Cuando Wesker, Chris, Forest y Jill llegaron al bar los ánimos de los pasajeros estaban bastante caldeados, rápidamente fueron rodeados por una multitud furiosa que les recriminaba la falta de información y la situación del viaje. La cosa había llegado tan lejos que algunas personas del pasaje habían llegado a las manos, mientras que el conserje Ramón se encontraba pataleando detrás de la barra con toda la estantería de botellas encima, fruto de una mala caída.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó furiosamente el capitán de la Ecliptic Express intentando hacerse oír sobre el barullo. —¿Quién demonios va por ahí diciendo que hay un alien en la nave?

La multitud no lo escuchaba, estaba demasiado ocupada increpándole y mentando a su madre.

—¡SILENCIO! —gritó con todas sus fuerzas, lo que sorprendentemente hizo que el tumulto se callara casi al instante.

Chris y Forest dieron un paso al frente, cubriéndole la espalda a su capitán. Jill se resguardó tras ellos con la mirada de los pasajeros clavada en ellos.

—El conserje dice que hay un alien suelto por la Ecliptic y queremos saber la verdad-. —clamó Ashley en su tono de voz habitual.

—¡Es verdad, no gasté todos mis ahorros para estar en una nave con un ser no humano! —exclamó Spencer por detrás.

—Eso, eso. —añadió León.

—¿El conserje, dices? —preguntó Wesker echando la vista por encima de la barra del bar, tras la cual Ramón seguía tirado retorciéndose. —¿Ése que está buscando vida tras la barra?

—Eso decía hace un rato... —dijo Ashley ya en voz más baja.

—¿Y de verdad, estando como ésta, alguien ha creído lo que decía?

Wesker parecía empezar a controlar la situación; siempre había tenido un don de gentes y estaba usándolo para evitar que cundiera el pánico y el descontrol a pesar de que lo que había dicho el conserje era cierto.

—Además. —continuó el capitán. —¿Quién de ustedes ha visto un alien o pruebas de que exista uno?

—Hay gente que dice que ha establecido contacto con ellos. —dijo Alexia.

—Esas tonterías las llevamos diciendo desde antes de que saliéramos de la Tierra, no es nada nuevo. —contestó Wesker. —Confíen en mí, les garantizo al cien por cien que en esta nave no hay...

Lo siguiente que salió de su boca fue un chorro de sangre espesa, provocado por la cola negra y puntiaguada que le había atravesado el pecho en un abrir y cerrar de ojos. Wesker, ya muerto, fue arrastrado rápidamente hacia el conducto del que provenía la cola de su verdugo. Todo el mundo se quedó paralizado un segundo, después pareció que una bomba hubiese estallado. La multitud se dispersó entre gritos y aullidos, Redfield y Speyer abrieron fuego contra el conducto y sus alrededores con sus rifles de pulso, Jill gritó a quien pudiera oírla que saliera todo el mundo de ahí y se dirigiera a la cubierta de la tripulación. Algunos se refugiaron en sus camarotes, creyendo que ahí estarían seguros, otros escucharon a la suboficial y huyeron de la cubierta del pasaje, otros salieron corriendo sin rumbo fijo como pollos descabezados. No podía hacer nada más ahí, así que la suboficial bajó a la cubierta inferior con toda la gente que quiso seguirla y espero a que todos entraran, siendo el último de ellos Chris con Salazár a cuestas.

—¿Y Forest? —preguntó Jill preocupada.

—¡Ha ido tras un grupo que se ha dirigido hacia las habitaciones de los pasajeros, no he podido pararlo! —contestó el nuevo jefe de seguridad apurado. —¡Le abriremos cuando vuelva, sella la puerta!

Habían pasado poco más de dos horas. Jill, Birkin, Dooley, Vickers, Chris, Ramón, Nikolai y Ethan, junto a los diez miembros restantes del equipo de seguridad y los tres supervivientes de la cubierta de carga, se encontraban reunidos en la cubierta del personal, habiendo sellado los conductos de la zona nada más entrar con la ayuda de Nikolai, que al haber diseñado la nave conocía todos sus recovecos y cualquier salida que no fuesen las compuertas principales. Más seguros ya, contemplaron sus posibilidades:

—Estamos jodidos, el capitán está muerto... —se quejaba Brad.

