Shingeki no Kyojin no me pertenece, solo la trama de esta historia.

Titulo: Ex vs Friend

Género: Romance, Humor, Drama.

Advertencias: Lenguaje vulgar, Lemon. [AU]

Riren.


Capítulo II: La desesperación de Eros.

I.

La brillantina abre camino delicado por mi rostro, comienza a molestarme, y mi cabello comienza a fijarse a mi perlada frente gracias al calor que hace en el recinto. Dios, la música va a reventar mis tímpanos y, los tragos solos sirven para recordarme el porqué estoy aquí. ¿Dónde demonios esta ese estúpido sujeto? ¿Por qué no aparece? ¿Será que no vendrá? ¡Santa mierda! Será mejor que aparezca de lo contrario tendré que aguantarme la pesadez de Isabel.

Siempre he sido un chico desobediente, debí hacerle caso a mi madre cuando repetidas veces me decía acerca de lo sabio que tenía que ser al escoger a mis amigos, pero nadie me advirtió que sacar a Isa de mi vida sería tan difícil. Lo peor de todo es que tiene ganados a mis padres, quienes la apoyan en todo, creo que eso sería poco decir; estoy seguro que a ellos les falta lo mínimo para lamer el suelo que la pelirroja pisa.

Y como si no fuese suficiente, parece que muy dentro de mi ser existe un gran perverso que me controla cuando ella me mira, nunca he podido decirle que no, a pesar de que sé que me arrepentiré de todo lo que haga si en ello está la firma de aquella peligrosa sirena. Es que no he aprendido ni mierda, Isa hace conmigo lo que se le da la gana y yo sigo como un vil perro faldero detrás de su trasero. ¡Demonios! de solo recordar nuestra conversación me dan nauseas. Maldita bruja.

...

¿Hola? – pregunto algo confundido, al ser despertado por el timbre de llamada ese domingo a las 3 am.

Cariño, ¿Cómo estás? – Y de repente se me ha quitado toda gana de volver a dormir. Su cínico tono me hace suspirar y con pesadez cerrar mis ojos en un intento de salvar mi alma de las llamas de su infierno.

Son en estos momentos en los que el techo de mi habitación se me torna tan lejano y tentador, con su simpleza geométrica y su pureza blancuzca que me irrita de solo pensar que en la mañana el resplandor del astro rey será mucho más intenso de lo que realmente espero que sea.

Acabas de despertarme ¿cómo crees que estoy? – la arrullo con un murmuro devastado.

Ella ríe malévola, muy malévola. Como siempre ríe cuando esta a poco de mandarme a saltar del acantilado. − tu sinceridad es fascinante – peligrosa, susurra − adoro eso de ti.

Y yo adoro cuando puedo dormir un domingo hasta las 10 de la mañana, pero supongo que al menos para mí la vida no es tan dulce ¿Qué me dices tú? – su sonrisa y su cizañante ceño fruncido son posibles para mi percibirlos, sé que es una clara advertencia a mi insolencia. Nunca se puede ser arrogante ante una diosa, aunque ella no sea una.

Pálido como el papel al darme cuenta de mi error, espero ansioso su respuesta, una que me diga que aun sigo venerándola. − Eres el mejor − dice − siempre tan complaciente.

Su tono dulce y casi siniestro me hace enojar un poco, ¿Qué es lo que pretende esta mujer? ¿Acaso no es suficiente con mi humillación?

Ve al punto Magnolia.

Masoquista, una y otra vez esa palabra surca mis pensamientos. Cuánta razón tienes subconsciente, amigo mío del alma.

Demonios, adoro esa parte de ti, es tan excitante – bueno, al menos la he calmado un poco. Aun así no deja de ser un poco molesto su descarada insinuación, tanto que me hace poner los ojos en blanco por un momento, aunque el miedo de que ella se dé cuenta cae en mi rápidamente haciendo que recupere mi sumisión − ¡Oh amor mío!, no te habrás olvidado de nuestro pequeño plan ¿verdad?

¿Ya tienes el día?

Aun mejor – dice despacio, casi saboreando cada palabra, aquellas que me arrastran a la tormenta –que estoy más que seguro− acaba de comenzar −escúchame muy bien, porque esto está a punto de volverse divertido.

...

− Dame otro – un poco estresado de tanta mierda, exijo al pobre chico que está sirviendo en la barra de aquel club lleno por niños ricachones.

Al instante recibo otro elegante y carísimo trago de whisky. El líquido me raspa la garganta y me hace delirar de lujuria. Siento al espacio distorsionarse, mis pupilas dilatarse y mi deseo reflejarse en mi rostro. Ahí está.

¡Joder! Isa no mentía al decir que el tipo estaba bueno. No, bueno se le queda corto, es un Adonis con cara de mafioso. Estoy tan cachondo. Quiero joderlo, quiero que me joda.

