Érase una vez: nosotros

Por TokioCristal

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Resumen de la historia hasta el capítulo 3:

ESTÁ HISTORIA ESTÁ AMBIENTADA EN LOS AÑOS 90.

AÑO 1997- Darien (25 años) y Serena (24 años) son mejores amigos de toda la vida. Serena está de novia con Seiya desde hace ocho años. Él termina con ella. Serena busca confort en los brazos de Darien y tienen sexo por accidente. Ella queda embarazada y le confiesa a Darien esta situación en una plaza al aire libre, en la que aparece de imprevisto Seiya.

Me he tardado mucho en actualizar este fanfic pero finalmente lo he logrado. Este capítulo es largo porque es una mirada hacia el pasado. Darien resalta en capítulos anteriores haber sido rechazado por primera vez a los quince años por una mujer… pero no revela el nombre, y acá se profundiza más el porqué Serena se puso de novia con Seiya.

Muchas gracias por las lecturas, votos, comentarios, alertas y favoritos.

"Llévame a la luna

déjame jugar entre las estrellas

déjame ver como es la primavera

en Júpiter y Marte

En otras palabras, sujeta mi mano

En otras palabras, cariño, bésame…"

(Fly me to the moon – Frank Sinatra)

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DIEZ AÑOS ATRÁS

PRIMAVERA DE 1987

DARIEN POV

Pegué mis ojos contra los binoculares y me incliné un poco más sobre el marco de la ventana, mirando con más atención hacia el patio de los Tsukino.

Es un día caluroso con el cielo despejado como un topacio radiante, y el ambiente sonoro estaba infectado por los sintetizadores de la música actual. Pero lo que más me gustaba de todo este paisaje era Serena, que se encontraba vestida con un diminuto traje de baño rosa, recostada sobre una posadera y disfrutando de los últimos días de vacaciones.

Nos conocemos desde niños pero mi modo de verla cambió desde hace un par de años atrás, cuando los efectos de la adolescencia comenzaron a hacer mella en su cuerpo y al mismo tiempo también en el mío. Que cobarde me sentía al estar mirándola sin que ella fuera consciente, pero Serena tampoco mostraba ningún tipo de interés romántico en mí. Ella me veía tan parecido a su hermano Sammy.

La puerta de mi dormitorio se abrió de golpe y yo me aparté torpemente de la ventana.

—¡Mamá, ya te he dicho que golpees antes de entrar!

—¿Por qué esto está tan oscuro? —preguntó ella sin importarle mi abochornamiento, acercándose a abrir las cortinas, donde segundos antes yo me encontraba tan escondido bichando a mi amor platónico.

¿En qué momento está mujer comenzará a darse cuenta que necesito mi espacio personal?

Tal vez nunca.

—¡Mamá no abras las cortinas! —exclamé corriendo a cerrarlas pero en ese momento, cuando me acerqué, la música había parado y Serena estaba mirando hacia arriba.

Mis mejillas se encendieron.

Ella parpadeó.

Mis labios tartamudearon.

Ella continuó parpadeando.

—¡Darien! —exclamó de repente con una sonrisa, sentándose sobre la posadera—, ¿ya te mejoraste de tu alergia?

Asentí débilmente.

—Entonces baja y ven, ¡vamos a jugar en la piscina!

—¡No, gracias! —exclamé y cerré de golpe las cortinas.

Mis manos se mantuvieron tensas sobre las telas mientras mi corazón golpeaba contra mi garganta.

—Darien, estás algo afiebrado… —comentó mi madre colocando mi mano sobre mi frente.

—Estoy bien… —tartamudeé sin dejar de sonreír.

Me aparté de ella y salí como un tonto de mi habitación, dispuesto a ir a buscar a la heladera algún bocado o un poco de hielo.

Algo más entrada la tarde me encontraba en la cocina, ayudando a mi madre con las tareas del hogar, aunque eso era una excusa porque mis ojos no podía apartarse de mi otro escondite, desde la ventana del lavadero, donde podía ver el patio de los Tsukino.

—Darien, hace quince minutos que estás lavando el mismo plato… —dijo mi madre con reproche—, ve y ocúpate mejor en limpiar el living…

En ese momento Serena miró hacia donde estaba yo. Mi corazón se detuvo y la loza resbaló de mis manos. Por suerte no se rompió dentro del lavado.

—¡Últimamente estás muy distraído! —exclamó mi madre.

Serena me sonrió y después se adentró en su casa, y creo que mi corazón se fue junto con ella.

Pasando la aspiradora debajo del sillón, escuché que llamaban a la puerta. Miré por la mirilla y del otro lado se hallaba Serena. Mi corazón se disparó hasta mis oídos. Definitivamente todas estas sensaciones ya no eran normales.

