¡Hola chicas!
Bueno, se que esto es una sorpresa para la mayoría. Aquí os traigo una nueva historia con sus partes de humor, ternura y lo mínimo, mínimo de drama. Será muy cortita, no creo que llegue a los 10 capítulos. Ya la tengo prácticamente terminada, me faltan el último capítulo y el epílogo por escribir, aunque quizás añada algo más una vez que lo acabe y lo lea si lo considero necesario, de todas formas no habrá problemas con las actualizaciones ya que casi está lista del todo. Ese es el motivo por el cual he decidido subir ya el prólogo y las actualizaciones serán cada dos o tres días, pero no pasará de ahí. Espero de corazón que os guste, esta idea surgió un día loco en el que me aburría en casa y bueno decidí ponerme a escribir y salió esto, ajajajaa. Está clasificado en rated M porque hay un par de Lemmon y algunas veces los personajes tienen un vocabulario un tanto vulgar.
Está historia quiero dedicársela a la reciente mamá Sarah-Crish Cullen: Ali, sabes que te adoro tanto a ti como el peque y espero que te guste, y también a las tías Sara y Cris, que aunque hace muchísimo que no hablo con ellas también las adoro y extraño nuestras conversaciones nocturnas. Ahora iré a ponerme un coffee por vosotros ;) Porque ser tía y ser mamá son las dos cosas más maravillosas del mundo.
Disclaimer: Los personajes de esta historia, salvo un par de ellos, no me pertenecen. Bella, Edward, Alice, Esme, and Company son de la creación de Stephenie Meyer, solo la trama es mía.
Prólogo
"La verdadera sexualidad no es el simple acercamiento de los sexos,
sino el trabajo creador del hombre y la maternidad de la mujer." Gregorio Marañón
Tener un hijo se dice que es la experiencia más maravillosa del mundo, pero la espera de este es quizás, el momento más increíble de todos. Tener algo que va creciendo dentro de ti lentamente es inexplicable, no hay palabras para definirlo. Ver crecer tu estómago hasta que lo sientes a punto de explotar, y esa culebrilla que se mueve dentro de ti y te hace cosquillas al principio y ya al final, sus patadas resultan algo dolorosas. Los dolores de espalda, la hinchazón de los tobillos, los antojos, las nauseas, los dolores de cabeza, el malestar diario, el dormirse en todos lados o el insomnio del último mes, el excesivo apetito, los cambios hormonales que te hacen parecer bipolar, y todos aquellos síntomas que te llenan de amor y ponen de cabeza a tu pareja.
Oh, si, las parejas. Los novios o maridos, que tienen que aguantar todo eso sin poder quejarse, porque si se les ocurre decir algo o mencionar a las hormonas, una se pone insoportable y de repente te enojas y lo mandas a dormir al sofá, o si tienes perro, a la caseta del perro. Son de esas escenas, que si las ves. te mueres de risa pero si las vives no puedes dejar de maldecir. ¿Y cómo no hacerlo si te han mandado a dormir con animal que te odia y que no te agrada en absoluto?
Está todo eso, pero los dos momentos más importantes son únicos e irrepetibles por muchas veces que pases por ellos. El primero es aquel día en el médico, cuando tienes las sospechas y vas a que te las confirmen. Llega el médico con una falsa sonrisa de felicidad en el rostro y un montón de papeles en la mano, se sienta delante de la pareja y anuncia: Felicidades, estáis embarazados. Y después procede a realizar la primera ecografía, la parte que el marido más odia y que para la mujer es realmente incómoda. La hace desnudarse y tumbarse en una camilla con las piernas abiertas, y sin más, mete dentro de su vagina un instrumento inmensamente largo y relativamente ancho que puede resultar incómodo. Él, el marido o novio, pálido como la nieve y en estado de shock por la noticia, le entran ansias asesinas y desea tener un cuchillo bien afilado en la mano para clavárselo al médico por estar tocando tan íntimamente a su mujer. Y esta solo mira con atención la pantalla para ver la primera imagen de su hijo no nato, que más que una imagen es un borrón de formas, no se ve nada, pero ella llora y asiente. No se sabe si llora de felicidad o de culpa por no poder ver a su hijo en la pantalla.
