Título: 10 años después. Capítulo 4

Tipo: Swanqueen


"Avísame cuando llegues ¿ok?, conduce con cuidado", le contestó la morena en otro SMS sin apenas ver uno que Catherine le había dejado hacía una hora, "Cariño, me han llamado del periódico, voy a cubrir la noticia de Richard Bauver, va a dar una exclusiva en el propio banco que quebró por su culpa, va a estar movido. Haz tú el almuerzo. (emoji beso)". Miró su reloj, y vio que aun faltaba una hora para que cerrarse la tienda en la que llevaba trabajando más de año y medio, la encargada se encontraba hablando con un joven repartidor, la conversación parecía íntima, hasta que la jefa giró su rostro hacia Regina. La morena hizo un gesto de intriga y se aproximó a ellos.

-Danielle, ¿sucede algo?-, le preguntó a la encargada, de cincuenta y muchos y pelo recogido en un moño elegante, tras sus gafas una mirada de preocupación.

-Cariño, ¿no has escuchado las noticias, verdad?.

-¿Escuchar.., por qué?.

El chico se retiró con el albarán del encargo en la mano, dejando tres cajas de cartón duro apiladas en una esquina.

-Eduardo lo acaba de escuchar en la radio. Ha habido un incidente en el Banco Popular.

-¿En cuál?.

-El de la Avenida Bergenline.

El rostro de Regina palideció.

-Dicen que ha habido y todo.

-¿Có…-, la encargada cogió con cariño a Regina del brazo y la acercó a un mostrador donde había un pequeño televisor, lo encendió en busca del Canal 24 horas de la CNN, a través de la emisora de radio de ese canal el chico repartidor se había enterado de la noticia. La pantalla mostró la mosca de la cadena y una ambulancia rodeada de un bullicio de personas y paramédicos. Una reportera testigo de los hechos relataba como un grupo de ciudadanos afectados por el señor Bauver, que habían perdido todos sus ahorros y sus casas, se amotinaron en la entrada pasando por encima de la prensa en dirección al ex banquero. Armados con bates de madera y algún arma blanca.

En la barra informativa comentaban que aun estaba el ambiente tenso y había algunos periodistas retenidos en su interior. En la imagen de la pantalla se veía en vivo y directo retransmitido desde una cámara de seguridad al líder de los rebeldes, un hombre de unos 45 años, con corbata arrugada y calva, el señor inquiría a los periodistas que dejasen de grabar mientras apuntaba con una 9 milímetros al banquero pidiéndole que devolviese los millones robados, a su lado, en el suelo, un hombre con traje de guarda de seguridad con un tiro en la cabeza, la sangre llegaba a los pies del banquero.

Regina miró a los periodistas con detenimiento y ahí la vio, por primera vez, Catherine, estaba entre ellos, eso confirmaba aquello que temía, su pareja era una de las retenidas. No pudo esperar y excusándose con la encargada se fue directa al almacén, se quitó el colgante, y se transportó al interior del banco, a la zona de los baños concretamente, no podía aparecer en mitad de las cámaras o se delataría. Salió de los servicios de personal asomándose con discreción y lo que vio la desencajó, una melé, un bullicio, todos contra todos. Los rebeldes asestando golpes con sus bates al banquero y a algunos periodistas y cámaras que desobedeciendo, seguían grabando. El líder lanzó un par de tiros y gritos los acompañaron, cámaras por el suelo, las cristales de sus lentes, micrófonos, la policía invadió el establecimiento con sus cascos y escudos. Seguía el revuelo, y otros hombres de ley, más armados, con rifles y chalecos antibalas los rodearon.
Pequeños charcos de sangre y gente herida asolaban el suelo. Algunos siendo aplastados por otros. La policía obligó a dispersarse a los atacantes y en el centro el banquero yacía muerto. A su lado varias personas heridas. Regina se quedó helada al ver que una de las personas que estaba de lado, con un charco de sangre era Catherine, su Catherine.

-¡Cathe!-, corrió hacia ella aturdida, se puso de rodillas y la giró.

