Este es un fic que hago a medias con la autora Lica. Me surgió la idea de una serie que vi de bandas y la invité a ella para que escribiéramos juntas. Ella la publicará en portugués y yo en español. Desde ya, les agradecemos que nos lean y os recuerdo que Rurouni Kenshin no nos pertenece. Si fuera el caso, las chicas no existirían porque ellos serían nuestros. jajajajaja Tampoco ganamos nada escribiendo, o seriamos ricas. XD La trama si es nuestra. ;)
Y… aquí estamos con un nuevo capítulo.
Antes de nada, agradecimientos por los Follows, los Favs y los Reviews y por supuesto, nuestra contestación a todas aquellas que os habéis molestado en darnos vuestra siempre agradable, bienvenida y querida opinión:
SiaE: Hi, beautiful ... How nice to have a reader who speaks English ... Where are you from? Well ... I don't know about Kaorumar, but I haven't had this pleasure of having an English-speaking reader before, so excuse me for the enthusiasm. :D I'm really happy that you are enjoying this work. It's really fun to write it. And I'm super happy that you're enjoying their chemistry. * U * I think Kenshin will have a heart attack when he discovers more ... But we will have some ideas in this chapter. ;) Do you know that I love Shishio and Yumi too? That must be why I put so much effort into writing this scene. I like their romance. :D And yes ... Shishio before the incident was a total charm. * U * I hope you enjoy this update and keep giving us your opinion because I loved receiving it ... But how come you didn't participate in the challenge? O.o I hope you will participate in the next one. Kisses. By Lica.
Nothing more to add to Lica's words. You know I love receiving your reviews. I hope you like this chapter and leave us your nice opinion. Thanks for comment. By Kaorumar.
Taishou: Hum… Aqua? Yo pongo verdes y listo. Jajajajajaja Shishio y Yumi… Son mis antagonistas favoritos. u.u Él es muy carismático y su romance es bonito, aunque un tanto enfermo. jajajajajajajaja Obvio… La Tomoe casó con él. u.u No intentas sugerir un traidor? Jijijiji Bueno… Como dijiste el nombrecito correcto. FELICITACIONES! \o/ Escoja su regalo. ;) besitos linda. By Lica.
Muchísimas gracias por comentar como ya te dije por MP y espero que el regalo haya sido de tu agrado. Si esperabas otra cosa aquí estamos para dartela también. Espero que este siguiente capítulo te guste y seas capaz de volver a adivinar el reto. By Kaorumar.
Rositaalvarenga: Siiiiiiiii, linda. Felicitaciones. Acertaste. Puedes escoger tu regalo. :D Y que decir? Kaoru no es tan mala… u.u jajajajajajaja Que crees que Aoshi encontro? Por supuesto que ya lo sabrás. ;) Besitos mi linda… Espero con ansiedad tu siguiente review. :D by Lica.
Otra ganadora por aquí. A la espera de la elección de tu regalo y por supuesto como dice Lica a la espera de tu siguiente review a ver qué te pareció el capítulo. Espero que vuelvas a ganar el reto. By Kaorumar.
Pajaritoazul: Mi querida Dani…. :D Y te contesté… u.u Pero, esta bien lo hago de nuevo. u.u jajajajajajajja No importa, lo importante es que viste este reto y lo ganó. Eeeeee. :D Si… mi linda niña Misao. *o* A ver que hará esa comadreja loca. u.u Creo que todo junto y mezclado, tal vez? Será que podrán arreglarse aún? Pobrecitos. u.u Tantos años de sufrimiento. :( Gracias por acompañarnos. *u* Deberás. Besitos linda. By Lica
El tema va a estar duro de roer, lo decimos desde ya jajaja, pero algo nos inventaremos para arreglar este desastre entre esos dos enamorados. Felicidades por ganar el reto, espero que tu regalo haya sido de tu agrado y te espero en el siguiente con ganas de que lo ganes de nuevo. Un beso. By Kaorumar.
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03. PLANES Y DESCUBRIMIENTOS
La alarma la despertó tarde, pero la culpa no era del aparato y si de ella misma por no haber podido abrir los ojos la primera vez que había sonado. La noche anterior había llegado tarde de un viaje que había hecho para el trabajo, y no habiendo nada de comer en casa, tuvo que cocinar y arreglar muchas cosas antes de poder acostarse.