¿Cuál es el segundo momento más importante? Esta muy claro, el parto. No cabe ninguna duda, y normalmente sucede en el peor momento de todos, en la madrugada cuando todos duermen, la ciudad entera esta en silencio, y es, por lo general, en el momento más inoportuno. Como siempre, la pareja duerme o al menos ella lo intenta, porque está tan grande e incómoda que no puede pegar ojo y eso la irrita. Sin más, y como cada cinco minutos, la entran ganas de ir al baño a vaciar su vejiga, pero termina haciéndoselo encima por el camino. Y… ¡sorpresa! Ha roto aguas y hay que salir corriendo hacia el hospital. Ahora la parturienta se enfrenta a un grave problema. No hace más que perder líquido amniótico poco a poco, en un chorrito fino, porque no es como en las películas que sale todo de golpe, no, no, sale tan despacio que desespera. Las contracciones van en aumento, cada vez más dolorosas y más seguidas, y su estúpida pareja duerme de manera tan profunda que no se entera ni cuando grita de dolor. Al final no la queda más remedio que salir corriendo a por un cubo de agua helada y tirárselo en la cara, porque claro, el bebé no puede esperar y él puede dormir más tarde todo lo que le de la gana si al menos tienen la suerte —y ahí poca gente con esa suerte—, de que el bebé salga dormilón y no llorón.
En fin, que el marido se levanta sobresaltado, de golpe y asustado, pensando que ha llegado la tercera guerra mundial. Mira con los ojos entrecerrados a la mujer, hace una mueca rara y vuelve a tumbarse con un: ah, pero si eres tú, no se pa' qué me despiertas. Y se intenta dormir de nuevo. Primero intento: Fallido. Ahora no queda otra que empezar a pegarle golpes para que reaccione, pero como si algo hiciera click en su cabeza, vuelve a levantarse a toda prisa y se da con la puerta del armario en la cara, ¿por qué? Porque sigue dormido. Se viste corriendo sin dejar de decir: respira, así, así, respira, inhala, exhala. ¡Cómo si fuera lo más normal del mundo! Aunque bueno, si que es lo más normal. Se pone los pantalones al revés, se termina poniendo una camiseta pre-mamá de la parturienta, un zapato y una sandalia, coge la bolsa con las cosas del bebé y baja corriendo las escaleras, eso si, no falta el hombre que tropiece y terminé rodando por ellas. Y con todo esto, la mujer solo mira incrédula como si su marido/novio, fuera un extraterrestre. Pero… ¡si parece no haberse acordado de ella! Al final, la toca hacerlo todo a ella, darse ánimos y bajar, pasando por encima del cuerpo del marido, hasta llegar al coche y esperar a que él reaccione y se ponga a conducir. ¿Y cómo conduce? ¡Cómo un desesperado!
A ese paso, terminaran llegando al hospital, si, pero no por un parto sino por accidente de tráfico. ¿No se da cuenta de que el primer hijo siempre tarda en nacer y no hace falta correr tanto? Él marido termina reaccionando y sus nervios aumentan de manera considerada en tan solo un par de minutos. Su hijo va a nacer y su mujer no hace más que maldecirle. Y por cierto, los gritos que pega por el dolor, le marean y todos temen que se desmaye. Lo normal, porque la mayoría lo hace, es tan normal que los médicos no preparan una cama cuando llega una mujer a punto de dar a luz, no, preparan dos. Una para la madre y otra para el marido. ¡Si serán flojos!
Horas después, muchos gritos de desesperación durante el proceso, un desmayo, unas cuantas maldiciones, médicos yendo y viniendo y un marido/novio que no hace más que pasearse de un lado para otro intentando mantener la calma, repitiendo las clases de preparación al parto que por cierto, no sirven de nada, con esos estúpidos consejos de cómo respirar; unos cuantos empujones, y ánimos por parte del doctor, y al final, ese dulce llanto que inunda la habitación y logra sacar las lágrimas de los recién convertidos en padres.
Si, a pesar de todo es un momento inolvidable, porque al final todo lo que precedió al parto se termina olvidando y solo se recuerda el llanto del bebé que ha empezado su vida. Precioso, ¿verdad? Bueno, puede que también un poco escalofriante, sobre todo por las penurias del hombre que tiene que soportar todo eso. Y una vez que el niño o niña a nacido, o los niños o niñas, porque pueden venir dos o más, los padres se ven esclavizados a una vida de preocupaciones y no dormir por los próximos cincuenta años. Porque no es hasta los dieciocho como siempre se dice, no, es hasta que mueres, porque nunca dejas de preocuparte por tus hijos y estos no dejan de quitarte nunca el sueño. En nueve meses, bueno diez, porque en realidad son diez, o podríamos mejor decir de cuarenta a cuarenta y dos semanas, la vida de dos personas cambia para siempre, y esto es lo que les pasó a nuestra pareja de protagonistas, porque ellos no pensaban tener hijos al menos no en ese momento, pero hubo una infinita noche de pasión en un aniversario y después de un preservativo roto —algo que ninguno notó—, ese dulce bebé apareció meses después trastocando todos sus planes y viéndose obligados a improvisar en el camino de convertirse en padres. Porque Bella Swan y Edward Cullen no lo planearon, simplemente sucedió y ya no pudieron volver a ser los mismos. Yo solo se esto que he contado por cosas que mis padres me contaron y cosas que he ido leyendo por ahí, pero es probable que algún día me toque vivirlo. Por ahora solo se que esto es lo que les toco vivir a mis padres, Edward y Bella, que me tuvieron a mi. O bueno, a… No, mejor no lo digo y dejo que lo descubráis vosotros, porque esta es su historia, o mejor dicho, la nuestra.