—Abre Darien! Sé que estás del otro lado! —pidió algo molesta.

Suspiré y le abrí la puerta.

Serena sonrió ampliamente, con aquella sonrisa tan contagiosa que me encantaba, y se abalanzó a mí envolviendo sus brazos a mi cuerpo. Quedé duro como una estatua, sintiendo su dulce aroma y su confortable calor.

—Darien, ¡finalmente estás recuperado de tu alergia! —me dijo mirándome directo a los ojos, con su boca brillante tan cerca de la mía—. Ya me estaba aburriendo de llamarte por teléfono y que no me contestaras, y cada vez que he venido a verte siempre has estado indispuesto.

—Serena, esto es muy incomodo… —reconocí en un débil susurro.

Ella finalmente se apartó.

—Ah, ya lo sé. Sé que no te gustan las muestras de afecto —repuso sosteniéndome de la mano—, ¡vayamos a comer un helado, yo te invito!

Hechizado por su belleza, no pude decirle que no y me fui con ella, sin avisarle a mi mamá que me había ido.

Serena degustaba con una inmensa sonrisa su helado de vainilla. Yo no había comenzado a comer el mío. No tenía ningún tipo de desperfecto en mi dentadura pero mi madre me había colocado unos horribles brackets que bajaron considerablemente mi autoestima. Serena caminaba a mi lado y yo tan solo miraba el suelo en completo silencio, mientras el sol brillaba en lo alto golpeando sobre la acera.

Últimamente las palabras no salían de mi garganta cuando estaba a su lado, aunque creo que Serena piensa que mi repentino cambio de humor se debe a mis brackets y que me ahorraba las ganas de molestarla o hacerle bromas por eso, pero la realidad era que me sentía cohibido y confundido.

—Darien, come tu helado —me dijo Serena frunciendo levemente el entrecejo—, no seas tonto, abre la boca, sonríe un poco más. ¡Eres un chico muy guapo!, ¡sonríe!, ¡sonríe!… —y con su rosada lengua rozó la punta de la vainilla.

Mis mejillas se encendieron y sentí mis orejas arder. Para mi desdicha creo que esa imagen me perseguirá en mis sueños durante las noches de polución. Ojala pudiera saltearme esta etapa hormonal y continuar directo hacia la juventud, porque me estoy comenzando a frustrar con mucha facilidad.

De repente alguien la pechó por atrás y Serena tambaleó sobre mí, casi desparramando su helado contra mi camisa.

Ella frunció el ceño y yo puse mi peor cara de ogro cuando vi al individuo culpable de tal situación.

—Pero si es la bombón… —exclamó el idiota de Seiya con su perfecta hilera de dientes blancos, comenzando a caminar a nuestro lado—, junto con su amigovio, el transformer…

Serena saltó a defenderme.

—Oye, no somos novios y además no tienes que ser tan pesado e insensible.

Él se largó a reír con suavidad. Inconscientemente presioné el cono del helado y este se rompió, desparramándose por toda mi mano. Deseé en ese mismo instante que el piso se abriera y me tragara la tierra.

Seiya rió con más fuerza y me dieron ganas de golpearlo, pero mi educación no me permitía ceder a sus provocaciones.

—Pero mira que tonto que es —se burló, comenzando a apartarse de nosotros y continuando su rumbo—, con razón ustedes dos son mejores amigos: entre tontos y perdedores se entienden…

—¡¿A quiénes les dices tontos y perdedores?! —exclamó Serena con prepotencia, mientras lo veíamos irse.

Seiya la miró de reojo y le sonrió.

Serena frunció el ceño pero, al mismo tiempo, pude divisar una muy diminuta sonrisa en sus labios que no supe cómo interpretar.

Pasaron los días y yo más ansioso me sentía cuando estaba a su lado. Y creo que la miraba demasiado, y a veces sin querer rozaba mi brazo contra el de ella, y eso me generaba escalofríos y a mi me dolía el corazón y la panza y sentía fiebre y las manos húmedas y, y, y, y...

Y así, el último día de vacaciones nos encontrábamos recostados en el pasto del patio trasero de su casa, mientras mirábamos las estrellas. A nuestro lado había una radio y se escuchaba desde los parlantes "Fly Me To The Moon", interpretada por Frank Sinatra. Serena intentaba cantar la canción con su horrible inglés, para no decir que era nulo y que fracasaba dentro de un incomprensible tarareo.

—No te rías de mí manera de cantar… —me regañó, aunque ella también se reía conmigo—, ¿ahora dime tú, que eres un sabelotodo, qué quiere decir esa parte de la canción?

