Érase una vez, nosotros
Por TokioCristal
.
.
.
"Estoy muriéndome de sed
y es tu propia piel
la que me hace sentir este infierno…"
(Soda Stereo)
.
.
.
CAPÍTULO II: "Juegos"
.
.
.
INVIERNO
1997
Érase una vez: él y ella; tercera persona del plural, ellos, con un agregado especial, porque a veces sumar uno más uno no siempre daba como resultado dos. Y el resultado a este conflicto matemático se generó así: Todo comenzó en una calurosa noche de invierno…
En las afueras del hogar se pronosticaban las peores condiciones meteorológicas, con lluvias y rachas de vientos fuertes, pero adentro el ambiente era envolvente y acogedor, a fin de cuentas se conocían desde siempre.
Darien sólo la observaba y escuchaba con la misma parsimonia de un sacerdote dentro de un confesionario, prestando oídos a una historia que había escuchado durante largos nueve años, sin cambiar ningún punto o coma de lugar, al fin y al cabo eran situaciones que sucedían de vez en cuando.
—... y apareció esa chica llamada Michiru y agarró a Seiya del brazo...
—Que desubicada...
—... y él en vez de ir hacia donde estaba yo, se fue con ella...
—Ah, ¿y por qué no me llamaste cuando sucedió eso?
—Espera que viene la mejor parte. Entonces Mina viendo que yo tardaba en reaccionar, fue y la agarro de los pelos por mí...
—Siempre tan abierta al dialogo...
—Y Amy fue directo a separarlas...
—Mujer sensata…
—Y yo fui y cacheteé a Seiya —finalizó el relato con timbre inocente y lastimero el tierno conejito, que en ocasiones se comportaba como una salvaje liebre.
Darien intentó ocultar la sonrisa perversa y satisfactoria que casi se asomó por su atractivo rostro.
—Ah... ¿lo cacheteaste? —cuestionó con tiento.
Serena asintió.
—¿Y él que hizo?
—Me empujo...
—Así que esa fue su reacción... —musitó más para si mismo, mirándose por momentos las manos. Luego repuso con el tono sensato que a veces lo caracterizaba—. Serena, no está bien que pelees. Eso no se ve muy bien en ti —señaló con prudencia—, eso es algo que yo sí puedo hacer por ti si quieres…
La joven rió.
—Eres un tonto.
—No tienes que darle el gusto de que vea que te sentiste mal por lo que te hacía. Se indiferente.
—Pero es que aquello ocurrió hace un par de días atrás y hoy se supone que iba a venir a casa pero me llamó por teléfono y terminó conmigo.
—¿Quieres que vaya y lo cachetee por ti?
Serena infló los cachetes en un mohín molesto. Darien colocó ambos dedos índices desinflándolos en el acto. Luego alzó la comisura de los rosados labios femeninos. Le sonrió con ternura.
—Sonríe, te hace más bonita.
Darien retiró las manos del rostro de su amiga y otra vez regresó aquella boca triste y desganada.
—Yo lo amo, es el único hombre con el que deseo pasar el resto de mi vida.
—¿Y eso es suficiente? Valórate más a ti misma y quítale valor a él, al fin y al cabo con quien en realidad pasaras más tiempo en tu vida es contigo misma.
Serena frunció el ceño.
—¡Pero son nueve años de mi vida junto a él!
Darien la miró de reojo y se acomodó mejor en el sillón, cruzando las piernas y los brazos. No dijo nada, continuó prestándole oídos a los bipolares lamentos de su mejor amiga.
A veces no entendía a las mujeres con sus cambios ciclónicos de humor y esa deliberada tendencia a amar idiotas, aunque tampoco quería decir con eso que toda la platea femenina era igual. Un tercero veía con mayor claridad lo que sucedía en una pareja, como el espectador de una película que podía prestarse a analizar con ojo critico los detalles. Y eso era él en estos momentos, el espectador de una eterna relación llena de situaciones tramposas, como celos, lamentaciones y engaños.
¿Había algo más que agregar a todo lo que le comentaba Serena sobre Seiya?
Cuando vio que Serena dejó de lado su constante parloteó bipolar, Darien indicó, sin nada de tacto:
— Tú no eres la mujer de su vida sino no te hubiera dejado…
Serena abrió los ojos cristalinos, que segundos antes se habían atiborrado de lágrimas, y lo miró fijamente. Darien alzó las cejas al ver la amenazante mirada.