Seguía con sueño, aunque ya no podía dormir más. Tenía que correr e intentar llegar lo más rápido posible a la comisaría. Esa mañana el capitán iba a tener una reunión con todos y luego necesitaba pasarle el informe de la misión que había finalizado. Por supuesto, con éxito.
Salió del baño, secó su cuerpo y salió desnuda al cuarto, no importaba, vivía sola. Su cuerpo era delgado pero tenía unas buenas curvas. Sus senos, aunque pequeños, eran bonitos, redondos y firmes, su cintura estrecha destacaba aún más sus nalgas que eran bien moldeadas, así como sus piernas torneadas. Un cuerpo hermoso que dejaba muy obvio que su dueña era fanática del ejercicio.
Se vistió con su uniforme de policía, la camisa azul claro se ajustaba a la perfección a sus senos y el pantalón marcaba sus gruesas piernas, haciéndola ver muy femenina. El largo cabello que le llegaba hasta el trasero, negro brillante y lacio, lo tomó en una cola alta. El flequillo revuelto caía sobre sus ojos verdes, llenos de vida, y con una sonrisa de satisfacción al verse lista, tomó su informe y salió con prisa del pequeño edificio donde tenía su apartamento.
Llegó con cuarenta minutos de retraso y encontró a todos en la sala de reuniones con Saito, su capitán, presentándoles la nueva misión, que en pocas palabras, consistía en desenmascarar a la mayor banda de la ciudad. Recibió una mirada indescifrable del jefe cuando tomó lugar en una de las sillas del fondo.
— Es sencillo... - dijo Saito - No importa lo que tengamos que hacer. Quiero la cabeza de los cuatro jefes de esa maldita banda. Vamos acabar con esto de una buena vez.
Declaró con decisión pero de manera tranquila el alto hombre de ojos expresivos, de un color ámbar, adornados por algunos mechones rebeldes de su flequillo que estaba peinado hacia atrás como todo el restante cabello negro y corto. Todo el equipo aplaudió al dar por finalizada la reunión.
Se quedó aturdida, había llegado más tarde de lo planeado, pero antes que pudiera pensar en que hacer o decir, la fuerte voz del capitán la sacó de sus pensamientos.
— Machimaki... A mi despacho, ¡ahora!
Decir que todos pararon sus conversaciones para mirarla sería poco. Misao tuvo la sensación de que hasta el tío que limpiaba el suelo paró su labor para escrutarla. Pero, para sorpresa de todos, no se preocupó, con altivez su puso en pie y siguió al jefe con la cabeza en alto, hasta su oficina.
Hajime Saito era un hombre que imponía respeto y obligaba a todos a hacer su voluntad, y muchas veces, solo bastaba una mirada para que eso sucediera. Exactamente lo que pasó en ese momento, con sólo una ojeada, hizo que todos volvieran a sus labores, mientras él cerraba la puerta con llave, tras dejar pasar a la mujer.
Después cerró las persianas, no sin antes mirar entremedias para verificarse de que nadie ponía mucha atención allí. Entonces la miró, sus ojos lobunos la examinaron con descarada lascivia.
Se aproximó a la muchacha, que le llegaba la coronilla hasta el pecho y le habló en la oreja.
— ¿Por qué has llegado tarde?
Misao tuvo que obligarse a respirar con normalidad al sentir el calor del hombre a sus espaldas y sintió todo su cuerpo despertar y su piel blanca arder con el toque sinvergüenza del tipo, que palpaba sus nalgas sin miramientos.
— Saito... - suspiró. - Yo…
Perdió el raciocinio al sentirlo bajar las manos y masajearla en su intimidad por encima del pantalón.
— ¿Cómo te fue la misión?
Le preguntó con una sonrisa ladina en los labios, finos y expresivos. Estaba jugando, provocándola, sabía que aquello la excitaba y a él más que nunca, haber pasado más de una semana sin su policía favorita en la comisaría, lo había dejado de muy mal humor.
No es que estuvieran enamorados, no. Eran amigos, amigos con derechos como solían decir. Les encantaba dar riendas suelta a sus deseos y mutuamente realizar sus fantasías más impuras.