—¿Cuál parte?

—En la parte que dice "inaterbuords" chururu…

—Serena tonta…

—No te rías…

En otras palabras, sé sincera —traducí—, en otras palabras te odio… Eso dice ese verso de la canción.

Se largó a reír.

—Me estás mintiendo…

—Deja de saltearte las clases de inglés del colegio y lo sabrás. Es más, deja de saltearte la gran mayoría de materias porque estoy cansado de ayudarte con tu tarea...

Me lanzó de modo infantil la punta de su lengua y a mi mente sobrevino el recuerdo de su lengua sobre el helado.

¿Por qué mi mente tenía que ser tan traicionera?

De repente escuchamos los gritos infantiles provenientes de la calle que daba hacia patio del frente.

Serena frunció levemente el ceño.

—Yo también quiero salir a bicicletear con los demás —refunfuñó cruzando los brazos contra su pecho.

—Pero tú estás castigada…

—¡Ya lo sé! Pero tampoco me arrepiento de haber roto la consola de Sammy… —admitió, con cierta satisfacción—. Tan sólo fue una advertencia para que no vuelva a tocar jamás mis cosas…

—Serena, no tienes que ser así con tu hermano menor…

—Tú lo dices porque eres hijo único y tus padres sólo se desviven por ti...

No le respondí, y después de un incómodo silencio le di una leve palmada en su frente.

—Tonta…

—Tonto...

Luego de eso nos pusimos a buscar la estrella más brillante en el firmamento. Tuvimos puntos de vista entrecruzados. Ella la veía por el norte y yo por el sur, señalando insistentemente hacia el cielo. Yo le sostenía el brazo, inclinandolo hacia la dirección donde veía mi estrella, aunque en realidad sólo era una excusa para poder tocarla.

Ya cansada de discutir conmigo, finalmente me dijo:

—Para mi la estrella más brillante es la luna, he dicho!

—La luna no es una estrella, cabeza de chorlito…

—Estaba bromeando, engreído...

De repente colocó su codo contra la yerba y se inclinó hacia mí. Mi corazón dejó de latir por un instante, y yo ya no veía más el cielo estrellado, la veía a ella, que era casi lo mismo que mirar el infinito universo.

"... a pedido de un oyente", comenzaron a decir desde la emisora, "un admirador secreto quiere dedicar la siguiente canción a Ana María, la mujer de sus sueños. Los dejamos con el tema 'El día que me quieras', interpretada maravillosamente por Roberto Carlos en 1974…"

La canción dio sus primeros indicios, y no supe el porqué, pero cerré mis ojos y comencé a musitar a la par del cantor...

—... acaricia mi ensueño, el suave murmullo de tu suspirar, como ríe la vida si tus ojos negros me quieren mirar… —la miré. Serena sonrió dulcemente y repitió conmigo—, y si es mío el amparo de tu risa leve que es como un cantar… ella aquieta mi herida…—fui perdiendo intensidad—, todo, todo se olvida… —agregué con suavidad y la sonrisa de Serena se desvaneció, contemplandome algo más seria.

Dejé que la música continuara su ritmo, aunque mis pensamientos ya estaban perdidos dentro de su mirada azul, tan profunda e intrigante.

—Darien, nunca hablamos sobre esto —tartamudeó con algo de inseguridad—, pero, ¿te gusta alguien? —finalmente me preguntó descansando su redonda mejilla contra su mano.

—No —negué por inercia.

—¿De verdad?

—Sí… ¿y a ti?

Como respuesta tan sólo movió sus hombros. Me contempló algunos eternos segundos y la música seguía envolviendo el ambiente.

—Darien, ¿puedo pedirte algo? —susurró y pude ver a sus perfectos dientes queriendo ser escondidos detrás de una tímida sonrisa.

Asentí con mi cabeza, sin poder contestarle con palabras.

Serena sonrió con suavidad. Sus ojos azules brillaron y sus hinchados labios carmesí se vieron tentadores.

—Nunca he besado a un chico…

—Yo tampoco… —respondí por inercia—, he besado a una chica —me corregí para ahorrarme malentendidos—, ¡y tampoco chicos! —agregué como un tonto, dejándome llevar por los nervios—, es decir, no me gustan los chicos —tartamudeé—, tú… tú entiendes lo que trato de decirte…

Serena rió con suavidad y jugó con un mechón negro de mi cabello. Intenté reír con ella, pero por los nervios me escuché como si estuviera próximo a tener un ataque de tos.

—Darien, ¿te sientes bien? —me preguntó preocupada.

—Solo dime qué me ibas a pedir...

Se mordió levemente el labio inferior.

