¡Maldita fuera mi suerte! ¿Por qué tuvo que tocarme a mí precisamente el miraculous de la mala suerte?
Para ser honestos…ni siquiera lo merecía.
Solo sé que un día llegó a mi escritorio un pequeño estuche hexagonal y después llegó Plagg a mi vida. Lo primero que quise hacer en cuanto apareció el kwami en mi habitación exigiendo queso fue ir corriendo en busca de mis padres a la habitación contigua. Una vez mencionó Plagg por primera vez el nombre de Ladybug todo empezó a encajar.
He vivido prácticamente toda mi vida escuchando las historias de Ladybug y Chat Noir por mis padres durante su adolescencia, y especialmente por parte de mi madre; así que no tuve motivo por el que dudar del pequeño gato. Además estaba el hecho de que recientemente había surgido "de nuevo" Ladybug para proteger París de nuevos villanos, así que resultaba más creíble el hecho de que "por alguna razón desconocida" me hayan elegido como el nuevo compañero de Ladybug.
Debido a la pereza y descuido total de mi kwami, no sabía tantas cosas como quería sobre todo lo relacionado con Ladybug y los miraculous. Solo lograba sacarle algo cuando lo chantajeaba con ese apestoso queso camembert.
De las cosas que me contó descubrí que a diferencia de en otras ocasiones en las que el portador del miraculous es elegido por el guardían de estos, en mi caso yo he sido elegido por el anterior portador, es decir, por el último Chat Noir que salvó París hace año con la anterior Ladybug.
Plagg también me dejó claro que la Ladybug actual era nueva (claramente, si fuese la anterior, sería más adulta y ésta portadora actual parecía joven…casi de la misma edad que la mía me atrevería a asegurar). Por lo que he descubierto también por mi cuenta durante los últimos meses es que a pesar de que los dos somos novatos en lo de ser héroes ella estaba lo suficientemente capacitada para hacer la labor de heroína sola, a pesar de sus ocasionales despistes en los que yo lograba colaborar y salvarnos a los dos. En más de una ocasión mientras patrullábamos había tenido el placer de hablar con ella más relajadamente y disfrutaba cuando me contaba anécdotas que conocía sobre los anteriores portadores. Eso me dejaba ver que tenía un vínculo con uno de los dos o ambos. Muchas veces quise preguntarle cómo sabía tanto de ello, pero me negaba a hacerlo por la misma razón por la que Plagg no me contaba nada de los anteriores héroes de París. Si me contaba algo, podría descubrir la identidad de ellos, ocasionándoles riesgos, o podría llegar a descubrir la identidad de Ladybug, cosa que no debíamos desvelarnos el uno al otro. El kwami negro me dejó claro que las identidades habían de ser secretas para protegernos no solo a nosotros, sino también a nuestros seres queridos y sólo podríamos llegar a saberlo ambos si lo averiguábamos por nuestra cuenta o era decisión de ambos. La primera y última vez que hablamos sobre ese tema fue en la primera noche como Chat Noir tras combatir a mi primer villano con Ladybug y también fue la primera y última vez que escuché a Plagg hablar seriamente sobre el asunto de los miraculous.
Ahora, como el chico normal y corriente tras la máscara del gato negro, corría como un loco hacia la escuela.
Ladybug para mi desgracia y por un motivo desconocido insistió las últimas semanas de vernao en realizar más patrullas nocturnas, pues creía haber detectado cosas raras en varios sectores de la ciudad. Eso afectó a mis horas de sueño y hoy, en el primer día de clase, ya iba tarde a primera hora. En otras ocasiones siempre tenía la suerte de que mi madre me llamaba para despertarme antes de ir al estudio de televisión a grabar; pero durante esta semana tenía un reportaje de investigación que atender y madrugó precisamente hoy para irse de viaje al sur de Francia durante una semana. Durante esta semana estaría con mi padre, el cual estaba en sus vacaciones. Pero él hombre sobre la faz de la tierra que más adoraba dormir, así que no ayudaba. Cuando antes de salir de casa corriendo lo vi, de refilón por la puerta de su cuarto, durmiendo como un tronco en su cama, entendí como era que si no me despertaban me quedaba siempre dormido.
