Hola.

Free! Iwatobi Swim Club / Eternal Summer no me pertenecen.


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Se dice del amor no correspondido

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Resumen: Serie de historias de desamor, tragedia, malentendidos, peripecias dolorosas, desgracias y amores no correspondidos.

En otras palabras: yo imaginándome que tanto los padres de Makoto como los de Haru han sido negligentes.

Advertencias: Padres. Y es difícil ser padre.


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Se dice del amor no correspondido

Familia

Resumen: La familia es un espíritu libre.


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Familia

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—Haru-chan, mamá dice que ahora podrá estar más tiempo conmigo.

Cuando Makoto le dio esa noticia a Haruka, este no se imaginó que ese sería el único tema de conversación posible por varios días.

La emoción de Makoto enojó a Haruka, cuya madre, de vez en cuando, también decía eso y unos días después, se despedía de él con un beso rápido antes de abordar un taxi que la llevaría al aeropuerto.

A Haru no le molestaba que su madre lo dejara al cuidado de su abuela, cada vez más seguido; no le molestaba haberse despedido de ella muchas más veces que otros niños de su edad; ni siquiera le molestaba la promesa vacía de los adultos quienes aseguraban que tendrán más tiempo libre, pero más bien cada día estaban más ocupados.

Lo que realmente molestaba a Haruka era saber que ya no podría estar tanto tiempo con Makoto. Si la señora Tachibana cuidaba de su hijo, entonces no habría ninguna razón para que Makoto se quedara con él después de la escuela.

Makoto se había vuelto como un miembro más de su familia, desde que un martes por la tarde, la señora Nanase aceptó el pedido desesperado de la señora Tachibana de cuidar de su pequeño hijo. Y resultó para las dos familias que era mucho más sencillo cuidar de los dos niños al mismo tiempo.

Exactamente, Haru no sabía qué mantenía ocupada a la señora Tachibana, pero agradecía que estuviera ocupada y que el padre de Makoto trabajara en otra ciudad y regresara tarde a casa. De vez en cuando, Makoto hasta se quedaba a cenar a su casa, y no se quejaba cuando le servían un filete de macarela.

Makoto hablaba y hablaba de las actividades que haría con su madre: que cocinarían, que navegarían, que contarían nubes, que caminarían todos los días a la playa en búsqueda de una concha de siete colores, que pintarían soles…

Y Haru sabía que él no podía competir contra eso.

La mujer era un sol, y era difícil luchar contra ella por la atención de Makoto. A veces, hasta el mismo Haru se encandilaba y encantaba con ella, y, en una ocasión, le confesó a su abuela que le gustaría que la señora Tachibana también fuera su mamá.

Cuando la señora Tachibana estuviera todo el día en casa, Makoto le daría sus atenciones, y Haru quedaría en el olvido. Makoto lo dejaría, como lo había dejado su padre, cuando decidió que trabajaría en Singapur; como lo dejó su madre, cuando decidió que había mucho mundo por descubrir pero poco espacio para niños pequeños en ese mundo; y como lo dejaba su anciana abuela que cada vez más seguido caía en profundos sueños.

La exasperación de Haru por saber que pronto se quedaría solo, sin tener a alguien con quien jugar y alguien quien le diera sonido de risas a sus días, alcanzó para alegrarse cuando se dio cuenta de que pasaban los días y nada había cambiado entre ellos: la señora Tachibana seguía igual de ocupada, la señora Tachibana no tenía tiempo para Makoto.

Cierto que Makoto no perdía la esperanza, y Haru debía morderse la lengua para no decirle que esperaba en vano.

Sin embargo, el enojo de Haru se convirtió en arrepentimiento y culpa cuando vio a Makoto llorar, desconsolado, porque su madre se iba.

Regresaba del mercado, con su abuela, cuando encontraron a la familia Tachibana fuera de su casa, y en una pequeña escena.