—Me gustaría que me beses

Quedé marcando ocupado, sin embargo eso no detuvo a mi boca de decir alguna tontería.

—Pero tengo brackets —me justifiqué.

Oh, definitivamente Seiya tiene razón cuando dice que soy un tonto y un perdedor.

Serena se tocó su boca para enfatizar el siguiente punto:

—Será en los labios, no en los dientes…

—¿Y por qué quieres besarme?

—Lo leí en un libro…

—Tú no lees libros…

Rió con picardía.

—Bueno, entonces en una revista de chicas…

—¿Me quieres besar sólo por qué lo leíste en una revista de chicas?

—No, te quiero besar porque tengo curiosidad y te conozco desde hace muchos años… y quiero que seas el primero y...

Sus mejillas se encendieron y apartó sus ojos de los míos. Sonrió débilmente con un extraño brillo en su mirada.

¿Por qué tenían que ser las mujeres un completo enigma para mí? Yo no entendía sus pretensiones conmigo y no sé si me estaba utilizando solo como un conejillo de indias, pero de todas formas me armé de valor y coloqué mi mano sobre su acalorada mejilla. Me miró, nos miramos, mi corazón latió con fuerza y no fue necesario decir más nada.

Serena acarició mis ruborizados pómulos. Cerré mis ojos por inercia y sentí su suave aliento rozar mi rostro. Sus labios se posaron tímidamente sobre los míos y el tiempo se detuvo.

Era suave, muy suave, y tan tierno su tacto que me sentí feliz. Tan feliz de tenerla a mi lado y sentirla mía por un instante, aunque estábamos tiesos y conteníamos el aire dentro de los pulmones. Se apartó, nos miramos un instante y me besó otra vez con algo más de seguridad. Yo no quería arruinar todo por culpa de mis brackets. Serena fue quien tomó la iniciativa y rozó con suaves movimientos sus dulces labios contra los míos, generándome un inmenso cosquilleo interno.

No sé cuanto tiempo estuvimos así, tal vez algunos pocos segundos pero para mi duró lo suficiente como para despertar una erección involuntaria. Nunca hubiese esperado una reacción tan repentina de algo tan simple.

—¿Qué están haciendo? —escuché la voz de Sammy.

Me levanté de golpe, pegando en el acto la frente de Serena contra la mía. Ella exclamó un sonoro "auch" y yo sentí los latidos de mi corazón retumbar con fuerza contra mis oídos. Estaba muy nervioso y me temblaban las manos.

—Tengo que irme… —tartamudeé como un tonto sin atreverme a mirarla, y con toda la fuerza de voluntad me fui corriendo como un cobarde hacia el interior de mi casa.

No volvimos a mencionar ese accidente, principalmente porque yo la esquivaba y Serena parecía estar algo molesta conmigo, aunque también se veía indiferente.

Las semanas pasaron y poco a poco volvimos a recobrar esa confianza que teníamos como mejores amigos, como si nunca hubiera ocurrido esa maravillosa pero incómoda situación.

Para empeorar mi autoestima, mi madre hizo que me colocaran lentes inmensos como botellas de vidrio, porque según ella, o los ocultistas, notaba una leve miopía en mi ojo derecho. De pasar de ser un blanco cisne, ahora soy el patito feo y la meta de burlas entre algunos de mis compañeros de clases, en el que se resalta Seiya Kou.

No logro entender su ensañamiento conmigo...

¡De todas formas yo lo odiaba! Y sé que era correspondido de la misma manera. Por lo que sé, Serena tampoco lo quería y me sentía respaldado al saber que ella estaba de mi parte.

He pensado tanto sobre lo que pasó entre nosotros y creo que arruiné mi oportunidad de tener algo más profundo con ella. Pero ahora, después de reflexionarlo tanto, yo no podía dejarme llevar por la inseguridad que era generada por mis cambios hormonales. Tenía que recobrar mi autoestima y confesarle a Serena mis sentimientos, pero primero debía descubrir si existía algún indicio de que ella sentía lo mismo.

Como no tengo habilidades con las chicas, para no decir que soy un completo inseguro y que mi virginidad se potencia cuando estoy a pocos metros de ellas, decidí ir en busca de un consejo de mi progenitor.

Llamé con timidez a la puerta de su estudio personal, pero no me atendió, así que decidí entrar. Allí estaba él, sentado detrás de su escritorio, con un enorme periodo cubriéndole el rostro.

—Papá, ¿podemos hablar? —pregunté tímidamente.

—Ahora no, estoy muy ocupado —me respondió indiferente.

—Pero…

—¡Te dije qué no!

