a la persona, sentir que compartían un momento valioso, que no tendría sentido si fuera de otra forma, que no tendría sentido si fuera con otra persona, que debían hacer buenas memorias juntos, que podrían llegar hasta donde quisieran juntos…
El Makoto que él conocía diría: "No tiene sentido si no estás".
—Haru—continuó Makoto, incómodo, medio tartamudeando, medio sudando, medio ignorándolo—. Todos estos días he estado incomodándote, ¿no? Por supuesto que no quieres saber cómo lo hago con chicas, y además nunca te he preguntado qué haces tú. Oh, Haru, he tenido tanto miedo de pedirte consejo y a veces solo hablo sin parar, sin pensar, y tal vez solo debería dejar que me cuentes tus experiencias…
Haru desde hacía mucho tenía el ceño fruncido. ¿Por qué Makoto querría que le diera consejos? Era obvio que Makoto era el único con una vida sexual activa.
—¿Por qué me pedirías consejo? —Makoto se balanceó levemente en su asiento, pero no respondió, así que Haru continuó, con un reclamo, justo como cuando le reclamó a Makoto que arreglara primero sus cosas antes de meterse con las de él—. Yo no he dormido con la mitad del vecindario.
—Haru—dijo Makoto por inercia, con un timbre agudo en la voz y la herida en los ojos—. No… no—entonces frunció el ceño, por un momento, dejando ver su molestia—. Pero empezaste antes.
—¿Qué?
—Tú… y Rin… cuando fueron a Australia. Estábamos en secundaria.
Haru abrió los ojos. En su mente, se recreó el momento exacto en que él dejó de ser lo único que se reflejaba en los ojos de Makoto. Fue aquella vez, después de su graduación, en una noche que estaban en su casa comiendo sandía, Nagisa empezó a hacer preguntas tan engañosas que Haru y Rin terminaron confesando que habían compartido una cama en Australia.
—No—dijo, y más bien sonó como un gruñido.
—¿Haru?
—No. Nunca he dormido con Rin. Ni con ninguna otra persona.
—Ah—suspiró Makoto, y por unos largos minutos el más denso silencio jamás formado entre ellos invadió la sala donde estaban.
Haru se atrevió a alzar los ojos, a quitarlos del líquido verdoso de su bebida, y la expresión que encontró en Makoto le inquietó. Lo veía como si se arrepintiera, como si quisiera devolver el tiempo, cambiar su pasado, haber dicho mil cosas que prefirió callar. Makoto parecía tan roto como él.
—Siento haber creído que algo pasó entre ustedes.
—Yo lo siento más.
...
Esta historia continúa.
Hola.
Gracias por leer. También gracias a las personas que leyeron el primer capítulo, guardaron en favorito o pusieron alerta. Un enorme agradecimiento a quienes dejaron review. Es muy importante para mí conocer sus impresiones.
Esto les juro que sonaba mejor en mi cabeza. Sin embargo, después de analizarlo, llegué a la conclusión de que esta es la única forma que tengo de escribir lo que imagino. Y bueno la idea es mejorar cada día.
Eso sí, espero que les haya agradado o al menos entretenido un rato. Ojalá me puedan dar su opinión.
Gracias por todo.
Nos leemos.
(。・_・。)