Makoto estaba en el suelo, con un brazo se sostenía de la pierna de su madre y con la otra mano se agarraba fuertemente de la baranda de los escalones que llevaban a su casa, con lo que impedía que su madre pudiera moverse.

—Vamos, campeón, ya estás muy grande para llorar así—decía el señor Tachibana, que estaba arrodillado ante el niño y soltaba de uno en uno los dedos del niño que estaban blancos de tanto esfuerzo.

No se entendía bien lo que Makoto decía, mientras lloraba, pero todos lo podían sentir: "No te vayas", "me prometiste que estarías conmigo", "por favor"; y el rostro de la señora Tachibana, pálido, no ayudaba a digerir la culpa que Haru sentía por haber deseado que la señora Tachibana no tuviera tanto tiempo para compartir con Makoto.

Con cada dedo que el señor Tachibana lograba separar de la baranda, Makoto gritaba más fuerte.

La anciana Nanase debió intervenir, dejó la bolsa del mercado en el suelo y se acercó un poco a la entrada de la casa de sus vecinos.

—Mako-chan—tironeó suavemente del hombro del niño—.Tu madre tiene que trabajar: tu tía está muy enferma y realmente necesita de su hermana en estos momentos.

Makoto se rindió. Soltó a su madre y sentado en la grada, metió la cabeza entre las rodillas.

—Será mejor que te vayas pronto—le dijo el señor Tachibana a su esposa, y le tendió la maleta.

La mujer asintió, hizo una leve reverencia ante la anciana Nanase y se marchó rápidamente, sin alzar la cabeza.

—Si quieres puedes venir a jugar con Haru-chan—Sonrió la anciana, cuando la señora Tachibana dobló la esquina.

—Quiero a mi mamá—hipó Makoto, sus hombros se sacudían levemente.

—Makoto. Compórtate—Lo regañó a su padre—. Ya no eres un niño pequeño para que nos hagas esto.

—Solo quiero estar con mi mamá—dijo con la voz ahogada.

—Si sigues llorando, no saldrás a jugar.

Makoto alzó los ojos hacia Haru, quien inmediatamente, volteó el rostro, incómodo.

Makoto siempre lloraba. Haru lo había visto tantas veces llorar que a veces le exasperaba, que lo dejaba solo, que le decía molesto que dejara de llorar. Pero esta vez Makoto se veía mal, con su rostro regordete lleno de manchas rojas y blancas, con caminos de lágrimas y mocos, con arrugas y con el dolor pintado en el lienzo donde nadie creería que se dibujaba la más linda sonrisa.

—Qui.. qui…

Makoto no pudo continuar. El llanto, escandaloso, triste, volvió a tomarlo. El señor Tachibana lo tomó del brazo y lo subió dos escalones hasta hacerlo entrar a la casa.

—No saldrás hasta que dejes de llorar—sentenció.

—Haru-chan, ¿qué tal si buscas al gato de la señora Tamura? Eso siempre alegra a Makoto—dijo la anciana. Y Haru queriendo alejarse de Makoto, asintió y se fue corriendo. Además, sabía dónde estaba el gato y su abuela tenía razón.

—Todos los niños quieren estar con su mamá—dijo la anciana Nanase a su vecino.

—Sí—murmuró el señor Tachibana, se sentó en uno de los escalones, cansado—. Hicimos lo que usted nos aconsejó, Nanase-san. Le hablamos como igual, le dimos razones. Él sabe que su tía está enferma y que necesita de Nagumi, pero, simplemente, no quiere entender razones. Nunca entiende de razones, y siempre está llorando. Ya no sabemos qué hacer con él—suspiró—. Si tan solo dejara de comportarse como un niño pequeño—miró el camino empedrado y agregó, con curiosidad—. Haruka nunca llora.

La anciana asintió. Ella, a veces, hasta pensaba que Makoto lloraba por Haruka.

—Tal vez tiene miedo de parecerse a Haruka, que nunca está con su mamá—murmuró la vieja mujer, más para ella misma que para su escucha.