—No te pongas así —susurró él con las mejillas sonrojadas y se asomó un leve cosquilleó en su pecho, aquel cosquilleó secreto que en ocasiones sentía cuando la observaba directo a los ojos—, sabes que… lo que trate de decirte es que… —la chica se inclinó más cerca del cuerpo masculino. Darien se alejó tímido y titubeante.
—Entonces Seiya en realidad no me ama, eso es lo que tratas de decirme, ¿no? —preguntó, como si lo que fuera a decir su amigo fueran palabras santas, aunque rara vez le hacía caso a sus consejos.
A veces, el dolor cegaba toda razón y por más que Darien fuera el que viera más clara la situación, conocía a su amiga, ella tenía sus lapsos de cabeza dura pero luego, cuando estaba a solas con ella misma y reflexionaba sobre las cosas que él le decía, siempre terminaba dándole la razón. Darien se rascó la mejilla y mirando de manera directa a los ojos azules que secretamente adoraba, respondió buscando salir de aprietos:
—No soy él. Deberías conversarlo con tu amado ex…
Serena apartó la mirada y frunció el entrecejo.
—Darien, ¿cómo un hombre sabe que ha dejado de amar a una mujer?, ¿qué es lo que lo hace cambiar de parecer de la noche a la mañana?, ¿Seiya de verdad ya no me ama?, ¿es eso?
Repentinamente adoptó aquella postura agrandada que en ocasiones tenía, sonriendo a medias y moviendo sus hombros.
—No lo sé. No todos los hombres son iguales. Ya te lo dije, pregúntale a tu amado Seiya, por algo has estado aguantando a ese zopenco durante largos nueve años, ¿no? Supongo que durante ese tiempo han logrado una forjar una confianza inhumana entre los dos, como para que lo consideres el hombre de tu vida...
Serena lo aniquiló con la mirada. Darien presionó los labios en una fina línea al darse cuenta del comentario venenoso que había lanzado y que desde hacía rato había intentado mantener oculto debajo de su lengua de serpiente; inclusive podía haberse acentuado un poco las eses en la dicción. Al fin y al cabo, detestaba a Seiya desde el primer milisegundo en el que entró a la vida de Serena y, por consiguiente, a la de él.
—¡Darien!
—No soy él, no se cuales son las razones por las que te dejó pero de algo si estoy seguro y es que no me gusta verte llorar por un hombre que no vale la pena, porque sí de verdad valiera la pena yo no estaría acá consolándote por cada pelea que tienen.
—Pero es que...
—Se que hace bien que llores pero ya basta —le sostuvo las manos entre las suyas y mirándola con decisión aconsejó—, yo siempre estaré a tu lado más allá de que tomes decisiones estúpidas, porque sé que entre los dos siempre seré el más inteligente. Si tú te caes yo caigo contigo, cabeza de chorlito —Serena entrecerró los ojos ante ese comentario bromista, al fin y al cabo era su mejor amigo. Darien sonrió con confianza y prosiguió—, además tus lágrimas son como preciosos diamantes que no deben ser derramadas por individuos que no valen la pena.
Si sus amigos hombres le hubiesen escuchado decir esa cursilería, seguramente sería el hazme reír por una larga temporada. Pero era Serena, y ya tenían la confianza suficiente para hablarse de esa forma.
La joven sonrió con tristeza y lo abrazó con fuerza.
—Darien, quédate conmigo hoy, no me dejes sola —pidió con calma, atenta a los mansos latidos del corazón de su amigo.
No eran normales las demostraciones de afecto físicas, principalmente porque a Darien le incomodaba las muestras de cariño, y mucho más en público, pero Serena era la regla a toda excepción y jamás le negaría un abrazo, después de todo el sensibilísimo de ella y el egocentrismo de él se mantenían en equilibrio. Eran polos opuestos en una relación con una armonía desigualmente perfecta: Serena lo ablandaba y Darien la enderezaba.
—No seas cabeza de chorlito y deja ya de llorar... —demandó con las mejillas rojas, deshaciendo el agarre y mirándola directo a los ojos.
—Darien...
—Por favor no llores...
Serena respiró hondo, limpiándose las lagrimas con la manga de su saco. Darien le alcanzó un pañuelo y se levantó del sillón caminando hacia la salida.
—¿A dónde vas?
—He traído algunas bebidas y las he dejado en el automóvil.
—Pero si tú no acostumbras a beber.
Ella tenía razón. Darien siempre había seguido a rajatabla una perfección utópica y desmedida, típica de la familia de la clase media alta en la que había sido criado. Serena siempre había sido despreocupada y, digamos, todo lo contrario a su amigo.