Salí del lugar y en el pasillo me llevé por delante sin querer una fotografía del casamiento de mis padres. Rápido limpié todos los vidrios y escondí la foto para que mi madre no se enterará de mi torpeza. A vistas de que mi padre no estaba inclinado a darme un consejo, decidí ir directo a su biblioteca personal en busca de un libro de autoayuda.

No encontré nada interesante.

Entonces me dispuse a buscar entre los cajones de mi padre. Allí hallé sus revistas de fotografías eróticas, que sé de antemano que tienen entrevistas y artículos muy interesantes. No era la primera vez que leía o veía algo así, ya que entre los chicos de mi colegio era muy normal el tráfico e intercambio ilegal de estas delicias de la vida.

Sobre sexo, tengo conocimiento de causa pero no practica, y es algo que llama poderosamente mi atención.

Me senté en el suelo de mi dormitorio y me puse a leer esas revistas en busca de algún indicio que me dijera como las mujeres demuestran su interés hacia los hombres, pero me distraje con las fotografías artísticas. Así que finalmente decidí u opté llevar a cabo mi otro plan: fui en busca de alguien que me pudiera ayudar.

Al día siguiente, a la hora del recreo, en un escondite del patio trasero, ella y yo nos encontrábamos mirándonos frente a frente.

—Si quieres que te ayude… —susurró como una mafiosa—, tienes que hacer mi tarea de matemáticas…

Asentí sin pensarlo.

Mina escupió sobre el hueco de su mano. Me dio asco pero de todas formas cerré el pacto de saliva.

Así fue como ella abrió su boca llena de sabiduría personal sobre las relaciones sentimentales juveniles. Aunque Mina era una niña de catorce años, sabía mucho más que yo. Me habló sobre los indicios de cómo una chica demuestra su interés hacia un chico: el lenguaje corporal es algo esencial, como el que te toque casualmente o que te miré más de la cuenta. También la atención con la que te trata, el buen humor y esas cosas que parecen tan obvias y que parecían coincidir con el cariño que Serena profesaba hacia mí.

Finalmente llegó la temida pregunta.

—¿Y tú por qué quieres saber estas cosas? —me preguntó, con su curiosidad de siempre.

—Es un secreto

—Vamos Darien, dime… —suplicó.

—No, no te diré.

—Pero somos amigos… —refunfuñó.

—No importa…

—Cuéntame quién te gusta… —insistió—, porque de todas formas lo descubriré por mi cuenta.

Fruncí el ceño y negué con la cabeza. Mina bufó por lo bajo.

—Tengo otra pregunta para ti… —dije, a fin de cuentas prefería hablarlo con ella que con mis amigos hombres.

—Te escucho.

—¿Cómo puedo conquistar a una chica pero sin que ella se dé cuenta que soy yo?

Entrecerró los ojos. Mi pregunta fue muy estúpida y carecía de lógica.

—Bueno, depende de la personalidad de la chica…

—Podríamos decir que tú y ella coinciden mucho…

Sus mejillas se encendieron.

—Bien, en ese caso —miró hacia el cielo como si estuviera contemplando una idea en su cabeza—, comienza como un admirador secreto, escribiéndole cartas y cuando estés lo suficientemente seguro de que puedes ser correspondido, cítala en algún lado y confiésale de frente tus sentimientos…

Así fue como me puse manos a la obra.

Serena conocía mi caligrafía, por lo que recorté letras de los diarios, pegándolas con paciencia una a lado de las otras para formar frases coherentes. Le envié la primera carta de amor a la que le siguieron muchas más, y siempre le colocaba dentro del sobre un pétalo rojo que robaba del jardín personal de mi madre. A determinada hora de la madrugada, yo salía de mi hogar y depositaba la carta dentro del buzón de su casa. Muchas veces recibí respuesta de parte de ella, que se notaba curiosa e inclinada por conocerme…

Inclusive una vez me dejé llevar por mis estúpidos sentimientos y en su cumpleaños número 14, rompí mi chanchito de seis meses de ahorro, y fui directo a la tienda de videojuegos. Allí estuve esperando en una larga fila de tres cuadras y media para poder comprar el videojuego que tan emocionada ella esperaba, el Super Mario Bros.

Pero luego de casi dos horas y llegando casi a la entrada, de repente aparecieron de la nada los tres hermanos Kou.

—Ah, pero si es el cara de bobo —dijo Seiya, riéndose junto con Yaten y Taiki.

Se colaron en la fila frente a mi.

—Oye, ¡ponte al final! —exclamé tocando el hombro de Seiya.