Y antes de que sucediera algo más, Haru regresó con un gato atigrado entre sus brazos.

El padre de Makoto se levantó y se asomó por la puerta de su casa, desde el interior llegaba el llanto agitado de Makoto.

—Lo siento, Haru-chan. Makoto no podrá salir a jugar hasta que aprenda a comportarse mejor.

Haruka pensó que eso no sucedería pronto.

Sin embargo, una hora después, el señor Tachibana y Makoto, con la cara aun roja de tanto llorar, tocaban a la puerta.

—Ah, Nanase-san—dijo el hombre, después de una leve inclinación de cabeza—. Me necesitan en el trabajo, ¿será posible que pueda cuidar de Makoto? Ya está un poco mejor. Y tal vez si está aquí, olvide todo lo que pasó.

Haruka antes de ir a la sala donde su abuela y Makoto estaban, buscó en el patio al gato de su vecina, pero ya no estaba. Arrastrando los pies, entró a la salita para encontrarse con su abuela abrazando a Makoto que continuaba llorando.

Haru se preguntó si Makoto estaría triste porque temía parecerse a él, cuya madre siempre estaba lejos. Tomó aire, y decidió a mostrarle a Makoto que estaba bien tener a las mamás lejos.

.O.o.O.

La abuela Nanase era la persona favorita de Haruka. Tanto le gustaba estar con ella, que hasta le gustaba cuando la mujer, sin espacio en su piel para una arruga más, caía en uno de sus profundos sueños.

Haru aprovechaba que dormía para salir a jugar afuera. Makoto solía titubear, simular que se quedaría en casa, para en el momento en que Haru alcanzaba el töri de la entrada, gritar un "espérame" y correr hacia él.

Iban al río, a la playa, al templo, a los callejones, al parque, a la estación de trenes. Iban hasta dónde quisieran, y se divertían explorando Iwatobi.

Hasta que la señora Nanase descubrió que los niños se escapaban, y que ya su suegra no podía cuidarlos.

La tarde que descubrieron sus salidas a escondidas, los padres de Haru hablaron casi tres horas por teléfono; mientras que los de Makoto lloraron como si hubieran perdido a su hijo.

La señora Nanase, preocupada, de que sus vecinos se enfadaran con su suegra, trató de intervenir, alegando que no había sucedido nada grave, que era normal que los niños quisieran explorar, que sabían cuidarse.

Makoto se puso nervioso al escuchar la conversación de los adultos, y empezó a temer que ya no los dejaran jugar juntos. Cuando se dieron cuenta, los dos niños tenían lágrimas en los ojos.

Los adultos corrieron a consolarlos, asegurándoles que no estaban enojados, que solo se preocuparon, y les agasajaron con chocolate caliente y malvaviscos. Y mientras disfrutaban su bebida, la señora Tachibana, con Makoto en su regazo, convenientemente alejado de Haru, les contó:

—Solíamos olvidarlo. Al principio, ninguno parecía estar listo para ser padre. Cuando vinimos a vivir aquí, nos gustó el callejón de escaleras, así no podríamos tener auto y correr el riesgo de dejarlo olvidado en el auto.

Haruka pensó que su madre comentaría que él solía escaparse al patio cuando llovía, pues era un reclamo-comentario que su madre siempre hacía cuando hablaban de mal comportamiento de los hijos. Sin embargo, el silencio de su madre, le hizo comprender que no era una conversación sobre mal comportamiento de hijos; sino de mal comportamiento de padres.

El señor Tachibana, con la mano en la barbilla, agregó:

—Lo más grave fue cuando lo olvidamos en el pueblo vecino. Teníamos que cambiar el recinto electoral y hacer otros mandados en el municipio, así que Nagumi y yo decidimos separarnos para cubrir la mayor parte de oficinas en el menor tiempo posible. Al final, yo pensé que Makoto estaba con Nagumi, y Nagumi pensó que estaba conmigo. Nos dimos cuenta de que lo habíamos dejado hasta el lunes en la mañana cuando no lo encontramos en su cama.