Sin dejar su faena con la mano derecha, Saito, usó la izquierda para empezar a desabrochar la ropa de la muchacha, quien ya empezaba a sentir el cuerpo arder. Sin ánimos para hablar, pero tenía que seguirle la corriente…
— La misión... - gimió quedamente. - Fue un éxito... Logramos salvar al rehén... - se mordió el labio inferior. - Y... - jadeó.
— ¿Y?
Saito metió su fuerte y gran mano dentro del pantalón y de las bragas de la chica y la penetró con dos dedos sin previo aviso. Ella ahogó un grito, tapando su propia boca con su delicada mano a la par que él usaba la mano con la que antes la masajeaba para jugar con su pezón izquierdo.
Saito se sentó sobre la mesa y la atrajo fuertemente hacia él, usando sus largas piernas para abrir las de Misao y así facilitar su acceso.
— ¡Contesta! - ordenó en un susurro impaciente.
La voz masculina estaba tan llena de deseo… Misao decidió abrir los ojos, que había cerrado cuando todo empezó, y vio su reflejo en las orbes oscurecidas del jefe. Separó los labios de forma seductora, sin apartar su mirada y con la voz embargada de lujuria, contestó.
— Está encarcelado y de allí, nadie lo sacará.
Sonrió socarrona y fue todo lo que él necesitó. La atrajo por completo y la besó, con ardor, furia, pasión, sin piedad o delicadeza. Y fue ahí que ella explotó en un orgasmo sin igual, donde su gemido involuntario fue ahogado por el beso demandante del hombre.
La continuó besando hasta sentir que ella empezaba a calmarse. Entonces, se incorporó y decidió que era su turno, sacó su mano del interior de las prendas femeninas y la guió hasta un sofá que tenía al lado de la entrada.
Bajó sus pantalones, mientras Misao hacía lo propio con los suyos, con deseo, no se quitaron la ropa, sólo la dejaron de una manera que no molestase. Hizo que la chica pusiera la rodilla izquierda en el brazo del sofá, apoyara las manos en el respaldo y el pie derecho sobre el asiento. Abrió bien sus piernas y entonces, la penetró, con fuerza.
Misao giró el rostro hacia atrás y lo besó como pudo, a la par que él jugaba con su clítoris con la mano derecha y con sus senos con la izquierda. Las embestidas eran cada vez más rápidas, fuertes, deseosas, demandantes y no tardaron en llegar al clímax. Saito ocultó su rostro en la curva del cuello de ella, controlando cómo podía un gemido gutural que amenazaba con escaparse de sus labios, mientras se derramaba dentro de ella y Misao, fue callada una vez más por una mano que tapó su boca, aunque esta vez, fue la mano de él.
Quedaron inmóviles por algunos segundos, aun unidos, con él dentro de ella, hasta que todo se calmó y volvieron a la normalidad.
Finalizado el acto. Sonrieron satisfechos y felices. Él se vistió y la ayudó a arreglarse de nuevo.
— Te informo que te voy a castigar cada vez que llegues tarde.
— No digas eso lobo... - era el apodo con el cual ella lo llamaba siempre que estaban a solas. - Si este es el castigo, me veré tentada a llegar tarde con frecuencia. - bromeó.
Saito la miró amenazante, pero había un brillo de diversión en sus ojos que no pudo ocultar. Y como por arte de magia, volvieron a ser jefe y subordinada.
— Aquí está el informe de la misión de la semana pasada y debo decirte algo interesante…
— Adelante... - Saito empezó a mirar los papeles de la carpeta que ella le entregó, aunque la escuchaba.
— Ayer, cuando volvía a mi apartamento, tarde porque el vuelo se retrasó, vi a Shinomori subir la calle de mi barrio.
Saito dejó la carpeta y la miró con renovada atención.
— ¿Qué podría el tercer líder de la banda Hitten hacer en un barrio como el tuyo?
— No tengo ni idea... Que yo sepa, asaltar casas no es el suyo... Sin embargo, quiero hacerte una petición.
— Dime. - El alto hombre dejó caer su peso sobre el respaldo de la silla.
— Quiero esa misión. Quiero infiltrarme en la banda.
Saito estrecho los ojos, mirándola de manera enigmática.