Mientras salía a toda velocidad de casa, bajando las escaleras escuchaba a Plagg, quién se desternillaba de la risa por mis prisas desde el fondo de mi maleta junto a su pequeña porción mañanera de camembert. Pensé en vengarme más tarde de él por no haberme despertado pues él ya estaba comiendo queso cuando yo me percaté de la hora al despertar; pero mis pensamientos fueron sustituidos por una sonrisa landina característica de mí al cerrar la puerta y salir a la calle.
Tenía una idea. Y era una idea MUY buena. No me molesté en replicarle a Plagg o que algunos me miraran rápido en la calle por las prisas o la risa rara que salía de mi macuto… ¿Qué mejor venganza sería irrumpirle su tan querida comilona? Giré hacia el primer callejón que había junto a mi hogar y una vez me aseguré nadie me vio entrar allí, abrí el macuto y…
-Plagg, ¡Garras fuera!
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El trayecto sobre los tejados de París fue más corto de lo que pensé. Me colé por una ventana estrecha en el baño de los chicos de la escuela. Sabía que ya no podría haber nadie allí puesto que de lejos, mientras saltaba llegando al edifico, escuché la sirena y revisé antes de entrar. La ventana estaba dentro de uno de los cubículos por suerte y aprovechando el improvisado escondite me destransformé. El kwami de la mala suetre cayó sobre la palma de mis manos exhausto y sin un queso entre las manos.
-¡Mi queeesooo! – Gimoteaba exhausto fingiendo para darme pena y le diera un nuevo trozo de queso.
-Eso te pasa por reírte de mí y no despertarme en la mañana.
-¡Me has dejado con el trozo de queso en la punta de la lengua! – Respondió una vez sentado y consciente de que sus gimoteos no le servirían conmigo – ¿¡Cómo has podido dejar que tirara en ese sucio callejón aquel adorable, delicado y delicioso trozo de camembert para transformarte así por que sí!?
-Primero, porque al transformarme he llegado a tiempo a clases, cosa que me debías; y segundo, porque no quería empezar el día oliendo a camembert por tu loca obsesión con él- Le reclamé con una sonrisa burlona recolocándome la mochila que antes solté para destransformarme.
Al llevar la maleta conmigo en el hombro durante mi trayecto, procuré saltar de edificio en edifico con precaución y más rapidez de la cuenta para que nadie por las calles de París se extrañara de ver a uno de los héroes de su ciudad con una mochila o que fuera a la escuela. No sería bueno que descubrieran mi identidad de esa manera tan simple.
-Pues para que lo sepas,- Contestó de vuelta el kwami sentado en mi hombro mientras me colocaba un poco la ropa y el peinado alborotado por la carrera frente a un espejo-primero, luego vas a cobrarme tú esta afrenta contra el queso y segundo, sí que vas a llegar tarde como no dejes de retocarte el cabello para llamar la atención de tu compañera de clase.
Mi respuesta corporal fue inmediata. Mi aparente tranquilidad desapareció al recordar frente al espejo el rostro de la chica motivo por el cuál siempre quería llegar temprano a clases. Un leve sonrojo cubrió mi rostro y furioso por el conocimiento de ello de Plagg intenté agarrarlo para meterlo de golpe en la mochila. El kwami fue más rápido y entre risas volaba a mi alrededor en el baño mientras intentaba atraparlo.
-¡Plagg! Juro que te voy a…
Mis injurias contra el gato de la mala suerte se vieron interrumpidos al escuchar la segunda sirena de la escuela; la que avisaba del comienzo de las clases definitivo. Llegaba tarde. Ya era un hecho.
