Título: 10 años después. Capítulo 6 y FINAL.
Tipo: Swanqueen
La noche hizo acto de presencia casi sin darse ellas cuenta, Regina se observó de soslayo en el escaparate de una tienda del centro, habían llegado caminando hasta allí, sin rumbo, simplemente buscando mantener la mente ocupada. Su vestido negro le hacía una bonita figura, que desentonaba con sus tristes ojos.
Caminaron avenida abajo y Emma se detuvo frente a un pub donde le parecía escuchar música chillout en su interior, demasiado pronto para ser una discoteca, demasiado vacío, o eso le parecía desde la ventana por la que se asomó.
La morena se acercó a aquella cristalera semi opaca junto a ella, observando el interior, su vista se clavó en aquella estantería plagada de botellas de alcohol.
-Necesito una copa.- Le dijo dispuesta a abrir la puerta del local.
-Pero Regina, no son ni las cinco. ¿No prefieres cenar algo prime…
Para entonces la alcaldesa ya estaba dentro del pub y junto a la barra.
-Un gintonic por favor.
Emma se sentó en un taburete mirándola de reojo.
-Para mí un ro…, un whisky mejor.
Regina la interrogó con la mirada.
-Ron era lo que bebía él, y a lo que me incitaba a beber más a menudo de lo que yo quería, no quiero probarlo más, no me trae buenos recuerdos.
Enfurruñó sus ojos molesta ante sus prontos recuerdos.
-¿Nos sentamos?-, le dijo Regina, cuando Emma recibió su copa.
Escrutaron el lugar buscando lo idóneo, al fondo había sofá en forma de esquina, que hacía un semicírculo, color rojo sangre y aterciopelado.
Se sentaron una junto a la otra. Y ahora llegaba el momento "¿Y ahora de qué hablamos?", después de todo el día juntas, habían hablado de muchas cosas, mundanas la mayoría, y otras recurrentes como anécdotas de Henry de pequeño.
-A tu salud-, le dijo Regina brindando con la copa contra la de su amiga. Ella repitió el gesto y bebieron a la vez un sorbo. Emma esbozó un gesto de desagrado y Regina cerró los ojos saboreando la bebida.
Emma se sintió realizada, había ido a Nueva York y estaba haciendo lo que hacen las buenas amigas, apoyarse en los malos momentos.
-Siento lo que te ha pasado-, le dijo a la rubia. -¿Cómo te sientes?.
-No lo sé la verdad, a veces me acuerdo de él, y pienso en cómo estará en estos momentos, le dejé la casa para él, no quería ni quiero volverla a pisar, pero…
-Son muchos años, lo sé-, le terminó Regina.
-Pero también hace muchos años que tú y yo nos conocemos, incluso de antes de que él entrara en mi vida.
-Sí-, empezó a beber, -recuerdo el día.
Emma rió.
-Aun me acuerdo cuando lo llamabas prodigioso manco guyliner, eras muy original.
Regina sonrió recordándolo.
-Si te soy sincera no me gustaba para ti-, la miró de soslayo y volvió a beber.
Para cuando se dieron el local se había llenado de personas de mediana edad y maduras y la música había subido unos decibelios, volviéndose ésta más animada.
-¿En serio?-, Emma alzó ambas cejas.
-Siempre pensé que te merecías a alguien especial, alguien que te hiciese vibrar.
-Yo pensaba que era por algo personal, os conocisteis en el Bosque encantado y te traicionó de alguna manera.
Emma bebió y removió el vaso con el hielo que quedaba.
-Y así era, pero…-, Regina miró hacia el suelo. -¿Me traes otra copa, de lo mismo pero más cargada?, ésta me la apuro ahora.
-De acuerdo-, susurró sintiendo que la conversación se hubiera cortado y se levantó apresuradamente.
Y bebieron, por las penas, por la vida, por el olvido. Omitieron ciertas conversaciones que podrían llevar a otras a las que no estaban preparadas.
El sabor del alcohol las hacía evadirse de lo que había fuera de esas cuatro paredes. Observaron a una pareja joven bailar ante el deleite de sus amigos, que animados, aplaudían. Era su primer baile como pareja. Ambas se quedaron mirando a esos jóvenes que parecían saber bailar bachata, que era lo que estaba sonando en esos momentos. La mirada de Emma se perdió en los ocultos pechos de la morena, y en su cuello vuelto, sus hombros al aire, y su cabello cayendo sobre ellos. No imaginaba lo que sería volver a pasar diez años sin verla, no podría. Se moriría.
