Muy bien, heme aquí de nuevo. Este es el tercer día de locura, así que... ¡aquí vamos!
Miércoles-Día de la misión
Vueltas y venganzas
De todas las misiones en las que Nico se había visto involucrado, había una que recordaba con más frecuencia, aunque fuera sólo porque la cabaña de Hécate no le permitía olvidarla.
Sucedió que, un par de años tras la derrota de Gea, Quirón lo llamó para pedirle que se hiciera cargo del rescate de una semidiosa en Rhode Island. En otras circunstancias, quizás el anciano centauro hubiera llamado a alguien más para encargarse de la tarea, pero era mitad del otoño y había poca gente en el campamento.
El único problema era que Will, quien también se encontraba en el campamento, no parecía dispuesto a que Nico se fuera solo.
Tanto Quirón como Nico habían explicado que era una misión muy sencilla y que Nico no necesitaba ayuda. A Will no le había importado.
Al final, Quirón accedió a que Will lo acompañara, sólo para sacarse al rubio de encima, o al menos esa era la teoría de Nico. Quirón no la había confirmado, pero tampoco se había mostrado dispuesto a negarla.
Era una misión sencilla. Y aun así las cosas salieron mal.
—*—*—
No tuvieron ningún problema en llegar a Rhode Island. Tampoco les fue difícil encontrar a Finn, el sátiro que había llamado al campamento.
La niña, quien de acuerdo a Finn se llamaba Lucy, tenía el cabello oscuro, apenas tocándole los hombros. No podía tener más de nueve años, pero ya había causado varios incidentes en el colegio.
Lucy, hija de una madre soltera que no parecía tener el suficiente tiempo como para lidiar con los desajustes de su hija, no tuvo mucho problema en acompañarlos. Era irónico, pensaba Nico, que los padres se pasaran la vida diciéndoles a sus hijos que no aceptaran propuestas de extraños para que el modus operandi del Campamento Mestizo se basara justamente en la seguridad de que los semidioses les dieran su voto de confianza y accedieran a irse con ellos sin que hubiera necesidad de secuestrar a nadie.
En la opinión de Nico, todo hubiera sido más sencillo si sólo se hubieran tomado de las manos y él los hubiera teletransportado hasta el campamento. Fácil, rápido y seguro. Sin embargo, Will insistía en que no debía de utilizar tanto sus poderes de sombras, sobre todo no para mover a tantas personas. Finn estaba de acuerdo con Will, aunque su argumento era más bien que no quería asustar a la joven semidiosa.
Así que, al final, compraron boletos de autobús para regresar a Nueva York. Ese fue su primer error.
Compraron cuatro billetes y, o al dependiente no le importó en lo mínimo o la actuación de Finn como su guardián legal fue tremendamente convincente, porque no preguntó nada. Quizás era una señal de que todo se iría al demonio a la que tampoco le prestaron atención.
Subieron al vehículo a eso de las dos de la tarde, tomaron sus respectivos asientos y por dos horas todo fue tranquilidad. Finn y Lucy tenían los asientos 5 y 6, mientras que Will y Nico habían comprado el 9 y el 10, por lo que todos estaban acomodados en el costado izquierdo del camión, con Nico y Will justo detrás de sus protegidos.
Antes de que las cosas se salieran de control, el aire acondicionado se tornó muy frío súbitamente. De hecho, Nico recordaba haberse quitado su chamarra para dársela a Will, pues como buen hijo de Apolo, su novio se transformaba en una masa titiritante tan poco la temperatura bajaba. Nico aún estaba discutiendo con Will ―él decía que se sentía perfectamente y que Nico iba a resfriarse si no se abrigaba― cuando el vehículo se detuvo abruptamente.
De inmediato, Will y Nico se pusieron de pie, lo que quizás no fue una de sus mejores ideas, pues mientras Nico se preocupaba por desenfundar su espada, algo pesado se abalanzó contra el lado derecho del autobús. El impacto hizo que Nico trastabillara, aunque logró mantenerse erguido, a diferencia de Will, quien fue lanzado contra los asientos.
En ese momento, la molestia colectiva ante el retraso del viaje se transformó en pánico. Afortunadamente, el vehículo no se había volcado, pero durante unos terribles segundos, el autobús se mantuvo elevado, todo su peso apoyado en las llantas del lado izquierdo. Finalmente, la gravedad atrajo al automóvil de vuelta al suelo con un estruendoso golpe seco.
―¡Hora de irnos! ―anunció Finn, tomando la mano de Lucy para ponerse de pie.
No hizo falta que lo dijera dos veces, pero quizás les faltó un poco de tiempo, pues poco después una segunda fuerza impactó contra el costado del automóvil; esta vez, del lado izquierdo.