-Tiene que salir de aquí-, le dijo un policía con pasamontañas azul, Regina vio como estaban desalojando la sala y entrando algunos médicos. La rubia la miró –no te preocupes por mí-, le susurró con sus labios rojo sangre, un hilo de ella goteaba hacia un lado. Una bala perdida del señor White, el líder, había encontrado asilo en su pecho. –Además, tienes que hacerme el almuerzo, ¿recuerdas?-, le sonrió.

A Regina se le partió el alma. El paramédico le tomó el pulso y comenzó a dar instrucciones a otro auxiliar. Esos minutos de atención primaria, de frases rápidas y técnicas la estaban matando, y los ojos de Catherine estaban cada vez más cerrados.

-Vamos, cariño, sé fuerte-, la animó rota, con los ojos rojos. Se miró las manos y se preguntó si su magia podría hacer algo por ella, hacía mucho que no hacía uso de ella y éste era el momento. Provocó un pequeño apagón en el banco que hizo distraerse a todos, incluyendo a los médicos, justo a tiempo para colocarle la mano en el pecho.

Catherine se mordió el labio, y negó levemente con la cabeza. –No te esfuerces.

Los paramédicos siguieron con la rutina, el goteo, mascarilla, manta metalizada que guarda el calor y comenzaron a colocarla en una camilla.

Regina los siguió pero la policía la detuvo, tenía que irse con los civiles, era zona prohibida. Peleó con los policías aclarando que su pareja estaba en aquella ambulancia, necesitaba ir con ella.
Un policía alto armado le miró con dureza, -no nos interesa, o te vas con los demás o duermes esta noche en el calabozo.

-Pero…, pero…-, "a la mierda", pensó. Le golpeó en la entrepierna y sobresaltó al resto, algunos se reían de la situación de su compañero. Regina había estado apunto de teleportarse pero sabía que eso era muy peligroso, había tenido muchas conversaciones con Catherine al respecto, de lo que sería si se conociesen sus poderes.

A tres metros de la ambulancia, la puerta cerrándose, dos metros, la puerta cerrada, un metro, el automóvil comenzó a arrancar.
-¡Esperad!.

Regina abrió la puerta de la ambulancia a la fuerza y se subió a ésta, no había movimientos rápidos ni vendas, ni siquiera el desfibrilador encendido. La manta plateada ahora tapaba todo el cuerpo de Catherine.

-No puede estar pasando esto…-, se acercó a ella a pesar de que el médico le aconsejó no hacerlo, le retiró la manta, y allí estaba, inerte, aun caliente, pero ya no estaba aquí.

-No…, por favor, Catherine no me dejes…-, susurró besándole la cara dejando sus lágrimas llover sobre ella.

Al mismo tiempo, en Storybrooke.

Igual de helada se quedó Emma al presenciar la noticia del ataque en el banco en directo en el televisor del Granni's. Una cámara de helicóptero grabó entre otras cosas, el momento de la salida del cuerpo de Catherine del banco, y atrás Regina forcejeando con los policías. Y abajo el titular de que la periodista había fallecido. Emma tragó saliva y se fue al baño a vomitar. No podía creer que haya pasado eso, no podía imaginar como estaría Regina en esos momentos. La poca comida que había comido esa mañana le sirvió de poco.

Hook había dormido en casa de ellos y ella pasó la noche en una habitación del Granni's, y ahora se preguntaba qué hacía allí. Ahora era el momento de hacer ella de amiga, y Regina la iba a necesitar, sabía que le esperarían duros momentos, a ambas, porque el duelo de alguien querido es el duelo de uno mismo.

Recogió sus cosas de la habitación y justo al salir de local se topó con el pirata, a su lado llevaba una maleta mal cerrada con la poca ropa que tenía.

-Ahora no.

Le dijo la chica sin darle pie a hablar.

-Solo venía a darte las llaves de la casa.

Emma las miró pensativa.

-Quédatelas, un tiempo.

-¿Por qué?-, Hook se extrañó.

-Catherine ha muerto, vuelvo a Nueva York.

-¿Ha muerto?, ¿cómo?.

-Tómate un café ahí dentro y mira las noticias del televisor-, le dejó un dólar y le tocó el hombro.

-Nos… veremos, en algún momento-, le dijo la chica apenada por haber tenido que llegar a ese punto. –Tendrás noticias de mi abogado.

Hook se quedó mirando el anillo de boda que aun llevaba puesto. Se fijó en que Emma ya no llevaba el suyo.