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Kenshin escuchaba a Aoshi y Sanosuke hablar mientras observaba absorto su taza de té humeante, a la par que se calentaba las manos con ella, sin prestar demasiada atención a la conversación entre ambos hombres.
No había podido dormir en toda la noche pensando en Kaoru. Pese a que habían pasado años, seguía sintiendo por ella cosas que nunca había sentido por nadie, ni siquiera por su esposa Tomoe. Su vuelta lo había trastocado, desarmado y destrozado a partes iguales. Lo peor de todo no era que hubiera vuelto sin más, lo peor era que se atrevía a culparlo a él de todo lo que pasó. Se atrevía a jugar con su mente, a decirle que ella tenía pruebas. Pruebas que él sabía a ciencia cierta que no existían porque jamás se había atrevido a engañar a esa mujer. Ni siquiera cuando Tomoe se ofreció a él. Con una mueca, recordó aquel momento como si fuera ese mismo instante.
"Hacía poco que acababa de ser nombrado segundo al mando en la banda Hitten y sus obligaciones para con el club habían aumentado de forma vertiginosa. De alguna manera, sentía que esa nueva vida impuesta y repentina que se le presentaba, no casaba en absoluto con la vida tranquila que llevaba Kaoru. Incluso, su padre, Hiko, le había insinuado que lo mejor era dejar a esa chiquilla vivir una vida honorable que él no podría darle. A Kaoru en cambio, nada de eso le importaba. No estaba dispuesta a dejarlo y no quería saber absolutamente nada de lo que él hacía en las noches cuando se juntaba con los miembros del club. Se conformaba con estar a su lado el tiempo que él pudiera concederle.
Se sentía frustrado, pues de alguna manera, sabía que su padre adoptivo tenía razón. Kaoru merecía a alguien mejor que él. Alguien digno de su bondad y cariño.
La aparición de Tomoe en escena fue como un soplo de aire fresco, un medio para un fin, una manera de deshacerse de Kaoru para librarla de su oscura vida. Esa mujer no le importaba, por lo que no le molestaba usarla para sus propósitos, pues todo hombre necesita de una mujer al menos para desahogarse y Tomoe parecía muy dispuesta a darle eso.
— No tienes que quererme si no quieres. — Le había dicho Tomoe tras posar sus manos en su pecho de forma sugerente. — Solo deja que esté contigo. Una noche. Solo una.
Las plegarias de Tomoe de alguna manera habían hecho que su mente se aclarara. No podía estar con Tomoe, ni una noche, ni media. No podía estar con nadie, porque con la única que deseaba estar era con Kaoru. La amaba y ni siquiera Hiko, ni sus obligaciones para con el club iban a lograr que se separara de ella.
— Lo siento, Tomoe. Eso no pasará.
La mujer le había mirado con un deje burlesco en su casi inexpresivo rostro y había asegurado con firmeza. — Pasará, y cuando pase ya no podrás deshacerte de mí."
Y ya de vuelta al presente, estaba casado con esa mujer, viviendo una vida que no parecía suya. Ella había tenido razón en todo y no había sido él quien había propiciado esa relación, ni siquiera Tomoe. Había sido Kaoru con su traición y sus mentiras.
No se dió cuenta de lo mucho que estaba apretando la taza entre sus manos hasta que esta se partió, esparciendo el caliente líquido por sus manos y trayéndolo de vuelta a la realidad. Observó con el ceño fruncido como Aoshi se apresuraba a poner una servilleta sobre el escurridizo té para que no cayera al suelo.
— ¿Se puede saber qué demonios te pasa, Himura?
Sanosuke frunció el ceño ante el estado de Kenshin. Su amigo siempre había sido un tipo inquebrantable. Nada le preocupaba jamás y su calma en cualquier situación era lo que mantenía vivo al club. No por menos era el segundo líder de la banda y la mano derecha de Seijuro Hiko.
— Llevas dos días muy raro.
Odiando ser el último en enterarse de las cosas en ese trío, se levantó para ir a buscar una bayeta y otro té mientras puteaba por lo bajo.
Aoshi siguió con la mirada a su primo hasta que se perdió por la puerta de la cocina del restaurante que regentaba y seguidamente fijó su vista en el pelirrojo.
— ¿Estás pensando en ella, no es así?