Regina rió ante el tropiezo del chico al girar en la coreografía y la sheriff se sintió extrañamente confiada, claro está que el alcohol había contribuido a ello; se sentó algo más de costado con el brazo estirado sobre el respaldar del sofá dirección a su amiga. Al minuto descendió sus dedos, sutiles, con deseo de acariciarle el cabello, pero que ella no lo supiese.
La pareja dejó de bailar y Regina miró a Emma, sorprendida, pues no había sentido su brazo ni su cercanía, su mirada brillaba. A ratos Emma era dos mujeres, a ratos tres. Maldito alcohol. Le sonrió a esas Emmas y dejó apoyada su cabeza hacia atrás, sobre su brazo, pues estaba mareada.
-Necesito cerrar los ojos un momento.
-¿Estás bien?-, le susurró en la cercanía.
Ella asintió, -solo estoy algo… ya sabes, el alcohol.
Sonrió. Emma alcanzó su chaqueta vaquera y se la colocó sobre el pecho.
La alcaldesa le agarró la mano y la apretó. La mesita que tenían enfrente ya contenía seis copas vacías. Y se sentían adolescentes que beben por primera vez. Hasta Emma vio a un par de Reginas en algún momento.
Anocheció fuera y aunque el ambiente era caótico, y la gente bailaba feliz, ellas respiraban una relajación fruto de los grados en sangre y el deseo de olvidar las penurias. No hicieron falta palabras, solo miraban a la nada y escuchaban la música.
Una balada envolvió el local y Emma acercó su cabeza a la de Regina, la dejó caer, su frente sobre su sien y su brazo sobre su chaqueta. Regina la miró, su cabello liso rubio le tapaba una mejilla, era corto y afilado, tanto que hasta hacía cosquillas.
Sin embargo, esa presunta felicidad le recordó a Catherine, por dentro se le rompió el alma. ¿Cómo podía estar olvidando a su ex?. Imposible, no tan pronto.
Emma estaba envuelta en ese hipnotismo que provoca la falta de luz y el deseo y su mejilla se deslizó en la de ella buscando sus labios, lenta, segura. Pero antes de llegar Regina la detuvo.
-Para, no, no. Esto no está bien.
Se levantó devolviéndole la chaqueta y apoyándose en la mesa, por el mareo. Negó con la cabeza ante el rostro decaído de Emma; decaído sobretodo porque la entendía.
Sin mirar atrás la morena salió del pub y Emma sintió frío y soledad. Antes de que la puerta se cerrara la siguió.
-¡Espera!
La morena estaba a unos metros con la mano en alto tratando de parar un taxi. Uno empezó a frenar lentamente,
-Regina-, alcanzó a tocarle el hombro.
La morena se giró, con lágrimas en los ojos.
-Lo siento.
La rubia la acompañó, estaba siendo un día complicado para las dos.
-Y yo-, agachó la cabeza y abrió la puerta.
-Déjame demostrarte que…
Regina cerró la puerta -No, no puedes venir y cambiar mi vida Emma, no puedes.
Aunque aquello lo había dicho más hacia ella misma. No podía en ese momento, no ese día, el día del velatorio de su novia, empezar a sentir algo por alguien tan importante para ella, ¡no!, se negaba a ni si quiera imaginarlo.
-Además-, la alcaldesa observó el suelo y sonrió con pena mientras trastabillaba para no caerse, -estoy maldita Emma, todas las personas a las que quiero y con las he compartido mi vida mueren-, la miró a los ojos, vidriosos, -he superado lo de Daniel, lo de Robin y ahora Catherine, lo que no podría soportar sería perderte a ti, no podría seguir viviendo.
Su voz se entrecortó estremecedora con la última frase, las lágrimas saladas no le sabían a tal con el alcohol que le había dado el poder para decirle sus sentimientos.
-Adiós, Emma.
Destrozada la una, destrozada y arrepentida la otra, se vieron alejarse. ¿Cuándo volverían a verse?. Ninguna lo sabía.
Emma volvió al local y se pidió un gintonic, su sofá estaba ocupado por la pareja que bailaba tan bien, felices se abrazaban.
"No llores más, no llores joder", se animaba sentada solitaria en un taburete.