—¿Entonces por qué beberás?, ¿qué te ha pasado? —interrogó intuyendo el malestar en el hombre.
—Me han rechazado.
Sobrevino un silencio incomodo.
Se miraron directo a los ojos.
Pasaron diez segundos y seguimos contando hasta que...
Serena se largó a reír sin poder contenerse.
Darien entrecerró la mirada y la observó con seriedad.
—No me enojo contigo porque me gusta verte reír después de haberte visto llorar tanto —admitió.
Serena paró un poco las risas y lo miró con suspicacia.
—Darien, no encontraras una pareja de verdad si continúas siendo así de selectivo con las mujeres.
Ella tenía razón. Él tenía la costumbre de ponerse en pareja por temporadas y desparecía cuando veía que la relación se estaba poniendo seria.
—Para ser sincero no es algo que me interese. Me gusta estar soltero.
—En algún momento te enamoraras, queras casarte y tener hijos –expuso con parsimonia, moviendo sus dedos para enfatizar cada punto.
Darien la observaba como si estuviera hablando en idioma marciano. De repente, el muchacho se largó a reír.
—Eres tan graciosa…
Serena le acompañó en las carcajadas.
—El día que consigas una verdadera novia el mundo seguro se partirá en dos.
Pararon las risas. Darien la observó de modo vacío. Ella puso expresión seria y lo sondeó con la mirada.
—¿Qué sucedió entonces con esta nueva conquista?
Darien respondió de modo robótico y aburrido:
—Creo que he perdido mi atractivo durante estos meses.
—Pues sí, te ves algo más viejo —atribuyó con tono burlón.
Darien puso los ojos en blanco pero no dijo nada. Por algo era su mejor amiga, siempre bromeaba sobre todo con una sinceridad aplastante. Salió de la casa y regresó con la caja llena de botellas de alcohol, depositándolas encima de la mesita ratona y así empezaron a tomar deliberadamente.
—Darien… ¿tú has engañado a tus novias?
Silencio incomodo.
— Siempre te he contado todo…
—Pero… alguna vez…
—No, Serena, nunca.
—¿Y eso por qué?, ¿acaso no es algo normal en los hombres engañar a las mujeres? —cuestionó y volvió a tomar de su bebida.
—Cada quien tiene su forma de ser en las relaciones. ¿No? Si estás saliendo con alguien a quien dices amar, ¿por qué buscas a otra persona para llevarte a la cama? Eso es poco ético.
—Tienes razón pero…
—¿Pero qué?
Serena comenzó a sentirse acalorada. No sabía si era porque el alcohol comenzaba a hacer efecto en su cuerpo o por la vergüenza que le daba decir lo siguiente:
—… ¿pero si nunca lo han hecho en nueve años?
—¿Han hecho qué? No entiendo tu pregunta.
Serena tomó de un sólo trago lo que quedaba de su bebida y se sirvió un poco más. Darien sólo la miró. Al parecer la chica se iba a emborrachar rápido. La rubia recostó más su cuerpo contra el sillón y cruzó las piernas.
—Yo nunca…
—¿Tú nunca qué?
—… tuve sexo con un hombre.
Darien la miró de lleno sin poder creer lo que oía.
—No entiendo lo que tratas de decirme...
—Durante nueve años con Seiya jamás hemos tenido relaciones.
El hombre alzó las cejas.
—¿Y eso por qué?, ¿acaso Seiya sufre de disfunción eréctil? —cuestionó sin tapujos, con una enorme sonrisa irónica. Se acomodó mejor en el sillón para mirarla de frente, atentó a todo lo demás que fuera a decir, ya que detestaba al joven Kou.
Serena se largó a reír.
—No, tonto, no es eso —respondió y al segundo siguiente lo observó con expresión seria—. A lo que voy Darien es que… nosotros… teníamos un voto de castidad hasta casarnos…. ¿acaso los hombres no pueden mantenerse castos?, ¿es tan fácil caer en tentación?
Las mejillas de Darien se encendieron y por un momento sintió estar hablando con una monja. ¿Castidad?, ¿qué era eso?, ¿acaso todavía existía? En los tiempos que corrían sinceramente le costaba entender a su amiga, aunque en realidad conociéndola sabía que Serena era una chica muy fiel a sus sentimientos y convicciones.
—No lo sé Serena —respondió con sinceridad—, yo no soy… bueno, ya entiendes lo que trato de decirte.