—Por suerte, un amable pescador cuidó de él, por tres días. No sé qué hubiéramos hecho si ese anciano no encuentra a Makoto.

—Perdimos a Makoto por tres días, pero ganamos un excelente amigo.

Y mientras su madre comentaba algo, Haru pensó que ya entendía por qué Makoto había llorado tanto cuando su madre se marchó por unos días a cuidar de su pariente. Makoto tenía miedo de volver a quedarse solo.

Haru pensó en todo lo que podría hacer si pudiera quedarse solo, sin saber que ese pensamiento también le sería concedido dentro de poco.

.O.O.O.

La puerta de la casa de sus vecinos estaba cerrada, y Haruka Nanase la veía con el ceño exageradamente fruncido. Hacía más de cinco minutos que había tocado el timbre, y aun nadie le abría.

—Pasa, Haru—le dijo Makoto, algo apresurado, después del segundo toque de timbre.

Haru no quería pasar; sin embargo, Makoto no le dio muchas opciones, pues se adentró en la casa sin darle tiempo de contarle sus planes. Así que apresurado se quitó los zapatos y lo siguió hasta la cocina.

Al atravesar la sala, Haru notó que hacía falta algo.

—Makoto, ¿dónde están tus papás?

—No están—murmuró Makoto, y Haru no necesitó más. Era un buen día para salir a divertirse en el río. Se devolvió y se sentó en el zaguán para ponerse sus zapatos—. Haru, ¿ya te vas?—lo llamó Makoto, preocupado.

—Nos vamos—aclaró Haru—. Iremos al río.

Makoto no titubeó ni un momento cuando dijo:

—No puedo salir.

—Tus padres no están.

El razonamiento de Haru era sencillo. Sus padres no estaban, los de Makoto tampoco; podrían irse a dónde quisieran sin que nadie les dijera algo.

Sin embargo, la respuesta le llegó a Haruka en forma de un llanto.

—No puedo ir contigo—murmuró Makoto, retrocediendo hasta volver a la cocina. Haru suspiró y dejando de lado sus zapatos, lo siguió, pendiente del ruidito agudo que provenía del segundo piso—. Lo siento, Haru—le dijo Makoto, alzando un poco la voz y con la cabeza peligrosamente cerca de una olla en la que calentaba dos biberones—. Tal vez, Nagisa o Zaki estén libres y puedan ir contigo. Si quieres puedes usar el teléfono de la sala para llamarlos.

—¿Dónde están tus padres? —volvió a preguntar Haru.

Él sabía dónde estaban sus padres. En Singapur. En algún lugar de Singapur. Sabía en cuál vuelo regresarían. Sin embargo, desde hacía varias semanas no sabía dónde estaban los padres de Makoto.

Había escuchado que con el nacimiento de los gemelos, el señor Tachibana aceptaba trabajar horas extra, y que la abuela de Makoto había enfermado tan gravemente que la señora Tachibana debía cuidarla, varios días a la semana. Que por eso Makoto, después de la escuela, no podía salir a jugar.

—No sé—respondió Makoto, tanteando con la punta de su dedo el calor del agua.

—Tienes 11 años—dijo, con obviedad, Haru.

—Lo siento mucho, de verdad. Me gustaría ir a jugar contigo, pero hoy no puedo.

—No has podido en toda la semana.

—Te recompensaré, Haru. Perdóname.

Haru suspiró. Llevaba semanas sin salir, porque Makoto siempre estaba ocupado en su casa. De hecho, ese día por aburrimiento fue a buscarlo para jugar juntos…

—Podemos quedarnos aquí—decidió y dejó de pensar en sus zapatos.

—¿Mn? —murmuró Makoto, algo distraído. Tomó los dos biberones y subió los escalones hacia la habitación de sus hermanos menores.

—Podemos jugar aquí—repitió Haru que caminaba tras él, arrastrando los pies.