Kenshin no estaba seguro de si era buena idea hablar con Aoshi del tema. El día anterior había sido precisamente él el que había insinuado que Kaoru podía ser una traidora y lo que menos necesitaba era que su estado de ánimo le hiciera creer más en esa convicción. Sacudiendo su manga, llena de té, rezongó.
— Te aseguro que ella no tiene nada que ver con el robo de las armas.
Aoshi asintió lentamente, con su habitual franqueza y deslizó una carpeta que había tenido con él en todo momento pero que, a Kenshin le había pasado desapercibida hasta ese instante. Frunció el ceño alargando la mano y abriendo el carpesano para ver su contenido, pero la mano de Aoshi impidió que siguiera. Al mirarlo, pudo apreciar una sonrisa burlesca en su rostro.
— Yo toda la vida odiando a Kaoru por serte infiel y resulta que al que tendría que haber odiado es a ti. Aún estoy a tiempo de hacerlo.
Kenshin no encontró nada gracioso en ello. No sabía de qué diablos hablaba el pelinegro. Con un manotazo impaciente, retiró la mano de Aoshi de encima de la carpeta y sacó todo su contenido. Lo esparció sobre la mesa, sin importar que se mojara y lo que vió lo dejó atónito.
Montones de fotos de él con Tomoe en situaciones que él no recordaba en absoluto haber vivido. Hojas y hojas de conversaciones, demasiado íntimas, entre él y su actual esposa que podía asegurar que jamás había tenido. Registros de llamadas… llamadas que él nunca había realizado. Notó cómo su corazón empezaba a latir con rapidez y como la sangre fluía por sus venas furiosa.
— Esta mierda no es mía. Jamás engañé a Kaoru.
Si Aoshi no hubiera conocido tan bien a Kenshin, él mismo se hubiera creído el contenido de esas pruebas, pero lo conocía. Había vivido de primera mano el amor que profesaba hacia Kaoru. Su amigo podía ser muchas cosas; un criminal, un ser sin escrúpulos, violento, visceral, pero no era un mentiroso. Kaoru había sido con la única que se había mostrado como una persona decente. La había amado de verdad.
— ¿De dónde has sacado esto?
El pelinegro miró a su jefe y se removió incómodo. Kenshin no le daba miedo, pero el respeto que sentía por él le hacía difícil explicarle los motivos que lo habían llevado a casa de la pelinegra a pesar de que le hubiera prohibido explícitamente inmiscuirse en el tema.
— Anoche estuve en su casa mientras tú hablabas con ella en los juzgados.
Kenshin sintió hervir la rabia en sus venas. Shinomori era su amigo, pero también su subordinado. En cuestiones del club, él simplemente debía esperar sus órdenes y no hacer nada sin su consentimiento. No solo se había saltado la jerarquía de la banda, la cual para ellos era una cuestión importante de honor, sino que además lo había hecho con algo que era íntimamente personal para él.
La aparición de Sanosuke en ese justo momento y la rapidez de Aoshi para esconder todas las pruebas hicieron que Kenshin no se abalanzáse sobre su amigo en ese mismo instante para recordarle quién mandaba ahí.
— Hiko ha llamado. Nos quiere a todos reunidos en veinte minutos en su oficina.
Tanto Kenshin como Aoshi ignoraron a Sanosuke a pesar de que lo habían escuchado y ambos se habían levantado para empezar a ponerse sus chaquetas mientras se dirigían miradas heladas y cortantes. Sanosuke frunció el ceño y salió del local, molesto por ser el último mono en esa jaula.
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Los principales elementos de la banda entraron a la sala de reuniones, uno seguido de otro, bajo la mirada atenta de Seijuro Hiko, que ya se encontraba ahí, mirándolos con fijación. El maxilar apoyado sobre la mano izquierda, los ojos mirando cada rostro y acompañando sus movimientos al entrar y ocupar sus lugares. Sojiro fue el último entrar y quien cerró la puerta, sentándose seguidamente.
El silencio incómodo ocupó el lugar. Todos se sentían expectantes, queriendo saber a ciencia cierta el motivo de la congregación, pero al parecer, su jefe, no estaba dispuesto a hablar demasiado. Continuaba observando, callado y con expresión indescifrable.