Él se dio vuelta y me empujó hacia atrás. Caí contra mi mejor amigo Andrew. Aquello fue como detonar una bomba dentro de mí. No lo toleré más y le pegué un puñetazo, recibiendo otro golpe a cambio. Tan cobarde era Seiya que me agarraron a golpes también los afeminados de sus hermanos, sosteniéndome de mi chaqueta de jean y arrastrandome contra una pared. Me sacaron mis lentes, los partieron a la mitad, me quitaron el dinero de los bolsillos de mi pantalón y me dieron un rodillazo contra mi entrepierna. Andrew intentó defenderme, y un terrible desmadre se armó en la fila entre todos los jóvenes que esperábamos. Tanto así que terminamos todos siendo echados por los guardias de seguridad, que me trataron de peor manera en vez de defenderme.

Cuando regresé a mi casa, recibí un inmenso regañó de parte de mis padres, sobre todo por mis destruidos lentes y mi deprorable estado, aunque tampoco les conté lo que había pasado, principalmente porque estaba avergonzado porque los Kou me habían quitado mi dinero y humillado frente a todos. Lo único positivo era que Andrew había sido el único testigo de esa horrible situación.

Pero ahí no acabó lo peor. A los pocos días Serena vino a verme a mi casa porque yo tampoco tenía muchas ganas de ir a la escuela.

Nos sentamos en el piso de mi dormitorio frente al televisor y mi consola de videojuegos.

—¡Mira lo que traje! —exclamó ansiosa y frente a sus ojos tenía el Super Mario Bros.

—Ah —murmuré—, qué bueno Serena… ¿te lo regaló tu padre?

Ella negó con la cabeza, con las mejillas encendidas y con una tímida sonrisa, confesó:

—No lo vas a poder creer pero… —pausó, mirando siempre al suelo—, me lo regaló Seiya…

Y yo me sentí caer en un profundo pozo de depresión. No sé cómo hice para salir de ahí, pero pasando los días recuperé mi humor, sobre todo en la celebración de mi cumpleaños número 15.

Continué enviándole cartas secretas de amor, que eran correspondidas de la misma manera. Sin embargo poco a poco comenzó a volverse insistente respecto a mi apariencia física y me pidió que le diera alguna pista. Accedí, ansioso porque ella descrubriera que era yo, y tan sólo le dije que "tenía el pelo azabache y ojos azules."

Pero eso pareció no ser suficiente la distraída Serena...

De todas formas, corrí con suerte, porque a los pocos días nuestro colegio iba a hacer una fiesta tipo matinée para los jóvenes por la llegada de la primavera. En mi última carta le prometí que le iba a revelar mi identidad durante la fiesta de aquel día, y que le iba a confesar sin miedo mis sentimientos.

Por otra parte yo, Darien, le dije a Serena que iba a pasar por su casa a buscarla para poder ir juntos a la fiesta. Ella accedió sin pensarlo demasiado, porque no lo veía como una cita, aunque para mí sí lo era.

Me preparé demasiado para ese momento. Elegí unas rosas rojas del jardín de mi madre, a las que saqué con paciencia una a una las espinas del tallo.

Me vestí de smoking, me peiné con gomina y me puse el mejor perfume que encontré dentro de la cómoda de mi padre. Agarré el ramo de rosas rojas, asomé mi cuerpo por la escalera y mi madre me estaba esperando en el piso de abajo con una cámara de fotos, que me cegó con el primer flash. Como siempre, mi padre no se encontraba allí. Rara vez lo veía porque él trabajaba mucho, inclusive los fines de semana.

—Mamá…—musité algo incomodado cuando ella se acercó para acomodar mejor mi corbatín, sintiendome asfixiado por su desmedida sobreprotección.

—Mi bebé —murmuró acariciando mis mejillas y analizándome con sus inmensos ojos azules—, que rápido creciste… —y se escuchó un leve lamento salir de su garganta.

Que abochornado me sentía, pero de todas maneras me despedí con ternura de mi mamá. La abracé, le di un suave beso en su mejilla y salí hacia las afueras.

Sólo debía cruzar a la casa de a lado.

Me imaginé junto a Serena, tomados de la mano, desayunando en la plaza, almorzando a la hora del recreo, cenando juntos en el patio trasero de nuestras casas. Mirando la televisión. Jugando videojuegos. Compartiendo historietas. Andando en bicicleta en nuestra cuadra hasta altas horas de la madrugada. Dándonos besos castos. Abrazándola con fuerza. Dciéndole sin miedo lo mucho que la quería…

Mi corazón retumbaba por cada paso que daba hacia el hogar de los Tsukino. Subí con nerviosismo cada escalón del porche y golpeé con timidez la puerta.

Abrió Ikuko.

—¡Oh, Darien! —exclamó con una inmensa sonrisa mi futura suegra—, te estábamos esperando… pasa, pasa… —dijo empujándome hacia adentro.