―Genial, hay dos de ellos ―masculló Nico, aferrándose al respaldo de un asiento para no repetir la hazaña de Will y terminar en el suelo del autobús.
―Por lo menos dos ―corrigió el hijo de Apolo―. En realidad no estamos seguros de nada.
A sus espaldas, otro de los pasajeros rompió la ventana que en grandes letras rojas marcaba "SALIDA DE EMERGENCIA". Después de eso, todo se transformó en caos.
Dado que sus asientos eran de los primeros, Will y Nico decidieron salir por la puerta en lugar de por la ventana rota; el aterrorizado conductor había sido el primero en huir, dejando la puerta abierta. Sabiendo que fuera el peligro era mayor, Nico decidió que sería el primero de los semidioses en evacuar el autobús. Detrás de él avanzaba Finn, con la mano derecha de Lucy entre las suyas y cara de pocos amigos; Will cerraba la caravana.
Habían descendido por el lado derecho, a diferencia de algunos pasajeros, que habían evacuado por las ventanas, así que pasaron varios segundos antes de que se dieran cuenta de lo que estaba pasando.
―¿Qué crees que sean? ―preguntó Will mientras fingía apuntar con un arco que Kayla le había prestado.
―¿Telequines? ―ofreció Finn, lanzando miradas nerviosas a sus costados.
―Estamos muy lejos de la costa para eso ―condenó Nico―, pero lo que sea que se haya estampado contra el autobús es grande. Estén…
Antes de que Nico terminara de dar sus recomendaciones, de desató una tercera ronda de gritos, dejando en claro dónde estaban los monstruos.
―No se separen ―ordenó Nico, por fin desenvainando su espada, la que había vuelto a su funda después del segundo impacto. Lentamente, el hijo de hades rodeó la parte delantera del autobús―. Por todos los dioses…
―¿Y ahora qué? ―se quejó Finn, quien no podía ver nada debido al cofre del vehículo. Lucy y Will estaban tan confundidos que ni siquiera se atrevieron a preguntar nada.
―Toros de Cólquide―determinó Nico―. Son dos. Ahora estamos en problemas.
Sin decir más, Nico se adelantó hasta colocarse al otro lado del autobús, entre los confundidos mortales y uno de los toros.
―¿De qué hablan? ―preguntó Lucy, lanzándole miradas de extrañeza a Finn.
―¿Recuerdas al hombre con un solo ojo que vimos en la escuela? ―inquirió el sátiro―. Digamos que esto es algo así.
―Pero… dijiste que me lo había imaginado…
―Más tarde habrá tiempo de explicaciones ―la cortó Will, adelantándose para seguir a Nico―. Por ahora quédense aquí y no se separen.
―¿Pero qué está pasan…?
―¡No se separen! ―repitió Will, ignorando a Lucy mientras él también rodeaba el cofre del automóvil, intentando apuntar con su arco aunque, en realidad, lo estaba sosteniendo incorrectamente.
De frente a los toros, Nico había guardado su espada tras reflexionar que le serviría de poco, y ahora se ocupaba en convocar a tantos zombies como podía para distraer a los enormes animales metálicos. Will no podía invocar cadáveres, pero igualmente decidió seguir el ejemplo de Nico y guardar su arma.
―¿Tenemos un plan? ―le preguntó al hijo de Hades―. ¿O se supone que improvisemos?
―¿Te parece que tengamos uno? ―contraatacó su novio―. Es más, ¿alguna vez nos tomamos el tiempo de anticipar este tipo de cosas?
―Quizás deberíamos dejar de confiar en la suerte entonces ―masculló Will mientras se detenía a ayudar a una muchacha a levantarse del suelo.
―Tú detén al de la derecha y yo me encargo de éste ―concluyó Nico―. La prioridad es evacuar a los mortales y largarnos de aquí.
―Eso es lo que quería escuchar ―asintió el rubio―. Acuérdate de que estas cosas escupen fuego.
―No es algo fácil de olvidar ―bufó Nico, quien ya había visto a varios de sus zombies ser incinerados―. Esto sería más fácil si tuviéramos a Leo aquí.
―¿Disculpa? ―recriminó Will al tiempo que juntaba sus manos para invocar sus poderes―. ¿Estoy yo aquí y tú prefieres a Leo?
―La última vez que pregunté no tenías piel resistente al fuego ―gruñó el hijo de Hades, mientras comandaba a sus zombies para que se interpusieran en el camino de uno de los toros y un matrimonio de la tercera edad.
