¡Hola a todos! Quiero comenzar con una disculpa. Ayer estaba escribiendo las notas para este capítulo, y a la hora que le doy "Guardar" me marca que no tengo internet. Obviamente, hice un coraje, pensé que era cosa de la computadora, volví a cargar la página, revisé en el teléfono... y nada.
Perdí las notas que ya había escrito, me esperé hasta las doce a ver si regresaba el internet, pero como vi que iba para largo, me acosté. Lo que más coraje me da es que se haya ido justo estos días. Esperaba que hoy en la mañana ya hubiera servicio, pero no. Hablamos a las oficinas y dijeron que debíamos esperar hasta que fueran 48 horas. De hecho, hasta hace diez minutos yo seguía sin internet.
Así que, super avergonzada, les dejo este capítulo por aquí y en unos minutos publico el correspondiente a hoy.
¡Espero que lo disfruten!
Jueves-Poemas dedicados
Piedritas en la ventana
—*—*—
De vez en cuando, la alegría
tira piedritas contra mi ventana.
Quiere avisarme que está ahí, esperando,
pero me siento calmo, casi diría ecuánime.
—*—*—
Los primeros meses, Nico no se dio cuenta de nada. Era sencillo pasar los pequeños detalles por alto, era fácil perderse en ese instante de paz que les era permitido tras la derrota de Gea.
Empezó en la enfermería, de eso estaba seguro. Empezó con un chico empecinado, que no aceptaba un no por respuesta y que, a pesar del mucho trabajo que había por hacer en la pequeña clínica del campamento, se aseguraba de separar algunos minutos de su ajetreada agenda para pasarse por la camilla de un paria como el hijo de Hades.
Nico podría haber afirmado que el hecho de que los otros enfermeros le temieran no era, en forma alguna, culpa suya, pero lo cierto es que no podía hacerlos responsables del todo cuando el propio Will había estado a punto de perder la paciencia.
Will era amable, aparecía sonriendo, sin falta, aunque horas antes se hubiera alejado de Nico bufando con frustración. Will era tenaz, testarudo, aunque también sabía ceder, y en los momentos en los que Nico estaba dispuesto a alzar a los muertos sólo para librarse de las atenciones de Will, el hijo de Apolo mantenía la boca cerrada y lo dejaba estar solo un rato, para que el embajador de Plutón pudiera aclarar sus pensamientos.
Para cuando terminó su estancia en la enfermería, Nico se dio cuenta de que había días en los que ni siquiera había protestado. Había días en los incluso se había encontrado esperando a Will con algo que eran casi ansias.
—*—*—
Voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme de cara al techo,
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar las noticias y creerlas.
—*—*—
Nico se dio cuenta de lo que estaba pasando casi un año después de la derrota de Gea.
Era una estupidez, quizás, pero se sentía… diferente. Por primera vez, Nico no necesitaba excusas para presentarse en cierto lugar ―en específico, la enfermería―, y a nadie le parecía extraño que pasara las noches de los viernes viendo el maratón de películas de Disney de la cabaña de Apolo. De pronto, Nico se encontró bromeando con Kayla y Julian; de pronto, Nico cayó en la cuenta de que hablar con Will, reír con él, hacerle caso cuando lo reprendía por sus malas elecciones de comida era natural, sencillo.
Y así, un día, Nico se dio cuenta de que lo que había sentido por Percy era nada, apenas la infatuación de un niño que creía haber encontrado a una persona a la que aferrarse. Esto era diferente.
Con Will no se trataba de un mundo que no entendía del todo, con monstruos mitológicos y confusión. Con Will no se trataba del Campamento Mestizo, el lugar donde debía quedarse ahora que su hermana había desaparecido, o de lo atractivo que se veía cuando sostenía una espada.
Con Will se trataba de su risa, de la manera en la que sus manos eran capaces de vendar un brazo mientras mantenía una conversación tranquila con el herido. Con Will se trataba de la manera en la que se encogía de hombros cuando alguien mencionaba su carencia de habilidad en las armas. Con Will se trataba de la manera en la que recibía a sus nuevos hermanos, con los brazos abiertos, una sonrisa capaz de iluminar un cuarto y una voz tranquila.
Con Will… sólo se trataba de Will.
—*—*—
Quién sabe dónde quedan mis próximas huellas,
ni cuándo mi historia va a ser computada
Quiero saber qué consejos voy a inventar aún,
y qué atajo hallaré para no seguirlos.
—*—*—
Esa vez, Nico no se alejó del campamento, y aunque sentía una molestia en el pecho cada vez que pensaba en el hoyuelo de la mejilla derecha de Will, aunque se distraía durante la cena con la voz desafinada que delataba al líder de la cabaña 7, Nico no tenía intenciones de marcharse. No era el niño estúpido que había salido corriendo años antes.
Hacía mucho que se había cansado de darle vueltas a la parsimoniosa manera en la que ver la sonrisa de Will le hacía perder el aliento, y para Nico resultaba obvio que lo que había sentido por Percy no tenía punto de comparación con lo que sentía por Will.
Tres años antes, al conocer a Percy Jackson, había quedado prendado de él en un instante, y luego se había aferrado a él desesperadamente tras la muerte de Bianca. Con Will, todo era más más lento, más calmo. No, con el hijo de Apolo no había prisa ni presión. Will, el epítome de la paciencia, no tenía inconveniente en esperar.
A pesar de ello, Nico no estaba muy convencido de que el mismo Will Solace tuviera el tiempo suficiente como para esperar a que su mala suerte terminara. No, Will, así como era, debía de tener una fila complete de pretendientes.