Por otra parte, Hiko estaba librando una batalla interna. ¿Cómo decir a sus hombres lo que quería? Ellos confiaban en él y tenía que tener mucho tacto para decir lo que venía, más porque nadie podía sospechar la verdadera razón que se ocultaba detrás de esa decisión. Nadie podía saber lo que realmente pasaba. Sus ojos oscuros pasearon por cada rostro, parando y quedándose por más tiempo fijos en el de su hijo, que no estaba exactamente presente en ese momento, sino con la cabeza viajando a otro lugar, más bien a otra persona.
Cuando Kenshin se sintió observado, levantó los ojos y vió a su padre, quien lo miraba de una manera extraña, frunció el ceño de forma interrogativa, pero, por toda respuesta el mayor de la banda cambió su punto de visión hacia otro lugar. Su padre adoptivo estaba distinto, algo pasaba, pero él no tenía idea de que podía ser.
Hiko respiró hondo, en busca de ánimos y coraje. Se enderezó en su silla y apoyó los codos en la mesa. Sus afilados ojos escrutaron, una vez más, a cada uno de sus miembros y decidió que la mejor salida era ser directo.
— Vamos hacer una entrega de drogas. - La imponente voz de Hiko inundó el ambiente, causando conmoción. Todos odiaban eso, cada uno por su propia razón.
— ¿Qué? - Fue la rápida exclamación de Kenshin ante tal absurdo. - Eso sólo puede ser una broma. - Atacó.
Seijuro lo miró con falsa tranquilidad y sencillamente ignoró a Kenshin. Aquello tampoco le hacía gracia a él y mezclarse con la basura de los traficantes de estupefacientes era como rebajarse a lo peor del mundo. Continuó con su información, callando el alboroto.
— Como decía… Debido a nuestra última pérdida, estamos en una difícil situación. Hablé con nuestro negociante de la Triada y pedí una semana. Me dieron solo cuatro días. Tenemos que enviarles pronto el cargamento de armas, o habrá guerra. - Silencio total. - No tenemos fondos suficientes que alcancen para comprar todo de nuevo, entonces…
— Entonces… ¿Has pensado que con involucrándonos en esa mierda de las drogas lo solucionaremos? - Interrumpió Kenshin.
Todos miraron al segundo al mando y seguidamente a Hiko, quien suspiró y continuó, ahora mirando al pelirrojo.
— No será permanente. Es una salida de emergencia. Lo haremos una sola vez. Un viejo conocido quiere que lo ayude en eso, a cambio nos pagará muy bien por la entrega y con eso, alcanzaremos a solucionar nuestro lío con la Triada sin que nadie salga lastimado.
Todos se quedaron pensativos, el plan tenía sentido, pero la mayoría no estaba de acuerdo. En especial los tres jefes después de Seijuro. Kenshin no paraba de maldecir en su interior y de mirar con enojo a su padre, quien le sostenía la mirada, de una manera rara. Algo se removió en interior del hijo, pero no sabia que pensar. La expresión ilegible del mayor lo estaba sacando de quicio, era como si su padre le escondiera algo.
Abrió la boca para replicar, pero fue callado.
— Es un orden. - Declaró el morocho.
Silencio total. Hasta que Kenshin se puso en pie.
— Muy bien. Me encargaré personalmente de la distribución. Me imagino que el lugar será aquel maldito barrio ¿cierto? - Hizo mención de un barrio donde sólo era frecuentado por los peores delincuentes, todos aquellos que trabajaban con los estupefacientes, usuarios o vendedores. Hiko asintió. - Muy bien… Cuando tengas la carga me lo dices y Aoshi y yo nos encargaremos. Sólos.
Sabía que su decisión sería motivo de ofensa para algunos de los miembros, que se lo tomarían como si él quisiera decir que no podían hacerlo por ineptos, pero no era eso. Aoshi era sensato, de pensamiento rápido y no se dejaba guiar por las emociones. Era el tipo ideal para ayudarlo en un lugar tan inestable. Por el momento, obedecería a Hiko pero pensaba investigar que podía estar pasando con su padre cuando todo estuviera más tranquilo.