—No sé, Haru—murmuró Makoto, acercó el biberón a la pequeña boca de su hermano menor—. A mis padres no les gusta mucho que juegue cerca de ellos.

Haru se guardó el comentario de que sus padres no estaban, pero entendía la preocupación de los señores Tachibana, dado que usualmente jugaban con agua, de peleas, y Makoto era escandaloso.

El bebé rechazó el biberón y comenzó a llorar.

Haru se acercó y lo alzó. Makoto abrió la boca pero no dijo nada. Tenía la orden expresa de no alzarlos, pero ya no sabía qué hacer para que dejaran de llorar, así que agradecía contar con Haru, y su desobediencia, en esos momentos, pues Ren dejó de llorar.

—Podemos jugar a cuidarlos—sugirió Haru, mientras acunaba entre sus brazos al bebé y pensaba que no era tan diferente a un gato.

—Creo que ese juego se llama casita.

Haru asintió.

—Dale el biberón. Luego nos ocuparemos de Ran.

Y los dos cuidaron de los niños.

.O.o.o.

—"Makoto" no es una razón para quedarte aquí.

Esa simple frase, fue lo que años después, el señor Nanase diría que inició el quiebre de la relación con su único hijo.

Si bien ya había cierto distanciamiento, esa frase fue el quiebre, la última gota. El señor Nanase no conocía a su hijo, y no tendría la oportunidad de conocerlo.

Por razones de trabajo, no veía mucho a su hijo y cuando lo veía se daba cuenta de que no le gustaba que lo tocaran y que tenía pequeñas obsesiones que a él le parecían graciosas y cuando se reía de ellas su esposa le hacía mala cara.

El término de su insípida relación de padre e hijo ocurrió cuando "Makoto" fue la razón que Haruka dio para explicar por qué no quería irse a vivir a Tokio.

Y después de la cortante respuesta vino una escena que a la familia Nanase les recordó los días cuando Haru tenía tres años y trataban de sacarlo de la bañera.

—No hagas esa cara—dijo el señor Nanase, después de darse cuenta de que la risita que soltó al escuchar la excéntrica respuesta de su hijo no fue correspondida.

Pero las cejas exageradamente fruncidas y los labios prietos de Haruka, tan parecidos al rostro enojado –enojadísimo- de su madre, serían la expresión de su hijo, por el resto de su vida, sino accedían a sus caprichos…

Haruka, con el desafío brillando en sus ojos, empujó lejos el plato de macarela, sin tocar. Y hasta la señora Nanase volteó los ojos cuando a su esposo se le ocurrió decirle al muchacho:

—No hagas un berrinche.

Haruka, por supuesto, hizo ademán de levantarse e irse, pero un movimiento de su madre, lo impidió.

Y el señor Nanase, ya un poco desesperado y olvidando que presionar a su hijo nunca había sido buena idea, continuó:

—Cielos, Haru. Creí que ya no te comportabas así. Tienes 14 años. Además, estamos hablando de vivir en Tokio. ¡Es la capital del país! Cualquier chico querría irse de aquí para vivir en Tokio.

Esta vez fue la señora Nanase quien apartó su plato y con ojos tan expresivos como los de su hijo, le comunicó a su esposo que debía cambiar la estrategia o no lograrían nada.

El señor Nanase soltó un largo suspiro y acomodó diferente sus piernas.

—Esto es difícil. En esta casa, vivió mi madre, aquí crecí yo—miró a su esposa, quien asintió, conforme—. En esta casa, en esta ciudad, está parte de nuestras vidas. Pero para mantener a la familia, necesitamos trasladarnos. La compañía abrirá una sucursal en Tokio, ya no tendré que viajar a Singapur—dijo con una gran sonrisa—, y podremos vivir juntos. Haru. Es mi oportunidad para regresar a casa y encontrarme a mi familia. Es nuestra oportunidad para vivir juntos.

—No.