Porque todo comenzó con una noche loca, o bueno, puede que no tan loca pero si podría considerarse como apasionada y llena de sentimientos en los que el amor y la felicidad gobernaban. No había otra manera de describir aquello. Porque cuando dos personas adultas se aman todos sabemos lo que pasa, ¿cierto? Y cuando, algunas cosas fallan suele pasar lo inevitable. Si el método anticonceptivo que utilizas falla o en este caso le da por romperse, solo hay un desenlace posible aunque las dos personas implicadas no se den cuenta hasta mucho tiempo después, exactamente seis semanas que es cuando los síntomas claros empiezan a aparecer.
Pero mucho antes de eso, justo en el periodo en el que el método anticonceptivo falla, en nuestro caso un preservativo roto y las seis semanas de espera a que los síntomas de lo que sucede se vean por si solos sin la ayuda de médicos ni nada por el estilo, pasa algo que si no pasara nadie se encontraría en esa situación. La fecundación. ¿Y cómo sucede? Es muy simple. Un espermatozoide tiene que correr y correr hasta llegar al óvulo y una vez que llega a él utilizar de todas sus fuerzas para atravesarlo y quedarse dentro donde se encontrará muy a gustito por los próximos meses. Eso fue exactamente lo que les paso a mis queridos padres. Y si viajáramos en el tiempo y empequeñeciéramos hasta hacernos invisibles podríamos ver con claridad como sucedió todo desde el segundo cero hasta un tiempo después. ¿Y por qué no? Vamos a verlo.
Los gemidos salían de la habitación recorriendo el lugar entero, pero a ellos les daba igual, nadie podía oírlos pues se encontraban en una casa rural y no tenían a nadie lo suficiente cerca como para escuchar lo que pasaba. Las manos de él recorrían el cuerpo de ella de arriba abajo produciéndola escalofríos de placer y ella hacía lo mismo con él. Estaban celebrando su aniversario por todo lo alto, tal y como se merecían, y tomándose un descanso de sus respectivos trabajos que les hacía estar demasiado tiempo fuera de casa y les dejaba agotados.
Ahora, y con sinceridad, no podían quejarse de eso. Se encontraban mejor que nunca, con sus cuerpos enredados hasta que no se sabía distinguir que parte pertenecía a quién y con la llama de la pasión encendida dentro de ellos. El lugar era un cúmulo de calor, jadeos, gemidos y suspiros, lo que podía llegar a definir bastante bien lo que se encontraban haciendo. Él acercó un preservativo a su miembro, el cual no se detuvo a abrir el envoltorio con tanto cuidado como se decía en las instrucciones, y se lo puso con avidez para no perder tiempo y poder penetrar enseguida a su mujer, que sintió como era llenada por él y soltó un gemido de satisfacción. Y lo que nosotros queríamos ver pasa justo ahora, cuando él deja escapar sus pequeños espermatozoides y la mujer deja que su óvulo se desprenda y entonces, sin más, sucede. Una sucesión de estos pequeños seres corre, corre y corre, en una carrera por la vida —nunca mejor dicho—, hasta llegar a ese pequeño huevo de piel dura. Y entonces, chocan unos tras otros contra las paredes intentando penetrarlas, hasta que uno de ellos consigue atravesar esa pared y quedarse dentro. Y antes de que alguien se de cuenta una pequeña vida comienza a formarse, un nuevo corazón empieza a latir, y entonces empieza la dulce espera. Una espera que traerá muchos contratiempos, miedos, preocupaciones, peleas, más miedos y luego el momento cumbre, un llanto que lo cambia todo para siempre.
Bueno, hasta aquí el prólogo. Espero que os haya hecho reír un ratito y en un par de días nos vemos con la siguiente actualización. Creo que ya más o menos os habréis hecho una semana de por dónde van los tiros con el fic, ¿verdad? La verdad es que esto lo tenía guardado en mi ordenador desde hacía un montón de tiempo y el otro día me dio por abrir el archivo y cuando me puse a leer me di una grata sorpresa porque sinceramente yo no podía parar de reír, aunque no se si con vosotras tenga el mismo efecto. Ya me contaréis ;)
¡Os amo mis leonas!
Próxima actualización: 22 de marzo.
Firmado:
Heather