Emma no condujo, voló.

En lo que parecía menos de 5 horas y con alguna esquiva en carretera de coches que no había visto venir, llegó a Nueva York.

Eran las 4 de la tarde, hora de la merienda. Como una flecha fue a casa de Regina tratando de localizarla por el camino. No cogió ninguna de sus llamadas ni respondió a ninguno de sus mensajes. Lo más lógico es que no estuviese en casa, sino en el velatorio. Se preguntaba si Catherine tenía familia en la ciudad.

Aparcó y camino a la urbanización cruzó por un escaparate de una tienda de electrónica donde salía en los televisores expuestos lo que parecía una retrasmisión en directo del velatorio de la famosa periodista de misterio. Abajo se podía leer "Sus padres la velan en la Mansión Heathers".

Emma no lo sabía, pero los padres de Catherine nunca aprobaron la relación de su hija con Regina, para ellos el amor entre mujeres era algo que iba por modas. Igualmente la relación de ellas se había mantenido discretamente secreta para evitar que a Regina la asaltasen paparazzis.

La sheriff aparcó su escarabajo amarillo frente a la mansión, una muchedumbre oscura entraba en ella a cuenta gotas. No la veía.

Su ropa no encajaba con un velatorio pero le preocupaba más ver a Regina y consolarla que el qué dirían esas personas desconocidas. Aun así se re peinó su cabello corto y se encajó su chaqueta roja.

Entró en la casa, un salón enorme coronaba el hall. Algún llanto de fondo y un sonido constante de conversaciones de los invitados.

-Perdone, ¿ha visto a Regina Mills?-, le preguntó a una mujer de mediana edad.

-¿Quién?.

Emma frunció el ceño, -nada.

Siguió buscándola, o en consecuencia, intentando localizar a sus familiares más cercanos.
Le llevó un tiempo hasta que escuchó un "mi hermana era una heroína, era fuerte y sabía hacerme reír", a eso le acompañó un sollozo. Una chica joven, castaña de pelo corto se sonaba los moscos y se secaba los ojos con la muñeca.

-Pe…, perdona, ¿eres la hermana de Catherine Benet?.

-Sí, ¿por qué lo preguntas?-, dijo mirando a Emma.

-Bueno, antes que nada, darte mi sincero pésame. No conocía mucho a Catherine, pero lo que la conocí, se veía muy buena persona.

-Lo era, sí-, aspiró aire. –Imagino lo mal que lo estará pasando mi querida Gina.

-¿Conoces a Regina? ¿Regina Mills?

-Claro que sí, cómo no hacerlo. Me encantaba como trataba a mi hermana. A pesar de que... bueno, mis padres son unos prehistóricos que no saben de sentimientos, yo sí las apoyaba.

-¿Y sabes si está aquí?

-¿Ella?, no lo creo, mis padres la matarían.

La rubia se indignó y le entraron ganas de ver a esos padres del año y tirarles una copa en la cara.

-Pero seguramente esté en su casa, conociéndola no creo que quiera salir de ella en un tiempo.

Agachó la cabeza.

-Gracias-, le dijo con ternura.

-¿Cómo te llamas?

-Virginia.

-Bonito nombre, encantada Virginia.

-¿Y tú?

-Swan, Emma Swan.

-Tienes nombre de personaje de cuento de hadas.

Emma tragó saliva. Pura casualidad.

Esquivó a persona tras persona en busca de la puerta de entrada hasta que se chocó con un señor que portaba una carpeta de cuero y le tiró unos documentos. -¡Lo siento!-, le dijo ya agachada de rodillas ayudando a recogerlos. En esa posición y tras decirle de nuevo que lo sentía, observó tras él, a unos metros una puerta entre abierta y lo que parecía una persona asomada. Solo se le veía un ojo y parte de los labios, ropa negra y unas botas. Se fijó en que sobre el labio se veía una cicatriz. "¿Regina?", pensó Emma. Después de todo, parece que sí habría venido.

¡Continuará!

Eso como adelanto pata el fin de semana jajaja. Seguramente lo siga a partir del lunes, que el domingo estoy fuera de casa. ¡Espero que os haya enganchado un poquito más!.
Gracias por los comentarios. XOXO