Siento mi lengua saborear mis labios y, mis dientes morderlos algo fuertes. Odio admitirlo, pero la sirenita tenía razón, esto será divertido. Con sigilo intento abrirme paso entre los pervertidos y a los que pervierten, la pista esta a reventar de cuerpos húmedos y pegajosas fragancias hormonales; los toqueteos siguen el ritmo del dj, que tampoco pierde la oportunidad para meterle mano al pobre meserito que se pasea cantoneando sus grandes caderas.

A medio camino intentando aflojarme la corbata que me asfixia en pasión, me detengo lleno de sorpresa, no lo había notado hasta este momento pero el gran Adonis no viene solo y lo peor es que… ¡¿es ese Armin?!

¡Por Ra!, si no fuese por la cara de pasiva que se manda y por esos inconfundibles zafiros que adornan su sonrisa infantil y casi ilegal, no lo reconocería; y cómo hacerlo cuando prácticamente parece una prostituta, sin ofender a esas hermosas mujeres de buen vivir. Mis ojos aun no creen lo que ven y mi cerebro se niega a procesar la verdad de los hechos, si es que al rubio angelito solo le falta subirse a una mesa y hacer un show para todos estos pervertidos, aunque al parecer ya tiene a su favorito.

Con rapidez cambio de dirección a un punto en donde mi visión pueda detectar a mis objetivos, sacando mi celular y una sonrisa retorcida, comienzo el plan.

Con nitidez devoro la imagen de perturbación de Armin, y sonrió aun más divertido. El corderito se desvive por encontrarme, una señal obscena con mis dedos hago para ayudarlo, mi lengua empapa de escurridiza y sensual saliva el agujero que mis dedos forman, y aquellos que me permiten marcar pieles, brillan con ferocidad.

Armin suda frio, se le nota desde la distancia que tiembla del nerviosismo; Oh pequeño corderito, acércate sin miedo para poder verte mejor.

− Hola Eren…− susurra.

− Querido Armin – la sonrisa engatusante no abandona en ningún momento mi rostro − ¿Qué te trae por aquí?

− El ser gracioso no es lo tuyo.

Rio fuerte ante tal descaro. Oh pequeñín, el gracioso aquí no eres tú.

− Tienes razón, jamás ha sido lo mío, aunque tampoco lo han sido los mayorcitos pero ya ves como gira el mundo.

− A mí no me van los mayores – que descaro el suyo.

− ¿Quién hablaba de ti, querido Armin? – pregunto con diversión al acercarme un poco a ese angelical rostro, con el fin de que nuestra conversación sea lo más intima posible.

Su mano izquierda se enreda en mi cintura y tira un poco −casi con timidez− mi camisa desde la parte trasera, esa que se pega a mi espalda cuando las gotas de sudor trazan con gracia una línea curvilínea desde mi cuello hasta la puerta de mis alegrías. − déjame adivinar − digo − ¿dinero…?

− No me estoy prostituyendo – refuta algo cohibido. Bingo, adivine. Lo miro alzando una ceja, una clara señal de que no le creo ni mierda, al parecer él lo capta rápido y sudoroso de los nervios, agrega. − solo soy un chico de compañía.

− Oh~ ¿y brindar compañía incluye inspeccionar el paladar de tu cliente? Que considerado eres – me burlo, esta vez acariciando con mis manos su fina cinturita.

− Solo necesito lo suficiente. – su voz se quiebra un poco ante la verdad, y mis caricias de afrodita cesan por un imperceptible momento.

Mi mirada cae en una repentina tristeza y mis manos se alzan para acariciar los dorados cabellos del pequeñín que solo quiere ser consolado.

− No le diré nada a ella si me haces un favor. − digo − El hombre que vino con ustedes, necesito acercarme a él.

Su carita desorientada es toda una poesía que me inunda de ternura, aunque hablamos de Armin, es claro que la linda reacción no le dura mucho. − ¿Estás loco? Ackerman odia a los homosexuales. – y como si tuviese que dejar claro algo, agrega. − Su amigo es la excepción

− Entonces yo también podría tener un lugar en ese VIP.

Mis ojos zorrunos y sus aguas calmadas se encuentran de repente en un silencio impropio del lugar. Niega tres veces con la cabeza y con un resoplido cansado me entero de lo que viene. Lo peor del asunto es que no podré debatirle nada, él siempre tiene la razón. −Esa mujer va a matarte algún día.

− Lo sé – retomando las caricias, digo abatido.

− Que terco eres. – me acaricia la mejillas con sutileza. Que dulce es el tacto de esas pequeñas manos que tanto adoro.

− Es divertido ver a tu cliente derretirse de la rabia – es bueno que al menos sé cambiar de conversación.