Sanosuke quiso reclamar por haber sido dejado de lado pero fue callado por un gesto del mandamás de la banda, que encaraba a su hijo. Dolido, pero sin dejar que nadie se percatara, aceptó la exigencia y dió por finalizada la reunión. Hizo salir a todos los demás, pidiendo que se quedaran sólo los dos que se encargarían de entrar al infierno para ganar una buena suma de dinero.
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A la salida de la reunión, Kenshin y Aoshi se separaron, tomando rumbos distintos, apenas sin dirigirse la palabra después de la diferencia que habían tenido por el tema de Kaoru.
Aoshi observó como su amigo y compañero de batalla se largaba malhumorado, derrapando la rueda trasera de su moto. Suspiró. Solo esperaba que no fuera a hacer alguna locura sin contar con él.
Se subió a su Aston Martin y decidió que esa noche necesitaba algo con lo que distraerse. Ese día había sido un total desastre desde el principio hasta el final y necesitaba desahogarse de alguna forma.
Siendo como él era, parco en relaciones sociales, exceptuando a Kenshin y a su primo, quedar con alguna mujer que luego quisiera volver a verlo o tener algo más que sexo con él no era una opción. Él prefería una mujer que le hiciera el trabajo, cobrara y luego se marchara sin pedir explicaciones ni darlas. Con ese pensamiento se acercó hasta el club que solía frecuentar a menudo y que tenía todo aquello que él necesitaba.
No le hizo falta bajar de su vehículo para que un par de mujeres con escasa ropa se acercaran a él. A una de ellas la conocía. Había mantenido relaciones con ella y sabía de sobras que era una profesional, la otra, en cambio, era una desconocida para él.
Misao sonrió para sus adentros cuando vio el Aston Martin de Aoshi Shinomori parar frente al club. Sus fuentes habían acertado. Ese hombre era un putero e iba a caer en su juego. Contoneando las caderas, se acercó al coche, a la par que una chica que parecía conocer muy bien al pelinegro.
Sin querer perder la oportunidad, Misao se puso delante de la chica, apoyó sus codos en la ventanilla del conductor y sonrió de forma seductora al alto hombre que se encontraba en su interior. Sus pechos sobresalían del corpiño de cuero, y su blanca piel resaltaba con la oscuridad de la prenda y de la noche.
Aoshi observó a la mujer, satisfecho con lo que veía. Esa pequeña tenía pinta de ser toda una fiera. Con un simple gesto de cabeza, le indicó que subiera al coche.
Misao, sonrió sin que él pudiera verla mientras se montaba en el Aston Martin. Ahí empezaba su misión, haría caer a Aoshi Shinomori junto con toda su banda.
Mientras tanto, a las afueras, en un barrio residencial y lleno de familias felices, se encontraba Kenshin, casi desubicado, frente a la puerta de la culpable de sus desgracias. Reuniendo valor, dejó que sus nudillos chocaran contra la puerta de madera de la entrada y esperó paciente hasta que escuchó unos pasos delicados pero firmes dirigirse hacia él.
Cuando Kaoru abrió la puerta, no pudo quedarse más alucinada. Ante ella tenía al hombre que había hecho de los últimos años de su vida un infierno. Su mirada ámbar la traspasaba. ¿Cómo había averiguado dónde vivía?
Ante el desconcierto y la falta de reacción de Kaoru, Kenshin se obligó a alzar ante ella una de las fotos dónde se podía ver a Tomoe y a él en actitud íntima mientras declaraba, conciso y seguro de sí mismo.
— Tenemos que hablar.
Kaoru solo pudo echarse a un lado y dejarlo pasar, temblando por dentro ante el solo pensamiento de volver a tener a ese hombre entre las paredes de su casa.
CONTINUARÁ
Buenoo y llegando al final de otro capítulo que esperamos que os haya gustado… viene la pregunta del reto.
¿Qué pensáis que esconde Hiko?
Recordamos los premios a elegir entre varios al ganador o ganadores:
1 - Colaboración en algún fic.
2 - Oneshot con las parejas y el tema que se desee.
3 - Dibujo personalizado de los personajes que se deseen.
4 - Fondo de pantalla para PC con los personajes que se deseen.
5 - Fondo de pantalla para móvil con los personajes que se deseen.
6 - Portada para tu fic.
¡Vamos que lo regalamos! A ver quién acierta.