El señor Nanase bufó. Cuando algo se le metía en la cabeza a su hijo, no había nada que pudiera hacerlo cambiar de opinión y ya se estaba lamentando haberle consultado cuando pudo haber tomado una decisión draconianamente y solo llevárselo. Si hasta había escogido un departamento con una bañera enorme.

—¿Y quién es esa Makoto? ¿A caso es tu novia que no quieres dejarla? ¡Conseguirás otra novia en Tokio!

Con eso, Haru decidió que ya no escucharía más y se fue.

—Cielo—dijo la señora Nanase, con voz calmada—. Makoto es el hijo mayor de los Tachibana. Compañero de Haru de la escuela.

—Claro, el muchacho alto que vimos temprano. No pensé que fuera el niño pequeño de Nagumi-san. Ya es todo un hombre—volvió a suspirar, cansado—... Y la razón por la cual Haru no se quiere ir de aquí.

—Sé más justo con Haru, por supuesto que tiene más razones para no querer irse.

—¿Cómo qué? Me dijiste que el club de natación cerró y que tampoco asiste al club de su escuela, que perdió el contacto con varios de sus amigos y no participa en actividades de ningún tipo. ¿Qué podría interesarle de Iwatobi? Inclusive, estar en Tokio podría beneficiarle más.

.O.o.O.

El plan de Haru era subir hasta el Templo mientras sus padres continuaban discutiendo su vida y su relación con Makoto en la sala. Sin embargo, el motivo de discusión lo interrumpió.

—¡Haru!—lo llamó Makoto, y con una sonrisa alegre y sincera, le dijo—. Me alegra que tu padre esté en casa.

—A mí no.

—Haru. No digas eso. Tenías mucho tiempo sin verlo—le dijo Makoto, siempre apagando el incendio, ofreciendo una frase amable. Además, no tardó mucho en alcanzarlo en el camino que subía.

—No lo extraño.

—Haruuu—lo regañó, suavemente.

—No digas nada. No sabes a lo que ha venido. No trates de defenderlo.

Makoto frunció el ceño, y con decisión le dijo:

—Es tu padre, Haru. Y te ama. Además, todo lo que hace es por el bien tuyo y de tu madre.

—No quiero oírte hablar de algo que no entiendes.

—¿Te… te irás a otra escuela?

Haru volteó el rostro. Y Makoto se metió las manos en los bolsillos, entristecido.

Llegaron a la parte alta de la montaña, envueltos en un frío silencio. Se sentaron, uno al lado del otro, con la espalda apoyada en el muro de piedra del Templo, y observaron el cielo nublado.

—No iré a Tokio. No iré a ninguna parte—decidió Haruka. Y por un momento hasta pensó que tampoco se iría a Australia, por nada del mundo.

—Haru—sollozó Makoto, con alegría—. ¡No sé qué haría si fueras a Tokio!

—No importa. No iré.

Esta historia continúa.


Hola.

Muchas gracias por leer. :)

La idea era usar algunos temas canon: como la partida de los padres de Haru y el amigo pescador de Makoto. Está dividido en tres momentos, cuando tienen 8 años, después 11 y 14. Me da mucha curiosidad saber los nombres de los padres tanto de Makoto como Haru, (¿hay información al respecto?) y conocer más de la abuela de Haru, apuesto que si hubiera leído con más cuidado High Speed sabría. Pero bueno estamos para inventar y, ya saben, darle color a su infancia. Me imagino que Haru vivió un tiempo al cuido de su abuela y que falleció antes del relevo. Tal vez cuando tenía entre 8 y 10 años. Y que los gemelos nacieron después del relevo. ¿Alguien sabe cuántos años tienen?

En fin...

Les agradecería montones si me puedan contar su opinión de este momento.

También besos y abrazos (de Makoto) a las personas que comentaron el anterior. Es muy importante para mí conocer su opinión, y les agradezco que se tomen el tiempo para hacerlo.

Un abrazo, que estén bien.

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PD: En el próximo, serán adultos otra vez. Y ya no tengo más de infancia.

(。・_・。)