—Cállate. —le ordenó Jill. —No podemos venirnos abajo.

—Está muerto joder, está muerto... —siguió quejándose el piloto.

—¡Ya basta! —exclamó la suboficial, entonces ascendida a capitana por la muerte de Wesker y, aparentemente, Enrico. —¡Necesitamos que pilotes la nave, así que más te vale apechugar y hacerte a la idea!

—¿Pilotarla adónde? —saltó Brad. —¡Vayamos donde vayamos, si ven que llevamos esa cosa a bordo nos derribarán del cielo!

—Entonces nos desharemos de ella. —dijo Chris. —Es escurridiza, escondiéndose en los conductos y en las sombras y atacando por sorpresa, pero si conseguimos sacarla de su zona de confort seguro que podremos abatirla.

—Siento joderte el buen rollo y tal pero por si no te has dado cuenta esa cosa nos está pateando el culo. —interrumpió Brad de mala gana. —Tú mismo fue el que dijo que sola se las apañó para matar a cuatro guardias, por no hablar del equipo científico y toda la gente que se quedó ahí abajo.

—Maldita sea Brad, cierra la boca de una vez. —exclamó Jill tajante.

El piloto se dio la vuelta y se marchó visiblemente molesto a su asiento, junto a Kevin Dooley.

—Como iba diciendo. —siguió Redfield. —Antes de que pudiera escapar Forest y yo le acertamos en la cola a esa cosa y dejó caer una especie de líquido negro corrosivo que fundió una de las mesas y el suelo bajo ella, así que no es inmune a las balas reales. Son buenas noticias, si sangra significa que podemos matarla.

—No suena mal, la verdad. —comentó Birkin. —Siempre podemos utilizar la cubierta de carga para echarla de la nave.

—Si consiguiéramos hacerla salir de los conductos o, en su defecto, redirigirla por ellos hasta la cubierta de carga podría funcionar. —añadió Nikolai.

—Me gusta la forma de pensar de este caballero. —dijo con más ánimo Chris golpeándole amistosamente el hombro. —Con todos los que somos, si nos mantenemos juntos y concentrados, seguro que podremos salir de ésta.

Parecía un plan sólido, tanto que subió la moral de algunos guardias y supervivientes y parecían más dispuestos a hacerle frente al alien que antes.

—¿Y qué pasa con Forest? —preguntó Jill. —¿No iremos a dejarlo ahí fuera, verdad?

Una cubierta más arriba, en las cocinas, donde el susodicho habia fortificado una cámara frigorífica en desuso y se había metido dentro con Ashley, Spencer, León y Alexia.

—Maldita sea. —dijo Forest sacudiendo su intercomunicador. —Esta mierda no funciona.

—¿Ocurre algo? —preguntó León.

—¿Aparte de que no puedo contactar con mis compañeros para pedir ayuda y de que hay un alien grandote asesino suelto por la nave? —soltó Speyer de forma jocosa y sarcástica. —Para nada, es sólo otro día más a bordo de la Express.

—Creo que no estamos en la situación adecuada para soltar ese tipo de bromas. —le reprendió Spencer.

—Disculpe abuelo, pero creo que podrá disculparme si suelto alguna que otra broma para relajar la tensión. —contestó Forest. —Aunque no lo parezca no me gusta estar aquí fuera con esa cosa.

—¡Sabía que estaban ocultándonos algo desde que nos desviamos del rumbo, lo sabía! —se quejó Ashley.

—¡Tendrían que habernos dicho lo que estaba pasando desde el primer momento! —León se sumó a la queja.

—Por supuesto, tendríamos que haberles dicho algo así como…—Forest se aclaró la garganta. —"Queridos pasajeros, les informamos de que una forma alienígena no identificada y aficionada a descuartizar gente se encuentra ahora mismo suelta por la nave, rogamos que disculpen las molestias"; habría sido bucólico.

—¿Cree realmente que su sarcasmo y humor barato van a mantenernos con vida? —preguntó Spencer de forma escéptica ante la actitud de Forest.

—No, pero esta preciosidad sí —respondió el guarda de seguridad recargando su rifle de pulso. —Cojan cualquier cosa que vean útil como arma, vamos a la cubierta de la tripulación y necesitarán algo con lo que defenderse.