Título: 10 años después. Capítulo 3
Tipo: Swanqueen
-Amor, tendremos que buscar un lugar donde…
-No hace falta.
Emma lo cortó apresurada, lo que le hacía falta era que Regina y su querida y perfecta novia les ofreciesen su casa para pernoctar. No podría soportarlo.
La pareja de féminas se quedó con la palabra en la boca.
-¿Y qué tienes pensado?.
A Emma no le apetecía hacer turismo con ellas dos, ni salir a tomar una copa, ni siquiera cenar. Se sentiría como el pescador que sale a navegar con el campeón de pesca que se lleva todos esos peces que él no puede capturar.
-Está mi antiguo apartamento, quiero ver como se encuentra, solo eso.
Regina asintió pensativa mientras observaba a Emma analizándola llegando a la conclusión de que iba a haber un "tenemos que hablar" entre ella y Hook.
-De acuerdo, pues…, ya nos veremos, supongo-, dijo la ex alcaldesa acompañándoles a la puerta. El sol ya había caído y el cielo estaba azul apagado.
-¿Queréis que llame a un taxi?.
Emma sonrió por fin, parecía mentira que su amiga no se acordase que ella vivió en esa ciudad antes que ella misma, sabía que hacer.
-Sé moverme por aquí-, le dijo girándose y gesticulando discretamente con su mano caída por delante el pulgar hacia arriba dejándole claro a Regina que estaba bien, que todo estaba bien, que ella era fuerte y saldría de ese caparazón.
La morena imitó su gesto igualmente discreta, como un lenguaje oculto, y le guiñó el ojo cómplice. Emma sonrió con los labios apretados, sabía que le esperaba una larga noche, pero quería solucionar las cosas, ya sea para bien o para mal de su pareja.
Cuando el matrimonio se marchó Catherine observó a Regina recoger algunas cosas del salón, su mirada estaba perdida y supo que era por algo que había hablado con la rubia.
-¿Estás bien?.
Regina la miró sorprendida, no se esperaba que la estuviese observando.
-No del todo. Estoy preocupada por Emma.
Su pareja se acercó con los brazos en la cintura dispuesta a escuchar. Sabía que algo se había perdido, Emma y Killian le parecían un matrimonio normal, no perfecto, pero sí feliz, pero su instinto de periodista le decía que esa pareja tenía mucho que ocultar, pero bueno, a fin de cuentas como cualquier pareja.
-Tu amiga se ve una chica fuerte, tengo la sensación de que antes lo fue más y de que aun lo lleva dentro pero no lo saca.
-Acertaste, de lleno, como siempre-, se acercó y le besó los labios.
-¿Y qué piensas hacer?.
-¿Yo?, nada-, se apoyó en el respaldo del sofá, -no está en mí que ella dé el paso. Es ella quien debe sacar las fuerzas de dejarle las cosas claras a su pareja, de hacerse valer, sacar todo lo que lleva dentro, yo solo la he animado a ello.
-Como buena amiga-, le apretó el brazo. Unos segundos de silencio, Regina mirando el suelo pensativa y Catherine observándola, cada día le parecía más bella, se sentía muy afortunada –¿Vamos a la cama?-, sugirió dulcemente. Era un día laboral y las obligaciones eran las obligaciones. Regina trabajaba en una tienda de ropa, sus clientas usualmente eran mujeres de treinta y cinco años en adelante, y de nivel económico medio-alto, ella tenía que asesorar y mentirles cuando preguntaban si ese vestido, el más caro, les quedaba bien. Cierto es que las comisiones extras eran un dinero que ella empleaba posteriormente en cosas de la casa.
Apartamento de Emma, NY
Hacía mucho que no pisaba ese pequeño piso de la capital, con aquella terraza grande y fría. Killian inspeccionó por sí mismo la casa con temor de que se hubiese colado alguien.
-¿Qué haces?-, le dijo Emma, buscándole.
-No, no hay nadie.
-¿En serio estabas buscando a…, es igual, déjalo.
Abrió el frigorífico que obviamente estaba apagado y vacío.
-¿Tú tienes hambre?.
Ella ninguna, su mente ya la alimentaba bien.
-En estos momentos me comía un cocodrilo.
Emma frunció el ceño, y en la puerta del congelador vio una propaganda de un bar de comida rápida colgada con un imán.
-¿Te gustan los falafel?
-¿Los fala…qué?
-Aparte de la carne de jabalí, patatas fritas y pescado, ¿qué otra cosa te gusta?, porque en todos estos años no te he visto comer más que eso y algo de arroz.
Killian alzó ambas cejas.