La que no seguía ese consejo era Regina, que desde que cerró la puerta en ese taxi y hasta que llegó a la puerta del portal de su casa había estando diluviando en su alma y sus ojos.
5 meses más tarde
Lo necesitaba, Regina necesitaba volver a la tierra donde habían vivido su familia, sus amigos, donde la conoció a ella, a la madre de Henry. También había necesitado dejar pasar un tiempo, como luto, como cierre de heridas, como cierre de sentimientos encontrados. Sin embargo, ahora, en ese momento en el que se encontraba haciendo las maletas, algo dentro, muy dentro de Regina, temía pero necesitaba, que Emma le prometiese la luna.
La echaba de menos, la quería y la necesitaba.
Bosque encantado
Emma lo decidió desde que pisó la tierra de Storybrooke al volver de Nueva York por segunda vez, no podía estar allí, no podía volver a aquel lugar donde la única persona conocida era a quien había dejado, sin embargo había vivido allí un par de meses hasta solucionar el tema del divorcio. Él se quedaba la mansión y por supuesto su Jolly Roger, ella sólo quería su escarabajo amarillo nada más. Y como tal, y con esfuerzo, a él se lo había llevado al bosque encantado. Escondido en una de las habitaciones del establo que Henry había hecho dormía su pequeño y aventurero coche, era parte de ella. Alguna noche, cuando no podía dormir se tumbaba en los asientos traseros.
Su hijo la había acogido complacido, la había abrazado y le había confesado que la echaba de menos. El divorcio se lo tomó como se lo tomaría alguien que lo veía venir, otro que se unía al club del "no me gustaba para ti". Y fue entonces cuando salió el nombre de Regina y ella se desahogó. Vale, era su hijo, pero ya era un hombre, y necesitaba soltarlo todo, necesitaba a un amigo. El chico reaccionó confuso, primero porque no sabía sobre la existencia de Catherine, y segundo porque tampoco había pensando en sus madres, como pareja. Sin embargo, cuando Violet se unió a la conversación, trayendo unas tortitas y leche confesó que ella siempre había visto que ellas tenían algo especial, y que les gustaba como pareja. Henry le había sonreído y le había tirado de la oreja bromeando preguntándole por qué se tenía que enterar ahora. La joven, con el pelo recogido en una trenza y más alta le guiñó el ojo.
-¿Por qué no vas a hablar con ella, mamá?.
Le preguntó el grandullón al cabo del par de meses.
-Porque no quiero presionarla.
-Pero si sabes lo que siente por ti.
-Ella necesita tiempo, y yo también.
Lo que no se esperaba era lo que estaba por venir. Regina había llegado a Storybrooke. Había quedado con el chivo expiatorio que le mandaba misivas y que le había informado anteriormente que Emma llevaba meses en el Bosque encantado para que le llevase al lugar por donde podría volver allí.
La mañana era soleada y el sonido de la madera crujir era el despertador diario de Emma, Henry estaba talando de nuevo. "No me extraña que esté tan fuerte", pensó incorporándose. Cuando no estaba con el establo estaba con algún mueble o un muro.
-¡Mamá, estás aquí!.
Escuchó junto a unos pasos apresurados. De fondo le pareció reconocer ese tono de voz.
"Es ella, ha venido hasta aquí", su corazón palpitó.
Su camisón de dormir arrugado fue tapado por un batín largo de lana marrón oscuro, cuando salió de la cabaña Henry abrazaba a Regina. Se separaron y ella lo observó de arriba abajo sonriente. La morena llevaba unos vaqueros ajustados y una blusa blanca, el cabello largo que tenía se lo había cortado un poco y ahora estaba algo ondulado.
La mirada de Regina se desvió de la de Henry a Emma, que estaba inerte en el marco de la puerta. Henry la miró, luego a su otra madre y decidió quitarse de en medio.
-¡Me tienes que contar muchas cosas muchacho!-, le dijo la alcaldesa estando él ya entrando al establo.
Oyó decir un "sí" en la lejanía.
Eran cinco metros pero podían mirarse a los ojos. Los de Emma denotaban que acababa de levantarse, y los de Regina, brillaban, mucho.
Se aproximó a ella, cuyos cabellos estaban algo despeinados, y el viento que se levantó no ayudó.