―Quizás, pero Leo no puede controlar la luz ―apuntó Will orgullosamente. Sin perder más tiempo, convocó a los rayos del sol aproximarse a sus manos, de la misma forma en la que había visto a Nico hacer tantas otras veces con las sombras.
―¿Qué haces?
―Buena pregunta ―masculló Will, frunciendo el ceño en concentración―. Tú reza para que funcione.
Antes de que Nico pudiera preguntar de qué carambas estaba hablando o siqueira a qué dios pretendía que elevara sus plegarias, Will levantó ambos brazos, sosteniendo una bola de luminosidad. Apenas prestándole atención a la batalla, Nico alcanzó a percibir que Will movía los labios con mucha rapidez.
Por un segundo, no pasó nada, pero entonces, Nico cayó en la cuenta de que la luz que Will había conseguido acoger en sus manos se desprendía lentamente de las yemas de sus dedos. En cuestión de segundos, el haz de luz salía disparado.
Ensimismados en lo que parecía ser una bola de fuego, los toros de Cólquide dejaron de prestarle atención a los aterrorizados viajeros para intentar perseguir la luz. Sorprendido, Nico giró sobre sus hombros para mirar a Will.
―¿Eso era lo que intentabas hacer? ―inquirió, gritando para hacerse oír sobre el atemorizado bullicio de los mortales.
―No esperaba que funcionara, pero… sí ―dejó escapar Will.
―Lo que sea que hayas hecho, no te detengas ―ordenó Nico al tiempo que trastabillaba debido al temblor que provocaba el retumbar de las pezuñas de los animales en el suelo―. Tengo una idea. ¿Puedes hacer dos de esas cosas al mismo tiempo?
―Puedo intentarlo ―articuló Will, aunque no sonaba muy seguro de sí mismo. No había tiempo para dudar.
―Con eso basta ―se resignó el hijo de Hades―. Yo los distraeré. Dime cuando estés listo.
Sin más, Nico volvió a concentrarse en las figuras esqueléticas que salían de las profundidades de la tierra, redoblando el número de zombies que invocaba. Los dioses sabían lo que estaban viendo los pobres mortales a su alrededor.
Concentrado como estaba en canalizar su energía hacia los confines de la tierra, Nico no tenía la más mínima noción del tiempo que había pasado hasta que Will por fin exclamó "¡Lo tengo!"
―¿Estás seguro de lo que vamos a hacer? ―inquirió el hijo de Apolo.
―No ―replicó Nico, restándole importancia―. ¿Alguna vez estamos seguros de algo?
―Buen punto.
―Este es el plan ―anunció el hijo de Hades―. Enfoca ambos haces de luz hacia los ojos de los toros mientras yo oscurezco el ambiente, ¿de acuerdo? Después, según mi teoría, los toros se atacarán el uno al otro.
―¿Eso tiene siquiera sentido? ―cuestionó Will.
―¿Tienes una mejor idea? ―acusó su novio.
Encogiéndose de hombros, Will tuvo que admitir que no era así. Después de todo, las mejores ideas se les presentaban, como regla general, cuando estaban a punto de morir, así que confiar en Nico no parecía una mala decisión; sin duda alguna era mejor que no hacer nada.
Antes de comenzar, Will tomó un hondo suspiro para prepararse. Finalmente, dirigió sus brazos con los dedos extendidos hacia el lado contrario, de manera que su brazo derecho había quedado con la mano dirigida hacia su costado izquierdo y la izquierda encaraba su lado derecho.
Cuando el cielo comenzó a oscurecerse, Will no estaba prestando atención, sus ojos enfocados exclusivamente en la luminiscencia que refulgía en las puntas de sus dedos. Sin embargo, fue sólo cuestión de tiempo antes de que la penumbra a su alrededor lo extrañara lo suficiente como para que se volviera a Nico.
En otras circunstancias, Will se habría alarmado ante la cantidad de energía que Nico estaba consumiendo para moldear las sombras. En ese preciso instante, no importaba.
―¡Ahora! ―rugió Nico tan pronto calculó que la oscuridad era suficiente.
Sin perder más tiempo, Will obedeció, disparando la luz que había acumulado en sus manos hacia los morros de los toros. La penumbra era tal que, tan pronto el poder de Will colisionó contra el bronce de los animales, perdiéndose, la carretera quedó en una oscuridad casi total.
En realidad, la penumbra era sólo una parte del terror que se desató más tarde, pues poco después de que la luz desapareciera, el aire se llenó de rugidos metálicos. Bajo sus pies, el asfalto comenzó a temblar, lo que tal vez hubiera provocado otra ronda de gritos por parte de los mortales, aunque no hubo tiempo para ello. De inmediato, el retumbar de las broncíneas pezuñas se transformó en algo más siniestro, como el rechinar de cientos de puertas sin aceitar al cerrarse de improviso.