-Amor, yo como más que eso, también me gustan los huevos, las hamburguesas y el marisco.
Ahora Emma era la que alzaba las cejas, con la propaganda en una mano y su móvil en la otra.
-Este sitio también tiene comida mediterránea y …
-¿Ensalada?, ¿en serio?, ¿me traes a Nueva York y quieres que me coma una ensalada?.
-Mira Killian, ¡pues búscate tú la comida!-, le lanzó el folleto que cayó a los pies tras darle en la mejilla y salió a la terraza.
Sabía que había exagerado, ni había sido tan grave lo que él había dicho ni molesto, pero quizás, en el fondo, buscaba empezar una pelea, para que ésta le hiciese más fácil decirle lo que le tenía que decir.
Observó los coches moverse allá abajo, como un pequeño scalextric. Sus codos apoyados en el grueso muro notaban aun bajo la chaqueta vaquera, que aquello estaba húmedo.
Oyó la puerta abrirse tras ella y no tenía fuerzas para soltar todo aquello que había estado ensayando tiempo atrás, cada frase y explicación, cada motivo del por qué pensaba dejarle.
-Amor, ¿te pasa algo conmigo?-, se apoyó a su lado.
-¿Por qué me llamas amor?, si eso le dices a todas.
-¿Qué?-, su tono dejó de ser dulce.
No era por ahí por donde quería ir, culpa de la improvisación, falta de guión.
-Nada, olvídalo. No tiene importancia.
-Emma-, su tono ahora era serio. -¿Se puede saber qué te he hecho yo?.
La rubia soltó una risa tan frustrada y sobrecogedora como incrédula.
-¿Qué qué me has hecho?-, su tono ascendió a voz de pronto.
Hook adoptó pose defensiva con sus manos en sus caderas y una pierna más adelante.
-Mejor dicho, ¡qué no me has hecho!-, su voz se quebró a voz de pronto, iba acercándose el momento. –Hace años, Killian, ¡años!, que no me siento querida…
-Per… per.. pero, ¿por qué?.
Emma tragó saliva y miró aquel horizonte iluminado, los edificios ahora le parecían pequeños.
-Yo…, Ki… Killian, yo ya no te quiero.
El pirata la miró con el rostro desencajado, y la boca abierta.
Silencio.
Pero Emma necesitaba hablar. –No sé si lo que siento por ti es cariño, la rutina del día a día o el acordarme del hombre que una vez fuiste, pero ahora, yo… me abrazas, y siento que lo haces por obligación, o porque ves a otra persona haciendo lo mismo con su pareja. Es como si…
-Un momento, un momento-, el pirata gesticuló con su mano como si estuviese deteniendo un coche.
-¿Todo esto es por Regina?.
-¿Por qué la nombras ahora?.
-Porque me has hecho venir hasta aquí, con el pretexto de hacer turismo y desde que la viste y viste que está saliendo con otra persona tu cara cambió.
Emma suspiró.
-No es eso Killian.
-Sí, y yo me lo creo… amor-, dijo con retintín dándole la espalda.
Aunque sus ojos comenzaron a brillar más de lo debido, sin embargo, no iba a estar dispuesto a llorar por alguien que no lo quería, y que a su parecer, había estado mintiendo mucho tiempo.
-¿Has estado fingiendo … cuanto tiempo, un año, dos?, ¿solo porque no tenías a nadie más?.
Emma pasó de entristecida a enfurecida, -¿se te ha ido la cabeza? ¿o es que nunca tuviste una?-, se envalentó. -Lo que te pasa es que eres incapaz de admitir que has sido un mal marido, que no has dado la talla, al menos no la que yo esperaba, …
Resopló haciendo mover su flequillo.
-Sabías con quien te estabas casando señorita, soy un pirata, ¡un ser de mar y velas!, ¡no me podías tener retenido en un pueblo que ni un muelle en condiciones tiene!, no hemos salido a navegar ni hemos si quiera viajado en mi querido Jolly Roger…
Emma se dejó caer en el muro para sentarse en el suelo, encoger sus piernas y echarse el pelo hacia atrás, sus manos le tapaban la frente, confusa.
Casa de Catherine y Regina
La cama de matrimonio era como un terremoto que iba por partes. Regina no podía dormir, había probado mil posturas y ninguna le apaciguaba el malestar que tenía.
-Cariño, ¿te encuentras bien?-, le dijo Cathe encenciendo la luz de la lamparita de su mesilla de noche.
La morena se quedó boca arriba frustrada.
-¿Piensas en ella, verdad?, en Emma.
-¿Y si lo está pasando mal?, ¿y si él le hace algo?.