-¡Dios! ¡Es tarde! Vale, Plagg, ya hablaremos después de esto – Dije esta vez más nersioso y mirándolo fijamente mientras flotaba en el aire – Ahora te daré un trozo de queso que tengo para emergencias si acaso en la mochila, pero por favor, vuelve aquí y escóndete ya, que llegamos tarde.
El kwami esa vez no me dio más la lata y una vez dicho aquello, de forma más comprensiva, se escondió en mi bolsa de nuevo. Una vez todo solucionado y sin contratiempos salí pitando de los servicios directo a mi aula. A medida que corría por los pasillos, veía algunas clases ya con las puertas cerradas y otras que se estaban cerrando.
"Mierda, mierda, mierda…¡No llegaré a tiempo!" pensaba al doblar la última esquina.
Sin pararme a pensar en ello y visualizar el aula de frente abrí el pomo sin pensar, pues estaba ya cerrada, y con las prisas y los nervios, acabé apoyando mal el pie y me resbalé al entrar al aula, cayendo de boca frente a la estupefacción de la maestra y las caras de sorpresa, pena y risas de algunos de mis compañeros.
-¡Qué entrada Lahiffe! ¡Qué entrada!- Exclamó carcajeándose Kevin, el guay y musculitos de la clase.
-Desde luego Kevin- Le acompañó en la burla Paul- Esa entrada entrará en el guiness de los records como la entrada más patética.
-Chicos, dejad las burlas ya – Paró en seco la maestra mientras me incorporaba lentamente.
El golpe contra el suelo había sido duro para ser sinceros. Algunos libros se habían salido de mi mochila, ahora en el suelo. Gracias a Dios vi un bulto sospechoso en la maleta que debía de ser Plagg. No había salido volando de la maleta con el impacto de milagro.
Me disponía a recoger una de las libretas del suelo cuando una mano ajena agarró el extremo contrario al que yo agarraba de la libreta. La mano parecía suave y por dentro deseaba tener el valor de algún día poder acariciarle y saber si esa sospecha era cierta. Su tono de piel era claro pero con la luz del sol dándole de espaldas y que entraba por las ventanas del aula parecía un ángel caído del cielo. Portaba sus ya característicos pantalones caqui, que se ajustaban a sus piernas, y una blusa blanca con un hombro al descubierto con la insignia de la casa de modas de sus padres. A pesar de su sencillez, encarnaba la perfección en persona. Al alzar el rostro finalmente me acabé perdiendo en un par de ojos azul cielo que me miraban entre sorprendidos y preocupados.
Si antes estaba hastiado por el ridículo al entrar así y las burlas constantes de Kevin y Paul, ahora me moría de la vergüenza e intentaba esconder de alguna manera disimulada mi rostro para que "mi mejor amiga" no notase mi nerviosismo frente a ella.
"De todos los días que siempre es ella la que llega tarde, es hoy cuando llega puntual a clase y es testido de mi patético espectáculo el primer día de clase" pienso torturándome a mí mismo mientras termino de incorporarme con su ayuda y entre los dos terminamos cogiendo los cuadernos que había en el suelo.
-¿Estas bien, Alan?
-S-sí, estoy bien, gracias, E-emma- dije un poco cortado mientras volvíamos a nuestros sitios.
Una vez en mi asiento me percaté de que la clase había vuelto a su silencio original y la mirada de la maestra iba dirigida a mí.
-¿Alan Lahiffe?- Dijo continuando pasando lista pues la había interrumpido con mi "gran llegada".
-Presente- Dije un poco alicaído esperando un restraso en mi cuidado expediente.
Siempre llegaba con tiempo a clase por varios motivos: tendría tiempo para "contemplar" a cierta rubia sentada frente a mí en clase; era una manera perfecta de disimular luego mis puntuales salidas de clase si debía transformarme en Chat Noir y…porque Alya Cesaire da miedo cuando se enfada. Mi padre siempre ha sido muy permisivo conmigo, pues siempre defiende que él de joven siempre reclamaba más libertad por parte de los padres, pero mi madre no lo era tanto como él.