Miré mis alrededores como si fuera la primera vez. Saludé tímidamente a Ikuko y le pregunté por Serena.

—Están todos en la sala…

Me sorprendió el plural.

—¿Todos?

De repente se asomó Serena y sonreí ampliamente, pero mi sonrisa se desvaneció cuando vi a Seiya detrás de ella.

—¡Darien! —exclamó Serena corriendo hacia mi, dándome un afectuoso abrazo que correspondí estoico.

—Oh, veo que trajiste rosas —comentó Ikuko.

Apreté mi mano y se sintió como si las rosas todavía tuvieran en el tallo sus espinas. Serena se apartó de mí y yo apenas la miré. Ella se percató de que estaba molesto.

—Las flores son para usted —sólo supe decir por inercia, entregándoselas a Ikuko.

—Oh, que sorpresa, ¡muchas gracias Darien! —me respondió con una suspicaz sonrisa.

—De nada…—respondí con la voz plana.

Serena me sostuvo de la mano. Fui arrastrado contra mi voluntad hacia la sala. Allí se encontraban Mina, Rei, Amy, Lita, Molly, Kelvin, Taiki, Yaten y Andrew.

El ridículo de Seiya se había vestido como John Travolta en "Fiebre Sábado por la Noche." Él se acercó hasta mí con una sonrisa que deseé desarmar a golpes, y de la nada colocó su mano sobre la mano de Serena. La apartó de mí y ella no protestó. Yo me quedé como un tonto mirándolos.

—Te ves muy bien, Darien —me halagó Serena, buscando romper la tensión.

No le respondí.

Seiya agregó:

—Te ves mucho mejor sin tus lentes, aunque todavía lleves esos alambres en tus dientes…

Fruncí el ceño.

Se supone que ella lo detestaba tanto como yo! Serena hablaba mal de él, me decía que odiaba que la moleste. ¿Qué pasó ahí? No entiendo nada. ¿Y por qué estaban todos en la sala?, ¿acaso era una cita múltiple?, ¡claro! Andrew con Lita; Mina con Yaten; Molly con Kelvin; Amy con Taiki; Serena con Seiya y yo con Rei...

Serena sabía que yo nunca hubiese aceptado eso, porque a mí no me gustaba su amiga pero al parecer caí engañado en su cruel e insensible trampa.

Fruncí el ceño.

Estuve inclinado a darme la vuelta e irme ofendido de esa casa, pero mi educación, mi orgullo pisoteado, mi corazón herido y los celos inmensos que sentía no me lo permitieron.

Con toda la fuerza de voluntad intenté hacer de cuenta que no me pasaba nada. Me costó sonreír en la foto grupal que sacó la señora Ikuko, pero solo pude poner mi peor cara de póker.

Todos subimos a la combi de Kenji Tsukino. Me tocó sentarme a lado de Rei. No hable en todo el trayecto. Creo que mi "cita" lo interpretó como timidez, aunque en realidad yo estaba molesto. Veía como le sonreía Serena a Seiya y yo deseaba ponerme en medio de los dos y arruinarles todo. Es más, fantaseé con que sufríamos un accidente automovilístico y que Seiya era el único que quedaba dentro de la combi, y que está explotaba y él terminaba reducido en cenizas.

¡Ja!

Lo detesto, por lo abusivo que siempre había sido conmigo y por robarme el amor de mi mejor amiga...

Llegamos a la fiesta y otra vez me obligaron a sacarme una foto, pero solo con Rei. Y a partir de ese momento, durante dos horas, me mantuve sentado solo en un rincón apartado de todos, bebiendo Tang de naranja. Rei se me acercó para invitarme a bailar y yo la rechacé cortésmente, excusándome con un esguince inexistente en mi pie izquierdo.

De repente las luces bajaron de intensidad en la pista de baile. Se formaron parejas de baile. Rei finalmente encontró a alguien que quisiera bailar con ella. "Love is in the air" de John Paul Young sonó en los parlantes. Seiya colocó sus manos en la cintura de Serena, y así yo los vi bailar.

Tarareé la canción dentro de mi mente...

Quise llorar pero yo no lloró y mucho menos en público.

Cuando la música terminó, Serena se acercó hasta mí.

—Darien, ¿te sientes bien? —me preguntó luego de contados ciento veinte minutos en los que me ignoró por estar con Seiya—, ¿por qué no vienes con nosotros?

—Porque no quiero… —respondí seco.

—Pero estamos todos aquí, hay que disfrutar, es la primera vez que nuestros padres no están detrás de nosotros…

La contemplé un instante. En su rostro se había dibujado un lunar falso encima de su boca, colocándose veinte capas de labial rojo y otras treinta capas de rubor en sus mejillas, de todas formas se veía tan linda con su vestido acampanado rosa.