Así que Nico, por más que no se avergonzara de sus sentimientos hacia Will, no se atrevía a acariciar siqueira la posibilidad de que el radiante hijo de Apolo se fijara en él más de lo que Percy lo había hecho.
—*—*—
Está bien, no jugaré al desahucio,
no tatuaré el recuerdo con olvidos.
Mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca.
—*—*—
El día en que la entereza de Nico con respecto a Will se fue al demonio fue una tarde de otoño, dos años después de la guerra contra Gea.
Estaban en la enfermería, casi desierta ahora que el verano había terminado. Como se había vuelto común, Nico se ocupaba de reorganizar el inventario, anotando aquellos artículos que necesitaban reabastecer, contando los que quedaban y calculando qué tan frecuentemente se utilizaba cada producto, con tal de prepararse para el siguiente verano. Will, por su parte, se afanaba en doblar las sábanas recién lavadas para guardarlas.
Era una tarde silenciosa, el frío del otoño apenas empezaba, y ahora que había pocos campistas, Quirón había dejado que el clima real traspasara la barrera mágica del campamento. Quizás fue porque ahora Nico se sentía tan cómodo en la enfermería como si hubiera estado en su propia cabaña.
Él no se dio cuenta hasta mucho después, pero entre el silencio de la enfermería, Nico comenzó a tararear ausentemente, sus manos aún ocupadas con las cajas de ibuprofeno.
―Sabes que si cantaras así cuando mis hermanos están aquí te obligarían a unirte al coro, ¿verdad? ―preguntó una voz detrás de él.
―¿Qué cosa? ―farfulló el hijo de Hades, soltando los medicamentos que había estado apilando hasta entonces.
―Ya sabes, su coro. Te obligarían a unirte si te escucharan cantar.
―No estaba cantando ―se defendió Nico, aunque había poco aplomo en su voz.
―Yo creo que los Acapolos* debatirían eso ―rió Will, girando para colocar la caja llena de sábanas limpias en su lugar. Por un momento, ambos trabajaron en silencio, ignorándose el uno al otro cómodamente hasta que Will terminó su tarea y se sentó al lado de Nico, para ayudarle a reacomodar las cajas de ketorolaco.
―Lo digo en serio ―dijo Will después de un rato―. Si quisieras, podrías unirte al coro.
―¿Y hacer el ridículo como tú? No lo creo ―replicó el hijo de Hades arqueando una ceja.
―No hago el ridículo ―trató de defenderse el rubio―. Sólo prefiero dejarle el sitio a mis hermanos.
―No te creo.
―Eso es una injusticia ―arguyó Will, aunque sonreía cariñosamente.
―Eso es simplemente la verdad ―contradijo el hijo de Hades―. Después del desastre de cuando intentaste tocar esa arpa el año pasado…
―Sí, claro, seguramente tú habrías tocado mejor, ¿no es cierto?
―Probablemente.
―Demuéstramelo, entonces ―retó Will, con arrogancia―. ¿Qué era lo que cantabas?
―No estaba cantando ―repitió Nico.
―¿Y por qué no te creo? ―rió Will―. ¿Qué era… qué era…? ¿Maravilloso qué?
―Meraviglioso, con «g». Y con «e» ―lo corrigió su interlocutor, sabiendo que era una estupidez caer en una trampa tan sencilla. No le importó―. Meraviglioso amore mio. Meraviglioso come un quadro che ha dipinto Dio, con dentro il nostro nome*.
Quizás fue porque hacía mucho que Nico no cantaba en voz alta o porque el hecho de saberse escuchado lo ponía nervioso, pero pronto Nico se olvidó la letra de lo que estaba cantando, el aliento atrapado en su garganta.
Hubo un momento de ansiedad que más tarde Nico no recordaría, un instante en el que Will se distrajo de la voz de Nico y enfocó sus ojos en los labios de su interlocutor.
Después, la nada. El dorso de su mano en la mejilla de Nico, sus orbes encontrándose durante breves segundos, como pidiendo permiso, y el aliento de Nico calentando el aire que respiraba.
Luego, sus labios se juntaron.
—*—*—
Está bien, me doy por persuadido.
Que la alegría no tire más piedras.
Abriré la ventana.*
*1: Hace mucho tiempo vi un headcanon de que la cabaña de Apolo tiene un grupo de acapela llamado "Acapolos" y, aunque la idea no es mía, había estado esperando para usarla.
*2: Meraviglioso amore mio. Meraviglioso come un quadro che ha dipinto Dio, con dentro il nostro nome: la traducción es, obviamente, del italiano y significa "Maravilloso amor mío. Maravilloso como un cuadro pintado por Dios, con nuestro nombre dentro". La canción, ya lo saben, existe, su nombre es... "Meraviglioso amore mio" y es de alguien que ustedes ya conoce, Arisa, la cantante de "Controvento" y "La notte".
*3: El poema que utilicé para este trabajo fue "Piedritas en la ventana" de Mario Benedetti. A pesar de que conozco poco su trabajo, todo lo que he leído de él me fascina así que sencillamente sabía que el capítulo para esta historia debía ser con un poema suyo.
En otras noticias... hace poco finalmente comencé a tomar clases de italiano así que pronto ya no tendré que darle créditos de traducción a Google.
Nuevamente, me disculpo por el incidente de ayer y prometo hacer todo lo posible para que no vuelva a suceder. Esperen el capítulo de hoy pronto.