―¿Qué carajos…? ―Will alcanzó a escuchar que Nico decía antes de que un chirrido ensordecedor se adueñara del aire.
El escándalo probablemente no duró más que algunos segundos, pero parecieron varios minutos de estridencia. Poco a poco, los terribles crujidos fueron disminuyendo pero, por un espacio considerable de tiempo, apenas fue posible escuchar más allá del desgarre de piezas metálicas que caían al suelo.
Por fin, un último pedazo de bronce ―de considerable tamaño, a juzgar por el estruendo que provocó―, resbaló contra la grava de la carretera. Cuando el chirrido finalmente se extinguió, nadie se atrevió a decir nada. Por un instante, el silencio de la carretera fue casi absoluto, hasta que, lentamente, se volvió a percibir el silbar del viento a su alrededor.
Tras un rato de quietud, Nico decidió que era seguro devolver la luz, así que, cuidadosamente, como para no ofuscar a los mortales, dejó que las sombras se volvieran al Inframundo.
―¿Estás bien? ―preguntó Will, que ahora parecía pálido.
―Estoy vivo ―masculló Nico, encogiéndose de hombros; para sorpresa de Will, su voz no ocultaba sarcasmo, sino que simplemente apuntaba lo más importante.
Tan pronto Will estuvo convencido de que Nico no estaba herido de gravedad, el hijo de Apolo se giró para evaluar la situación de los infortunados mortales. Estupefactos, comenzaban a levantarse del suelo, en donde se habían ovillado en un desesperado intento de protegerse. Algunos habían corrido a refugiarse detrás del autobús y ahora empezaban a asomar sus cabezas, sin saber muy bien lo que había ocurrido.
Afortunadamente, Will notó que nadie parecía tener heridas serias, aunque algunos sangraban de pequeñas cortadas en el rostro y los brazos; probablemente de haber caído al intentar huir. Lo peor que había era un muchacho que se aferraba el brazo izquierdo, posiblemente roto, pues Nico reconoció que había estado recargado en la ventana cuando el toro había embestido el vehículo por primera vez. De igual forma, una señora parecía haberse lastimado el tobillo derecho y en ese momento se había sentado al costado de la carretera, haciendo muecas de dolor.
―La próxima vez hacemos un viaje de sombras ―anunció Nico―. Nada de "Vámonos en autobús, que es más seguro".
―¡Lo siento! ¿Cómo iba a saber que estas bestias nos atacarían? ―se justificó el hijo de Apolo mientras Nico rodaba los ojos.
―Tú revisa que Finn y a Lucy se encuentren bien, yo me encargo de la mujer con el tobillo lastimado ―suspiró Nico sin pensárselo demasiado, acostumbrado como estaba a trabajar hombro con hombro con Will en la enfermería o después de un juego de captura la bandera.
Fue hasta más tarde esa noche, cuando Lucy estaba sana y salva en el campamento, que Nico cayó en la cuenta de lo extraña que había resultado su reacción. Dos años antes, él hubiera sido el segundo en abandonar la escena, justo después de los toros.
Sin embargo, ese día, la posibilidad de huir sin antes haberse asegurado de que los mortales no tenían heridas graves ni siquiera había cruzado su mente. Dos años antes, él no se hubiera sentido con la confianza de acercarse a un desconocido y examinarlo.
Ahora era algo que hacía sin necesidad de cuestionárselo, era una segunda naturaleza, ni más ni menos.
Estar con Will era así, lo hacía sentirse tranquilo con lo que hacía, era una presencia que le infundía confianza. Will también era un idiota que no sabía reconocer que también llegaba a sobrepasarse con sus poderes, pero esa era otra historia. Por el momento, Nico tenía la satisfacción de ser el jefe suplente de la enfermería, pues Will se había dejado llevar con el asunto de la luz y ahora tenía órdenes directas ―de Nico, un paramédico certificado― de no salir de la cama.
La vida daba muchas vueltas, decidió Nico, y la venganza era muy dulce.
Creo que no hay mucho que decir al respecto así que... espero de todo corazón que les haya gustado. Recuerden que aún están a tiempo de unirse a este pequeño desastre, así que por favor vayan a Facebook, búsquenme (Karen Hikari, igual que aquí, mi foto de perfil es una chica de lentes rojos leyendo) y pregunten por la Semana Solangelo.
Oh, por cierto, la señora que se lastimó el tobillo está totalmente basada en mí, puesto que hace poco más de un año me esquincé el tobillo derecho. Por favor, duerman bien, tomen mucha agua y no hagan lo que yo hago.
¡Nos leemos mañana!