—Solo quiero un momento a solas contigo —le pedí, armándome de valor.

No supe distinguir si sus mejillas se enrojecieron, pero asintió débilmente.

—Vayamos afuera entonces —dije levantándome de mi lugar y sosteniendo su mano.

Caminamos hacia el patio, donde el barullo de la música no pudiera molestarnos. Ya estaba anocheciendo y había una leve brisa primaveral. Nos pusimos detrás de una columna con arreglos florales

Le sostuve ambas manos, que se notaban por demás tensas. La miré directo a los ojos. Conté hasta veinte y suspiré.

—Serena, me gustas… —confesé con un leve titubeó y sintiendo que dentro de mi corazón se desalojaba un peso inmenso.

Ella abrió los ojos sorprendida y apartó sus manos de las mías.

—Darien —musitó mirando hacia el suelo y jugando nerviosamente con un mechón de su largo pelo rubio—. No te lo dije antes pero estoy saliendo con Seiya… —admitió.

Detrás de nosotros se escuchó el impacto de un jarrón contra el suelo, aunque perfectamente se podía confundir el sonido con mi corazón roto. Miré hacia atrás y Mina nos observaba desde su escondite, intentando reparar con sus torpes manos el jarrón que había destruido.

—Ehhh —musitó con torpeza—, ustedes sigan con lo suyo, ¡yo no vi ni escuché nada!

Volví mi mirada hacia Serena y no sé de dónde saqué fuerzas pero le sonreí.

—Me alegro por ti —susurré templado, aunque estaba destrozado por dentro—, y te deseo lo mejor

Sin esperar respuesta alguna, me di media vuelta y me escapé de aquella fallida cita.

Caminé con pasos tristes hasta mi casa y, por ironía se largo a llover. Era de noche, tenia frio y estaba amargado. En seis kilómetros de trayecto: pateando una piedra creo que me lastimé la uña de mi dedo gordo; un auto pasó por toda velocidad en un charco y me empapó más de lo que ya estaba; un perro pekinés se abalanzó para morder mi pantorrilla; y justo pasando enfrente de la casa de los Tsukino me caí dentro de un pozo lleno de barro, y afuera se encontraba sentado en el porche el señor Kenji mirando sorprendido toda la bochornosa escena. Me levanté con apuro corriendo hacia mi casa. Cuando entré escuché a mis padres discutir en la sala, como era habitual, y sin decir nada subí por la escalera hacia mi dormitorio.

Cerré la puerta con llave y puse una silla detrás para cerciorarme que nadie entrara. Después me lancé encima del colchón, sin importarme que mi madre me regañara por ensuciar las sábanas. Busqué debajo de mi almohada mi walkman y me coloqué los auriculares.

Puse play y al instante siguiente se escuchó la canción a partir de donde la había pausado, y ahí el verso murmuró "el día que me quieras, no habrá más que armonía… será clara la aurora y alegre el manantial..."

Lloré tanto y en silencio, hasta quedar seco. No sé cuánto rato paso hasta que ví una luz amarilla transparentarse sobre ñas cortinas de mi ventana, me asomé y abajo divise el taxi estacionado frente a la casa de los Tsukino.

Serena bajó y Seiya fue detrás de ella. La lluvia ya había parado. Mi enemigo se inclinó sobre la chica que yo amaba, besándola en la boca. Me dió mucho asco ver eso. Seiya no volvió a subir al taxi, a fin de cuentas y por desgracia vive a cuadra y media de nuestras casas. Él se fue caminando y Serena miró hacia mi ventana. El pecho se me comprimió y cerré de golpe la cortina. De repente ví la misma luz en la ventana frontal que daba hacia la calle y me acerqué hasta ella. El taxi había estacionado en mi casa. Voló por la entrada un tumulto de ropa masculina y ví a mi padre salir acompañado por los gritos de mi madre. Él se subió al taxi, no sin antes gritar: "¡ya no te amo más y no pienso regresar jamás a esta casa!"

El taxi aceleró y mi padre se fue para no regresar. Mi madre cayó de rodillas en la acera, y desde ese día mi perspectiva sobre el amor cambió por completo.

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"He estado tratando por tanto tiempo que tú sepas...

Que tú sepas como me siento

Y si yo tropiezo o me caigo, solo ayúdame

Así puedo hacer que tú veas..

Por favor dame una noche más, dame una noche más

Una noche más, porque no puedo esperar por siempre..."

Phil Collins- One More Night

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Los capítulos serán muchos más cortos de ahora en más. Próximo capítulo ambientado en el presente, 1997.