"Cuando vuelva esta semana y vea el retraso me va a matar. Me va a matar. Me va a matar…2 Me repetía constantemente con la cabeza gacha mientras la profesora terminaba de pasar lista. Una vez acabó, alzó la vida llamándome con mi apellido.
-Lahiffe
-¿Sí? –Dije temiendo dudoso.
El rostro de la maestra, antes serio, pareció relajarse.
-Esta es la primera vez que llegas tarde a clase y también como es el primer día lo dejaré pasar. Pero no quiero que se vuelva a repetir, ¿de acuerdo?
Sus palabras fueron de gran alivio y me quitaron un peso de encima que expresé con un suspiro.
-Sí- Dije firmemente- Prometo no volverá a suceder.
Una sonrisa de alivo es lo que me mostró la maestra una vez solucionado el problema mientras se volvía a la pizarra para escribir nuestros futuros horarios y los primeros apuntes del curso.
Sentí una mano sobre mi hombro y al girar la cabeza me encontré con la sonrisa burlona de Will, mi compañero de asiento. El rubio de pelo corto y de ojos azules llegó el año pasado a muestra clase procedente de Reino Unido. A pesar del carácter seco que pueden tener los ingleses, él se mostró todo lo contrario, pues su familia es en verdad originaria de . A pesar de su dificultad al principio con el idioma se pudo desenvolver muy bien con todo el mundo. Desde que llegó se convirtió en mi confidente y mejor amigo después de Emma Agreste, la chica por la cual sufría la mayoría de sus burlas en plan broma desde que descubrió mis sentimientos por ella. Aunque yo siempre le respondía estas mencionándole a la pelirroja amiga de la Agreste.
-¿Te has despertado tarde soñando con cierta rubia?
No le conteste… al menos…no verbalmente.
-¡Auch!
-¿Tienes algún problema con el horario William?
-¿Eh? No, no, no pasa nada señorita Rose. Perdone la interrupción me golpeé con la mesa al recoger un bolígrafo del suelo- Se excusó el galán educadamente como si nada.
Le había pegado con ganas un codazo en el costado. A veces llegaba a odiar su carisma inglesa que le permitía hablar con todo el mundo tan tranquilamente. "¿Por qué yo no no podré hablar así con ella? Pensé frustrado y resignado mientras empezaba a sacar cuadernos de mi mochila para copiar los apuntes. Disimuladamente dejé un trozo de queso que siempre llevaba escondido por pena para Plagg. Esperaba que con eso me perdonara por lo de la mañana. No le daría el queso de emergencia. Ese solo era para casos de akumas y combatir junto a Ladybug.
Al centrar mi mirada al frente con las cosas ya sobre la mesa me fijé en un pequeño papelillo en la esquina de mi pupitre. Era cuadriculado. Lo abrí con cuidado y me percaté de una fina y cuidada caligrafía que conocía muy bien desde hace años.
-"No hagas caso a las burlas de Kevin y Paul. Un mal día lo tiene todo el mundo. ¡Anímate! Apenas acaba de empezar el curso ;) ¿Qué tal te ha ido el verano?"
No pude evitar mostrar una leve sonrisa ante el mensaje escrito. Alcé la mirada hacia el frente y me percaté que ella me miraba igualmente con una leve sonrisa animada. Se notaba a la legua que su día había empezado con mejor pie que el mío.
Solo con ver esa sonrisa cada día me conformaba. Con ver feliz a la que ha sido desde siempre mi amiga y confidente me basta para darlo todo en cada pelea que desempeño como Chat Noir cada día.
Emma Agreste, era la única dueña del corazón de este pobre gato negro con mala suerte.