Serena volvió a tomar de modo rapaz otro trago y de nuevo volvió a llenar con alcohol su copa.
—Cuando tienes deseos de estar con una mujer y no estás en pareja, ¿qué haces?
—Siempre encuentras a alguien…
—¿Crees que Seiya está haciendo eso en estos momentos?
—No lo sé pero, ¿acaso no lleva engañándote desde siempre?
—¿Me ha engañado por qué nunca le entregué lo que quería?, ¿por qué soy aburrida?
Darien frunció el ceño con seriedad.
—No eres una chica aburrida. Son diferentes formas de pensar y verlo. Por ejemplo, tú no quieres mantener relaciones sexuales con nadie hasta casarte, en cambio yo no me quiero casar nunca y sí he mantenido relaciones con mujeres. ¿Ves? No tenemos porque pensar igual sino el mundo donde vivimos sería muy aburrido. Además, para mí eres una chica muy valerosa. Tienes lo que pocas personas, tanto hombres como mujeres les falta hoy en día: honestidad y valor.
Serena sonrió y llenó la copa de Darien al ver que ya la había vaciado, aunque en realidad él recién iba por su segundo trago y ella ya había perdido la cuenta de los que llevaba tomando.
—Darien, a pesar de tu egocentrismo, eres tan perfecto… —confesó con una sonrisa, colocando su mano en la mejilla masculina.
El hombre miró por momentos su rostro reflejado en el líquido rojo dentro de la copa.
—No lo soy…
—¿Por qué lo dices?
—Porque todavía no he encontrado alguien que me ame de verdad.
Serena lo miró con cariño.
—Bueno, en ese caso ambos estamos de igual forma… —admitió colocando la copa encima de la mesada para luego colocar ambas manos sobre las mejillas de Darien—, pero nos tenemos a los dos, y siempre estaremos para apoyarnos porque yo te quiero mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, mucho …
El hombre se ruborizó y sonrió a medias.
—Ya veo que la bebida te está afectando… —dijo apartando las manos de Serena y entonces volvió a acercarle la copa que ella había dejado en la mesada—, mejor sigue bebiendo…
—Que buen mejor amigo eres Darien…
—Lo sé, soy el mejor…
Y así transcurrió el tiempo entre vasos de alcohol y de vasos a pasar a beber desde el pico de las botellas. Serena nunca había sido muy buena para tolerar el alcohol, y ya se estaba riendo por cualquier tontería, mientras a Darien la bebida lo volvía más y más retraído.
—Que bonito el escote de tu vestido… —susurró, cuando en realidad era un pensamiento que debía haber retenido en la mente.
Serena se acomodó más cerca de Darien.
—¿Qué bobito?
—Bonito…
Ella sonrió ampliamente, pasando el brazo sobre los hombros de Darien.
—Juguemos al juego de… ah… la… bote…
—¿De qué?
—De la botellaah…
—Somos dos cabeza de chorlito no podemos jugar a eso, ¿si gira la botella hacia mi lado que hacemos?
—Es más divertido jugarlo entre dos, ya sabes, podemos apostar cosas…
—¿Cómo qué… cosas?
—Bueno… las que tú quieras hacer…
Darien sintió un cosquilleó en el pecho al escucharla decir eso.
—Creo que ya estás diciendo incoherencias…
Serena se largó a reír.
—¿Y yo no?
—No es "yo", es tú.
—¿Qué tú qué?
—Estás borracha.
—No Darien… —respondió mirando hacia la nada.
—¿A quién le hablas?
—Al otro Darien que está a lado tuyo.
El hombre largó una risa silenciosa, intentando mantenerse serio.
—Serena, ¿dime cuántos dedos ves aquí? —preguntó alzando la mano frente al rostro femenino.
—¿Dados? No hay dados ahí.
Darien sonrió de medio lado y se tocó la punta de la nariz.
—Tócate la punta de la nariz, así, como lo hago yo...
—¿Qué?
—Tócate la nariz como lo hago yo… —pidió otra vez sin dejar de sonreír. Serena entonces envolvió sus brazos en el cuello del hombre y colocó la punta de su pequeña nariz contra la de él—, no, a mi no, a ti, que te toques con el dedo índice… —respondió desconcertado ante la cercanía de sus rostros, al fin y al cabo era la primera vez que estaban tan peligrosamente cerca. Serena le sonrió con picardía y le besó las mejillas, para luego colocar la punta de su nariz contra la de él, dándole "besitos" de esquimal—, ¿qué haces?