-Hola…-, le dijo la morena, con delicadeza. Temía horrores que todo hubiese cambiado entre ellas, incluso que… la hubiese olvidado.
-Pasa-, se retiró para que la morena pasase, observó la cabaña y al fondo lo que sería la cama de Emma, deshecha.
Violet apareció por la cocina, tras los saludos pertinentes y las miradas de ambas mujeres, ella dedujo que sobraba ahí.
La mesa del pequeño salón era redonda y de madera gruesa.
-¿Qué tal todo por aquí?-, le preguntó Regina apoyándose en la mesa prestando atención. Emma estaba algo ausente, se preguntaba si aquello que le dijo aquella había cambiado, si seguía importándola o había venido solo por Henry, sin embargo, se negaba a preguntárselo ahora. Tamborileó con su mano en la superficie de la mesa.
-Pues, no sé, decidí venir y estar con mi hijo. Me sentía muy sola allí en Storybrooke-, le confesó la rubia.
Regina agachó la mirada compungida. Estiró la mano para tratar de tocar la de ella, y aunque temía que fuese a retirarla no lo hizo -siento cómo acabó todo entre nosotras.
Le dijo arrepentida.
-Y yo. ¿Cómo lo has llevado estos meses?.
La morena cogió aire.
-Han sido tiempos difíciles, pero había algo que me animaba a seguir adelante.
La rubia inclinó la cabeza dudosa.
-Tú. Pensar que estabas ahí, y sabiendo que estabas con Henry, ya sabes, mi chivo me lo cuenta todo-, le guiñó el ojo. –Eso me hacía levantarme cada mañana para ir a trabajar. Aunque he de confesar que a veces miraba el ascensor que subía a mi planta de la tienda de ropa de mujer y soñaba con que aparecieras al abrirse las puertas.
La rubia, que solo podía ver la mano de la morena cubriendo la suya la miró sorprendida, ¿tan importante era ella después de todo?, Killian nunca le dijo nada igual en diez años.
-¿De verdad?.
La morena la soltó asintiendo.
-Yo también te quería pedir perdón. Al tiempo me di cuenta que fue un error, mi actitud, en un día como ése, ¿a quién se le ocurre tratar de be…, bueno, eso ya da igual.
-¡Pero estuviste ahí!, pasamos un día estupendo, un día que podría haberlo pasado en el velatorio y tú me hiciste salir, comer perritos y pasear. Gracias, Emma. Sin ti no sé que hubiese pasado.
Emma se levantó de su silla y colocándose tras el respaldo de la de Regina la abrazó. Cubriéndola de torso para arriba, protegiéndola. Regina a sí mismo cubrió sus brazos con los de ella.
-Por favor Emma, no nos separemos más.- le suplicó Regina Mills alzando la cabeza hacia arriba, viéndola invertida y algo nublada por sus ojos emocionados. La rubia la observaba detenidamente desde lo alto. –Prometido.
Ahora lo sabía, era el momento de empezar una nueva historia. Emma Swan rodeó la silla e hizo levantarse a esa mujer tan importante en su vida para abrazarla, por fin, rompiendo muros, sin impedimento alguno. Solo ellas. La rubia la asió así, deseando no soltarla en la vida, jamás. Sentía la felicidad fluir de sus entrañas y que ese sentimiento estaba siendo compartido.
-Te quiero, Regina.
Le confesó con el corazón en mano al oído. La morena sonrió con la piel erizada, se separó los centímetros justos para besarla. –y yo Emma, y yo, y yo.- le respondió al son que le daba besos cortos y sinceros. La rubia quiso saborearla como quiso en aquel pub y entre sonrisas sentidas y manos entrelazadas se volvieron a besar, como dos almas encarriladas, sintiéndose, enamorándose.
Por la ventana de la cabaña Henry y Violet espiaban traviesos y sonreían.
-Después de todo, vas a tener razón-, le dijo el hombretón a su mujer.
-Es instinto femenino.
Sonrió.
-Espero que sean muy felices-, añadió.
-Lo serán, lo sé.
Confirmó Henry Mills. Después de todo, su familia iba a estar unida de nuevo.
FIN
Bueno, bueno, ¡espero que os haya gustado! Y que haya sido de vuestro agrado el final, muchas gracias a los que habéis comentado (registrados y no registrados, a los que siento no poder contestar) pero muchas gracias, de verdad.
Una nueva historia que se cierra y con un final feliz.