El brillo de sus ojos se vuelve divertido, lo sé aunque trate con todas sus fuerzas de ocultarlo. A él también le gusta jugar. − ¿Sabes que nos ha estado viendo durante todo el rato que llevamos hablando? – digo jocoso, mientras paseo una de mis manos por ese precioso trasero, haciéndolo reír un poco.

− Oh dios, no hagas eso.

Con un pequeño empujón me aleja de él y, la sonrisa en sus labios me dice que lo está disfrutando.

De un momento a otro su cara se torna muy seria, como si realmente la situación lo ameritara. Y dice − Si te quieres acercar a esa mesa no puedes ir vestido así. – yo sin entender bien su comentario me lo quedo viendo extrañado. − ¿Qué no lo ves? Aquí todos buscan algo, debes camuflarte con el ambiente, sígueme.

Río un poco para luego enredar mis brazos en su cuello y restregar con descaro mis encantos en los suyos, él solo ríe divertido y niega −una vez más− tres veces con su cabeza. Lo sé, no tengo remedio. −Aún no entiendo porque las personas ricas son tan posesivas. – exclama antes de que la espesura del bello infierno nos trague por completo.

II.

Y aquí estamos, al frente de dos hombres que nos miran como la peor basura del planeta. Malditos ricos.

Supongo que el atuendo de porquería que cubre mi casi desnudez no ayuda mucho, y es que siempre me han parecido un invento del demonio estos trapitos que no le cubrirían el pene a nadie.

− ¿Quién es él? – feroz, esas palabras se abren en el ambiente. La música cada vez esta más alta y las personas mucho más locas y alborotadas. Muchos agasajos por doquier, manos abusando de piernas tersas y delicadas, en donde ojos bestiales con colmillos fieros devoran carne jugosa.

Mi compañero, quien debe guardar la compostura ante tal mastodonte, exclama delicado. − bueno, él es Eren, hoy es su primer día aquí y el jefe me pidió que le mostrara el lugar – la explicación no le basta a ese sujeto, lo sé por la mirada carnívora que se pasea por el frágil cuerpo de Armin. − Solo es un amigo. − susurra inquieto.

− Al suelo. Ahora.

Mi vista se pasea aturdida a lo largo de los hombres que están en el pequeño espacio: Armin, el mastodonte de mirada asesina y, Ackerman, quien parece valerle mierda todo, y solo le importa exhalar con elegancia el humo que extrae de ese curioso cigarro.

− Erwin… − implora Armin

− Ahora.

Lo siguiente me deja perplejo. El corderito, que hasta hace un momento tenía un aspecto vivaz, con ojos cual zombie o de virgen acabada de ser violada, se agacha y de rodillas abre la bragueta del pantalón del imbécil millonario que lo mira con soberbia.

Lame, sorbe y chupa con maestría, gruñidos salen del rico hombre que trata de atragantarlo con ese enorme cumulo de masculinidad. Armin encendido en deseo, se esmera cada vez más en despertar a ese monstruo que lo quiere desgarrar.

Yo por mi parte, algo cohibido y un poco incomodo, me siento junto al fumador que hasta ahora solo ha de dedicado una mirada de repulsión a su –según yo creo que es− amigo.

− Qué lindo conejito, sigue así. – dice el tal Erwin, con los hilos dorados enredados con fuerza entre sus manos − Eso es lindura.

La música vuelva a mis sentidos luego de tan perturbadora escena que aun se lleva a cabo; y para no ver las lagrimas correr por el rostro angelical me obligo a recordar el porqué estoy en ese lugar.

− Hola... − susurro −… mi nombre es Eren, Eren Jaeger.

− Ya lo escuche, no soy sordo mocoso. – maldita voz arrogante que se carga.

− ¿Y… que te trae por aquí?

− Bueno, estate por seguro que no vine aquí porque me diera placer ver a una perra rubia mamársela al cabrón que tenemos al frente. – dice. − Agh, es asqueroso, no sé cómo puede gustarle esa pequeña mierda.

− Enano amargado. – al darme cuenta de que Isa tenía razón, al decirme que este sujeto es horrible, susurro.

− ¿Qué dijiste basura?

− Solo digo, que no debería decir que es asqueroso hasta intentarlo ¿no le parece así?

Él me escudriña con la mirada, con su mano enguantada en blanco me agarra de la barbilla y aprieta a su voluntad. Duele, pero no le daré el gusto. − Escúchame pequeña y barata prostituta, ustedes, los que se jactan de tener el culo grande y, de usar esas malditas falditas que no disimulan nada lo que buscan, solo sirven para calentar pollas de tipos como yo, aunque te tengo noticias, ni en un millón de años me fijaría en un mierdecita como tú. Me dan asco.