-¿Crees que el capitán Hook podría hacerle algo?-, Cathe se sentó sorprendida.
-No, la verdad es que no. Él puede ser muchas cosas, pero nunca le haría eso. Sin embargo… Sé que no están bien, lo noto.
-¿Quieres llamarla y te quedas tranquila?.
Regina la miró y dijo que no, a continuación se colocó en su estómago y la abrazó. –Eres increíble.
-¿Y eso a qué viene?-, se rió.
-Nada…-, cerró los ojos y en breve se quedó dormida. Cathe la miró con ternura. Luego se preguntó como dormiría ella, pues estaba sentada cuando su morena se le tumbó encima. Rió mordiéndose un labio.
Ella era una mujer madura, inteligente, metódica, y controlaba muy bien sus sentimientos, de hecho demasiado bien. Desde que supo de la existencia de Emma sentía que Regina tenía algo especial con ella y que siempre lo tendría, y cuando se presentó ahí, en su casa, una nube de celos la había inundado, es por ello que quiso entablar conversación con su supuesto marido, pero en vez de hablar de algo más rentable para lo que es quien es periodista, solo escuchó una anécdota que había leído en libros de pequeña. No era mala persona, pero apreciaba tanto a su pareja que se sentía intimidada por quien tuviese el poder de arrebatársela.
Terraza del apartamento de Emma
Hook se sentó a su lado, en el suelo.
-¿Y si es que simplemente no encajamos?
-Pero es que sí lo hacemos.
-¿Sí?, venga, dime algo que tengamos en común.
El pirata miró hacia el cielo pensativo.
Uno, dos, tres.
-Storybrooke.
Emma lo miró, -¿Y?, en Storybrooke vive mucha gente, con todos tengo eso en común.
El pirata giró su rostro entristecido por no encontrar nada que los uniese, ¿y si ella tenía razón?, ¿y si no estaban destinados a estar juntos?. Luego pensó en Regina y eso le enfureció.
-¡No!.
Se puso en pie, Emma se asustó.
-Excusas, Emma, te excusas en cosas sin sentido, se puede querer a alguien distinto a ti.
-¿Y ves hacia donde lleva?
-Pero dices que estás mal conmigo porque no te sientes querida, de acuerdo, cambiaré, haré lo que haga falta para hacerte feliz. Y si tengo que leer tus libros y hacer lo que tú haces lo haré.
Estaba determinado, sin embargo Emma lo miraba con pena. Aparte de ser ya tarde, eso no cambiaría las cosas. Se portaría excelente dos semanas y luego se relajaría y todo sería igual, y su llama seguirá apagada y su alma congelada. No quería eso, mucho tiempo había perdido ya.
La rubia se puso en pie segura de su decisión.
-Quiero el divorcio, y no voy a cambiar de parecer.
Casa de Catherine y Regina
A la mañana siguiente,
ojos como búhos y malestar en el cuerpo acompañaron a Regina toda la noche. Quiso llamar a Emma pero Cathe la apaciguaba haciéndole entender que necesitaría tiempo si es que eso que ella pensaba que había pasado sucedió de verdad.
El trabajo a la ex alcaldesa se le hizo largo, y cuando no había clientes se metía en el almacén de ropa para mandarle un nuevo mensaje a Emma.
"Contesta Emma, ¿estás bien?, me tienes para lo que necesites. R"
Ese era el quinto mensaje que le mandaba desde su smartphone, y a la quinta fue la vencida.
"Lo siento, estamos de camino a Storybrooke, no te preocupes por mí, estoy bien, todo irá bien. XOXO"
Fue el viaje más incómodo y frío de su vida. Con un Killian en los asientos traseros tumbado y callado, con los brazos cruzados y un tintineo en sus pies que ni la radio del coche tapaba.
Deseó no haberle dicho que la acompañase, de no haber sido así seguramente se hubiese quedado a vivir allí, en Nueva York, cerca de Regina. Pero tenían que hablar, tenía que soltarse las esposas que le apretaban las muñecas y el corazón.
"Avísame cuando llegues ¿ok?, conduce con cuidado", le contestó la morena en otro sms sin apenas ver uno de Catherine le había dejado hacía una hora, "Cariño, me han llamado del periódico, voy a cubrir la noticia de Richard Bauver, va a dar una exclusiva en el propio banco que quebró por su culpa, va a estar movido. Haz tú el almuerzo. (emoji beso)"
¡Continuará!
La cosa va a dar un vuelco en breve, ¡veréis por qué! Espero que os guste, pero siento deciros que esto en uno o dos capítulos acaba. No quiero extenderme mucho y tengo muchas más historias ;)