—¿No querías que tocáramos nuestras narices? —respondió para luego besarle la quijada.
Darien cerró los ojos y respiró hondo. Su cuerpo estaba reaccionando como si fuera un joven puberto recibiendo su primer beso y eso no le gustaba para nada.
—Bueno Serena, creo que te estás pasando un poquito de la raya… —dijo, aunque sin ánimo de apartarla.
Ella se alejó y colocó sus manos en los tirantes de su vestido negro, bajándolos suavemente.
—¿Qué decías de mi vestido?
—Ya no lo recuerdo… —respondió y rápido volvió a acomodar los tirantes en su lugar, aunque al rozar sus dedos en la piel de Serena sintió la electricidad en su cuerpo—, mejor deja tu vestido así.
Serena rió.
—Serena, no es divertido —comentó serio.
La rubia agarró una botella de alcohol de encima de la mesa y se la ofreció.
—¿Quieres?
—Creo que si beberé un poco más…
Darien hizo ademan de agarrar la botella pero Serena apartó rápido la mano.
—Entonces intenta quitármela…
—No es un juego…
—Sí lo es…
—Serena no me provoques…
—¿Qué no provoque a quién?
Se miraron intensamente por un instante.
Serena sonrió de medio lado y movió la botella entre los dos.
Darien alzó las cejas y parpadeó lentamente.
Serena le lanzó un besó.
Y ahí fue cuando Darien se lanzó contra ella para agarrar la botella.
Cayeron recostados contra el sillón y el vidrio resbaló de los frágiles dedos femeninos, impactando contra la alfombra del suelo. Serena aprovechó ese instante para envolver sus brazos en el cuello del hombre y este, sin siquiera pensarlo, la besó con pasión desmedida, pasando sus manos por debajo de la espalda femenina y acomodándose entre sus piernas.
Continuaron besándose por largos segundos hasta que Darien apartó su rostro de modo imprevisto.
—Serena.
—¿Qué? —susurró entre un hilito de voz.
Se miraron directo a los ojos, rompiendo esa fina brecha entre la amistad, aquella imagen infantil e ingenua que tenía de ambos desde que eran niños. Ella respiraba agitadamente y su rostro se notaba enrojecido por el calor, la excitación y la vergüenza. Él sólo sonrió cálidamente y sus ojos azul zafiro parecieron brillar en la tenue oscuridad de la sala.
—Darien no puedo pensar claramente…
—Yo tampoco.
Se miraron otra vez y volvieron a besarse, está vez con menos salvajismo de por medio. Más bien, parecían una joven pareja dándose su primer beso. Darien apartó su rostro levemente y volvió a mirarla otra vez a los ojos. Serena se sintió extraña al sentir su mirada, tan diferente a todas las miradas que le conocía y no supo interpretar que había detrás de aquellos ojos azules. Tal vez por miedo a descubrir algo que no estaba todavía lista a ser conocedora.
El joven volvió a besarla con suavidad, para luego desplazarse por la comisura de los labios, el redondo y ruborizado pómulo, hasta la afiebrada oreja.
—Te quiero Serena… —susurró con suavidad, ocasionando escalofríos en el cuerpo femenino. Continuó su trayecto por la quijada, la garganta y el cuello, depositando suaves besos en la perfecta y virginal piel.
—Necesito que me ames Darien… —susurró Serena entre un suspiró—, sólo hazme sentir amada…
El hombre envolvió con fuerza sus brazos en el cuerpo de Serena y se sentó en el sillón, acomodándola entre sus piernas. La rubia dio un respingo al sentir con más intensidad la dura erección debajo de ella. Darien sólo la analizó con más atención; lo blanco de sus muslos al descubierto, los tirantes caídos del vestido y los senos vigorosos moviéndose al ritmo de la agitada respiración femenina.
Colocó sus manos al comienzo del vestido y tiró de él hacia arriba. Serena por inercia alzó los brazos, permitiendo que se lo quitara y, en el acto, dejando al descubierto su torso desnudo. La rubia cubrió sus pechos con sus brazos. Darien la abrazó, besándole con cariño la unión entre el cuello y el hombro.
—Eres simplemente perfecta Serena… —ella rió suavemente risueña por las sensaciones nuevas que descubría en su cuerpo—, y yo te deseo con todo mi ser…
Se miraron otra vez a los ojos y volvieron a besarse con pasión…
Sin más, definitivamente Cupido se había emborrachado aquel día.
.
.
.