Mis ojos se vuelven fierros, siento las olas de Poseidón agitadas en mis venas y el infierno se comienza a sentir frio en comparación con mi humor. Sin duda alguna no es la mejor primera impresión del mundo, y por mas bueno que este el tipo, ser algo cortés, maldita sea, no es tan difícil.

− Vaya, supongo que el barman tenía razón.

− ¿Eh?

− Los que se enaltecen de aborrecernos, es porque muy en el fondo les gustaría que una zorrita barata como yo sé tragara tu polla con mi enorme culo. − digo − pero te tengo noticias, nadie se fijaría en ti, estúpido enano.

Con molestia, una valentía me nace del trasero y me levanto con rapidez para irme de ahí, el estado de shock del idiota este solo me hace creer que puede ser peligroso si se enoja, es mejor que lo haga conmigo bien lejos de aquí, lo último que quiero ahora es una disputa, saldría perdiendo por todo el alcohol que he consumido.

Corro escalera arriba intentando salvar mi pellejo, los brutales pasos se escuchan más cercanos con una música erótica de fondo dibujando su ritmo.

Ciertamente a veces logro ser bastante estúpido, en primer lugar debí decirle que no a Isabel, en segundo lugar, nunca debí venir a este maldito club y por último , alguien debería decirme cuando es apropiado cerrar mi boca de porquería.

− Carajo. – caigo contra el barandal de cristal que imponente se posa en la azotea ante los ojos de perdedores como yo.

− ¿Quién demonios te crees que eres para hablarme así?, puedo hacer que te boten de este mugroso lugar – tira fuerte de mi cabello, haciéndome gemir. Este hombre debe ser increíble en la cama. Comienzo a calentarme, tal vez si soy masoquista.

− Inténtalo. – lo desafío.

La luna lasciva se pavonea de entre las nubes oscuras, su brillo golpea nuestros rostros, y algo de asombro emerge de esas hermosas balas de plata. Su lengua al igual que mis fieros carnívoros saborean el sabor de la carne que cubre nuestras bocas; el ambiente ha cambiado de repente y ahora sí que quiero que me joda.

− Tu, pedazo de mierda. – sus labios rozando los míos con un aliento seductor, dice − tienes una boquita muy sucia.

− Gracias, me ayuda a defenderme de tipos como tú. – paseo la punta de mi lengua por la comisura de su boca, y sonríe, macabro y lujurioso.

− Estaría mejor tragándose esto. – con sorpresa mis ojos se abren un poco más de lo que ya están; en un rápido movimiento su mano a agarrado la mía guiándola por el edén y llevándola al increíble tesoro reguardado por sus piernas.

Con descaro lo acaricio, lo aprieto y me deleito con sus obscenas señas. ¿Y el de la boca sucia aquí soy yo?

− Tienes razón…− digo −… pero te vas a quedar con las ganas, maldito imbécil. –aprieto fuerte sus encantos y lo escucho suspirar de desesperación.

− Carajo. – es lo último que logro distinguir de su voz al salir a toda prisa de esa perversa azotea.

III.

Con humor muy propio de mi me dirijo a ese oscuro y siniestro lugar. No tengo ganas de aguantar a ese viejo hoy pero no tengo otra opción, por recomendación del maldito cabrón de Erwin me toca lamerle el trasero a mi progenitor; y eso es algo que me encabrona en demasía.

Sin delicadeza ni permiso, aparto la puerta del Olimpo; pulcro y brillante, y curiosamente iluminado me recibe hoy la oficina del presidente.

Y ahí está. Ese impuro lujurioso al que quiero doblegar hasta que ruegue por más, aunque al parecer él no tenía ni idea de que estaría en este lugar, lo cierto es que cuando la gafotas me menciono al nuevo que vendría no pude contener la curiosidad de saber su nombre; más que nada por ser el nuevo un hombre. Un sexy y lascivo hombre al que devorare completo.

− ¿Me mandaste a llamar padre? – digo como quien no quiere la cosa

− Si, era solo para presentarte a alguien. – dice, el "oh dios, todopoderoso" − Él es Eren Jaeger, será tu nuevo asistente.

− ¿Qué paso con Petra? – saboreo con burla la pregunta.

− La despedí cuando la encontré maquinando con nuestro rival con engatusarte y, poder venderle a la prensa una muy mala imagen tuya. – contundente de mirada afilada por mi pequeña muestra de rebeldía, responde. − Las mujeres son unas estúpidas codiciosas. − agrega. − Y como no quiero problemas con ninguna otra zorra, me encargue personalmente de entrevistar a alguien que fuese verdaderamente competente para el trabajo. Cuídalo bien, que vale la pena.

Mis ojos −como casi nunca− brillaron en expectación. ¿Cuidarlo? Quiero destruirlo, quiero destruirnos.

− Tranquilo padre, lo haré sentir como en casa.


Capitulo III: Apolo y su mal de amores.

Gracias por leer.

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